Cubierta

Jean Shinoda Bolen

Artemisa

El espíritu indómito de cada mujer

Traducción del inglés al castellano de Sílvia Alemany

Editorial Kairós

Para las mujeres y muchachas
que se identifican con Artemisa.

Para las muchachas que admiran la Artemisa
presente en otras mujeres y encuentran que este arquetipo
marca su límite de crecimiento.

Para las mujeres en las que Artemisa puede ser
un arquetipo que aparezca en épocas tardías.

Para todas aquellas que descubran
el espíritu indómito en sí mismas.

O que lo hayan amado en alguna otra persona.

Sumario

  1.  
    1. Introducción: El espíritu indómito de cada mujer
  2.  
    1. 1. El mito de Atalanta
    2. 2. Atalanta, Artemisa y la madre osa
    3. 3. Atalanta y Meleagro
    4. 4. La caza del jabalí de Calidón
    5. 5. Atalanta en el mundo salvaje
    6. 6. La carrera pedestre y las tres manzanas de oro
    7. 7. El arquetipo de la diosa virgen: Artemisa, Atenea y Hestia
    8. 8. Las diosas de la luna: Artemisa, Selene y Hécate
    9. 9. Libre de ser tú y yo
  3.  
    1. Pensamientos de despedida
    2. Bibliografía
    3. Sobre la autora

Introducción El espíritu indómito de cada mujer

(Del latín in + domitare: domeñar; incapaz de ser sometido o domado)

El espíritu indómito es un atributo de las mujeres que tienen a Artemisa como arquetipo activo. En la mitología, Artemisa es la diosa griega de la caza y la Luna, conocida como Diana para los romanos. Fue la hermana gemela de Apolo, el dios del Sol, y la primera en nacer. Como diosa de la caza, se desenvolvía por la naturaleza armada con un arco y un haz de flechas acompañada por sus perros cazadores, sola o con varias compañeras, ninfas que había elegido. Artemisa acudió al rescate de su madre y fue protectora de las muchachas en la prepubertad y de los animales jóvenes. Las embarazadas le rezaban para que aliviara sus dolores. (La planta que lleva su nombre, la artemisa, era utilizada por las comadronas con ese fin.) La diosa acudía rápidamente en ayuda de los que estaban bajo su protección y castigaba a los que querían herirles o faltarles al respeto. Artemisa es una predisposición arquetípica a las relaciones igualitarias y fraternales con los hombres, da un sentido de hermandad a las mujeres, representa la capacidad de apuntar a un objetivo lejano o enfrentarse a un desafío y prefiere vivir en la naturaleza en lugar de en las ciudades.

Artemisa: el espíritu indómito de cada mujer es un libro que cierra un círculo. En él recupero la historia de Atalanta que me llevó a escribir Las diosas de cada mujer: una nueva psicología femenina, un libro que inicialmente se convirtió en un inesperado éxito de ventas y luego en un clásico, celebrado con la publicación de una edición por su treinta aniversario en 2014. Empezó como un libro completamente distinto que trataba de dos caminos para desarrollar la feminidad y llevaba el título provisional de Caminos hacia la totalidad. Se basaba en los mitos griegos de Psique y Atalanta, dos mujeres mortales; una se identificaba con Afrodita y la otra con Artemisa.

En la bibliografía junguiana, el mito de Psique es el modelo para el desarrollo psicológico de la psique femenina. Sin embargo, a pesar de que es cierto que se aplica a muchas mujeres, afirmar a partir de ahí que era el patrón de todas ellas no me acababa de cuadrar. Psique era la mujer mortal que ofendió a Afrodita. Embarazada y abandonada por su amante, intenta ahogarse y descubre que no puede. Tiene que completar cuatro tareas que al principio la desbordan. En ese momento acuden unos ayudantes simbólicos a rescatarla (cada uno representa un recurso interior que ella ignoraba poseer) y, cuando termina esas tareas, crece psicológicamente. Yo quería encontrar otro mito que funcionara con las mujeres que adoptaban desafíos, se aventuraban en nuevos campos, se definían a sí mismas y ocupaban puestos y profesiones que tradicionalmente habían sido dominio del hombre, mujeres que se encontraban a gusto con los hombres, a los que consideraban amigos e iguales. Y entonces descubrí a Atalanta.

Se amplió mi objetivo al preguntarme qué pasaba con las otras diosas griegas. Y como respondiendo a esta cuestión «apareció» Hera, la diosa del Matrimonio, en la psique de una mujer dominada por Hera en el aspecto de los celos. Mi interés viró hacia las diosas principales en Las diosas de cada mujer y, como resultado, de la historia de Atalanta solo quedaron algunas pinceladas al final del capítulo dedicado a Artemisa, mientras que las cuatro tareas de Psique quedaron incluidas en el capítulo de Afrodita.

Mi interés en Atalanta se vio renovado el verano anterior a la escritura de este libro, la primera vez que impartí unas clases en el Instituto C.G. Jung de Kusnacht, en Suiza. Kusnacht es la ciudad natal de Jung y se halla a orillas del lago Zúrich, y aunque no consta en mi formación, la considero «la madre» de todos los institutos junguianos. Por primera vez desde hacía más de diez años, conté el mito de Atalanta y amplié su significado ante un alumnado internacional. Vi cómo el mito cobraba vida en mí, y en el aula. Y, sobre todo, recordé por qué me había interesado Atalanta.

Atalanta y Artemisa

Atalanta es la famosa cazadora y corredora del antiguo mito griego que cuenta la historia de una mujer mortal que al nacer fue abandonada a su suerte para que muriera. Sobrevivió, en cambio, dicen los antiguos narradores, porque estaba «bajo la protección de Artemisa». Atalanta ejemplifica el espíritu indómito en las chicas competentes y valerosas y en las mujeres en que se convierten luego. Este espíritu indómito se niega a abandonar lo que sabe que es auténtico para sí misma. Estas mujeres tienen agallas, y la pasión y la persistencia de recorrer la distancia, sobrevivir y ganar.

Las muchachas y las mujeres con un espíritu indómito son las nuevas protagonistas de muchas de las novelas más leídas y las series de ficción de este siglo. Han surgido del proceso creativo de autores con una realidad que parece mezclar la invención y la imaginación activa. Creo que estas emergentes heroínas femeninas son lectoras cautivadoras a causa de su resonancia mórfica. Las energías y los patrones arquetípicos del inconsciente colectivo surgen en nuestra conciencia individual y cambian los supuestos sobre las mujeres y en las mujeres.

Katniss Everdeen es una Atalanta en la trilogía Los juegos del hambre; Lisbeth Salander es el aspecto oscuro de este mismo espíritu en Los hombres que no amaban a las mujeres, de Stieg Larsson. También veo a Atalanta en Anastasia Steele, el personaje principal de Cincuenta sombras de Grey, de E.L. James, que se aventuró en el mundo salvaje de las emociones y la sexualidad. Son mujeres jóvenes que apelan a su intuición, profundos sentimientos y valor para trascender sus límites anteriores; que sienten miedo y rabia y tienen que adaptarse y resistir sin rendirse ni abandonar. Cada una de ellas tiene un espíritu interior que no se somete, una voluntad inquebrantable. Cada una, a su manera, es una persona extravagante, independiente y valerosa que se encuentra en territorio ignoto (la metafórica naturaleza salvaje, el reino de Artemisa).

Hasta el Movimiento para la Liberación de las Mujeres de la década de los 1960, el personaje de ficción por antonomasia que poseía las cualidades de Atalanta era Jo, la chavala de mal genio e ideas independientes que aparece en Mujercitas, de Louisa May Alcott. Jo es la única hermana de la familia March que sigue una trayectoria profesional y que, cuando al final se casa, hace una elección consciente y con pleno sentido para su persona. En las novelas, como en la vida real, lo que cuenta no es lo que nos sucede, sino cómo reaccionamos ante eso.

En la mitología griega, Atalanta la mortal y Artemisa la diosa tienen nombres y cualidades que suenan de un modo parecido. Artemisa es la diosa con el arco de plata y las flechas, la cazadora con un objetivo certero. Atalanta también es una reputada cazadora. Como Artemisa, se encuentra a sus anchas en los bosques y en compañía de los animales, de la madre osa en particular. Pero Atalanta es mortal y, como tal, puede recibir la influencia de Artemisa o de cualquiera de las divinidades del panteón griego. También puede sufrir las consecuencias de ser una mujer en el seno del patriarcado.

En la era del feminismo, Atalanta fue muy conocida para varias generaciones de niños y niñas a través Free to Be… You and Me [Libre de ser… tú y yo], de Marlo Thomas, que entró en la cultura popular como un libro, luego como una grabación y finalmente como un especial para la televisión. El libro se convirtió en un clásico para niños. En esta versión del cuento mítico, la princesa Atalanta es una atleta y astrónoma que promete a su padre que se casará con el hombre que logre vencerla en una carrera. Atalanta también ha sido caracterizada como una cazadora y una corredora en videojuegos, cómics y televisión. Incluso se convirtió en una figura de juguete por su papel de personaje fuerte en la serie de vídeo Hercules: The Legendary Journeys.

Los arquetipos de la diosa de cada mujer

Las diosas de cada mujer introdujo una nueva psicología de las mujeres basada en los patrones arquetípicos que personificaban ocho diosas principales de la mitología clásica, una de las cuales fue Artemisa, arquetipo de la hermana, la competidora, cumplidora de objetivos y feminista. Todos los arquetipos están potencialmente activos en cada persona (personificados en nosotros, proyectados en los demás o reconocidos cuando los vemos en los antiguos mitos o en las películas contemporáneas). Así como venimos al mundo con dones naturales y rasgos de la personalidad que pueden ser alentados o eliminados dependiendo de las expectativas de la familia y la sociedad, lo mismo ocurrirá con el arquetipo de Artemisa que Atalanta personifica.

El arquetipo de Artemisa se expresó en Seneca Falls en 1848, en la Declaración de Sentimientos, que fue el principio del Movimiento Sufragista de las Mujeres, y en el que solo uno marcó el punto de partida del derecho al voto. Y solo en 1920 las mujeres americanas obtuvieron este derecho gracias a una reforma constitucional. Las feministas de mediados de la década de los 1960 y la de los 1970 pusieron de relieve el tema de la hermandad. Exigieron igualdad de acceso a la educación, los empleos y las profesiones; insistieron en que las chicas tuvieran la oportunidad de participar en los deportes; se manifestaron en favor del derecho a la reproducción. Gracias a sus esfuerzos, se obtuvieron beneficios que tuvieron su eco en el mundo, pero no se logró el apoyo suficiente para aprobar la Reforma de los Derechos por la Igualdad.

Incluso con la liberación de Artemisa en la cultura americana, hay quien se atiene a los mismos preceptos y valores dominantes de las culturas a las que una muchacha pertenece y en las que obedece a su padre hasta que se casa, tras lo cual se convierte en la posesión de su marido. En estas culturas, el papel de la mujer es cuidar del hogar, complacer al marido y criar a hijos varones. Debe mantener su virginidad física antes del matrimonio, o al menos fingirlo. La sexualidad no existe para su propio disfrute, sino para el placer del marido y la procreación de los hijos. Cuando la virginidad es el distintivo del valor y el honor, del que depende el precio o la dote de la novia, las mujeres no se pertenecen a sí mismas; les falta soberanismo e independencia. Cuando Hillary Clinton tomó la palabra en el IV Congreso Mundial sobre las Mujeres de Pekín en 1995 con la altisonante afirmación de que «los derechos de las mujeres son derechos humanos y los derechos humanos son los derechos de las mujeres» llamó la atención sobre el hecho de que los derechos humanos no se hacen extensivos a las mujeres, que la democracia, aun cuando existe, a menudo solo se aplica a los hombres.

Artemisa personifica el arquetipo de la diosa virgen, una mujer que es una en sí misma psicológicamente. Puede ser virgen en el plano físico, o puede no serlo; puede tener cualquier edad. Su parte arquetípica conserva la autonomía de su vida anterior, aun cuando no se le permite exteriorizar su expresión. Puede necesitar guardarse para sí misma los sentimientos, los pensamientos y las fantasías sobre una vida distinta hasta que tiene la edad suficiente para abandonar una familia fundamentalista encabezada por un padre autoritario. O bien hasta que puede unirse a otras mujeres para expresarse o protestar, como las mujeres de la India que se manifestaron contra las autoridades que ignoran la violación, las que se unieron al Alzamiento de los Mil Millones y bailaron por las calles para terminar con la violencia contra las mujeres o las que tomaron parte en los levantamientos de la Primavera Árabe.

Historias

En El clan del oso cavernario (2010) de Jean M. Auel, Ayla es una huérfana de cinco años que es tolerada por gente distinta a ella en la Europa prehistórica. El modo en que Ayla aprende a través de la observación y el maltrato se adapta, sobrevive y marca sus propios objetivos tiene su eco en las historias de niños y mujeres reales que ven en Ayla algo de sí mismos.

En Juego de Tronos, Arya Stark es una joven Artemisa que vive sola en un mundo devastado y peligroso. El que fuera en otro tiempo su tranquilo mundo terminó no solo por un terremoto que la dejó huérfana, como sucede con las catástrofes naturales, sino como consecuencia de un conflicto armado. En los lugares en que hay catástrofes naturales masivas y pocos recursos, o sucesivas guerras fratricidas como las de Oriente Medio y las de África Central en la actualidad, o Europa y Asia en el siglo XX, la situación psicológica y los peligros a los que se enfrentan estas chicas de ficción son muy reales para las muchachas que pierden a sus padres, no tienen un hogar al que regresar y poseen el espíritu indómito y la voluntad de sobrevivir y no convertirse en unas víctimas indefensas, pase lo que pase. Anónimas para nosotros, son muchas las muchachas y mujeres de la vida real que son heroicas y normales. Quizá te reconozcas como una de ellas.

La chica que no se rinde cuando los demás la tachan de inútil accede al espíritu indómito de Artemisa, que es su arquetipo. Es la misma voluntad indómita que se encuentra en la muchacha que dedica horas y años a dominar una técnica, un deporte o un arte que comporta compromiso y práctica. El arco y el haz de flechas con que se representa la escultura o la pintura de la diosa Artemisa es un símbolo muy significativo. Para lanzar una flecha hacia un objetivo de tu propia elección, se requiere propósito, intención, determinación, concentración y poder. Puedes abatir presas para alimentarte a ti misma y a los demás, castigar al enemigo o mostrar confianza; metafóricamente, puedes cuidar de ti misma.

Cuando la pasión y la perseverancia se presentan juntas día tras día, la voluntad indómita que surge de ellas nos dota de una energía que puede traspasar límites. Diana Nyad es un ejemplo asombroso de ello. Tenía sesenta y cuatro años cuando se convirtió en la primera persona que cruzó a nado el trayecto Cuba-Florida en 2013. Era su quinto intento, el cuarto desde que cumplió los sesenta. Nadó ciento tres millas, empleó casi cincuenta y tres horas y lo hizo en unas aguas infestadas de tiburones sin jaula protectora. Nyad confesó al doctor Sanjay Gupta de la CNN: «Tienes un sueño que no fructifica, y vas siguiendo con tu vida. Pero de algún modo está ahí. Y cuando cumples los sesenta, y tu madre acaba de morir, y estás buscando algo, entonces el sueño sale de tu imaginación». Mientras nadaba, Nyad recibió tres mensajes. El primero es «nunca, jamás abandones», el segundo es «nunca se es demasiado mayor para perseguir un sueño»; y el tercero, «parece un deporte solitario, pero esto es un equipo».

Las historias son vehículos maravillosos de imágenes, sentimientos, ambientes e interioridades porque llevan a los lectores o al público a identificarse con los personajes y a aprender de ellos. Empezamos con nuestra propia experiencia y establecemos una conexión; percibimos una cosa como verdadera si ilumina algo importante que no habíamos reconocido antes en nosotros. Cuando refleja una verdad profunda, esta visión interior es liberadora. Albergo la esperanza de que con este libro los lectores encuentren el alimento del alma con el que crecer y convertirse en las personas que tenían que ser. Por lectores me refiero a hombres y mujeres en general. La capacidad de imaginarnos como el personaje principal o incluso como todos los personajes de una historia sin consideraciones en cuanto al sexo nos hace conscientes de la universalidad de lo masculino y lo femenino que hay en todos nosotros. Esta capacidad nos permite reconocer las cualidades que son humanas y no se basan en el sexo.

Cuando sientes a la vez los rasgos personales y arquetípicos, cuando existe una conexión entre tú y la historia que atrae tu atención, cuando te das cuenta de una verdad que antes no habías visto, llegas al momento «¡Pues claro!», un momento en el que un arquetipo desconocido cobra vida. En las mujeres en las que los roles tradicionales y arquetipos de hija, esposa y madre (Perséfone, Hera y Deméter) coinciden plenamente con sus expectativas, Atalanta/Artemisa pueden permanecer dormidas hasta el momento de la verdad. Del mismo modo, una mujer que haya sido Artemisa y nunca haya querido ser madre puede, a finales de los treinta o principios de los cuarenta, sentir que tiene que tener un hijo si el arquetipo maternal se expresa como un derecho en su psique.

Las historias de Atalanta ejemplifican las cualidades arquetípicas de Artemisa como diosa de la caza. También existe el significado de Artemisa como diosa de la luna, que es la afinidad con las experiencias místicas y meditativas, la percepción de las energías sutiles, la capacidad de reflexión interior. Este aspecto lunar está en las activistas que son «místicas que no han salido del armario», como queda reflejado en Living With a Wild God (2014), de Barbara Ehrenreich. Conocida por sus libros y ensayos sobre política, economía, clases sociales y temas que versan sobre las mujeres, Ehrenreich escribió unas inesperadas memorias sobre las visiones místicas que tuvo de adolescente, las numerosas lecturas que realizó a partir de entonces y el sentido que da a esta realidad personal como científica y atea. Artemisa es una de las tres diosas de la luna. Es el arquetipo de la luna en cuarto creciente (o joven). Selene es el arquetipo de la luna llena, mientras que Hécate es el arquetipo de la luna en cuarto menguante. Al profundizar en estos arquetipos y sus significados, las mujeres pueden verlos y apreciarlos como estadios en sí mismos.

Artemisa, Atenea y Hestia configuran una segunda trinidad importante; son las tres diosas vírgenes. Como arquetipos, difieren en atributos y valores y tienen una importante cualidad en común: cada una tiene un centro interior que radica en sí misma. La estrategia inteligente es el don de Atenea, el centrarse de modo introvertido es la cualidad de Hestia.

Atalanta y Artemisa son los medios a través de los cuales los lectores pueden penetrar en su propia profundidad psicológica. En estas páginas hay muchas historias reales de mujeres, así como ejemplos mitológicos y de ficción de mujeres que son similares a Atalanta. Si Artemisa es un arquetipo dominante en tu psique, verás reflejos de ti misma y valorarás las cualidades indómitas que te han mantenido. Quizá también te des cuenta de que necesitas crecer. O de que eres alguien que se ha imaginado a sí misma en historias sobre muchachas y mujeres indómitas, pero ha mantenido oculta esta faceta. Si es así, quizá este libro (un sueño vívido o una sincronicidad) pueda ayudarte a darte cuenta de que en ti existe un espíritu indómito. Y que a su debido tiempo y con el coraje necesario, harás justicia a la Artemisa que hay en ti.

1. El mito de Atalanta

Las historias a menudo cambian con la narración y el punto de vista del narrador. En la mitología griega existían dos versiones de los orígenes de Atalanta como una famosa cazadora de Arcadia (como contó Apolodoro), o bien de Boecia (como contó Hesíodo). En Las metamorfosis de Ovidio, se recopilaron los mitos griegos y se contaron en verso latino. En este libro describo a Atalanta como oriunda de Arcadia porque es en esta versión donde se nos cuenta su nacimiento y abandono y el hecho de que fuera amamantada por una osa.

También se menciona de Atalanta que quiso enrolarse con Jasón y los argonautas para salir en busca del Vellocino de Oro. Sin embargo, fue rechazada porque la presencia de una mujer entre los hombres sería un elemento perturbador (el mismo argumento que se utilizó para impedir que las mujeres sirvieran en el ejército hasta hace muy poco). Sin embargo, eso no detuvo a Atalanta, como nos dice el erudito clásico Robert Graves (El vellocino de oro, 2004). Graves describe que cuando parte la Argo, Atalanta salta a bordo e, invocando la protección de Artemisa (para que defienda su virginidad), se une a los héroes. En otro episodio, cuando dos centauros intentan violarla, los mata con sus flechas.

Me he tomado ciertas libertades como narradora en el momento de combinar elementos de mitos independientes en los que se menciona a Atalanta y he añadido algún embellecimiento. Por ejemplo, cuando explico cómo la encuentra la osa, incorporo la versión de Bernard Evslin sobre el modo en que se conocen Meleagro y ella (Heroes, Gods, and Monsters of the Greek Myths, 1968). A continuación narro su regreso a Arcadia tras la caza del jabalí para establecer una continuidad entre la caza y la carrera pedestre. Esta es la historia que voy a contar.

El mito de Atalanta

En el reino de Arcadia, el rey espera con impaciencia el nacimiento de su primer hijo. Cuando el bebé recién nacido resulta no ser el hijo y heredero que esperaba, desata su cólera sobre esa hija no deseada y ordena a un pastor que se la lleve a una montaña cercana y la deje morir de inanición o expuesta a cualquier animal salvaje. Atalanta empieza su vida sin ser deseada, siendo rechazada. Sin embargo, lo que iba a ser el final de su vida, de hecho se convierte en un comienzo inusual.

El pastor hace lo ordenado. Toma el bebé y lo deposita sobre unas rocas de la montaña. Atalanta llora; tiene hambre, está mojada y tiene frío. Sus lloros atraen a una madre osa que tiene la guarida cerca. Sea por curiosidad o sea por instinto maternal, la osa investiga y olisquea al bebé. Atalanta la agarra por el pelaje, y la cría humana y la madre osa establecen un vínculo. La madre osa se lleva al bebé a su guarida, le da de mamar y lo mantiene caliente. Se decía que fue la diosa Artemisa quien había enviado a la osa.

Los cachorros de oso son pequeños y están indefensos cuando nacen. Como los bebés humanos, no pueden sobrevivir sin el cuidado materno. Sin embargo, llegan a la edad adulta con mayor rapidez que los bebés humanos, y por eso Atalanta crece con varias series de cachorros hermanos. En otra versión del cuento, cuando puede caminar, es hallada por unos cazadores que la crían y le enseñan a cazar y a hablar.

Meleagro

Al mismo tiempo que nace Atalanta, en el vecino reino de Calidón otro rey espera con impaciencia el nacimiento de su primer hijo. ¡Es un chico!, se dicen con alegría. Le ponen el nombre de Meleagro y celebran su nacimiento con fiestas y agasajos.

Poco después de que nazca Meleagro, una visitante inusual, Átropos, una de las tres moiras, va a visitar a la madre de Meleagro. Al calor de la hoguera que ilumina una estancia, la reina recibe a su invitada. Átropos se dirige a la chimenea y, situándose frente al hogar, señala un tronco que arde por uno de los extremos. «¿Ves esto?», le dice. «Mientras no lo consuma el fuego, ¡tu hijo vivirá!» La reina se levanta de un salto, agarra el tronco y apaga las llamas. Lo envuelve, lo encierra bajo llave en un cofre de latón y lo esconde guardándose el secreto. La vida (o la muerte) de Meleagro está ahora en manos de su madre.

Meleagro crece y se convierte en un hombre que ha recibido la educación adecuada para llegar a ser rey. Los tutores le enseñan lo necesario para desempeñar ese papel. Su madre se centra en encontrarle una esposa adecuada. Sin embargo, Meleagro pasa el menor tiempo posible en el castillo. Prefiere estar en los bosques y en la naturaleza salvaje de Calidón. Cada dos por tres su madre insiste en que conozca a alguna joven, un buen partido que proceda de la familia adecuada. Una y otra vez fracasan todos los intentos de emparejarlo. Meleagro no está interesado en las muchachas dulces, frívolas, femeninas y atontadas con las que nada tiene en común. «Búscame una chica que quiera salir conmigo al aire libre, que pueda ser mi compañera.»

Atalanta y Meleagro

Un día en que Meleagro sale de caza oye el bramido de un gran animal y ve que se trata de un oso: un trofeo valioso para él. Con su fuerte brazo y su arco, lanza una flecha contra el animal y lo hiere de gravedad, pero no de un tiro fatal. El oso, herido y perdiendo sangre, se dirige instintivamente hacia su guarida en dirección opuesta a Calidón. Meleagro lo sigue con la intención de abatirlo. El animal avanza desplomándose entre la maleza y los árboles hora tras hora, kilómetro a kilómetro, perdiendo sangre y debilitándose a medida que el día transcurre. Al final, a los pies de una montaña, el oso se derrumba.

Meleagro llega a la altura del animal cuando ve a una mujer que baja de la montaña en dirección a él. Queda inmediatamente cautivado. Es todo lo contrario a las muchachas de la corte que conoce. Es hermosa, como una criatura de la naturaleza: bronceada, con el pelo largo, piernas largas, llena de gracia y atlética: ¡su mujer soñada!

—Soy Meleagro —le dice—. He matado a este oso, ¡y a ti te daré su piel como trofeo!

—Yo soy Atalanta —le contesta ella—. La osa es mi madre, ¡y ahora seré yo quien te mate!

Atalanta se precipita hacia él con instinto asesino, pero Meleagro, embelesado, desprende amor en su mirada. Son dos adversarios parejos y parece que luchan durante horas.

Al aire libre, con la fragancia de la montaña y el olor de la hierba aplastada bajo sus pies, los dos luchan sudorosos, cuerpo a cuerpo. Sin embargo, el centro de atención de Atalanta cambia y se sitúa en esa experiencia completamente nueva. Es la primera vez que lucha con un ser humano como ella, la primera vez que está en contacto con una piel y no con el pelaje. El abrazo empieza queriendo matar ella a Meleagro, y él intentando impedírselo. Sin embargo, mientras forcejean, surgen en Atalanta nuevos sentimientos y una nueva curiosidad.

Sea como sea, Meleagro y Atalanta se convierten en pareja. Y pronto se vuelven famosos. Se les ve cazando juntos, y forman un bonito cuadro, espectacular, tanto de aspecto como en habilidades. La madre de Meleagro se enfurece cuando se entera de la relación. ¡Atalanta es del todo inapropiada para su hijo! Es evidente que no es nadie, una paleta sin familia conocida y carente de virtudes sociales. Definitivamente, no es la joven más adecuada para convertirse un día en reina.

Mientras tanto, el rey tiene un gran problema entre manos: un jabalí enorme enviado por una diosa enojada para destruir su reino. El monarca fue quien lo atrajo a su reino al haber declinado honorar a Artemisa en los ritos anuales. La nueva novia de Meleagro probablemente no le genera tantas preocupaciones como la destrucción que está causando esa criatura.

La caza del jabalí de Calidón

El jabalí es enorme. Con sus colmillos curvos y afilados y sus enormes pezuñas, arrasa los campos, destruye las cosechas y pisotea a los animales domésticos y a las personas que no consiguen apartarse de su camino. Destruye pueblos y amenaza al país entero. Artemisa, la diosa de la Caza, modeló el jabalí con barro y le insufló vida para vengarse del rey que la había desatendido mientras dedicaba sacrificios a otras divinidades. A pesar de que esta es la razón más habitual que se da para explicar su cólera, otra causa puede ser el temor que la gente siente por Atalanta, un mero ser humano. Al mirarla como si fuera Artemisa, ofenden a la diosa.

Con independencia de la causa, hay que encargarse del jabalí. El rey invita a los héroes de Grecia a ganarse los honores y una recompensa si lo cazan. Entre los que responden al desafío se encuentran muchos de los héroes que fueron con Jasón como argonautas y más tarde tomaron parte en la guerra de Troya.

Los héroes se reúnen antes de la caza. Los últimos en llegar son Meleagro y Atalanta. El resto de los cazadores está escandalizado. A pesar de que es una cazadora famosa, ¿cómo se atreve una mujer a unirse a la partida? Los hombres murmuran, y los tíos de Meleagro se pronuncian contra la presencia de Atalanta con palabras despreciativas. Meleagro se alza en su defensa, desenvaina la espada y los desafía. Sin embargo, todos mantienen la cabeza fría al recordárseles que a fin de cuentas están allí para matar al jabalí.

La gran partida de caza está formada por hombres muy fuertes y taimados con sed de fama y ansias de recompensas por haber abatido al jabalí. Algunos sufren profundos cortes, quedan ensangrentados o son aplastados en el intento. El astuto jabalí toma posiciones en un lugar donde los cazadores no pueden actuar en grupo, sino que tienen que atacarlo individualmente o en pareja. Ninguno logra herir al animal siquiera, porque el pelaje del jabalí es inmune a las flechas y a las lanzas.

Nadie vierte sangre, hasta que Atalanta se enfrenta al jabalí. El animal carga contra ella, con las pezuñas afiladas como navajas cubiertas de sangre y su considerable peso echándosele encima. El arco de Atalanta está tensado, la flecha preparada, el ojo apuntando fijo. El jabalí se le viene encima cuando, con certera puntería, lanza una flecha que se le clava en un ojo y le penetra en el cerebro. El animal se tambalea, pero no muere. Ahora le toca el turno a Meleagro, que desenvaina la espada y le da el golpe mortal.

¡El jabalí está muerto! El joven tiene derecho a cobrarse el pelaje, pero en lugar de reclamarlo para sí, se lo regala a Atalanta. Es un trofeo realmente importante, y entre los demás reina el resentimiento porque es una mujer quien lo ha conseguido. No es solo que es el símbolo de un gran logro heroico que traerá la fama a quien lo posea. Este pelaje puede convertirse en un traje flexible, caliente e inmune a las lanzas y las flechas. No existe armadura mejor.

Los tíos de Meleagro están enfurecidos. ¡Un premio de tal envergadura no debería ir a parar a una mujer! Si el joven príncipe no lo quiere para él, son ellos, como parientes varones, los que deberían tenerlo, y no Atalanta. Los tíos de Meleagro se enfrentan a ella. Uno intenta arrebatarle el pelaje. Meleagro reacciona desenvainando la espada; rebana la cabeza de uno de los tíos, y luego la del otro, con lo que acalla toda protesta.

Ha llegado la hora de regresar al castillo para dar la noticia de la muerte del jabalí. Todos, con la excepción de Atalanta y Meleagro, regresan a pie. El rey y la reina los esperan. Los cazadores vuelven con buenas noticias: el jabalí está muerto. Y luego comunican la mala noticia: Meleagro ha matado a sus tíos, los hermanos de la reina.

Esta se entera de que Atalanta disparó la flecha que hizo verter la sangre y Meleagro mató al jabalí y le dio a ella el trofeo. Se entera también de que su hijo se sintió provocado ante los insultos de sus tíos y la falta de respeto que estos habían mostrado por Atalanta; y conoce el modo en que su hijo los mató. Es demasiado para la reina. Enloquecida por las malas nuevas, se dirige al lugar donde tenía escondido el cofre cerrado con llave. Lo abre y de él saca el tronco que le dio Átropos. Ordena a los criados que enciendan un fuego… y arroja el tronco a las llamas.

La muerte de Meleagro

Atalanta y Meleagro no regresan al castillo tras la caza. Permanecen juntos en el lugar que consideran su hogar, en la naturaleza salvaje de los bosques y las colinas. Están abrazados cuando, de repente, Meleagro profiere un grito terrible y, agarrándose el abdomen, lanza alaridos de dolor. Su torso se ennegrece como si se le hubiera quemado, su rostro se convierte en cenizas y muere.

Atalanta se conduele. La naturaleza es su único consuelo. Llora y vagabundea durante semanas en el bosque y en los claros. Y un día se da cuenta de que debe abandonar ese lugar que le recuerda a Meleagro y el tiempo que pasaron juntos. Tras su desaparición, no hay nada que la retenga allí, y nadie que le importe.

Así es como abandona Calidón y viaja a través de los bosques y de las colinas hacia Arcadia.

La carrera pedestre y las manzanas de oro

Mientras tanto, la fama de Atalanta ha viajado hasta el reino vecino. Los héroes que regresan de Calidón hablan de su belleza y pericia como cazadora. Cuando Atalanta llega a casa, su descripción y fama la preceden. El rey le da la bienvenida y, quizá por su historia y su aspecto, se da cuenta de que es la hija que había ordenado abandonar a su suerte en la montaña. Durante esos años no ha tenido ningún hijo y heredero. Ahora reconoce a Atalanta como su hija (una hija más dotada y famosa que cualquier otro hijo que hubiera podido tener).

Atalanta no es solo ya hermosa y conocida, sino que también es heredera de un reino, cualidad que la convierte en un buen partido para el matrimonio. Son muchos los pretendientes que se presentan, y llega un momento en que su padre le exige que se case con alguno por el bien del reino.

Atalanta no quiere casarse con ninguno de ellos, pero cuando su padre insiste, al final accede, aunque solo con una condición. El hombre con quien se case tiene que ser capaz de vencerla en una carrera pedestre. Y si pierde esa carrera, tendrá que renunciar a la vida.

Muchos hombres, creyendo que pueden ganar, aceptan el desafío. Pero Atalanta es rápida y gana una carrera tras otra. Acuden varios hombres de países lejanos, pero son derrotados y tienen que renunciar a su vida.

Al final, solo queda un hombre que quiera competir con ella, Hipomenes, un pretendiente de lo más inadecuado. El resto de los hombres que aceptaron el desafío pensaron que venciendo a Atalanta ganarían un reino y una esposa hermosa y famosa. Hipomenes, en cambio, sabe que no puede ganar la carrera. No es una figura heroica; no es especialmente fuerte o rápido como corredor. Sin embargo, tiene la intención de concursar en la carrera. Ha seguido a Atalanta desde Calidón. Sabe que estaba enamorada de Meleagro y que le ha perdido, y siente compasión por lo que le pasó. En resumen, la ama.

La noche antes de la carrera, Hipomenes reza a Afrodita, la diosa del Amor y la Belleza. Le pide que Atalanta le ame y que encuentre la manera de ganarle. Los que perdieron la carrera (y la vida) habían rezado a otros dioses para poder vencer a Atalanta y poseerla. Algunos rezaron a Hermes para ser veloces, otros a Zeus para dominarla, y el resto a Ares, para que les diera fuerza para vencerla.

Afrodita oye las oraciones de Hipomenes y se le aparece con tres manzanas de oro y un consejo. Al despertar, el hombre cree que todo ha sido un sueño, hasta que ve las tres manzanas.

A la mañana siguiente, Atalanta está en la línea de salida esperando que llegue Hipomenes. Se había fijado ya en él y deseaba que no compitiera porque el resultado era inevitable. Hipomenes no puede compararse a ella como corredor.

El joven llega con los brazos sujetándose la cintura, aguantando las manzanas que llevaba escondidas en la pretiña. El gesto sorprende a Atalanta porque es inusual, y entonces se acuerda de que Meleagro se sujetó el abdomen justo antes de morir en sus brazos. En esa ensoñación se le va la mente de la carrera. Cuando dan la señal de salida, Hipomenes corre a toda velocidad, pero Atalanta no está preparada. Sorprendida al darse cuenta de que la carrera ha comenzado, corre para alcanzar a su oponente. Cuando iguala a Hipomenes, él deja caer una manzana de oro. Al ver rodar la manzana, Atalanta se acuerda del movimiento de las cabezas que rodaron cuando Meleagro salió en su defensa.

La manzana es irresistible. Su reflejo dorado y su belleza la atraen, y tiene que detenerse para recogerla. La observa y ve el reflejo de su rostro, distorsionado por las curvas de la fruta.

Mientras tanto Hipomenes sigue corriendo por delante. Atalanta es tan rápida, de todos modos, que no tarda en adelantarlo. Entonces él deja caer la segunda manzana, que se atraviesa en el camino de la corredora y va a parar a un lado. De nuevo, Atalanta vuelve a detenerse para recogerla.

Ahora Hipomenes va por delante, y la línea de llegada ya se divisa. Atalanta da un acelerón y se pone a su altura. En ese momento, Hipomenes deja caer la tercera manzana. Si ella lo ignora, ganará la carrera. Si la recoge, la perderá. Atalanta toma la manzana mientras Hipomenes cruza la línea de meta. La victoria de la carrera es para él, y gana a Atalanta como esposa. Ahora bien, ¿fue ella quien le dejó ganar?

El significado del mito

El final de la carrera no es el final de la historia personal para las mujeres que se parecen a Atalanta. Más bien es el principio de la segunda parte de sus vidas. Tampoco es el fin de la historia mítica de Atalanta. Hay versiones del mito que no terminan con la carrera, sino que siguen contando que Atalanta e Hipomenes fueron castigados y convertidos en un par de leones que fueron atados a un mismo yugo para tirar de una carroza divina. La historia se vuelve más profunda cuando estos acontecimientos se ven como metáforas y se interpretan como simbólicos.

Mientras Atalanta es una mortal a imagen y semejanza de Artemisa, su vida se ve influenciada y cambia por la acción de más de una diosa. A través de Hipomenes, Atalanta siente el encantamiento de las manzanas de oro de Afrodita. Eso es lo que les ocurre también a las mujeres contemporáneas. Todas las diosas son patrones arquetípicos potenciales en cada mujer, y mientras que Artemisa puede ser dominante en el primer tercio de la vida de una mujer y puede seguir ejerciendo una fuerte influencia, a menudo pueden surgir uno o más arquetipos en los otros dos estadios siguientes de la vida.

La historia de Atalanta tiene el poder de un gran sueño con varios niveles de significado. Al principio, intriga comprender la historia con las imágenes que nos vienen a la cabeza al leerla. Incluso a primera vista, una imagen o un detalle en particular puede captar nuestra imaginación. Los mitos que perduran son parecidos a los sueños importantes que la gente recuerda porque hay «algo en ellos». Tocan la psique del soñador, del lector o del que escucha, incluso sin interpretación. Atalanta es una mortal, y es como una mujer real que aparece en un sueño o en la vida y que personifica el arquetipo de Artemisa o una cualidad de ella. Cuando eso sucede, una mujer que sea como Atalanta puede convertirse en una combinación de diosa y de mortal ante los demás.

La historia de Atalanta se vuelve muy personal para las muchachas y las mujeres que encuentran similitudes entre las cualidades del personaje y las cualidades propias, entre la historia de Atalanta y la suya propia. También puede aportar luz sobre las experiencias a menudo difíciles y dolorosas para los hombres y las mujeres que las aman o las han amado. Tener una relación con una mujer como Atalanta cuyo arquetipo dominante es Artemisa puede ser más difícil o desafiante para los demás que el hecho de ser ella misma. Un ejemplo destacable es el poeta ganador del premio Nobel William Butler Yeats, cuyo anhelante amor por la bella, fiera y feminista revolucionaria irlandesa Maud Gonne fue inmortalizado en sus poemas durante cinco décadas. Ella se casó con otro, y mucho más tarde, él también.

Profundizar en un mito es muy parecido a trabajar con un sueño. Para comprender el significado o la interpretación, el analista junguiano trabaja con la persona cuyo sueño es este, ampliando los elementos que contiene, y eso es lo que haré con el mito de Atalanta en este libro. Los mitos tienen el poder de los sueños colectivos y nos fascinan porque los temas que plantean podemos vivirlos u observarlos.