Título original: YOU ARE HERE. Discovering the Magic of the Present Moment

© 2001 Éditions Dangles, Saint-Jean-de-Braye (France)

© 2009 by Shambhala Publications, Inc., de la traducción al inglés

© 2001 by Unified Buddhist Church, Inc. Todos los derechos reservados. No se puede reproducir ninguna parte de este libro, ni por medios electrónicos ni mecánicos, ni tampoco registrar cualquier tipo de información sin la autorización por escrito de la Unified Buddhist Church, Inc.

© de la edición en castellano:

2011 by Editorial Kairós, S.A.

www.editorialkairos.com

© de la traducción del inglés: David González Raga

Composición: Pablo Barrio

Primera edición: Noviembre 2011

Primera edición digital: Abril 2012

ISBN-13: 978-84-9988-028-0

ISBN digital: 978-84-9988-162-1

Depósito legal: B 12.506-2012

Todos los derechos reservados.

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Sumario

Portada

Créditos

Sumario

Prólogo del editor

1. La felicidad y la paz son posibles

El primer milagro de la atención plena

El segundo milagro de la atención plena

El tercer milagro de la atención plena

2. El corazón de la práctica

Los cinco elementos

La unidad entre el cuerpo y la mente

La dirección de la vida

Detenerse y mirar profundamente

La práctica en grupo

3. La práctica diestra con nuestro pasado

Volver a empezar

Gobernando el reino de los cinco elementos

Cuida tu dolor

La práctica de la luz brillante

La escucha profunda

4. La curación de las heridas y del sufrimiento

Atravesando las tormentas emocionales

La práctica del soltar

Cómo experimentar el milagro de la vida

Más allá del nacimiento y de la muerte

5. El cultivo del amor verdadero

Falsas percepciones

6. La esencia de la enseñanza del Buda

1. La impermanencia

2. No ego

3. El nirvana

7. Vivificarte completamente

La guía de Shariputra

Tú eres más que este cuerpo y esta mente

Epílogo

Las Cinco Prácticas de la Atención Plena

Centros de práctica

Sobre el autor

Contraportada

Prólogo del editor

Inspirando, sé que inspiro.

Esta sencilla afirmación resume la esencia de la práctica budista. Sobre ella puedes construir una vida satisfactoria y provechosa. De ese modo, podrás ayudarte a ti mismo y a los demás, experimentar el mundo de un modo más puro y gozoso… y llegar incluso a iluminarte.

Exhalando, sé que exhalo.

Este libro te mostrará lo lejos que puede conducirte el simple acto de la atención plena. Déjate llevar por el gran maestro budista Thich Nhat Hanh y sabrás cómo puede servirse, la meditación budista, de tu intuición, sabiduría y compasión para transformar tu vida y beneficiar a quienes te rodean.

Resulta sorprendente, por más que los practicantes budistas lleven más de 2.500 años descubriéndolo una y otra vez, lo lejos que puede conducir un viaje que empieza con una sencilla respiración. Thich Nhat Hanh muestra, en este libro, que la atención plena y la intuición pueden despertarnos del estado de letargo, curar nuestras heridas emocionales, mejorar la relación que mantenemos con los demás, conectarnos amorosamente con el hermoso universo en que vivimos y ayudarnos, en suma, a romper las cadenas que nos mantienen atados a la rueda del nacimiento y a la muerte. Éste es el viaje, en fin, al que Thich Nhat Hanh te invita en este libro. A ti, obviamente, te corresponde seguirlo o no.

Pero éste no es un libro de filosofía ni de budismo. Este libro es budismo, porque el budismo es un linaje vivo en el que la enseñanza se transmite de maestro a discípulo y este libro tiene el privilegio de contener la enseñanza directa de uno de los maestros budistas más importantes de nuestro tiempo. También es un claro ejemplo de meditación guiada, un tipo tradicional de meditación en la que el maestro dirige, en tiempo real, los pasos que su discípulo va dando por el camino de la sabiduría. Por ello no te recomiendo que te limites a leer este libro, sino que lo escuches. Y no dudes, para ello, en visualizarte sentado entre los asistentes a una conferencia pronunciada por este gran maestro zen. Fueron muchas, en este sentido, las ocasiones en que, durante la lectura de este libro, me descubrí sentado en su presencia.

Aunque el libro contenga instrucciones sobre el modo más adecuado de escuchar las enseñanzas budistas, quizá sea útil resumirlas antes de empezar a leerlo. Lee este libro con una mente abierta y relajada, una mente alerta y sin prejuicios y escucha, lo más atentamente que puedas, las instrucciones que, en él, te transmita Thich Nhat Hanh. Te recomiendo que lo leas sin centrarte tanto en seguir su argumentación lógica (impecable, por otra parte) como en experimentar, en el mismo instante en que no leas, el viaje espiritual que te propone. Te aseguro que, si logras asumir este enfoque, no tardarás en experimentar la comprensión, el asombro y la alegría.

Thich Nhat Hanh es, después de Su Santidad el Dalai Lama, el más famoso, en Occidente, de los maestros budistas. Y, aunque también se considere que trasciende todas estas categorías, no cabe duda de que se trata del más conocido de todos los maestros zen. Junto al Dalai Lama y Pema Chödrön, configura la troika de maestros budistas cuya imagen y obra atraen y benefician a miles, cuando no a millones, de personas. Y esa fama, todo hay que decirlo, no es inmerecida.

Con una sólida formación, que comenzó a una edad muy temprana, en la filosofía y la práctica budista, Thich Nhat Hanh evidencia la mente de la realización, el corazón del amor y los medios hábiles de un gran maestro budista. Pero va mucho más allá de todo eso, también es un valiente guerrero de la paz, un hombre de Estado, un poeta, un sanador, un creador de comunidades, un erudito, un teórico político y un autor muy prolífico. La amplitud de sus intereses, habilidades y producciones carece de parangón entre los maestros budistas de la actualidad.

Hubo un tiempo en que esa versatilidad y ese compromiso con el mundo eran considerados una desventaja. Y es que, al comienzo de su carrera en Occidente, se vio criticado por algunos tradicionalistas que consideraban que su enfoque, al asumir posturas políticas occidentales y técnicas interpersonales de la Nueva Era, diluía las enseñanzas budistas. Pero todo eso ocurrió antes de que se diesen cuenta de que los principios de su comunidad se asentaban en las reglas originales del Sangha (es decir, de la comunidad) del Buda, antes de que comprendieran que el compromiso político es la consecuencia ineludible de los votos budistas y antes de que leyeran los muchos libros que evidencian la profundidad de su erudición y de su realización. Todo eso ocurrió antes de que se dieran cuenta, en suma, de que las contribuciones de Thich Nhat Hanh al budismo moderno no se asientan en Occidente, sino en su nativo Vietnam, donde sus principios se vieron acrisolados por la guerra y modelados por una vida larga y extraordinaria entregada al servicio de la paz.

Thich Nhat Hanh nació, en 1926, en el centro de Vietnam y, a los dieciséis años, asumió el monacato budista, convirtiéndose, a comienzos de los sesenta, en una importante figura del movimiento budista comprometido con la paz y la justicia social en Vietnam. El vehículo que utilizó para encauzar su actividad al respecto fue la School of Youth for Social Service (SYSS), una organización de base fundada para reconstruir las aldeas bombardeadas, crear escuelas y centros médicos, organizar cooperativas agrícolas y reubicar a las familias que habían perdido sus hogares. Congregando a cerca de 10.000 estudiantes voluntarios, la SYSS basó su actividad en los principios budistas de la no violencia y la acción compasiva. Y, pese a la desconfianza con la que el gobierno contemplaba sus actividades, puso también en marcha una universidad budista, una editorial y una influyente revista en pro del movimiento por la paz en Vietnam.

En 1966, Thich Nhat Hanh fundó la Orden de Interser, cuyos miembros se ejercitaban en lo que él denominó Catorce Prácticas de la Atención Plena. Este movimiento aplica los votos budistas básicos a la vida social y política, y actualmente sigue guiando el movimiento del budismo comprometido que Thich Nhat Hanh fundó en Occidente. Uno de los primeros seis miembros de la Orden de Interser fue una joven licenciada en biología que asumió el nombre de hermana Chan Khong y que sigue siendo, hasta la fecha, su más valiosa colaboradora. Recomiendo a los lectores que quieran conocer mejor este período la lectura de la autobiografía de la hermana Chan Khong, titulada Learning True Love: Practicing Buddhism in a Time of War. Estoy convencido de que, quienes lo hagan, se quedarán sorprendidos por la valentía, compasión y entrega mostradas por Thich Nhat Hanh y sus jóvenes seguidores.

Su obra en pro de la paz y la justicia social en medio de un Vietnam en llamas le granjeó la enemistad de ambos contendientes. Habiendo estudiado en Princeton y Columbia a comienzos de la década de 1960, regresó, en 1966, a Estados Unidos para dirigir un encuentro en Cornell como parte de su campaña por la paz. Pero, como el gobierno sudvietnamita no le permitió regresar a su país, se vio obligado a pasar en el exilio los siguientes treinta y nueve años. En 1967, Martin Luther King Jr. le propuso para el premio Nobel de la Paz diciendo: «No conozco a nadie que lo merezca más que este amable monje vietnamita. Sus ideas sobre la paz son un auténtico ejemplo de ecumenismo, humanidad y fraternidad universal».

Thich Nhat Hanh vive en Plum Village, una comunidad budista que puso en marcha en Francia e imparte enseñanzas por todo el mundo. El tiempo que ha pasado en el exilio se ha caracterizado por un continuo empeño en el logro de la justicia social, una extraordinaria cantidad de escritos, el establecimiento de grandes centros de práctica, la puesta en marcha de comunidades por todo el mundo y enseñanzas que han beneficiado a millones de personas. Y también se ha dedicado a aliviar los problemas de los refugiados vietnamitas conocidos como boat people [personas que huían del Vietnam en guerra en patera], ha trabajado con veteranos de guerra de Estados Unidos curando las heridas emocionales provocadas por la guerra de Vietnam y ha reunido a israelíes y palestinos para meditar y trabajar juntos por la paz. En el año 2005 pudo regresar, por vez primera, a Vietnam, desde el exilio, aprestándose a revitalizar y modernizar el budismo, con un especial énfasis en la reivindicación del papel desempeñado por la mujer.

A lo largo de toda su experiencia vital, que combina de manera muy singular la práctica espiritual profunda con la actividad política de vanguardia, la obra escrita de Thich Nhat Hanh abarca el amplio abanico que va desde la erudición budista hasta comentarios realistas de inspiración budista sobre las cuestiones más importantes de nuestro tiempo. Entre ellos cabe destacar libros de poesía, meditaciones guiadas y enseñanzas zen; comentarios dirigidos a la policía, los presos y los congresistas; libros de filosofía budista, cuentos infantiles, consideraciones sobre el amor y enseñanzas de todo tipo que resultan muy inspiradoras para cualquier clase de lector.

En tanto que editor de The Shambhala Sun, tuve, hace ya varios años, el privilegio de entrevistar a Thich Nhat Hanh. Y, como siempre hago en esas ocasiones, le formulé preguntas que me interesaban personalmente, con la esperanza de que resultasen también interesantes para los lectores. Hablamos del amor y de la vacuidad, de la vida y de la muerte y del tipo de cuestiones personales y filosóficas profundas que aborda este libro. Y el Thich Nhat Hanh que descubrí en esa entrevista no fue el erudito ni el teórico social y político, sino el Thich Nhat Hanh que, con una profunda comprensión de las enseñanzas budistas, se dirige compasivamente a un discípulo que necesita ayuda. Ése es el Thich Nhat Hanh que tú también podrás descubrir en este libro, el Thich Nhat Hanh que puede cambiar tu forma de ver el mundo y tu manera de vivir. La sabiduría contenida en este libro es muy sencilla, pero su profundidad puede transformar completamente tu vida. Y esta sabiduría empieza con una sencilla afirmación que dice: «Inspirando, sé que estoy inspirando».

MELVIN MCLEOD

redactor jefe de

The Shambhala Sun

Budadharma: The Practicioner’s Quarterly

1. La felicidad y la paz son posibles

Cada día de veinticuatro horas es para nosotros un regalo extraordinario. Así es como podemos aprender a vivir de un modo que posibilite la alegría y la felicidad. Y eso es algo a lo que todo el mundo puede acceder. Mi día empieza atendiendo a la respiración mientras hago una ofrenda de incienso. Luego me digo que ése es un día perfecto y me comprometo a vivir cada instante lo más libre, hermosa y plenamente que pueda. Para hacer esto sólo necesito tres o cuatro minutos, y es algo que me proporciona un gran placer. Tú también puedes hacer lo mismo cuando despiertes. Respira y recuerda que se te ha concedido un nuevo día y que para vivirlo debes estar aquí.

El mejor modo de permanecer presente aquí y ahora consiste en prestar una atención completa a la respiración. Y no es necesario, para ello, manipularla de ningún modo. La respiración es tan natural como el aire y la luz y debes dejarla tal cual es, sin interferir. Lo único que tienes que hacer es prender la lámpara de la conciencia para iluminar, con ella, tu respiración. Genera la energía de la atención plena y utilízala para iluminar, con ella, todo lo que ocurra en el momento presente.

Cuando inspires, dite «inspiro y sé que estoy inspirando». Y date cuenta, mientras lo haces, de que la energía de la atención plena abraza tu inspiración, con la misma ternura con que la luz del sol acaricia las hojas y las ramas de los árboles. La luz de la atención plena está sencillamente aquí y abraza, sin violencia ni manipulación directa alguna, la respiración. Y, cuando exhales, dite amablemente: «Exhalo y sé que estoy exhalando».

La práctica budista se basa en la no violencia y en la no dualidad. No tienes que pelearte con tu respiración. No tienes que luchar con tu cuerpo, con tu odio ni con tu ira. Trata la inspiración y la exhalación con la misma amabilidad y ternura con la que tratarías una flor. Luego podrás tratar con el mismo cuidado, respeto, no violencia y ternura a tu cuerpo físico.

Y también puedes aprender a relacionarte del mismo modo con el dolor, con un ataque de ira o con un momento de irritación. No tienes que luchar con el dolor, la irritación ni los celos. Abrázalos, por el contrario, con la misma ternura con que acunarías a un bebé. Tu ira eres tú y no debes comportarte violentamente con ella. Y lo mismo podríamos decir con respecto a cualquier otra emoción.

Comienza, pues, con la respiración. Trata amablemente tu respiración. Sé amable con ella. Respétala y permítele ser tal cual es. Inspira, eso es todo. Si la inspiración es corta, permítetelo y, si es larga, permítetelo también. No intervengas ni fuerces tu inspiración ni tu exhalación pretendiendo que sea de tal o de cual otro modo. Mírala como si estuvieses contemplando una flor: déjala ser tal cual es, consciente del milagro de estar presente. Trata la respiración con el mismo cuidado con el que tratas una flor y dejas que sea tal cual es. Del mismo modo en que no pretendes que la flor sea otra cosa, tampoco debes empeñarte en que la respiración sea de otra manera.

Pasa luego al cuerpo físico. Abraza, durante la práctica de la meditación sedente, del paseo meditativo y de la relajación total, tu cuerpo físico de un modo tierno y no violento con la energía de la atención plena. Ésta es la práctica del amor verdadero hacia tu cuerpo.

No conviertas la meditación budista en un enfrentamiento entre el bien y el mal. Ambos lados, el bien y el mal, te pertenecen. Se trata de cosas completamente orgánicas. El mal puede convertirse en bien y viceversa.

Cuando contemples con atención la frescura y la belleza de una flor descubrirás, en ella, el abono y te darás cuenta de la importancia del estiércol. El jardinero sabe cómo transformar la basura en abono y conseguir, de ese modo, que la flor crezca.

Las flores y la basura son ambas de naturaleza orgánica. Así es como, contemplando profundamente la naturaleza de una flor, puedes llegar a advertir el estiércol y el abono que han contribuido a su formación. Luego la flor acaba convirtiéndose de nuevo en basura. ¡Pero no temas, porque tú eres un jardinero que tiene, en sus manos, el poder de convertir la basura en flores, frutos y vegetales! No te desentiendas de nada ni tengas miedo a la basura, porque tus manos son capaces de transformarla en flores, lechugas o pepinos.

Y lo mismo podríamos decir con respecto a la felicidad y la tristeza. La tristeza, el miedo y la depresión son una especie de basura, una basura que forma parte de la vida real y a la que debemos prestar mucha atención. Y, si nos ejercitamos adecuadamente, acabamos aprendiendo a convertir la basura en flores. No es sólo orgánico el amor, sino que también lo es el odio. No desperdicies, pues, nada. Lo único que tienes que hacer es aprender a transformar la basura en flores.

La práctica del budismo nos permite reconocer la naturaleza orgánica de todas las formaciones mentales, como la compasión, el amor, la tristeza y la desesperación. No debemos tenerles miedo, porque es posible transformarlas. Cuando comprendemos en profundidad la naturaleza orgánica de las formaciones mentales, nos convertimos en personas mucho más enteras, serenas y amables. Entonces sabemos que basta con una sonrisa y con una respiración atenta para empezar a transformar las cosas.

Reconoce, cuando te sientas irritado, deprimido o desesperado, la presencia de esas emociones y recita el siguiente mantra: «Querido, estoy aquí para ti». Habla con tu depresión y con tu ira como si estuvieses dirigiéndote a un niño. Abrázalas tiernamente, con la energía de la atención plena y repite, con la misma amabilidad con la que te dirigirías a un niño que estuviese llorando a tu lado: «Querido, sé que estás aquí y voy a cuidar de ti». No hay, en este punto, discriminación ni dualismo alguno, porque la ira, al igual que la compasión y el amor, también son tú. La ira, como el amor y la compasión, son de naturaleza orgánica, y como no temes a aquélla, tampoco debes temer a éstas. Siempre puedes transformarlas.

Déjame repetir lo mismo con otras palabras: no emprendas, durante la práctica de la meditación budista, ninguna batalla entre el bien y el mal. El bien debe cuidar al mal como el hermano o la hermana mayor cuida de su hermano o hermana menor, con ternura y el espíritu de la no dualidad. Ese conocimiento proporciona una gran paz interior. La comprensión de la no dualidad pone fin a la guerra civil que se ha desatado en tu interior. Quizás, en el pasado, hayas luchado y quizás todavía sigas haciéndolo. Pero ¿es acaso eso necesario? ¡No! La lucha es inútil. Deja de una vez por todas de luchar.