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AMORES

 

(LIBRO #2 DEL DIARIO DE UN VAMPIRO)

 

MORGAN RICE

 

 

 

 

 

ALGUNAS OPINIONES ACERCA DE LAS OBRAS DE MORGAN RICE

 

 

"Me llamó la atención desde el principio y no dejé de leerlo… Esta historia es una aventura increíble, de ritmo rápido y llena de acción desde su inicio.  No hay un momento aburrido".

--Paranormal Romance Guild {con respecto a Transformación}

 

"Tiene una trama estupenda y es un libro que le costará trabajo dejar de leer en la noche.  El final en suspenso es tan espectacular, que inmediatamente querrá comprar el siguiente libro, solamente para ver qué sigue".

--The Dallas Examiner {referente a Amores}

 

"Es un libro equiparable a Twilight y The Vampire Diaries, (Diario de un Vampiro), y hará que quiera seguir leyendo ¡hasta la última página! Si le gusta la aventura, el amor y los vampiros, ¡este libro es para usted!"

--vampirebooksite.com {con respecto a Transformación}

 

"Es una historia ideal para los lectores jóvenes. Morgan Rice hizo un buen trabajo dando un giro interesante a lo que pudo haber sido un típico cuento de vampiros. Innovador y singular, tiene los elementos clásicos que se encuentran en muchas historias paranormales para adultos jóvenes".

--Reseña de The Romance {referente a Transformación}

 

"Rice hace un gran trabajo para captar su atención desde el principio, al utilizar una gran calidad descriptiva que va más allá de la simple descripción de la ambientación… Bien escrito y sumamente rápido de leer, es un buen comienzo para una nueva serie sobre vampiros, que seguramente será un éxito entre los lectores que buscan una historia ligera pero entretenida".

--Reseña de Black Lagoon {respecto a Transformación}

 

"Lleno de acción, romance, aventura y suspenso. Este libro es una maravillosa adición a esta serie y lo dejará deseando más de Morgan Rice".

--vampirebooksite.com {respecto a Amores}

 

"Morgan Rice se demuestra a sí misma una vez más, que es una narradora de gran talento… Esto atraerá a una gran audiencia, incluyendo a los aficionados más jóvenes, del género de los vampiros y de la fantasía.  El final de suspenso inesperado lo dejará estupefacto".

--RESEÑAS DE THE ROMANCE {respecto a Amores}

 

Acerca de Morgan Rice

 

Morgan Rice tiene el #1 en éxito de ventas como el autor más exitoso de USA Today con la serie de fantasía épica EL ANILLO DEL HECHICERO, compuesta de diecisiete libros; de la serie #1 en ventas EL DIARIO DEL VAMPIRO, compuesta de doce libros; de la serie #1 en ventas LA TRILOGÍA DE SUPERVIVENCIA, novela de suspense post-apocalíptica compuesta de tres libros; de la serie de fantasía épica REYES Y HECHICEROS, compuesta de seis libros; y de la nueva serie de fantasía épica DE CORONAS Y GLORIA. Los libros de Morgan están disponibles en audio y ediciones impresas y las traducciones están disponibles en más de 25 idiomas.

 

A Morgan le encanta escucharte, así que, por favor, visita www.morganrice.books para unirte a la lista de correo, recibir un libro gratuito, recibir regalos, descargar la app gratuita, conocer las últimas noticias, conectarte con Facebook o Twitter ¡y seguirla de cerca!

 

Libros de Morgan Rice

 

OLIVER BLUE Y LA ESCUELA DE VIDENTES

LA FÁBRICA MÁGICA (Libro #1)

LA ESFERA DE KANDRA (Libro #2)

LOS OBSIDIANOS (Libro #3)

EL CETRO DE FUEGO (Libro #4)

 

LAS CRÓNICAS DE LA INVASIÓN

TRANSMISIÓN (Libro #1)

LLEGADA (Libro #2)

ASCENSO (Libro #3)

 

EL CAMINO DEL ACERO

SOLO LOS DIGNOS (Libro #1)

SOLO LOS VALIENTES (Libro #2)

 

UN TRONO PARA LAS HERMANAS

UN TRONO PARA LAS HERMANAS (Libro #1)

UNA CORTE PARA LOS LADRONES (Libro #2)

UNA CANCIÓN PARA LOS HUÉRFANOS (Libro #3)

UN CANTO FÚNEBRE PARA LOS PRÍNCIPES (Libro #4)

UNA JOYA PARA LA REALEZA (Libro #5)

UN BESO PARA LAS REINAS (Libro #6)

UNA CORONA PARA LAS ASESINAS (Libro #7)

 

DE CORONAS Y GLORIA

ESCLAVA, GUERRERA, REINA (Libro #1)

CANALLA, PRISIONERA, PRINCESA (Libro #2)

CABALLERO, HEREDERO, PRÍNCIPE (Libro #3)

REBELDE, POBRE, REY (Libro #4)

SOLDADO, HERMANO, HECHICERO (Libro #5)

HÉROE, TRAIDORA, HIJA (Libro #6)

GOBERNANTE, RIVAL, EXILIADO (Libro #7)

VENCEDOR, DERROTADO, HIJO (Libro #8)

 

REYES Y HECHICEROS

EL DESPERTAR DE LOS DRAGONES (Libro #1)

EL DESPERTAR DEL VALIENTE (Libro #2)

EL PESO DEL HONOR (Libro #3)

UNA FORJA DE VALOR (Libro #4)

UN REINO DE SOMBRAS (Libro #5)

LA NOCHE DEL VALIENTE (Libro #6)

 

EL ANILLO DEL HECHICERO

LA SENDA DE LOS HÉROES (Libro #1)

LA MARCHA DE LOS REYES (Libro #2)

EL DESTINO DE LOS DRAGONES (Libro #3)

UN GRITO DE HONOR (Libro #4)

UN VOTO DE GLORIA (Libro #5)

UNA CARGA DE VALOR (Libro #6)

UN RITO DE ESPADAS (Libro #7)

UNA SUBVENCIÓN DE ARMAS (Libro #8)

UN CIELO DE HECHIZOS (Libro #9)

UN MAR DE ARMADURAS (Libro #10)

UN REINO DE HIERRO (Libro #11)

UNA TIERRA DE FUEGO (Libro #12)

UN MANDATO DE REINAS (Libro #13)

UNA PROMESA DE HERMANOS (Libro #14)

UN SUEÑO DE MORTALES (Libro #15)

UNA JUSTA DE CABALLEROS (Libro #16)

EL DON DE LA BATALLA (Libro #17)

 

LA TRILOGÍA DE SUPERVIVENCIA

ARENA UNO: TRATANTES DE ESCLAVOS (Libro #1)

ARENA DOS (Libro #2)

ARENA TRES (Libro #3)

 

LA CAÍDA DE LOS VAMPIROS

ANTES DEL AMANECER (Libro #1)

 

EL DIARIO DEL VAMPIRO

TRANSFORMACIÓN (Libro #1)

AMORES (Libro #2)

TRAICIONADA (Libro #3)

DESTINADA (Libro #4)

DESEADA (Libro #5)

COMPROMETIDA (Libro #6)

JURADA (Libro #7)

ENCONTRADA (Libro #8)

RESUCITADA (Libro #9)

ANSIADA (Libro #10)

CONDENADA (Libro #11)

OBSESIONADA (Libro #12)

 

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Derechos Reservados © 2012 por Morgan Rice

 

Todos los derechos reservados.  A excepción de lo permitido por la Ley de Derechos de Autor de EE.UU de 1976, ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, distribuida o transmitida en forma o medio alguno ni almacenada en un sistema de base de datos o de recuperación de información, sin la autorización previa de la autora.

 

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Esta es una obra de ficción.  Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, lugares, eventos e incidentes son producto de la imaginación de la autora o son usados ficticiamente.  Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, es solo coincidencia.

 

Jacket image ©iStock.com/© Ivan Bliznetsov

 

No se permite la reproducción total o parcial de este libro ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright.

La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Arts. 229 y siguientes de la Ley Federal de Derechos de Autor y Arts. 424 y siguientes del Código Penal).

 

 

ÍNDICE

 

 

UNO

DOS

TRES

CUATRO

CINCO

SEIS

SIETE

OCHO

NUEVE

DIEZ

ONCE

DOCE

TRECE

CATORCE

QUINCE

DIECISÉIS

DIECISIETE

DIECIOCHO

DIECINUEVE

VEINTE

VEINTIUNO

VEINTIDÓS

VEINTITRÉS

VEINTICUATRO

VEINTICINCO

VEINTISÉIS

VEINTISIETE

VEINTIOCHO

VEINTINUEVE

 

 

HECHO:

 

En Salem, en 1692, doce muchachas adolescentes conocidas como “las afligidas” experimentaron una misteriosa enfermedad que las condujo a un comportamiento histérico, y a asegurar con vehemencia que las brujas de la comunidad las atormentaban. Este hecho dio origen a los a los juicios de Salem.

 

Hasta hoy nunca se pudo explicar la misteriosa enfermedad que aquejó a las jóvenes.

 

 

 

Esta noche soñó que vio mi estatua,

Cual fuente de cien caños,

De la que manaba sangre pura,

y muchos romanos vigorosos

vinieron a lavarse sus manos en ella.

Y todo esto cual aviso advierte y presagia

Los amles inminentes...

 

—William Shakespeare, Julio César

 

 

 

 

UNO

 

 

Valle del Hudson, Nueva York

(Día de hoy)

 

Por primera vez en semanas, Caitlin Paine se sintió relajada. Sentada cómodamente en el suelo del pequeño granero, se recostó contra un fardo de heno y exhaló. Un pequeño fuego ardía en la chimenea de piedra, a unos tres metros de distancia, acababa de arrojar otro leño y el chisporroteo de la madera le daba tranquilidad. Marzo aún no terminaba y aquella noche había sido particularmente helada. La ventana en el muro más alejado ofrecía una vista del cielo nocturno y de la nieve que no dejaba de caer.

El granero no tenía calefacción, pero se sentó lo suficientemente cerca del fuego para que el calor le quitara el frío. Se sentía muy cómoda y los párpados comenzaban a pesarle. El aroma del fuego invadía el lugar, y cuando se reclinó un poco más, sintió como la tensión empezaba a abandonar sus hombros y piernas.

Por supuesto, sabía que la verdadera razón por la que sentía paz no era ni el fuego, ni el heno, ni siquiera la seguridad que le brindaba el granero. Se debía a él, a Caleb, a quien contemplaba desde donde estaba sentada.

Él yacía reclinado frente a ella, a unos cinco metros, perfectamente quieto. Dormía, y Caitlin aprovechó la oportunidad para estudiar su rostro, sus perfectos rasgos, su pálida y translúcida piel. Nunca había visto rasgos tan perfectamente tallados. Era surrealista, como estar contemplando una escultura. No comprendía cómo era posible que tuviera tres mil años. Ella, a sus dieciocho, ya lucía mucho mayor que él. Pero había algo mucho más allá que sólo sus rasgos. Había un aire a su alrededor, una energía sutil que exudaba. Una gran sensación de paz, y cuando ella estaba cerca suyo, sabía que todo estaría bien.

La hacía feliz de que él estuviera allí, que siguiera con ella. Y se permitió a sí misma pensar que permanecerían juntos. Pero incluso cuando lo pensaba, se regañaba a sí misma, sabiendo que se estaba buscando problemas. Los chicos como él, ella lo sabía, no se quedaban en un solo lugar. No estaban hechos para eso.

 

 

A Caitlin le era difícil asegurar si él continuaba dormido, su sueño era tan perfecto, que apenas se notaba su respiración. Se había ido más temprano, para alimentarse según dijo. Regresó más relajado cargando una pila de leños, y halló la forma de sellar la puerta del granero para evitar que entrara la fría corriente de la nieve. Había encendido el fuego, y ahora que estaba dormido, ella lo mantenía vivo.

 Caitlin estiró la mano hasta alcanzar su vaso, y bebió otro sorbo de vino tinto, sintió cómo el tibio líquido la relajaba poco a poco. Había encontrado la botella en un cofre escondido bajo un fardo de heno; estaba en ese lugar desde que Sam, su hermano menor, la dejara allí por capricho varios meses antes. Ella nunca bebía, pero le pareció que no había nada malo en tomar un poco, en especial, después de lo que había vivido.

Tenía su diario abierto sobre el regazo; con una mano sostenía un bolígrafo, y con la otra, el vaso de vino. Llevaba veinte minutos así, no sabía por dónde comenzar. Nunca antes había tenido dificultad para escribir, pero esta vez era diferente. Los sucesos de los últimos días habían sido demasiado dramáticos, muy difíciles de asimilar. Esta era la primera vez que se sentía tranquila y relajada. La primera vez que se sentía un poco segura.

Decidió que lo mejor sería comenzar por el principio; narrando lo que había sucedido por qué estaba ahí y quién era. Necesitaba procesarlo porque ya ni siquiera estaba segura de conocer las respuestas.

 

Hasta la semana pasada, la vida transcurría normal, Me estaba empezando a gustar Oakville.  Entonces mamá entró un día y anunció que nos mudaríamos. Otra vez, la vida se volteaba de cabeza, como siempre sucedía gracias a ella.

Sin embargo, era peor en esta ocasión. No nos mudaríamos a otro suburbio, sino a Nueva York. A la ciudad. Escuela pública, una vida de concreto. Un vecindario peligroso.

Sam también estaba molesto. Hablamos de no mudarnos, pensamos en escapar, pero la verdad era que no teníamos ningún lugar a dónde ir.

Así que nos trasladamos. Ambos juramos en secreto que si no nos gustaba, nos iríamos. Encontraríamos un lugar, cualquier lugar. Tal vez incluso trataríamos de localizar a papá de nuevo, aunque ambos sabíamos que eso no pasaría.

Y entonces todo sucedió. Tan rápido. Mi cuerpo. Transformándose. Cambiando. Todavía no sé qué pasó, o en quién me convertí. Pero sé que ya no soy la misma persona.

Recuerdo esa fatídica noche cuando todo comenzó. El Carnegie Hall. Mi cita con Jonah. Y luego... el intermedio. ¿Mi... deseo de alimentarme? ¿De matar a alguien? Todavía no puedo recordar. Sólo sé lo que me dijeron. Sé que hice algo esa noche, pero es un recuerdo borroso. Lo que sea que haya hecho, todavía se siente como un agujero en mi estómago. Nunca quise hacerle daño a nadie.

Al día siguiente sentí el cambio en mí. Definitivamente me estaba volviendo más fuerte, más rápida, más sensible a la luz. También podía percibir aromas; los animales actuaban de forma extraña cuando estaban a mi alrededor, y yo cuando estaba cerca de ellos.

Y luego está mamá: confesándome que no era mi verdadera madre, siendo asesinada por aquellos vampiros, los que me venían persiguiendo. Nunca habría deseado verla herida de esa manera; todavía me siento culpable. Pero con todo lo que pasó, no puedo permitirme volver allí. Tengo que concentrarme en lo que tengo delante, en lo que puedo controlar.

Y ahí estaba yo atrapada. Esos horribles vampiros. Y luego mi escape. Caleb. Estoy segura de que de no ser por él, me habrían asesinado… o algo peor.

La Cofradía de Caleb, su gente. Eran muy distintos a él, aunque los vampiros son todos iguales. Territoriales, celosos, suspicaces. Me exiliaron y a él no le dieron opciones.

Pero su elección, a pesar de todo, fui yo. Otra vez me salvó. Otra vez lo arriesgó todo por mí. Lo amo por eso, más de lo que él nunca sabrá. Tengo que ayudarlo a volver. Él cree que soy la elegida, una suerte de vampiro mesías o algo así. Está convencido de que lo guiaré hacia a una especie de espada perdida, que detendrá una guerra de vampiros y salvará a todos. Personalmente, no lo creo. Su propia gente no lo cree. Pero sé que es todo lo que tiene y que significa mucho para él. Y ya que lo arriesgó todo por mí, y es lo menos que puedo hacer. Para mí, ni siquiera se trata de la espada. Es sólo que no quiero que se marche.

Así que haré todo lo que pueda. De todas formas, siempre he querido tratar de encontrar a mi padre. Quiero saber quién es él en verdad. Quién soy yo realmente. Si de verdad soy mitad vampiro, o mitad humana, o lo que sea. Necesito respuestas. Si no logro averiguar nada más, al menos, necesito saber

 

en qué me estoy convirtiendo...

*

 

—¿Caitlin?

Se despertó aturdida. Levantó la vista para ver a Caleb de pie sobre ella, con las manos apoyadas suavemente sobre su hombro. Él sonrió.

—Creo que te quedaste dormida —dijo.

Ella miró a su alrededor, vio su diario abierto en su regazo y lo cerró de un golpe. Sintió que sus mejillas se sonrojaban, esperaba que Caleb no hubiera leído nada,  en especial, la parte en que describe sus sentimientos hacia él.

Se sentó y se frotó los ojos. Aún era de noche, y el fuego seguía encendido, aunque sólo las brasas ardían.  Él también debe haber despertado hace poco.  Se preguntó: ¿Cuánto tiempo habría estado dormida?

—Lo siento, —dijo—. Es la primera vez que logro conciliar el sueño en días.

Caleb volvió a sonreír y cruzó la habitación hacia el fuego. Arrojó varios leños más que crepitaron y silbaron, a medida que el fuego se hacía más grande. Sintió que el calor le llegaba a los pies.

Él se quedó parado mirando el fuego, y su sonrisa se desvanecía lentamente a la vez que parecía perderse en sus pensamientos. Mientras miraba las llamas, un cálido resplandor iluminaba su rostro, haciéndolo lucir aún más atractivo, si acaso eso era posible. Sus grandes ojos color avellana estaban totalmente abiertos, y mientras lo miraba,  se tornaron verde claro.

Caitlin se enderezó, y vio que su vaso de vino tinto aún estaba lleno. Tomó un sorbo, y con eso entró en calor. . Como llevaba un buen tiempo sin comer, el vino se le subió de inmediato a la cabeza. Vio el otro vaso de plástico y recordó sus buenos modales. 

—¿Quieres que te sirva un poco?—preguntó, y luego, añadió con nerviosismo— es decir, no sé si bebes…

Caleb carcajeó

— Sí, los vampiros también beben vino, — dijo con sonriendo, y se acercó sosteniendo el vaso  mientras ella servía.

Estaba sorprendida. No por sus palabras, sino por su risa. Era suave, elegante, y parecía desvanecerse suavemente en la habitación. Como todo en él, era misteriosa.

Caitlin lo miró a los ojos mientras él levantaba el vaso hacia sus labios, esperando que le devolviera la mirada,

Y lo hizo.

Entonces ambos desviaron la mirada al mismo tiempo. Ella sintió que su corazón se aceleraba.

Caleb volvió a su sitio, se sentó en la paja, y reclinándose, se volteó hacia donde estaba ella. Ahora parecía ser él quien la estudiaba. Caitlin se sintió cohibida.

Inconscientemente pasó su mano por su ropa y deseó estar mejor vestida. Su mente se aceleró mientras trataba de recordar lo que llevaba puesto. En un lugar del camino, no podía recordar dónde, se detuvieron brevemente en algún pueblo, y fue a la única tienda que tenían, el Ejército de Salvación, allí encontró una muda de ropa. 

Miró hacia abajo con temor, y ni siquiera pudo reconocerse. Llevaba vaqueros rotos y descoloridos, zapatillas de una talla más grande que la suya, camiseta y un suéter encima. Sobre todo eso, llevaba un abrigo púrpura descolorido, le faltaba un botón y también era demasiado grande. Pero la calentaba. Y en ese momento, eso era lo que necesitaba.

 

Caitlin se sintió apenada ¿Por qué tenía que verla así? Era pura mala suerte: era la primera vez que conocía a un chico que le gustaba de verdad, y ni siquiera tenía la oportunidad de arreglarse. En ese granero no había baño, y aunque lo hubiese, no traía maquillaje. Avergonzada, desvió la mirada otra vez.

—¿Dormí mucho tiempo? —preguntó.

—No estoy seguro; yo también acabo de despertar —le respondió Caleb, mientras se recargaba y se pasaba la mano por el cabello.

—Me alimenté temprano esta noche y me dejó agotado.

—Explícame eso —le pidió Caitlin

Él la miró

—Alimentarse —añadió ella—, ¿cómo funciona? ¿tú… matas gente?

—No, jamás —le contestó, mientras trataba de ordenar sus pensamientos en silencio.

—Como todo lo demás acerca de la raza de los vampiros, es un asunto complicado —le contestó—. Depende del tipo de vampiro que seas y de la cofradía a la que pertenezcas. En mi caso, yo sólo me alimento de animales. De ciervos, principalmente. Están superpoblados de todos modos, y los humanos los cazan también, y ni siquiera para comer.

Su expresión se volvió sombría.

—Pero otras cofradías no tienen tanto tacto. Se alimentan de humanos. De los indeseables, por lo general.

—¿Indeseables?

—Indigentes, vagos, prostitutas… la gente a la que nadie extrañará si desaparece; el objetivo es no atraer mucho la atención. Así ha sido siempre. Por eso consideramos que mi cofradía, mi raza de vampiro de sangre pura, y otros vampiros de sangre impura.  Aquello de lo que te alimentas… te infunde su energía.

Caitlin se quedó sentada pensando.

—¿Y qué hay de mí?, preguntó

Él la miró

—¿Por qué sólo me dan deseos de alimentarme en ciertos momentos y en otros no?

Caleb frunció el ceño.

—No estoy seguro, creo que contigo sucede algo diferente. Eres una mestiza y eso es algo muy raro. Sólo sé que estás madurando. Otros cambian de la noche a la mañana, pero en tu caso, debe haber un proceso. Puede llevarte algún tiempo atravesar por todos los cambios que te esperan, para después de un tiempo, estabilizarte.

Caitlin recordó las punzadas de hambre que había sentido, la forma en que la abrumaron sin que ella se lo esperara. La habían imposibilitado de pensar en otra cosa que no fuera alimentarse. Fue horrible y tenía mucho miedo de que se volviera a repetir.

—¿Pero cómo puedo saber cuándo sucederá de nuevo?

—No puedes saberlo.

—Es que no quiero volver a matar a un humano —agregó ella—. Jamás.

—No tienes que hacerlo; puedes alimentarte de animales.

—¿Y qué pasará si el hambre me ataca mientras estoy atrapada en algún lugar?

—Vas a tener que aprender a controlarla. Se necesita práctica y fuerza de voluntad; no es sencillo pero es posible. Tú puedes llegar a dominarla, todos los vampiros pasan por esto.

Caitlin pensó en lo que sería capturar a un animal vivo y alimentarse de él. Sabía que ahora era mucho más rápida de lo que había sido jamás, pero no estaba segura de que eso fuera suficiente para cazar. Además, ni siquiera se creía capaz de atrapar un ciervo.

Volteó a mirar a Caleb.

—¿Me enseñarás? —le preguntó esperanzada.

Él la miró fijamente y ella volvió a sentir que su corazón se aceleraba.

—La alimentación es algo sagrado en nuestra raza, es una actividad que siempre se debe llevar a cabo a solas —le dijo con suavidad en un tono de disculpa.

—Excepto…se alejó lentamente

—¿Excepto qué? —preguntó.

—En las ceremonias matrimoniales, cuando se unen los cónyuges.

Caleb volteó hacia otro lado y Caitlin pudo percibir un cambio en él. Sintió la sangre correr hacia sus mejillas, y de pronto, el lugar se tornó más cálido.

La muchacha decidió cambiar el tema. No sentía aquellas punzadas de hambre, pensó que podría enfrentar ese problema cuando llegara el momento. Sólo deseaba que Caleb estuviera a su lado entonces.

Además, muy en el fondo, ni siquiera le importaba mucho alimentarse; ni los vampiros, tampoco las espadas. Lo que en realidad quería era saber más sobre él; lo que en realidad, sentía por ella. Había tantas  preguntas que quería hacerle. ¿Por qué arriesgaste todo por mí?, ¿fue sólo para encontrar la espada o hubo algo más?, ¿seguirás a mi lado después de que la encuentres? Está prohibido tener un romance con una humana, ¿te atreverías a cruzar esa línea por mí?

Pero sentía miedo

Así que en lugar de preguntar, sólo atinó a decir:

—Espero que encuentres tu espada.

Qué tonta, pensó, ¿eso fue lo mejor que pudiste decir?, ¿qué nunca vas a tener el valor de decir lo que realmente piensas?

Pero la energía de Caleb era demasiado intensa y a ella le costaba trabajo pensar con claridad siempre que él estaba cerca.

—Yo también —contestó Caleb—. Es un arma muy especial; nuestra raza la ha codiciado durante siglos. Corren rumores de que es el ejemplo más fino de una espada turca jamás fabricada, está hecha de un metal que puede matar a cualquier vampiro. Seríamos invencibles si la consiguiéramos, pero si no…

Fue bajando el volumen de su voz. Al parecer, temía hablar de las consecuencias.

Caitlin deseó que Sam estuviera ahí, que pudiera ayudarlos a encontrar a su padre. Volvió a escudriñar el establo pero no vio rastros recientes de él. Otra vez deseó no haber perdido el celular en el camino, le habría hecho la vida mucho más sencilla.

—Sam solía venir a dormir a este establo con frecuencia —dijo. Creí que lo encontraríamos aquí. Pero estoy segura de que volvió, está en este pueblo. No iría a otro lugar. Mañana iremos a la escuela y hablaré con mis amigos para averiguar dónde está.

Caleb asintió.

—¿Crees que ya sabe en dónde está tu padre? —le preguntó.

—yo… no lo sé —contestó ella. Pero él tiene más información al respecto que yo. Ha estado tratando de encontrarlo desde siempre. Si alguien sabe algo sobre mi padre, es Sam.

Caitlin recordó todas aquellas ocasiones que había pasado con Sam. Él siempre estaba investigando, siempre le mostraba nuevas pistas, y terminaba desilusionándose. Todas las noches iba a su habitación y se sentaba al borde de su cama. El deseo de Sam de ver a su padre se había vuelto agobiante, como un ser vivo dentro de él. Ella también lo sentía, pero no de la misma manera. En cierto modo, la decepción de Sam era más difícil de soportar.

También recordó la desastrosa infancia que tuvieron y todo de lo que dejaron de vivir. De pronto, la emoción se apoderó de ella y las lágrimas comenzaron a fluir de sus ojos. Avergonzada, las secó con rapidez. Esperaba que Caleb no lo hubiese notado. 

Pero sí lo hizo; la miró intensamente. Luego se levantó con lentitud y se sentó junto a ella. Estaba tan cerca que Caitlin percibió su energía; fue algo muy profundo que hizo que su corazón latiera con fuerza.

Caleb acarició con ternura el cabello de Caitlin, con su dedo le retiró algunos mechones del rostro. Luego dibujó el contorno de  su ojo hasta llegar a la mejilla.

Caitlin permaneció inmóvil, agachada  Sentía sobre sí la mirada de Caleb, pero no se atrevía a verlo de frente.

—No te preocupes —la tranquilizó con su voz suave y profunda—. Encontraremos a tu padre, lo haremos juntos.

Pero eso no era lo que a ella le preocupaba. Le preocupaba él, Caleb. Quería saber cuándo la dejaría.

Se preguntaba si, de tenerla cerca, la besaría. Se moría por sentir el toque de sus labios.

Pero temía voltear a donde él estaba.

Sintió que pasaron horas antes de que lograra reunir el valor para hacerlo.

Y cuando lo hizo, él ya no estaba cerca. Se había acomodado con suavidad sobre el heno y ahora tenía los ojos cerrados. Estaba dormido con una sonrisa amable en el rostro, iluminado por la luz del fuego.

Caitlin se deslizó hasta estar cerca de él, se reclinó y dejó que su cabeza reposara a  centímetros del hombro de Caleb. Estaban casi tocándose.

Ese “casi” fue suficiente para ella.

 

 

 

DOS

 

 

Caitlin deslizó la puerta del granero y entreabrió los ojos para ver un mundo cubierto de nieve. La luz blanca del sol se reflejaba en todo. Se cubrió los ojos con las manos porque sintió un dolor que jamás había experimentado antes. La luz la estaba matando.

Caleb salió y se paró a su lado. Terminaba de envolver sus brazos y cuello en un material fino y transparente, se parecía al plástico con el que se envuelven los alimentos, pero en este caso, la textura parecía deshacerse al contacto con su piel. Era imposible asegurar que hubiera algo ahí.

—¿Qué es eso?

 

—Envoltura para la piel —le dijo, mientras continuaba envolviéndose cuidadosamente los brazos y hombros—. Es lo que nos permite salir a la luz del sol. De lo contrario, nuestra piel se quemaría— miró a Caitlin—. Pero tú no la necesitas… aún.

—¿Cómo lo sabes? —preguntó ella.

—Créeme —contestó con una sonrisa—, Lo sabrías

Metió la mano en su bolsillo y sacó un frasquito con gotas. Se echó hacia atrás y se puso varias en cada ojo. Volteó y la miró.

Seguramente se dio cuenta de que a ella le dolían los ojos porque, con mucho cuidado, le puso la mano en la frente y presionó hacia atrás.

—Reclínate —le dijo.

Ella se hizo hacia atrás.

—Abre los ojos.

Cuando Caitlin los abrió, él dejó caer una gota en cada ojo.

El ardor era horrible. Cerró los ojos y bajó la cabeza.

—¡Ay!—se quejó frotándose los ojos—. Si estás molesto conmigo, sólo dímelo.

Caleb sonrió.

—Lo siento. Al principio quema, pero ya te acostumbrarás. En unos segundos perderás la sensibilidad y dejará de doler.

Caitlin parpadeó y siguió frotándose los ojos. Después de un rato miró hacia arriba y volvió a sentirse bien. Tenía razón, el dolor había desaparecido.

— La mayoría de nosotros todavía no nos aventuramos a salir durante las horas de luz solar, si no tenemos una razón de peso para hacerlo. Todos somos más vulnerables durante el día. Pero a veces debemos hacerlo.

La miró.

—La escuela de Sam —preguntó Caleb— ¿Está lejos?

—Sólo tenemos que caminar un poco —contestó ella al mismo tiempo que lo tomaba del brazo y lo conducía por el césped cubierto de nieve—. Es la preparatoria Oakville. Yo también estudiaba ahí hasta hace unas semanas. Alguno de mis amigos debe saber en dónde se encuentra Sam.

 

*

La preparatoria Oakville lucía exactamente como Caitlin la recordaba. Parecía un sueño estar de vuelta. Al mirar el edificio, sintió como si sólo se hubiera tomado unas breves vacaciones, y ahora había vuelto a su vida normal. Por un segundo incluso, creyó que todo lo que había sucedido en las semanas recientes, había sido parte de un sueño loco. Se permitió fantasear y pensar que todo estaba volviendo a la normalidad, que todo sería igual otra vez. Se sentía bien.

Pero cuando giró y vio a Caleb, supo que todo había cambiado, y si acaso había algo más surrealista que volver a su pueblo, era haberlo hecho con Caleb a su lado. Entraría a su antigua escuela acompañada de un hombre guapo de más de más de un metro ochenta, con hombros amplios y vestido completamente de negro. El cuello alto de su gabardina negra le cubría el cuello y se escondía un poco detrás de su largo cabello. Parecía recién salido de la portada de alguna de esas populares revistas para adolescentes.

Caitlin imaginó la reacción que tendrían las otras chicas cuando la vieran con él, y sonrió. Nunca había sido muy popular que digamos y los muchachos jamás le prestaron mucha atención. Tampoco podía decir que fuera una marginada porque, en realidad, tenía varios buenos amigos. Pero tampoco era el alma de las fiestas; supuso que le gustaba permanecer en un punto medio. Por otra parte, recordaba que algunas de las chicas más populares la habían despreciado. Eran de aquellas que siempre andan en grupo, que caminan por los pasillos con su naricita respingada e ignoran a cualquiera que no sea tan perfecto como ellas. Tal vez ahora, la notarían.

Caitlin y Caleb subieron por las escaleras y cruzaron las amplias puertas de vaivén que estaban a la entrada de la escuela. Ella miró el enorme reloj: 8:30. Perfecto.

Los estudiantes estaban a punto de salir de la primera clase y los pasillos se llenarían en cualquier momento. Eso les ayudaría a pasar un poco desapercibidos y así, no tendría que preocuparse por la seguridad o por conseguir un pase.

En el momento oportuno, sonó la campana, y en segundos, los pasillos comenzaron a llenarse.

Lo bueno de Oakville era que no se parecía en nada a la espantosa preparatoria de Nueva York. Aquí, aún incluso cuando los pasillos estuvieran llenos de gente, siempre quedaba bastante espacio para maniobrar. En todas las paredes había grandes ventanales que permitían ver el cielo y dejaban entrar la luz. Además, había árboles por todos lados. Eso era casi todo lo que bastaba para extrañarla. Casi.

Ya estaba harta de la escuela. Técnicamente estaba a pocos meses de graduarse, pero sentía que había aprendido mucho más en las últimas semanas de lo que nunca lo haría sentándose en un aula durante unos meses más, esperando a que le dieran un certificado. Le encantaba aprender, pero la idea de nunca tener que volver, le gradaba mucho más.

Mientras caminaban por el pasillo Caitlin buscaba rostros familiares. Sin embargo casi todos los estudiantes eran de los primeros grados y le fue imposible encontrar a alguno de los muchachos mayores. Por otra parte, le sorprendió ver la reacción de las chicas: prácticamente todas voltearon a ver a Caleb; ninguna hizo el intento de ocultar su interés, o siquiera, de mirar en otra dirección. Fue increíble. Era como si paseara con Justin Bieber por los pasillos de la escuela.

Caitlin se dio vuelta y vio que todas las muchachas se habían detenido, y no dejaban de mirar a su acompañante. Varias se susurraban unas a otras.

Ella miró a Caleb, y se preguntó si él lo habría notado. Si era así, no mostraba ninguna señal y además, parecía no importarle.

—¿Caitlin? —se escuchó una voz sorprendida.

Caitlin volteó y vio a Luisa, una de las chicas de las que había sido amiga antes de mudarse.

—¡Oh, Dios mío! —añadió Luisa emocionada,  arrojándose con los brazos abiertos para darle un gran abrazo. Antes de que Caitlin pudiera reaccionar, ya tenía a su vieja amiga encima y tuvo que corresponder el gesto. Era agradable ver un rostro conocido.