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Entender Cataluña. Por qué tantos catalanes quieren un Estado propio

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Primera edición en papel: setiembre de 2014

Primera edición: octubre de 2014

 

 

© Josep Centelles i Portella

 

© del prólogo: Ernest Maragall

 

© de esta edición:

Ediciones OCTAEDRO, S.L.

Bailén, 5, pral. — 08010 Barcelona

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ISBN: 978-84-9921-611-9

 

Maquetación y producción: Ediciones Octaedro

Diseño de la cubierta: Ediciones Octaedro a partir del original de Pere Cabrera Massanés


Digitalización: Ediciones Octaedro

Prólogo

 

 

 

 

 

El libro que tienen Uds. en las manos reúne muchas características para convertirse en obra de referencia para un debate general sobre la relación entre Catalunya y España.

Se trata de una reflexión personal, escrita con esa dosis de subjetividad explícita que puede y debe acompañar una aproximación crítica al tema. Lo hace con implicación personal, adoptando un punto de vista inequívocamente catalán. Pero lo tendrá difícil quien a partir de ahí quiera descalificar o negar a priori cualquier validez a las interpretaciones que formula y las conclusiones que alcanza.

Centelles nos ofrece una aproximación que asume riesgos, que acaban siendo superados con acierto. Lo nuevo, lo interesante, lo encontramos precisamente en la combinación inteligente de conceptos, ilustraciones, datos, entornos, contrastes…, todo interrelacionado con notable coherencia. Utiliza todas las perspectivas: historia, economía, política, sociología, cultura, lengua… Sin embargo no pretende ser manual ni síntesis de ninguno de esos posibles enfoques. Más bien intenta, y consigue, acercarnos en lenguaje claro y directo al fondo de la cuestión aportando información, datos y argumentos audaces desde cada perspectiva. Todo ello con un esfuerzo de sencillez y claridad con trasfondo didáctico.

No es fácil poner en relación útil los diversos enfoques para llegar a la síntesis construida y defendida que nos ayude –ese es el objetivo– a conocer y entender qué es lo que hoy sucede, cual es la causa, la naturaleza y la ambición de la actual propuesta catalana. 

Formalmente es una obra pensada para ser leída por ciudadanos españoles. Ciertamente sería magnífico que eso sucediera e incluso que diera lugar a réplicas concebidas con la misma y legítima subjetividad pero también con el mismo rigor y respeto. Pero déjenme discrepar. Recomiendo que este libro sea leído especialmente por los catalanes que quieran conocer y no sólo sentir, quieran construir y no sólo reaccionar, quieran aprender de su propia historia para no repetir errores y evitar frustraciones.

 

Ernest Maragall i Mira (diputado al Parlamento Europeo)

 

 

 

Presentación

 

 

 

 

 

 

Decirle a alguien que pensamos como él, que coincidimos con sus gustos, que entendemos sus inclinaciones y que las compartimos, da felicidad. Decirle que queremos entrar en su club genera satisfacción. Es el hechizo de la afinidad, lleva a la empatía. Proponerle a ese alguien hacer cosas juntos y compartir ilusiones es el paso siguiente y aumenta la satisfacción; es causa de alegría.

Pero cuando un colega de trabajo, dando por supuesto que te encantará ir al estadio, te invita a un partido de fútbol y debes decirle que lo sientes, que el fútbol no te interesa un comino y que tú tienes gustos distintos, es una decepción. Es una mala noticia para ambos. Es un disgusto, causa pesadumbre y aflicción.

Sin embargo, uno no puede estar toda la vida yendo al fútbol solo para no decepcionar a los colegas de trabajo. En la vida debemos maximizar las fuentes de felicidad y administrar los desencuentros.

Cuando un español cualquiera escucha que hay unos que quieren irse, que no se sienten como él, que se sienten diferentes y que desean buscarse la vida por libre, es un disgusto. Se siente mal. Es una desazón. Es una mala noticia.

No hay forma de convertir una mala noticia en buena, pero hay formas de explicar que a uno no le gusta el fútbol y que prefiere ir a un concierto. Uno puede explicar que no tiene nada contra los españoles pero que está hasta el gorro del Estado español.

Este libro no puede negar la mala noticia, pero intenta explicar por qué tanta gente está hasta el gorro del Estado español y por qué tantos catalanes desistieron de intentar reformarlo y están pensando en largarse.

Este libro no pretende justificar a nadie (ni tampoco al independentismo). Este libro solo pretende explicar el porqué de esta mala noticia y abrir caminos de comprensión para que deje de serlo. Uno puede ir al fútbol y el otro al concierto. Quizás, cuando se encuentren a la salida y se lo cuenten mutuamente, se lo pasen muy bien.

 

 

 

NOTA:

El orden de presentación de capítulos y apartados no prefigura el orden de lectura.


SUGERENCIA:

El detallado índice permite navegar por el libro y escoger los temas que mayor interés susciten.

 

 

 

 

 

Introito

 

 

 

 

 

el minuto 21

Crónica de un telediario. Televisión Española, 11 de setiembre de 2012: la noticia de la manifestación catalanista que ha movilizado a más de un millón de españoles es ninguneada retrasándola al minuto 21 del noticiario de máxima audiencia, el de las 9 de la noche. Después de un montón de noticias de poca monta y menos actualidad, incluida la Bolsa, que no dio susto alguno aquel día, la locutora da un toque de normalidad al tema comentando que se trató de una manifestación «más numerosa que en ediciones anteriores». No cabe duda de que la simpática guerra de tomates de Buñol tiene mejor cobertura televisiva que la noticia de un millón de «españoles» en la calle con banderas independentistas.

Quienes desde el extranjero nos conectamos aquel día a internet para saber a través de TVE cómo había ido la jornada en Cataluña, alucinamos. Afortunadamente, también alucinaron varios periódicos digitales de Europa, entre ellos Le Monde, que denunció la ocultación: «De la BBC a Al Jazira, los medios internacionales no han podido hacer otra cosa que evidenciar la importante movilización de los independentistas catalanes […]. Pero en los medios españoles […] la cobertura de la manifestación parece menos evidente».1 Después explica que: «en los periódicos conservadores, La Razón o el ABC, la movilización ha sido casi ocultada», sin embargo, Le Monde continúa, la mayor «sorpresa ha sido el tratamiento dado por la TVE…» y pasa a relatar lo del «minuto 21». A uno le da vértigo pensar en el retorno a las viejas épocas del franquismo cuando teníamos que escuchar Radio France International o la BBC de Londres para enterarnos de lo pasaba en España.

ningunear

Hay claras evidencias de que este ninguneo fue programado y, muy posiblemente, ordenado por La Moncloa. Basta dar una ojeada a la programación mediática de la noche anterior para constatarlo. Rajoy concedió su primera entrevista a TVE desde su toma de posesión, unos 9 meses antes. Ello, evidentemente, copaba los titulares del día siguiente. En paralelo, otros varios eventos con ruido mediático fueron programados, casualmente, la noche anterior. No se trató de una operación improvisada; se trataba de tapar al máximo lo que se sabía que iba a acontecer en Cataluña este día. Tantas coincidencias no las explica la casualidad. Pero sucedió que los obedientes acólitos de TVE se pasaron de la raya; se pasaron tanto que les salió el tiro por la culata. Los medios internacionales lo percibieron y, claro, lo denunciaron. Al día siguiente tuvieron que pedir disculpas. Ya ven qué imagen dan los medios públicos españoles. Marca España.

¿nos engatusan?

Cuando se insiste en que el proceso soberanista o independentista «es fruto de un complot y una conjura (evidentemente subvencionados por la Generalitat) que se han llevado a cabo de forma premeditada y perseverante, de tal forma que una buena parte de los catalanes no se han dado cuenta de la manipulación, sigilosa y astuta a la que han estado sometidos…» como se ha leído varias veces incluso en periódicos serios, hay que darse cuenta de que en Cataluña tenemos mucha mayor diversidad de información que en la España no catalana. La cosa es simple; todas las radios y teles españolas, públicas y privadas, llegan con normalidad a Cataluña, mientras que fuera de ella las radios y televisiones en catalán no llegan o no son sintonizadas. En otras palabras, los catalanes tenemos el doble de opciones para elegir lo que escuchamos o vemos.2 Es constatable que en Cataluña los medios de comunicación, al igual que los partidos políticos, son mucho más variados, diversificados. Por lo tanto, todo hace suponer que si de comida de coco se trata, la de fuera de Cataluña es mucho mayor. Si suponemos que alguien manipula sigilosamente al pueblo, sepan que fuera de Cataluña están ustedes mucho más manipulados.

Moraleja y mensaje a los españoles que no residen en Cataluña: sepan o, como mínimo, sospechen que les amañan muchas cosas. Los medios de comunicación españoles y las élites políticas de los grandes partidos del Reino de España les esconden buena parte de la realidad catalana y, a entender de muchos catalanes, se la venden manipulada. Tendenciosamente filtrada.

Con mucha probabilidad más de la mitad de españoles no catalanes no ha puesto nunca un pie en Cataluña. Deben ser algunos millones los que nunca han oído ni tan solo a una persona hablar catalán de viva voz. Muchos han visitado la Sagrada Familia, han paseado por las Ramblas o han pasado unos días en Lloret de Mar rodeados de guiris tomando el sol. Todos, todos sin excepción, tienen una idea formada de los catalanes y de Cataluña. Y todos, con normalidad, se atreven a opinar sobre Cataluña. No es una recriminación. Todo lo contrario, se trata de algo absolutamente normal. Yo solo estuve una semana en Moscú y he de confesar que también me atrevo a opinar sobre los rusos. Se trata de una actitud humana. Pero inmediatamente debo reconocer que la imagen de Rusia que tengo construida en mi cerebro, más que de la semana que estuve allí, proviene de las noticias de televisión o de los cuatro artículos que sobre el país he leído. Estamos todos, ustedes y yo, sometidos a las imágenes estereotipadas divulgadas por los medios de comunicación.

raros o diferentes

Aunque como quien dice nunca hayan pisado Cataluña, muchos españoles opinan sobre los catalanes y es muy frecuente que encuentren que los catalanes somos raros. Lo de «raros» resulta interesante y debo confesar que hasta cierto punto no me disgusta. En realidad, quieren decir «diferentes». De hecho, esto de la diferencia es lo que más choca, pues que los italianos sean diferentes, es algo muy natural, pero los catalanes, siendo españoles, ¿por qué carajo tienen que ser diferentes? La versión subconsciente más extendida, la que a menudo transmiten muchos medios de comunicación, es que se hacen el diferente simplemente… para molestar. Además, algunos añaden, son un poco nazis, pues adoctrinan a los niños para sigan siendo diferentes. Los catalanes son un problema. He aquí la manida expresión que tiene bastante más de un siglo, «el problema catalán». A veces me pregunto, ¿no será que el problema es español?

Desafortunadamente, entre esa masa de grandes desconocedores de la realidad catalana, con opiniones basadas en estereotipos simplones y tendenciosos, se incluyen también una buena parte de los políticos españoles. Diputados, ministros, presidentes de comunidades autónomas, etc. Como somos diferentes, nos encuentran raros. Como somos raros les resultamos un problema. Un problema que hasta ahora era considerado como una piedra en el zapato, pero que en la actualidad, con este batiburrillo de la independencia, se convierte en un problema grande. En 2012, lo mejor era ignorarlo. Esta fue por más de un año la lectura de Rajoy y su PP con la complicidad del PSOE. Eso de los soberanistas es un soufflé, un calenturón que en cuatro días se habrá enfriado. Solo saben molestar. Siempre están pidiendo. Mejor que no se hable mucho de ellos en los telediarios. Un año después, el 11 de setiembre de 2013, con el asunto de los 400 km de la Vía Catalana, se comenzó a ver que de calenturón nada, que se había «perdido» un año, y que eso empeoraba bastante las cosas. Que la reivindicación de la consulta soberanista persistía y aumentaba. Un año aumentando la brecha. Entonces la cosa tomó otro cariz. La primera en reaccionar públicamente fue la sibilina Esperanza Aguirre con la cínica alusión a Unamuno «hay que catalanizar España» y con el acertado «hay que acabar con el café para todos». El tema empezaba a tomarse en serio. El tema es serio. Y para un debate serio hay que hablar y conocer a la otra parte.

Este libro, humildemente, quiere estar al servicio de este debate. Quiere dar a conocer la lógica que explica, no sé si también justifica, muchas de estas actuaciones «incomprensibles» de los catalanes.

de buena fe

Permítanme insistir. Este libro está escrito desde la sinceridad por un catalán medio (nada conocido fuera de su pequeño círculo de amistades) y se dirige al español medio que anda por la vida de buena fe y se hace un lío tremendo con este mal rollo del «problema catalán». No solamente se hace un lío, sino que a menudo se siente incómodo. Bastante incómodo. Es normal que se sienta molesto, pues estaba convencido que se trataba de hermanos y ahora van y le dicen que solo son primos. Y, según las voces, algunos le dicen que solo quieren ser primos lejanos.

A nadie le gusta que le echen en cara que son felices siendo diferentes a uno mismo. No es una buena noticia que sin razón aparente una parte de la familia te diga que ya no quiere compartir casa. Este libro quiere mostrar algunas razones para entender porqué tantos catalanes ya no soportan al Estado español y están dispuestos a montarse un Estado propio. La distinción es importante; una cosa es el Estado español y otra muy distinta son los españoles.

No se trata de convencer a nadie. Se trata de colocar argumentos sobre la mesa, librarse de estereotipos y simplezas, para tener un debate más razonable sobre un problema muy complicado. Repetir una y otra vez que no tiene solución, que la Constitución no lo permite, es hacer la política del avestruz, una opción suicida. Este libro quiere aportar argumentos, vivencias, historias y datos para que nos conozcamos mejor y de esta forma podamos explorar nuevas vías de convivencia.

 

 

 

1. De la BBC à Al Jazira, les médias internationaux n’ont pu que faire état de l’importante mobilisation des indépendantistes catalans, mardi 11 septembre, à l’occasion de la traditionnelle Journée annuelle de la Catalogne, la «Diada». Mais dans les médias espagnols, […] la couverture de la manifestation semble moins évidente.

2. Con los periódicos sucede casi igual. Nótese que de los catalanes, el único que es leído en gabinetes ministeriales es La Vanguardia. Por otro lado, el suplemento de El País en Cataluña, con alguna opinión favorable al lado soberanista, no es distribuido en el resto de España.