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Gerd Wotjak (ed.)

El verbo español
LINGÜÍSTICA IBEROAMERICANA
Vol. 1
DIRECTORES: Gerd Wotjak y Eberhard Gärtner
Centro de Investigación Iberoamericana
Universidad de Leipzig

Gerd Wotjak (ed.)

El verbo español

Aspectos morfosintácticos, sociolingüísticos y lexicogenéticos

Vervuert · Iberoamericana · 1996

Die Deutsche Bibliothek - CIP-Einheitsaufnahme

El verbo español: aspectos morfosintácticos, sociolingüísticos y lexicogenéticos / Gerd Wotjak (ed.). - Frankfurt am Main :

Vervuert ; Madrid : Iberoamericana, 1996

(Lingüística Iberoamericana, Vol. 1)

ISBN 3-89354-771-1 (Vervuert)

ISBN 84-88906-35-8 (Iberoamericana)

NE: Wotjak, Gerd [Hrsg.]; GT

 

© Vervuert Verlag, Frankfurt am Main 1996

© Iberoamericana, Madrid 1996

Apartado Postal 40 154

E-28080 Madrid

Reservados todos los derechos

Impreso en Publidisa

ÍNDICE

Prólogo

Ramón Trujillo, Sobre el uso metafórico de los modos en español

Alexandre Veiga, Subjuntivo, irrealidad y oposiciones temporales en español

Ángeles Carrasco Gutiérrez y Luis García Fernández, Observaciones sobre la correlación de tiempos en español

María José Serrano, Variación sintáctica y modalidad verbal

Gerda Haßler, El valor citativo de las formas verbales

Leandro G. Caballero Díaz, Ilocuciones valorativas

Javier Medina López y Dolores Corbella Díaz, Los estudios sobre el verbo en el español de Canarias

Elisabeth Beniers, Manifestaciones de aspecto en la derivación española

Martina Emsel, El entorno sintáctico de verbos instrumentales

Dörte Müller, El potencial poético de verbos

PRÓLOGO

El español -pese a los meritorios esfuerzos emprendidos en el último lustro para describirlo en forma más cabal y convincente- sigue siendo en no pocos aspectos un pariente pobre entre lenguas como, por ejemplo, el inglés, el francés e incluso el alemán. Con la publicación de las contribuciones que se centran mayormente en la descripción del tiempo y modo (incluyendo parcialmente el aspecto) vistos en sí mismos y en la relación entre ellos, pero que también tratan de la interrelación entre formación de palabras y morfosíntaxis, de la variación sociolingüística y sintáctica, del potencial poético de los verbos españoles, así como de las ilocuciones valorativas (sólo parcialmente vehiculadas por medio de verbos), nos proponemos una modesta contribución a un mayor esclarecimiento de aspectos importantes y complicados del español actual, cuya descripción teórica dista mucho de poder satisfacer, y que puede ofrecer resultados útiles para la enseñanza del español como lengua extranjera.

Las contribuciones escogidas tratan, desde enfoques metodológicos distintos, esencialmente fenómenos morfosintácticos de tiempo/temporalidad y modo/modalidad tanto independientemente, así como en su posible interrelación entre sí; pero también enfocan -en sólo dos ponencias- aspectos léxicogenéticos, así como en una contribución, que se sale del cuadro de las otras, el aporte de los verbos en la rima/poesía española.

Ocupa un lugar importante -no sólo en cuanto al tamaño- la ponencia de R. Trujillo, en la cual reúne gracias a su sabiduría y experiencia en la gramatografía del español, especialmente en el maestro Andrés Bello, el funcionalismo y el estructuralismo modernos, sutiles y acertadas constataciones acerca del significado gramatical y léxico y los múltiples y sofisticados fenómenos de la transposición y, en particular, la metaforización.

Lamentamos que no se haya podido incluir la contribución de B. Zavadil de Praga, otro conocido experto en los campos del tiempo y el modo y sus posibles interrelaciones y transposiciones de la Escuela funcionalista de Praga. Con la publicación de estas contribuciones nos hemos propuesto dar cabida a distintos enfoques esperando poder así contribuir -aunque fuera de forma muy modesta- al diálogo entre los distintos paradigmas gramaticales (de los que predomina aquí el funcionalismo en sus distintos matices), diálogo evidentemente difícil si no casi inexistente, por ejemplo con la gramática transformacionalista en sus recientes desarrollos, diálogo cada vez más necesario y, a nuestro entender, posible, ya que, por encima de las divergencias, se observan coincidencias y convergencias alentadoras.

Nos alegra que este volumen, además de dar un impulso a un mejor entendimiento del lenguaje en su compleja interacción de varios niveles, modulares e interconectados a la vez, pueda dar inicio a una nueva serie de Lingüística iberoamericana (eds. G. Wotjak y E. Gärtner), patrocinada por el recién fundado Centro de Estudios Iberoamericanos de la Universidad de Leipzig y editada por la editorial Vervuert.

Para concluir quisiera dar las gracias a la VG Wort por el apoyo material prestado para la publicación, así como a la Señora Cornelia Walter, quien se encargó del layout de este volumen.

Gerd Wotjak

Leipzig, verano de 1995

Ramón Trujillo

Universidad de La Laguna (Tenerife)

SOBRE EL USO METAFÓRICO DE LOS MODOS EN ESPAÑOL

Es curioso que dos cosas tan ligadas entre sí, tan inseparables, diría yo, como el tiempo y el modo, tengan, en la tradición lingüística, tratamientos tan diferentes: en los modos casi no se ve hoy otra cosa que sintaxis, mientras que en los tiempos, olvidadas las complicaciones de la consecutio temporum, todo o casi todo se reduce a la pura semántica.

La razón está sin duda en que las relaciones entre el modo y su entorno parecen, o pueden parecer, “forzadas”, en tanto que las del tiempo y el suyo parecen, o pueden parecer, “libres”. Y así se dice, con subjuntivo forzoso, “te he traído el periódico para que lo leas“, pero con una al menos aparente libertad temporal, “sé que viniste, que has venido, que habías venido, que vendrás, que vendrías, que vienes“. Las constricciones y las libertades, con todo, se dan tanto en el uso de los tiempos como en el de los modos, si bien con diferente intensidad según se trate de una cosa o de la otra. Así, es más probable que se diga “sé que no ha venido en todo el día” que “sé que no vino en todo el día”, como es más probable también “es estupendo que ya estés curado” que “es estupendo que ya estás curado”. Pero es evidente, sin embargo, que las cosas habrían cambiado sustancialmente, si, en el primer ejemplo, se hubiese suprimido en todo el día, y, en el segundo, ya, porque el uno representa una visión “extensa” del tiempo, afín al contenido de presente de ha venido, y el otro, una visión “particularizadora”, afín al valor no generalizador del indicativo.

Ejemplos tan elementales como éstos ponen de manifiesto que modos y tiempos no difieren en la supuesta naturaleza sintáctica de unos y de la no menos supuesta naturaleza semántica de los otros, aunque hay que reconocer que, con los primeros, la relación o la dependencia del contexto lingüístico es un hecho que se verifica con más frecuencia que la que se da entre el tiempo y sus contextos. Pero la frecuencia no sirve para medir la naturaleza de las cosas: nada dejará de ser lo que es por acontecer sólo en raras ocasiones, ni nada será más de lo que es por poseer una frecuencia mayor.

El hecho es que, en apariencia, sólo los tiempos son el fruto de elecciones semánticas, en tanto que tendemos a sentir las formas modales como “exigidas” por el contexto sintáctico. Sin embargo, la clave de la cuestión no parece estar tanto en el contexto explícito (la sintaxis, entendida de una manera simplista), como en lo que podríamos llamar el “contexto implícito”, que, en este caso, se halla representado por los factores semánticos que cada forma modal o temporal expresan por sí mismas, SIN NECESIDAD DE QUE SE PRODUZCA LA REPRESENTACIÓN LINGÜÍSTICA EXPLÍCITA DE TALES FACTORES. Me explico: si digo que Juan ha vivido aquí, el antepresente me excusa de la añadidura de elementos del CONTEXTO IMPLÍCITO que, en el caso de los tiempos, pueden o suelen resultar absolutamente redundantes, como sucedería, por ejemplo, en estas circunstancias, con “durante toda su vida” o con “desde que se casó”, etc. Y, de la misma manera que con las formas temporales se “sugieren” contenidos, es decir, componentes semánticos EFECTIVOS1, aunque éstos no lleguen muchas veces a manifestarse “físicamente”, con la expresión de la modalidad se significan TAMBIÉN componentes semánticos EFECTIVOS que, por el contrario, suelen ser exigidos por razones de coherencia referencial (así, no podemos ver un propósito como si fuera un hecho particular).

Pero volvamos a nuestros ejemplos de antes: la gramática preceptiva nos enseña que debemos usar el subjuntivo en frases completivas dependientes de expresiones que significan comentarios (y, en tal sentido, vistos como subjetivos) acerca de contenidos que suponemos verdaderos, como sucede con es lamentable, es estupendo, es una pena, y otras semejantes, por lo que habrá de decirse SÓLO “es estupendo que ya estés curado”, ya que, efectivamente, “es estupendo que ya estás curado” resultaría una secuencia un tanto extraña, al menos en la manera en que la acabo de enunciar (en la forma de un aislado ejemplo de clase). Sin embargo, basta con apelar a la sensibilidad idiomática de cualquier hispanohablante no deformado por prejuicios gramaticales para descubrir los elementos del contexto implícito significados por el indicativo, aunque no directamente “visibles” en la forma física del enunciado: ‘es estupenda la situación que verifico: que ya estás curado’. No se comenta ahora algo de lo que se tiene una visión “indirecta”, por decirlo así, sino algo que se presenta como una percepción particular. En “es estupendo que ya estés curado”, el uso del subjuntivo, por el contrario, introduce o sugiere un CONTEXTO IMPLÍCITO formado por componentes muy distintos de los que acabamos de ver en el ejemplo anterior: el estar curado no se ve ahora como un caso particular, sino como una hipótesis verosímil, es decir, como UNA GENERALIZACIÓN, aun cuando expresiones como ésas se aplican habitualmente a experiencias o a acontecimientos que nada tienen de generales o de hipotéticos considerados en sí mismos. Y, sin embargo, ES ASÍ: “es estupendo que ya estés curado” NO SIGNIFICA ‘es estupendo el hecho particular de estar tú ya curado’, sino ‘es estupendo el hecho (general) de ser posible el estar tú ya curado’: la visión no es ahora particular, y, no siéndolo, hay que convenir en que no podrá ser más que general.2 La visión, sin duda metafórica, que significa como hipótesis lo que en la realidad es un hecho.

La cuestión que aquí se está planteando puede verse de dos maneras diferentes. Desde un punto de vista simplista podría decirse que las expresiones como es lamentable, es estupendo, es una pena, etc., que significan opiniones acerca de acontecimientos que se consideran verdaderos, rigen subjuntivo en las completivas dependientes de ellas. Pero aunque esta regla represente el uso más general, no refleja en absoluto la naturaleza del subjuntivo, porque ese uso más general es sólo eso, “más general”, es decir, aquel que se corresponde con lo que podríamos llamar las condiciones “generales” o “teóricas” del discurso: aquellas en las que el que habla no tiene en la mente el acontecimiento particular como tal, sino alguna especulación generalizadora acerca de él. La regla citada es, por ello, simplista, y se deriva de una observación superficial de los hechos idiomáticos. El hecho de que el uso tolere expresiones como “es estupendo que ya estás curado” significa, antes que nada, que la regla de que aquí se trata está, cuando menos, mal formulada.

Esta cuestión no se resuelve con decir que, en casos como éstos, nos hallamos en una “zona de inestabilidad dentro del sistema modal”, como suponen Bybee y Terrell.3 Según estos autores, la elección de los modos en la subordinación sustantiva ha de asociarse con las nociones semánticas de aserción, de presuposición, o con la ausencia de una y de otra idea. La zona “problemática” se corresponde con la de la presuposición, relacionada a su vez con aquellos predicados que SIGNIFICAN COMENTARIO y que se refieren a cláusulas subordinadas cuyos contenidos el hablante SABE VERDADEROS. Es el caso de nuestro “es estupendo que ya estés curado”, expresión en la que se “comenta” algo que se da por cierto, pese a lo cual se elige el subjuntivo, seguramente porque, según los autores, el contenido de este tipo de subordinadas NO SE AFIRMA, como no se afirman tampoco los que expresan duda, emoción, mandato, etc. Pero como quiera que en este tipo de expresiones es frecuente la alternancia del subjuntivo con el indicativo, los autores concluyen que o bien han analizado mal la cuestión, o bien han descubierto una zona de “inestabilidad” dentro del sistema modal.

“Es frecuente -afirman- que algunos hablantes utilicen el indicativo con todas las clases de complementos que se presuponen”, y de ahí deducen que “si el sistema cambia se estabilizará mediante la elección del indicativo” para estas cláusulas de comentario cuyos contenidos se presuponen verdaderos.

La profecía, sin embargo, no parece convincente porque si el indicativo ha de depender del carácter afirmativo (o, mejor, aseverativo) de la subordinada, no se ve cómo pueda resultar esto posible, ya que NI AFIRMA la subordinada de “es estupendo que ya estés curado”, en subjuntivo, NI AFIRMA TAMPOCO la subordinada de “es estupendo que ya estás curado”, en indicativo, ya que lo único afirmado, es decir, predicado como verdadero, son las cláusulas principales en uno y otro caso. Es cierto que no se afirma el estar tú curado en “es estupendo que ya estés curado”, pero no es menos cierto que tampoco se afirma tal cosa en “es estupendo que ya estás curado“. Tanto en un caso como en el otro, el estar tú curado se ve como un acontecimiento verdadero, y también, tanto en un caso como en el otro, la cláusula principal, “es estupendo”, constituye o representa un comentario acerca de ese “hecho verdadero”; no su afirmación. La diferencia, que sólo es idiomática, consiste en que, en el primer caso, ese hecho verdadero se significa bajo la forma semántica de la generalización (el hecho “teóricamente” cierto de estar tú curado), en tanto que, en el segundo caso, se significa bajo la forma semántica de la particularización: sólo se habla de “mi” experiencia concreta de tu curación, que se mira ahora como un acontecimiento particular.

La hipótesis de Terrell y Bybee acerca de la “tendencia” hacia el indicativo acaso se relacione con la creencia de que indicativo es igual a aseveración, en tanto que subjuntivo es igual a no-aseveración. El concepto de “comentario” se aplica a verbos o expresiones que no significan ‘verdad’, por lo que la cláusula “comentada” seguirá siendo verdadera aun cuando la principal se niegue: “es / no es bueno que haya venido“ (frente a “no es verdad que haya venido“). Sin embargo, existen algunas dificultades en el uso de estos conceptos:

1. Una cosa es la afirmación y otra, la verdad. Gramaticalmente, tan afirmativa es la subordinada de “no es bueno que haya venido” como la de “no es verdad que haya venido”. La “falsedad” de la segunda se deriva del significado léxico de verdad y la no falsedad de la primera, del significado léxico de bueno.

2. No me parece correcta la idea de que la subordinada de “es verdad que ha venido” sea una aseveración y no lo sea la de “es bueno que ha (o “haya“) venido”, ya que, en sí misma, que ha venido no varía de significado en un caso ni en el otro: la diferencia está en verdad y en bueno. Lo único que se asevera en ambos casos son los predicados “es verdad” y “es bueno”, como si hubiésemos dicho “eso es verdad” o “eso es bueno”. En ningún caso se entra en la cuestión de la naturaleza, verdadera o falsa, del referente de eso. Si digo “eso es verdad”, expreso mi punto de vista acerca de la naturaleza, no de eso, sino de su referente ocasional, y no puede ser de otra manera cuando digo “es verdad que ha venido”, expresión en la que no se dice ni afirma que el haber venido sea un hecho verdadero, sino que el que habla lo considera así: la única afirmación “directa” se halla en “es verdad”, en tanto que la de “ha venido” no pasa de estar contenida en aquélla. La diferencia entre “es bueno que ha venido” y “es verdad que ha venido” no se halla en la verdad “real” del haber venido, que parece sostenerse en ambos casos, sino en lo que el que habla “piensa” de ello. Si está convencido, por propia o ajena experiencia, del carácter particular o concreto de ese acontecimiento, podrá predicar bien su verdad o certidumbre, mediante elementos léxicos que posean tal significado (si en efecto ha visto venir a esa persona, dirá que es un hecho verdadero, cierto, indiscutible, etc.), bien tal o cual consideración acerca de lo sucedido, como su aprobación, entusiasmo, censura, etc., siempre, como es natural, mediante procedimientos léxicos. Con todo, no debe olvidarse que los predicados de que hablamos expresan, ya la verificación (“es verdad que ha venido”), ya el punto de vista (“es bueno que haya / ha venido”), ya las condiciones que ha de llenar algo para llegar a ser (“es verosímil que haya venido”).

En “es verdad que viene”, la afirmación es verdad implica ASEVERACIÓN, porque es oración principal en indicativo, y presupone, a su vez, la ASEVERACIÓN de que viene que es lo aseverado, pero no una aseveración. Es decir, que es verdad “pone” la predicación (asevera) y que viene, la “presupone”, a partir de lo implicado en verdad. Por el contrario, en es bueno que viene (/ venga), la afirmación es bueno “pone” la predicación (ASEVERA), pero que viene NO PRESUPONE UNA ASEVERACIÓN que bueno no podría implicar de ninguna manera.

2.1. Aquí parecen introducirse constricciones sintácticas que, en realidad, no lo son. Para empezar, los hechos particulares o concretos son, en la experiencia, siempre verdaderos, y cuando ha de hacerse constar este extremo no podrá aparecer otro modo que el indicativo, pues tal es el significado de estas formas. No es cierto, por ello, que, en rigor, es verdad rija indicativo, sino que, en el plano de la experiencia, de un hecho concreto sólo se puede decir, en relación con el contraste ‘verdadero’ / ‘falso’, que es verdad. La negación de la verdad, por el contrario, no se suele corresponder en la experiencia con una verificación, es decir, con un acontecimiento “particular” (es posible que lo que no es verdad tampoco se pueda verificar). La negación de “es verdad que ha venido” puede corresponderse, es cierto, con una experiencia particular (“no es verdad que ha venido”, es decir, ‘no es verdad ESO’), pero se siente normalmente como algo hipotético, como la generalización de unos datos que no se han verificado o que sólo lo han sido parcialmente: “no es verdad que haya venido”: el haber venido puede llegar a ser siempre un hecho particular; el NO haber venido es, por el contrario, ALGO IMPOSIBLE DE VERIFICAR EN SU TOTALIDAD, y, por tanto, una deducción, generalización o conclusión que se hace a partir de unos hechos particulares “objetivamente incompletos”.

2.2. Tampoco es rigurosamente cierto, como por otra parte es bien sabido, que expresiones como es estupendo, es bueno, es una pena, etc., rijan subjuntivo necesariamente, y ni siquiera que signifiquen “comentarios”. Son posibles, y, además, frecuentes, frases con indicativo como “es bueno que has venido” (o, con subjuntivo, “que hayas venido”), ejemplo que, a su vez, Y EN UNO U OTRO MODO, representa un “comentario” sobre un acontecimiento que se ha verificado y que se tiene por verdadero. Con todo, no es la condición de “comentario” el factor que determina la aparición del subjuntivo, ya que, como se ha visto, sin dejar de serlo, puede aparecer con indicativo, en tanto que, al revés, con subjuntivo puede no constituir nunca un comentario, hay comentario en “es bueno que has / hayas venido”, pero deja de haberlo con sólo cambiar el tiempo: “sería bueno que vinieras“: es evidente que no se puede comentar nada que no se tenga previamente por verdadero. La noción de comentario, como la de verdad, no sólo no es idiomática, sino que tampoco es semántica.

2.2.1. Se trata, en el caso de la hipótesis de Terrell, de una interpretación deficiente de los hechos idiomáticos. En efecto, no es la condición de “comentario” lo que determina la aparición del subjuntivo, sino un factor que, en cierta medida, podría acaso considerarse como cultural. ¿Por qué esa preferencia por un subjuntivo, hasta cierto punto “contradictorio”, para significar acontecimientos QUE SE SABEN VERDADEROS? Es éste, sin duda, un hábito en cierta medida paradójico si se tiene en cuenta que con harta frecuencia se infringe la regla y se da entrada al indicativo. Fue eso lo que hizo imaginar a Terrell y a Bybee una “zona de inestabilidad dentro del sistema modal”, ya que nunca se dejó de pensar en un plano de lo que se ve como real en oposición al otro plano de lo que NO se ve como real: es lo que explica la dudosa profecía de que “si el sistema cambia se estabilizará mediante la elección del indicativo” en las cláusulas dependientes de un predicado de comentario (Terrell y Bybee, op. cit., p. 154). Es, en efecto, dudoso el pronóstico, por dos razones:

a)Ese “desplazamiento” hacia el indicativo NO ES UN CASO DE VARIACIÓN. No se trata de un caso de alternancia indiscriminada entre categorías que se han igualado o que se están igualando, sino de OPCIONES siempre diferentes. En “es bueno que has venido” no nos hallamos ante un ejemplo de “indicativo por subjuntivo”, como le gustaría afirmar a más de un sociolingüista, sino ante un indicativo que significa una opción semántica diferente de la del subjuntivo hayas venido. Sólo la ceguera de los que confunden interpretación semántica con significado puede llevar a semejante confusión. Una cosa es que alguien “entienda” lo mismo, o que “quiera decir” lo mismo, con “es bueno que has venido” y con “es bueno que hayas venido”, y, otra, que AMBAS SIGNIFIQUEN LO MISMO. “Querer decir” o “entender” son conceptos que se refieren a la performance, es decir, a las cosas o a las situaciones que son objeto de la comunicación lingüística; “significar”, por el contrario, sólo tiene que ver con las formas idiomáticas en que consiste esa comunicación. El hecho de que, a efectos prácticos, pueda “dar lo mismo” has venido que hayas venido no significa que estas formas sean sinónimas, sino que el hablante RENUNCIA A HACER USO DE LAS DIFERENCIAS. Tropezamos una vez más con la cuestión de los sinónimos, que SON infinitos cuando la referencia son las cosas significadas, y que PARECEN dejar de existir cuando la referencia son las unidades lingüísticas sensu stricto. Por eso, debe distinguirse cuidadosamente entre la sinonimia lingüística, o identidad de significados, que probablemente no existe, y la sinonimia “contextual” o IDENTIDAD DE REFERENTES, que se corresponde siempre con lo que los hablantes “quieren decir” (NO CON LO QUE DICEN), y que, por tanto, es infinita. En el contraste “es bueno que has / hayas venido” no existe, ni puede existir, sinonimia lingüística, pero sí es naturalmente posible la sinonimia contextual. Y no existirá sinonimia lingüística, ni, por tanto, variación, mientras que has venido siga significando, como significa, algo diferente de hayas venido. La variación, que sin duda es un fenómeno lingüístico común, implica la igualación funcional de los términos en cuestión, como sucede, por ejemplo, con las diversas realizaciones de la vocal /e/ en español. Pero entonces, ¿si no hay variación, por qué unas veces el subjuntivo y, otras, el indicativo, cuando, por otra parte, además, parecería este último más lógico en cláusulas cuyo contenido se presupone verdadero? Esta cuestión incluye, pues, otras dos diferentes: en primer lugar, por qué el subjuntivo; en segundo lugar, por qué, de pronto y contraviniendo la regla (al menos supuesta), el indicativo.

b)¿Por qué, pues, el subjuntivo en las cláusulas dependientes de verbos de comentario, cuyos contenidos, además, se presuponen verdaderos? Veamos cómo explica F. Klein estos subjuntivos subordinados a verbos de opinión, a partir, como en el caso de Terrell, de un supuesto semántico que, en este caso, se considera general para todas las posibilidades del uso modal.4 Se trata de reducirlo todo al contraste semántico5 ‘afirmación’ / ‘no-afirmación’, que era la hipótesis de Bello, sostenida al menos en las cuatro primeras ediciones de su Gramática.6 La idea de Klein es, en principio, correcta, ya que supone que estos valores de afirmación y no afirmación constituyen el verdadero significado de los modos, de suerte que éstos no son propiamente “regidos”, sino que, por el contrario, constituyen distintas maneras de interpretar el contenido de la cláusula regente.7 Así, por ejemplo, “no es que los verbos de ‘afirmación e información’ ‘rijan’ complementos en indicativo, y los verbos de ‘volición y opinión’, complementos en subjuntivo. Más bien, dado un complementante cuyo significado es apto por sí mismo para la interpretación en el primer caso, la afirmación del hecho del complemento aporta la impresión de que el complementante está destinado a informar sobre él o a afirmarlo. Por otra parte, la noafirmación del hecho del complemento, puesto que excluye esta interpretación, aportará la impresión de que el complementante está destinado a expresar algo distinto de un informe o una afirmación, esto es, un deseo u opinión” (Op. cit., p. 308). Sin embargo, no parece que con los verbos de opinión suceda exactamente esto, aunque es posible que sea cierto que el significado de la principal se interprete en “es bueno que has venido” de manera diferente que en “es bueno que hayas venido”, si bien lo aquí parece ocurrir en realidad es que el venir NO SE AFIRMA DE NINGUNA MANERA ni en la una ni en la otra. No creo, además, que pueda decirse de “es bueno que has venido” que “la afirmación del hecho del complemento (has venido) aporta la impresión de que el complementante está destinado a informar sobre él o a afirmarlo”: tanto en indicativo como en subjuntivo, se tratará siempre de cómo “se ve” el venir, ya que “es bueno” expresa una opinión o comentario, y no, desde luego, un informe o una afirmación acerca del venir. En otras palabras, el indicativo no transforma “es bueno” en ‘es verdad’, por lo que no hay más remedio que concluir que, al menos en estos casos, el indicativo denota la no afirmación de la misma manera que lo hace el subjuntivo.

No se explica así de una manera concluyente cómo se relaciona el significado del subjuntivo con las cláusulas dependientes de verbos de comentario. En relación con el ejemplo “lamento que aprenda”, F. Klein nos dice que “la existencia del complemento se presupone, al menos por el sujeto de lamentar. Por tanto, la noafirmación del complemento sólo puede utilizarse aquí para indicar que no es el propósito de la oración establecer este hecho, sino sólo opinar sobre él...” (Op. cit., p. 306). ¿Pero qué sucedería si dijésemos “lamento que aprende”, expresión gramatical que sugiere un contexto implícito absolutamente particularizado (“lamento que sólo aprende tonterías8, por ejemplo), sin el que resultaría sin duda “extraña”? Pero está claro que, en “lamento que sólo aprende tonterías”, tampoco es “el propósito de la oración establecer este hecho”, el de aprender tonterías, “sino sólo opinar sobre él”.

Entre “lamento que sólo ha aprendido tonterías en ese colegio” y “lamento que sólo haya aprendido tonterías en ese colegio” no hay diferencias ni en lo que se refiere al carácter de comentario que ambas poseen, ni en lo que se refiere al carácter no afirmativo o no aseverativo que sin duda tienen tanto haya aprendido como ha aprendido, en esos ejemplos. ¿Cuál es, entonces, la diferencia entre estos dos predicados “no aseverativos”?

Las metaforizaciones temporales

Me parece que la clave de toda esta cuestión está en que aquí hemos significado un mismo y único referente (el hecho de lamentar yo tu venida) de dos maneras claramente distintas, de la misma forma que sucede cuando alguien SIGNIFICA como ‘luna de pergamino’ lo que otros SIGNIFICAN como ‘pandereta’, sin que con esto haya de suponerse que sólo uno de los dos significados “se corresponde” con el referente, en tanto que entre el otro y ese referente existe un abismo semántico insalvable. El fallo de este punto de vista consiste en ignorar el hecho elemental de que una pandereta o una luna NO SON SIGNIFICADOS, SINO COSAS, que, como tales, PUEDEN SER SIGNIFICADAS DE LA MANERA QUE SE QUIERA. Lo único que debe de tenerse en cuenta, y que, por otra parte, parece también elemental, es que no es lo mismo significar algo que, en sí mismo, no sabemos lo que es, ya como luna, ya como pandereta. De este hecho indiscutible sólo puede sacarse una conclusión: que la lengua no aprehende las cosas como tales cosas, sino como significados, es decir, QUE SIEMPRE EXISTIRÁ UN ABISMO INSALVABLE ENTRE LOS SIGNIFICADOS Y SUS REFERENTES. No puede hablarse, pues, lingüísticamente, de metáfora, porque, lingüísticamente, toda atribución de una expresión a una realidad dada es por fuerza metafórica, aunque los críticos de la literatura hablen de metáforas sólo cuando se opone “relación habitual” a “relación no habitual”. Pero tampoco los lingüistas llegan a darse cuenta con frecuencia de la existencia permanente del juego metafórico en el quehacer idiomático, porque, con frecuencia, tal juego entra dentro de esas “relaciones habituales” y pasa desapercibido. Baste con recordar un ejemplo brillante de lo que suele suceder con las posibles interpretaciones de estos juegos metafóricos: los gramáticos, como es sabido, han tenido siempre serias dificultades en la clasificación y definición de las formas en -ría, que, justamente por razones semánticas, empieza Nebrija considerando como subjuntivas, hasta que Rask, Salvá y Bello, demuestran lo contrario, aunque, no obstante, la cuestión sigue sin estar del todo clara: entre muchas otras cosas, la Academia inventa, por su parte un “modo potencial” para esta forma; E. Alarcos cree descubrir un “modo intermedio”, formado por cantaré, cantaría y sus compuestos,9 y Gili Gaya, en fin, acaba bautizando estas formas en -ría como futuro de indicativo, aunque “hipotético”10, con lo que la idea de la modalidad no acaba de quedar clara nunca, si bien este autor explica que el valor hipotético no deriva de la pertenencia a “un modo especial”, sino de su condición de “tiempo relativo”, como le sucede también al copretérito, e, incluso, al subjuntivo en -ra: “debías / deberías / debieras trabajar”: es evidente que estuvo en un tris de dar con la clave de la explicación semántica de los valores, en apariencia tan dispares, de cantaría, pero que confundieron la variedad expresiva de esa forma, sus aproximaciones a los sentidos propios del subjuntivo, y la creencia de que el valor hipotético no era más que una consecuencia de su carácter de tiempo no absoluto, sino “relativamente medido”, y, por ello, un componente esencial de su significado.

Sin embargo, aunque Gili Gaya tuviera a Bello tan en cuenta, y, en especial, su estudio de los tiempos de la conjugación, está claro que no comprendió la esencia de su doctrina, semánticamente tan moderna. Bello, en efecto, logró distinguir, entre las verdaderas “categorías” (o unidades) temporales, sus VARIANTES semánticas y LAS CIRCUNSTANCIAS DISTRIBUCIONALES de tales variantes: una verdadera hazaña para su tiempo. Bien es verdad que él no habla de variantes, como es lógico, pero habla de algo mucho más sutil: de metáforas gramaticales. Y es así, como una vez descritas las distintas categorías temporales, descubre que el aparente caos de sus usos no es más que un complejo juego metafórico, fácilmente explicable. Para Bello, los tiempos tienen, cada uno, su significado invariable (lo que hoy llamaríamos su significado “en lengua”): las variaciones que percibimos no lo son realmente de ese significado, sino el fruto de las relaciones que se establecen entre el significado lingüístico y sus posibles referentes extraidiomáticos. ¿Qué pasa cuando se significa un referente presente con un tiempo (significado) pasado? ¿Que cambia el significado de la forma temporal? No, porque éste es inmutable: lo que sucede es que significamos como pasado un acontecimiento que, en la experiencia de lo real, es presente, y, al significarlo así, sugerimos su inexistencia: si digo a alguien en su cara “¡fuiste mi amigo!”, insinúo que ya no lo es, con lo que el pretérito sufre el efecto contextual de la negación implícita. Lo mismo sucede con cantaría11