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Hospitales de enamorados

CLÁSICOS HISPÁNICOS

Nueva época, n.º 7


Director: Abraham Madroñal (Universidad de Ginebra (Suiza) / CSIC)

Secretario: Emmanuel Marigno (Université de Saint-Étienne, Francia)

Consejo de redacción:

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Luis Hurtado de Toledo

Hospitales de enamorados

Edición crítica, introducción y notas
de José Vicente Salido López

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Iberoamericana – Vervuert

Madrid – Frankfurt
2013

Reservados todos los derechos por la legislación en materia de Propiedad Intelectual. Ni la totalidad ni parte de este libro, incluido el diseño de la cubierta, puede reproducirse, almacenarse o transmitirse en manera alguna por ningún medio ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, informático, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo por escrito de la editorial.

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www.ibero-americana.net

ISBN 978-84-8489-734-7 (Iberoamericana)

ISBN 978-3-86527-785-5 (Vervuert)

Depósito Legal: M-21160-2013

Realización: Negra

Impreso en España. Printed in Spain

En esta edición se ha utilizado papel ecológico sometido a un proceso de blanqueado

ECF, cuya fibra procede de bosques gestionados de forma sostenible.

ÍNDICE

PRESENTACIÓN

I. ESTUDIO PRELIMINAR

1. CONTEXTO HISTÓRICO Y BIOGRAFÍA DE LUIS HURTADO DE TOLEDO

1.1. Límites cronológicos de su biografía

1.2. Vida y personalidad

1.3. Obra literaria

1.3.1. Luis Hurtado y las novelas de caballerías

1.3.2. El Memorial

1.3.3. Poesías sueltas

1.3.4. La Égloga Silviana y la Comedia de Preteo y Tibaldo

1.3.5. El volumen misceláneo de las Cortes de Casto Amor y Cortes de la Muerte

1.3.6. El manuscrito de las Trescientas

1.3.7. La Historia de San Josef en octavas

2. LA POLÉMICA AUTORÍA DE LOS HOSPITALES DE LUIS HURTADO

3. LAS EDICIONES IMPRESAS Y LOS MANUSCRITOS DEL HOSPITAL DE AMOR

3.1. La edición del Hospital de galanes y del Hospital de damas en las Cortes de Casto Amor y Cortes de la Muerte (Toledo, 1557)

3.2. La edición del Hospital de Amor en el Cancionero general de Hernando del Castillo (Amberes, 1557)

3.3. El Hospital de Amor en el Cançoneret de Boscán

3.4. El Hospital de Amor en el ms. 4072 de la BNE

4. CARACTERIZACIÓN LINGÜÍSTICA DE LOS HOSPITALES DE LUIS HURTADO

4.1. La lengua de los Hospitales

4.1.1. Ortografía y fonética

4.1.2. Morfosintaxis

4.1.3. Léxico

4.2. Cuestiones métricas

5. EL AMOR COMO ENFERMEDAD Y SU HOSPITAL COMO MARCO ALEGÓRICO

5.1. El Hospital de Amor en la tradición literaria. El género alegórico

5.2. El amor hereos o la locura de amor: medicina y literatura

5.2.1. El amor hereos

5.2.2. El hospital como institución de la medicina asistencial y como alegoría amatoria

6. CRITERIO EDITORIAL

6.1. Criterios generales

6.2. Elementos que configuran la edición

7. BIBLIOGRAFÍA

II. EL HOSPITAL DE GALANES ENAMORADOS. TEXTO CRÍTICO

III. EL HOSPITAL DE DAMAS DE AMOR HERIDAS. TEXTO CRÍTICO

IV. NOTAS TEXTUALES

V. APÉNDICE: EDICIÓN SINÓPTICA DE LAS CUATRO VERSIONES DEL HOSPITAL DE AMOR

PRESENTACIÓN

La idea de editar el Hospital de galanes enamorados de Luis Hurtado de Toledo surgió en los años en los que colaboré con el profesor González Cuenca en su edición del Cancionero general de Hernando del Castillo. Por entonces fue cuando, en pleno estudio de los textos incluidos en la edición de Amberes, 1557, tuve noticia de la existencia de un extenso poema alegórico titulado Hospital de Amor, que se había incluido sin nombre de autor en esa edición del Cancionero a continuación de las obras del Comendador Ludueña. La peculiaridad de este texto radicaba en que se nos han conservado otras tres versiones más, alguna con nombre de autor, que planteaban un curioso problema para la fijación y edición del texto. Una de ellas fue este Hospital de galanes enamorados de Hurtado, que apareció en 1557 dentro del volumen de las Cortes de Casto Amor y Cortes de la Muerte (Toledo, Juan Ferrer, 1557)1; la otra era una versión manuscrita a nombre de Boscán que se conserva en la Biblioteca Nacional de Cataluña; por último, en un manuscrito de la BNE de finales del siglo XVI se incluía otra versión parcial de este mismo poema. Evidentemente, aunque González Cuenca daba noticia de los problemas que planteaba este panorama a la hora de fijar el verdadero autor del poema, no pudo entrar a fondo en la cuestión por las limitaciones propias de la edición de un corpus poético tan amplio.

Esta edición del Hospital de galanes de Luis Hurtado viene a retomar aquella tarea que quedó pendiente, afrontándola ya con la libertad que proporciona un estudio individualizado del texto para poder profundizar en él cuanto sea necesario. Pretende ser esta una edición crítica del texto que, inevitablemente, tiene que afrontar la cuestión de su autoría. El tema no es nuevo; ya había sido objeto de atención de Rodríguez-Moñino en su magistral introducción a la edición facsimilar de las Cortes y de Irisarri (1990) en su tesis doctoral sobre Luis Hurtado. Ambos coincidían en negar la autoría del texto al párroco tole dano, amparados en su habitual costumbre de retocar obras ajenas sin dejar pistas sobre los límites de su manipulación. Así lo había hecho, por ejemplo, en las Cortes de la Muerte, donde trabaja sobre el original de Micael de Carvajal, en la Comedia de Preteo y Tibaldo, reelaboración de un texto de Perálvarez de Ayllón, y en el Palmerín de Inglaterra, novela de caballerías cuya autoría se apropia Luis Hurtado. Y no parece que este Hospital de galanes sea una excepción.

No obstante, faltaba un estudio comparativo de los cuatro testimonios que viniera a corroborar que esa fama de refundidor de Luis Hurtado quedaba de manifiesto una vez más en este poema y que permitiera aportar algún dato más sobre el verdadero autor de este Hospital de Amor. Por eso me ha parecido oportuno incluir como apéndice una tabla con las cuatro versiones que permita visualizar las variantes y errores que aporta cada una como apoyo al razonamiento sobre la autoría que se presenta en la introducción.

Y aprovechando la ocasión, se edita también otro poema que apareció en el mismo volumen de las Cortes donde se incluía el Hospital de galanes y que también tenía la firma de Luis Hurtado. Se trata de otro poema alegórico de tema amoroso basado en la misma metáfora hospitalaria, aunque en este caso protagonizado por personajes femeninos. Su título es Hospital de damas de Amor heridas. Rodríguez-Moñino, por considerarlo obra de la misma mano que escribió el Hospital de galanes, le niega la autoría a Luis Hurtado. Pero, aparte de ese antecedente, no hay ninguna razón de peso para no considerarlo un texto original del párroco toledano. Posiblemente a partir de esa reelaboración del Hospital de Amor pudo tomarle el gusto a la alegoría de tema médico, e igual que compuso con total seguridad un Hospital de neçios siguiendo en esencia el modelo del hospital de enamorados, pudo haber compuesto este Hospital de damas que se incluye en la presente edición.

Este trabajo es el fruto de varios años de investigación en los que he tenido tiempo de adquirir deudas con maestros y amigos que desinteresadamente me han prestado ayuda. Por eso desde estas líneas quiero agradecer la labor de Joaquín González Cuenca, Abraham Madroñal y Giuseppe Mazzocchi, a quienes debe mucho este trabajo. Vaya para ellos mi más sincera gratitud.

Nota

1 Hay edición facsímil de las Cortes de Casto Amor y Cortes de la Muerte: Valencia, Andrés Ortega del álamo y Librería Bonaire, 1964. El facsímil va precedido de una extensa y fundamental introducción de RODRíGUEZ-MOÑINO, «El poeta Luis Hurtado de Toledo (1510-c. 1598)». El Hospital de galanes enamorados ocupa los ff. 25r-31r. Siguen el Hospital de damas (ff. 31v-38r) y el Espejo de gentileza (ff. 38r-44v).

I. ESTUDIO PRELIMINAR

1. CONTEXTO HISTÓRICO Y BIOGRAFÍA DE LUIS HURTADO DE TOLEDO

1.1. Límites cronológicos de su biografía

Hasta hace relativamente poco tiempo, el único interés que despertaba la biografía de Luis Hurtado de Toledo era el de confirmar o desmentir a la luz de hipotéticas fechas su posible autoría de tal cual obra. Con el pretexto de demostrar la autoría de Hurtado sobre unas glosas de romances aparecidas en pliegos sueltos y, sobre todo, al hilo de la famosa polémica sobre quién compuso el Palmerín de Inglaterra, aparecieron numerosas monografías que en su mayoría repetían de manera automática las conclusiones que les venían heredadas de los primeros que se habían planteado la cuestión.

El que la biografía de Hurtado sólo importara a la hora de tratar cuestiones tan ajenas a los avatares del personaje como las referidas podría haber sido un mal menor si con tal excusa hubieran surgido estudios que aportaran datos definitivos sobre la biografía del párroco toledano, pero en la mayoría de los casos el resultado fue un conjunto de elucubraciones que, lejos de estar respaldadas por una exhaustiva labor de investigación en archivos, se basaban en testimonios autobiográficos entresacados de la obra de Hurtado.

El poco rigor de unas afirmaciones en muchos casos tomadas de boca de personajes supuestamente pensados para ser reflejo del autor en la ficción, la ambigüedad o imprecisión con que se ofrecen y los errores en la interpretación de quienes se han servido de ellas para fundamentar sus hipótesis son las causas de un desorientador baile de cifras y fechas que, documento en mano, no tardaron en invalidar estudios más rigurosos2. Con buen criterio, quienes verdaderamente se interesaron por la vida del poeta toledano vieron la necesidad de invertir el método que hasta entonces se había seguido, es decir, fijar primero la biografía de Luis Hurtado, acudiendo a fuentes documentales fiables, para determinar, a partir de ahí, qué obras podían ser suyas por cronología y cuáles no.

Así es como surgieron estudios que, fundamentados en la objetividad de documentos oficiales, han fijado con certeza absoluta los límites cronológicos de la biografía de Hurtado.

No obstante, tampoco se trata de descalificar desde estas líneas el trabajo de estudiosos como Neira de Mosquera, Michäelis de Vasconcellos o Rodríguez-Moñino. Sus teorías gozaron de indudable difusión y a su amparo surgieron numerosas propuestas de autoría para obras de dudosa atribución que de una forma u otra se habían relacionado con Luis Hurtado. Tal vez los resultados no fueron acertados, pero, como afirma Rodríguez-Moñino, al menos sirvieron para despertar el interés por la figura de Hurtado:

Es posible que mis deducciones, que he procurado que no fuercen el normal sentido de los textos, no convenzan a investigadores más agudos, pero en todo caso servirán para que vuelva a plantearse el problema biográfico de Hurtado —y aun el de su intervención en el Palmerín— a la luz de los textos primitivos, no suficientemente beneficiados3.

Para acudir al origen del planteamiento de la cuestión biográfica de Luis Hurtado de Toledo hay que remontarse a mediados del siglo XIX. En efecto, en 1853 Neira de Mosquera, el primero que se preocupó del asunto, daba el año de 1532 como fecha de nacimiento de Hurtado4 basándose en el siguiente texto:

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Se trata de un fragmento, concretamente los versos 57-88, del texto manuscrito de las Trescientas del triunfo de virtudes en defensa de illustres mugeres (ff. XIv-XIIr)5, obra de Luis Hurtado fechada en 1582 («después de la culpa de Adán remediada, mil y quinientas su cuenta notada y dos con ochenta bueltas iguales»). En el verso 76 Neira de Mosquera leía «de aquellos en cuya defensa os escrivo», evidente errata de la que dan fe el sentido y el original manuscrito. Pero aparte de este detalle, la conclusión es clara: si Luis Hurtado en 1582 reconoce tener «diez lustros de años», no hay ningún problema para afirmar que había nacido en 1532.

En esa misma línea, y sirviéndose de la argumentación de Neira de Mosquera, Barrera se suma al debate y da la fecha de 1530 como la del nacimiento de nuestro autor. Su alegación para retrasar en dos años la fecha es esta:

Es evidente, por consecuencia, que el autor de este libro tenía cumplidos cincuenta años en 1582. No admitiendo la cuenta por lustros una exactitud matemática, calculamos que pudo haber cumplido ya en esta fecha los cincuenta y dos años, y fijamos su nacimiento hacia el de 15306.

Sirviéndose de las conclusiones de Neira de Mosquera, los que se empeñaban en negarle la autoría a Hurtado del Palmerín, obra de 1547, presentaban ese año de 1532 para justificar que un joven de quince años no podía ser el autor de una obra que denotaba rasgos de evidente madurez. Así sir Henry Thomas al hablar de la cuestión:

En su obra [de Hurtado] Las Trescientas del triunfo de virtudes en defensa de ilustres mujeres, que para bien de los humanos ha permanecido inédita, refiere que la escribió en 1582, cuando contaba diez lustros de edad. Los ingeniosos se han valido de este dato para calcular que Hurtado nació en 1532, y que, por tanto, tenía unos quince años cuando se publicó la novela española. No se precisa discurrir demasiado para rechazar la teoría de que un muchacho de menos de quince años, hijo de un pobre tendero de Toledo, que jamás pasó de ser un clérigo local menesteroso y un humilde empleado de un editor, fuere el autor de una obra que contiene señales evidentes de madurez, y que habría de requerir un considerable conocimiento del mundo y un íntimo contacto con una corte extranjera7.

Los mismos argumentos emplearon otros críticos, como Menéndez Pelayo, Michäelis de Vasconcellos o Hurtado y González Palencia.

En 1959, Rodríguez-Moñino publica «El poeta Luis Hurtado de Toledo (1510-c. 1598)», como parte integrante de su libro Relieves de erudición (del «Amadís a Goya»). Estudios literarios y bibliográficos (Valencia, 1959, pp. 143-203) y posteriormente como estudio introductorio a la edición facsímil de las Cortes de Casto Amor y Cortes de la Muerte (Valencia, 1964, pp. 9-55), de Luis Hurtado. Su propósito en esas páginas era el de atribuir a Luis Hurtado la paternidad de unas glosas aparecidas en unos pliegos sueltos de 1539 a nombre de un tal «Hurtado». Evidentemente, de no retrasar de forma considerable la fecha de nacimiento del párroco de San Vicente tal atribución sería insostenible.

Rodríguez-Moñino, con una lectura aguda del texto original del que habían partido las primeras hipótesis, creyó poder demostrar que Luis Hurtado de Toledo había nacido en 1510. Tampoco dio con la que era la fecha cierta del nacimiento de Hurtado, pero no se puede negar que su razonamiento iba muy bien encaminado para haber conseguido unos resultados más cercanos a los reales. En lo esencial, supo captar el sentido correcto de los versos de las Trescientas:

Por otra parte, el texto completo dice, a mi entender, una cosa muy diferente de la que se ha querido deducir del mutilado. En efecto, lo que expresa Luis Hurtado es que en el tiempo en que escribe había pasado cincuenta años desde que se apartó de las mujeres (= de aquellas en cuya defensa os escribo), desde que perdió la posibilidad de uncirse al yugo matrimonial (= después de dexado el yugo captivoque tomar pudiera si bien lo [sic, por no] mirara), desde que tomó el estado sacerdotal (= después que ya ungido a Dios presentarami vida y estado con alma y motivo), desde que vistió la sotana (= después de cubrir mi cuerpo de arreosegún que San Pedro le quiso escoger), después que la experiencia le hizo conocer el mundo y las personas (= después que esperiencia me hizo saberen parte el valor de las criaturas)8

Efectivamente, esto es lo que quería decir Luis Hurtado en las coplas de sus Trescientas, y en consecuencia

en 1582 no tenía cincuenta años, sino que hacía cincuenta años que había recibido la ordenación sacerdotal. Y la fecha de 1532 no es la de su nacimiento, sino en la que se hizo cura. Y en 1547, fecha de la publicación del Palmerín de Inglaterra, no tenía quince años sino, calculando por lo bajo, treinta y cinco o treinta y siete9.

Siguiendo su argumentación para concluir en la fecha de 1510 como año de nacimiento de Hurtado, Rodríguez-Moñino se fija en otros dos textos del párroco toledano que dan pistas sobre su biografía. El primero es un soneto que aparecía en los preliminares de la Historia de San Vicente, impresa en el año 1885, en el que Hurtado reconocía llevar treinta y cinco años como párroco en la iglesia de San Vicente:

Señor Luys de la Cruz del santo espero
que por la suya os ha de alcançar gloria,
pues cantáis su triumpho verdadero,

y yo, su ganadero,
el galardón le pido
de siete lustros con que le he seruido.

El segundo texto es un retrato que Luis Hurtado hace de sí mismo en el Teatro pastoril (1582)10, bajo el nombre de Lusardo, anciano pastor:

… al fin, experimentado en varias tragedias de los trages mundanos, me recogí a la serranía en vida y officio pastoril, donde me fue encargado el mejor ganado deste monte y ribera; y que a causa de mis exercicios, artes y costumbres o por los piadosos afectos que con otros pastores y con el ganado tratava, el supremo amor me recibió por sacerdote de su templo, poco más de los veynte y dos años passados del curso de mi jornada […]

Esta es, amado Lucindo, —dixo el Pastor Lusardo— la narración de mi fortuniosa carrera; la qual me ha traído a tal edad y estado que ya se me han caydo muchas tejas de la cubierta de mi cauaña, mellado parte de las piedras de mi molino y cubierto de blanca nieue la falda de la más estimada sierra de mi majada, y lo que más me fatiga que con tan larga penitencia aún el amor saca pimpollos y brota renuevos de las ya viejas rayzes deste árbol que por ley natural devía ser auergonçado con su corteza11.

Por un lado, si Luis Hurtado reconoce en 1585 que lleva treinta y cinco años ejerciendo su labor de párroco en la iglesia de San Vicente, de haber nacido en 1532 se supone que habría conseguido el cargo a los dieciocho años, una edad impropia para un puesto de tanta responsabilidad. Este detalle demuestra que la interpretación que da Rodríguez-Moñino al fragmento de las Trescientas es la adecuada y lo autoriza para retrasar la fecha de nacimiento de Hurtado. Además, la descripción que hace de sí mismo en 1582 no es la de un hombre de cincuenta años, sino que más bien nos presenta

su estado físico de ancianidad rayana en la decrepitud: «[mi vida] me ha traído a tal edad y estado que ya se me han caydo muchas tejas de la cubierta de mi cauaña [= cabellos], mellado parte de las piedras de mi molino [= dentadura] y cubierto de blanca nieue la falda de la más estimada sierra de mi majada [= barba]». Esto no es aplicable a un hombre de cincuenta años, sino a quien tenía muchos más, a quien en 1582 se llamaba anciano y en 1585 había desempeñado durante treinta y cinco una de las más importantes parroquias de Toledo12.

Por otro lado, y una vez demostrada la validez de su planteamiento, Rodríguez-Moñino da un último paso para concretar el año de nacimiento de Luis Hurtado de Toledo. La argumentación es que si en el texto de las Trescientas (1582) reconoce llevar cincuenta años de sacerdote y en su Teatro pastoril afirma haber sido ordenado con poco más de veintidós años (poco más de los veynte y dos años passados del curso de mi jornada), un sencillo cálculo de resta permite afirmar que el poeta toledano nació hacia el año 1510.

En cuanto a la datación de su muerte, Rodríguez-Moñino pensaba que debía de haber ocurrido hacia 1598. Al menos ese era el año en que se había impreso una Historia de San Josef en octavas a nombre de Luis Hurtado, un texto perdido del que daba noticia Nicolás Antonio en la Bibliotheca Hispana Nova (1788)13. Incluso a Rodríguez-Moñino le resultaba excesivo el que un autor tan anciano a la altura de 1598 pudiera estar publicando obras, pero aun así intenta justificar su teoría argumentando que «no es imposible que en ella [la fecha de 1598] aún escribiese quien lo hacía, con seguridad absoluta, en 1585»14.

No cabe duda de que la propuesta de Rodríguez-Moñino estaba construida sobre unos razonamientos difíciles de rebatir sin la ayuda de testimonios fidedignos, es decir, sin documentos que aportaran datos fiables sobre la biografía de nuestro autor. La solidez del planteamiento en el que fundamentaba sus hipótesis y la seriedad de sus propuestas hicieron que entre los que se interesaron por la figura de Luis Hurtado nadie se cuestionara la validez de sus conclusiones.

Pero, paradójicamente, el problema de los límites de la biografía de Hurtado estaba resuelto en las páginas de un humilde artículo publicado en la Revista de Segunda Enseñanza en el año 1926, es decir, más de treinta años antes de que apareciera el citado estudio de Rodríguez-Moñino. Su autor, Vegué y Goldoni, publicó dos concluyentes documentos sobre la biografía del autor toledano que dejaban zanjada cualquier disputa sobre sus límites cronológicos.

Para la fijación del año de nacimiento de Luis Hurtado, Vegué y Goldoni presentaba un documento perteneciente al acta inquisitorial de un proceso en contra de Francisco Becerra, el pintor toledano que Hurtado cita entre los personajes ocurrentes y graciosos en su Memorial15, acusado de «perjurio a favor de Bernardino Torres». En ese proceso aparece prestando declaración Luis Hurtado de Toledo y reconoce tener sesenta y dos años:

En la audiencia de la tarde de la Inquisición de Toledo a diez y ocho días del mes de junio de mill e quinientos y ochenta y cinco años ante el señor inquisidor don Juan de Çúñiga paresció llamado y juró en forma de derecho y prometió de dezir uerdad Luis Hurtado, cura de la parrochial de San Vicente desta ciudad, de edad que dixo ser de sesenta y dos años16.

Por lo tanto, el párroco de San Vicente no había nacido en 1532, como se pensó en un primer momento, ni tampoco en 1510, como creía demostrar Rodríguez-Moñino, sino en 1523, según se desprende de las palabras del mismo Hurtado.

También presenta en ese mismo artículo la partida de defunción del párroco, aparecida en el archivo de la parroquia toledana de San Nicolás, en el «Libro de difuntos y matrimonios de la parroquia de San Vicente de Toledo». Poco queda que objetar ante la evidencia17:

1590

Murió el cura de San Vte., Luis Hurtado, en quince días del mes de marzo, y recibió los sacramentos. Enterrose en Sant Vte., a la puerta de la capilla y en una bóbeda suia. Hizo testamento, el qual puso ante [en blanco]. Dejó por albacea a Jerónimo Hurtado, su hermano, parroquiano de Sant Vte. Pagáronse los servicios de su entierro y de nuebe misas que mandó se le dijeren a Nra. Sra. en lugar de nobenario. Fa. a 15 de M.º de 1590 años18.

No deja de resultar sorprendente que las definitivas aportaciones del trabajo de Vegué y Goldoni se ignoraran aún en 1959, un hecho tan sólo explicable por la escasa difusión de que gozó el artículo, olvidado en las páginas de la austera Revista de Segunda Enseñanza.

En 1977, Greco en el estudio introductorio de su citada tesis doctoral sobre las Trescientas en defensa de illustres mugeres, de Luis Hurtado, hace un balance de lo que se sabía hasta el momento al respecto de la datación del nacimiento y muerte del autor de las Trescientas. Recoge lo dicho por Vegué y Goldoni y aporta otro documento más que viene a corroborar la fecha de 1523 como la del nacimiento de Hurtado de Toledo. Se trata del testamento escrito por la propia mano del párroco de San Vicente, en el que recoge sus últimas voluntades, firmado el 25 de julio de 1588 y donde afirma que tiene sesenta y cinco años:

… siendo llegado oy lunes veinte y cinco de julio de mill qujnientos e ochenta y ocho años día del bienaventurado apóstol Santiago a los sesenta y çinco años de mi edad cumplida19

Coinciden, por lo tanto, los datos de Vegué y Goldoni y los que ofrece el testamento de Hurtado, lo que permite afirmar con rotundidad que Luis Hurtado de Toledo nació en torno a 1523. Greco plantea la rara posibilidad de que en ambas ocasiones Luis Hurtado se hubiera confundido al declarar su edad, algo que prácticamente podría descartarse por el indudable carácter oficial de los documentos en los que declara su edad, lo que elimina cualquier sospecha de intencionada falta a la verdad en las palabras del párroco, y por la distancia temporal que hay entre ambos, lo que da más valor a la coincidencia en ese año de 1523. Por desgracia, lo que podría sacar de dudas de forma definitiva, es decir, su partida bautismal, se encuentra perdida. Por sus propias palabras sabemos que fue bautizado en la parroquia de San Vicente de Toledo, como reconoce en el Memorial de cosas notables que tiene la imperial ciudad de Toledo20, pero, tal como vio Greco, los libros de bautismo de los años que rodean la fecha de 1523 están perdidos.

Solo queda, para concluir con la cuestión, interpretar a la luz de estos nuevos datos qué quería decir Luis Hurtado en aquellos pasajes de su obra que sirvieron en su momento para fijar las fechas de su biografía y comprobar dónde radicaban los errores de los que se sirvieron de ellos. Efectivamente, como interpretaba Rodríguez-Moñino, esos «diez lustros de años / después de apartado de muchos rebaños / de aquellas en cuya defensa os escrivo» no se refieren a la fecha de su nacimiento, pero tampoco en sentido estricto a la fecha de su ordenación sacerdotal. En el año 1532, que es al que, como hemos visto, se refiere con esa perífrasis de sus Trescientas, Luis Hurtado tenía nueve años. Así interpreta Irisarri este dato:

Si se puede considerar que de los 7 a los 10 años se suele afirmar que poseemos uso de razón y es cuando teóricamente se puede elegir estado, ¿por qué no considerar que a los 9 ó 10 años pudo Luis Hurtado retirarse del siglo y aspirar a entrar en religión? Por otra parte, ésa era —y lo es— normalmente la edad en que se suele entrar en los seminarios. Abandonar el mundo, sus pompas y sus obras —como solía decirse— para abrazar el estado religioso a los diez años encaja perfectamente en la expresión21.

Bien es cierto que unos versos más abajo, cuando habla del estado del autor, Luis Hurtado dice que escribe «despúes de cubrir mi cuerpo de arreo / según que San Pedro le quiso escoger», lo que hacía sospechar con fundamento a Rodríguez-Moñino que a esa edad se había ordenado sacerdote. Pero también esta afirmación se puede reinterpretar con lo que ya sabemos sobre la biografía de Luis Hurtado:

La inferencia de Rodríguez-Moñino es precipitada: en 1582 no tenía cincuenta años, sino que hacía cincuenta años que había recibido la ordenación sacerdotal. Vestirse con los «arreos» sacerdotales («vestir la sotana») no significa haber «recibido la ordenación sacerdotal» ni «vestir la sotana», como bien aplica Rodríguez-Moñino a «cubrir mi cuerpo de arreo», hay que adjudicarlo necesariamente al sacerdocio, pudiendo ser desde ostiario a sacerdote, pasando por otros cinco grados intermedios, a todos los cuales se les puede aplicar lo de vestir sotana22.

Por tanto, lo que se sabe a ciencia cierta de la cronología de la vida de Luis Hurtado es que nació en 1523, fue bautizado en la iglesia de San Vicente de Toledo, siendo niño inició su camino hacia el sacerdocio, llegó a ser párroco de la iglesia en la que fue bautizado y allí fue enterrado al morir el 15 de marzo de 1590.

1.2. Vida y personalidad

Luis Hurtado fue un personaje peculiar en casi todas las facetas de su vida. Su personalidad, su actividad literaria, en fin, su biografía, todo deja intrigado y confuso a quien se detiene en la figura del cura de San Vicente. Era hijo de Juan Sánchez de San Pedro y de Leonor de la Fuente Hurtado. Muy probablemente tuviera ascendencia judeoconversa, como deduce Irisarri23 de la posible relación de parentesco del padre de Hurtado con don Diego González Jarada o Diego de la Fuente, alcalde ordinario de Toledo que se convirtió al cristianismo. Sea verdadera o no tal hipótesis, lo cierto es que Luis Hurtado llegó a ser rector de una de las más principales y ricas parroquias de Toledo, como era la de San Vicente.

En contra de lo que muchos críticos han pensado, no «procedió de familia pobre»24, ni tampoco fue «un clérigo local menesteroso y un humilde empleado de un editor»25. Su condición, aunque no fuera de lo más selecto de Toledo, seguro que no fue tan humilde como pretendían demostrar los que le negaban la autoría del Palmerín. De hecho, él mismo reconoce la nobleza de su linaje al hablar de la iglesia de San Vicente:

La iglesia de San Viçente Mártir es la terçera, y d’esta, como cabaña en la qual […] mis padres tuvieron y tienen casa proçedida de noble familia, podré dar quenta, pues ellos adornaron mucha parte d’este templo, ansí en dones [i. e., donaciones] como en los arcos, retablo y coro mayor d’él26.

No puede decirse que una familia que haga tan generosos donativos sea precisamente pobre. De hecho, como afirma Gómez-Menor, «era [la familia de los Hurtado] una de las más distinguidas y ricas familias judeoconversas de Toledo»27. Ahora bien, tampoco significa esto que Luis Hurtado viviera en la abundancia, pero lo que sí es seguro, como demuestran su testamento28 y el de su madre29, es que el párroco de San Vicente no conoció la necesidad. Su nivel económico, aunque no fuera gran cosa, le permitió de sobra vivir con desahogo, por mucho que en la ficción intentara aparentar lo contrario:

Yo soy la Necesidad,
bien me deves conoçer
dende tu primera hedad30.

Su ejercicio pastoral en la parroquia de San Vicente de Toledo se inició en el año 155431. Concretamente, el 4 de febrero de ese año firma su primera partida bautismal como rector de San Vicente. Tenía por entonces treinta y un años, aunque, en contra de los que pensaban que Luis Hurtado era sacerdote de vocación tardía, no fue éste su único destino32. Antes de recalar en la parroquia toledana ya había sido párroco de Villaverde de Ambasaguas, en el partido judicial de Alcaraz, por aquella época perteneciente a la diócesis de Toledo, y prestamero mayor de la iglesia de Chinchilla y de San Antonio de Murcia33. Al menos hasta unos días antes de hacerse cargo de la parroquia de San Vicente estuvo desempeñando su labor pastoral en Villaverde, como prueba una carta de pago fechada el 11 de enero de 1554:

… Luis Hurtado, clérigo, cura de Villaverde, que estáis presente como fiador de Juan Sánchez de San Pedro, de Murcia, vuestro padre difunto34

Debió de ser hombre culto, como se infiere de las largas retahílas de autores y obras que cita en sus escritos35, y bastante estimado por la gente de su ciudad natal, ya que, de no ser así, difícilmente se le habría encargado a él la contestación al cuestionario que envió Felipe II para las Relaciones topográficas, teniendo en cuenta que Toledo contaba entre sus habitantes con personas sobradamente capacitadas para realizar la labor36. El innegable prestigio del párroco toledano le permitió codearse con la flor y nata de la sociedad toledana, especialmente con los Vargas-Manrique, una de las familias más influyentes en el Toledo del siglo XVI, con quienes mantuvo una cordial relación. A algunos de sus miembros les dedicó su manuscrito de las Trescientas en defensa de illustres mugeres, concretamente a Ana Manrique y a sus hijos, Isabel Manrique, la Ismenia de sus relatos, y Luis de Vargas, el primogénito, con el que compartió amistad y aficiones literarias.

De la personalidad de Hurtado, lo primero que hay que tener en cuenta es que fue hombre de Iglesia, algo que indudablemente dejó impronta en su carácter. Defensor a ultranza del catolicismo más rancio y de su moral, su obsesión por condenar la lascivia salta a la vista en cualquier rincón de sus obras. De hecho, son varias las composiciones de su producción dedicadas a ensalzar el amor divino y espiritual en detrimento de lo carnal. Tales son, por ejemplo, sus Cortes de Casto Amor o su Coloquio de la prueva de leales, por no mencionar el Templo de Amor, con los retazos moralizadores que va dejando caer aquí y allá. Incluso en una obra tan poco dada a reflexiones sobre el amor como es el Memorial, no desaprovecha la ocasión para dejar constancia de sus ideas:

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