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Diego Armus y Stefan Rinke (eds.)

Del football al fútbol/futebol:

historias argentinas, brasileras y uruguayas

en el siglo xx

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Estudios AHILA de Historia Latinoamericana N.º 11

Editor General de AHILA:

Manuel Chust

Consejo Editorial:

John Fisher (University of Liverpool)

Lucia Guimarães (Universidade do Estado do Rio de Janeiro)

Natalia Priego (University of Liverpool)

José Quintero (University of Maryland, College Park)

Stefan Rinke (Freie Universität Berlin)

Eugenia Scarzanella (Università di Bologna)

Marianne Wiesebron (Universiteit Leiden)

Estudios AHILA de Historia Latinoamericana es la continuación
de Cuadernos de Historia Latinoamericana

Asociación de Historiadores Latinoamericanistas Europeos

DEL FOOTBALL AL FÚTBOL/FUTEBOL: HISTORIAS ARGENTINAS, BRASILERAS Y URUGUAYAS EN EL SIGLO XX

Diego Armus y Stefan Rinke (eds.)

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ÍNDICE

Introducción

Diego Armus y Stefan Rinke

Primera parte. Los comienzos

Entre 1899 e 1920: dados iniciais da história do futebol em Salvador

Coriolano Pereira da Rocha Junior y Fernando Reis do Espírito Santo

Sociedad, ciudad y fútbol en la Buenos Aires de 1920-1930

Julio D. Frydenberg

La prensa escrita como actor social de un modelo deportivo. Córdoba (Argentina), primeras décadas del siglo xx

Franco Damián Reyna

La globalización del fútbol durante la crisis de 1930: Uruguay y la primera Copa del Mundo

Stefan Rinke y Florencia Facchio

Segunda parte. Fútbol/política/cultura

El fútbol en las escuelas y colegios argentinos. Notas sobre un desencuentro en el siglo xx

Diego Armus y Pablo Ariel Scharagrodsky

Estadios y potreros en la pantalla. El fútbol en el cine de los años treinta y la construcción de imágenes de la argentinidad

Cecilia Nuria Gil Mariño

Miradas y prácticas del fútbol desde las izquierdas uruguayas: Montevideo (1920-1950)

Rodolfo Porrini

O futebol e a política esportiva de Vargas e Perón: um estudo comparado

Maurício Drumond

La peronización del fútbol argentino: el caso del Club Atlético Atlanta de Villa Crespo

Raanan Rein

Detrás de la vidriera del Mundial. Argentina 1978: derechos humanos, censura y fútbol en la prensa italiana

Camilla Cattarulla

Futebol, identidade nacional e Ciências Sociais no Brasil

Luiz Carlos Ribeiro

¿El ocaso del Estadio-nación? Un análisis sobre la construcción y remodelación del Maracaná para el Mundial de 2014

Bernardo Borges Buarque de Hollanda

Sobre los autores

INTRODUCCIÓN

Diego Armus
Stefan Rinke

Hacia la segunda mitad del siglo xx el fútbol distaba de ser un objeto de reflexión. En los medios académicos se lo ignoraba o se lo despreciaba por ser un tema menor que no merecía problematizarse. Solo un puñado de periodistas deportivos reflexionaba sobre este deporte en clave memorialística, escribiendo historias de clubes de fútbol marcadas por un tono casi epopéyico, similares a las de los historiadores locales que celebran sin dudar la historia inevitablemente gloriosa de una ciudad o un pueblo. Esas historias del fútbol escritas por periodistas deportivos ofrecen amenas narrativas que, sin embargo, aplanan y simplifican el pasado. A pesar de ello, son fuentes de datos y detalles imprescindibles al momento de empeñarse en lecturas más contextualizadas del fenómeno del fútbol, en particular del fútbol profesional, tanto en el pasado como en el presente.

Fue en las últimas dos décadas cuando estos empeños por problematizar el fútbol comenzaron a fructificar y lo transformaron en un muy dinámico campo de estudios que excede la historia de clubes y el fútbol profesional. Historiadores, sociólogos, etnógrafos, cientistas políticos, escritores, críticos culturales, especialistas en medios de comunicación y en la gestión de grandes organizaciones han estado animando la renovación de los estudios sobre el fútbol. No debe sorprender, entonces, que al despuntar el siglo xxi pocos se animen a cuestionar a quien afirme que el fútbol es mucho más que un deporte. Se trata, en verdad, de muchas cosas a la vez: un modo de ejercitar el cuerpo, un producto de consumo masivo, un espectáculo, un negocio, un tema de conversación, un tópico literario y mediático, un fenómeno global, un modo de control social, una expresión popular mas o menos autónoma, un maleable recurso al momento de articularse identidades sociales, étnicoraciales, nacionales y de género. Sin grandes esfuerzos esta lista puede hacerse mucho más larga.

Con estas renovadas perspectivas fueron tomando forma variadas miradas históricas sobre las dimensiones socio-culturales del deporte más popular de todos los tiempos. Los historiadores, y en línea con la dominante fragmentación que ha marcado a la historiografía en los últimos tiempos, discuten el fútbol aspirando a contextualizarlo y de ese modo acercarse tanto como sea posible a su real complejidad. Y los científicos sociales han descubierto la conveniencia de darle algún anclaje histórico a sus interpretaciones sobre el multifacético fenómeno del fútbol en el mundo contemporáneo.

Estas nuevas miradas sobre el fútbol se despliegan en abanico, en algunos casos conformando tópicos donde no faltan los debates, en otros con no más que un puñado de estudios puntuales y pioneros a la espera de ser testeados por nuevas aproximaciones, y en otros, por fin, como el anuncio de una agenda de temas sobre los que todo está por hacerse.

Del football al fútbol/futebol: historias argentinas, brasileras y uruguayas en el siglo xx reúne trabajos presentados en el simposio “Historia del fútbol en América del Sur” celebrado con ocasión del XVI Congreso Internacional de AHILA en San Fernando, España, en 2011. En conjunto dan cuenta de algunas facetas del ajuste, adaptación, recreación y consolidación en tres países del Cono Sur latinoamericano de un deporte gestado en la modernidad inglesa. A su modo, son capítulos de la popularización y criollización del football, de su transformación en fútbol en Argentina y Uruguay y en futebol en Brasil.

Los artículos de la primer parte del libro exploran temas instalados en las primeras décadas de la historia del fútbol. Coroliano Da Rocha Junior y Fernando Reis do Espírito Santo estudian los comienzos del fútbol en Salvador como una evidencia de la emergencia localizada de la modernidad en una ciudad puerto del nordeste brasilero, alejada y muy distinta de las mas estudiadas Río de Janeiro y San Pablo. Julio Frydenberg también se enfoca en los albores del fútbol en Buenos Aires, subrayando su relevancia en la construcción de identidades barriales, el afianzamiento de los clubes de fútbol y el despertar de la profesionalización. Franco Reyna explora la temprana relación entre el fútbol y la prensa escrita en Córdoba, fuera del mundo rioplatense, en particular la conformación de un grupo profesional, los periodistas deportivos, que cargaría de metáforas y sentidos un deporte que avanzaba en el triple carril del espectáculo de masas, el profesionalismo y la práctica amateur popular. Stefan Rinke y Florencia Facchio exploran los primeros años de la globalización del fútbol, la rápida criollización del fútbol en Uruguay y algunos de los avatares que acompañaron la realización del primer Campeonato Mundial, no en Europa, sino en un país de la periferia.

La segunda parte incluye artículos que tensionan el fútbol, la política y la cultura. Diego Armus y Pablo Ariel Scharagrodsky discuten la paradoja de una sociedad que ha celebrado el decisivo lugar del fútbol en la vida extraescolar de los niños y jóvenes argentinos, su casi absoluta ausencia en los contenidos didácticos de la educación física en escuelas y colegios y su esporádica presencia en la vida escolar como resultado de los deseos de los propios alumnos y no de las planificaciones curriculares. Rodolfo Porrini estudia las posiciones de las izquierdas uruguayas respecto de la práctica del fútbol, pero en el marco mas amplio del uso del tiempo libre de los sectores populares uruguayos durante el segundo cuarto del siglo xx. Cecilia Gil Mariño analiza de qué modo el cine argentino de la década del treinta tomó nota de la popularización, modernización y nacionalización del fútbol. Maurício Drumond discute el fútbol y otros deportes en tiempos de Vargas y de Perón como productos culturales alentados desde el estado que las sociedades brasileras y argentinas reinterpretaron y cargaron de nuevos sentidos, no necesariamente en línea con las intenciones oficiales. Raanan Rein retoma la más tradicional historia de clubes argentinos de fútbol, en este caso el del Club Atlético Atlanta, pero enhebrándola con cuestiones referidas a la etnicidad, la historia barrial y la política nacional en tiempos del primer peronismo. Camilla Cattarulla analiza el tono y énfasis con que la prensa italiana cubrió el Campeonato Mundial de 1978 hilvanándolos con los intereses económicos italianos en Argentina, la política doméstica italiana y la gran fiesta del fútbol en el país anfitrión, donde las pasiones futboleras coexistían con la represión política y la rampante violación de los derechos humanos. Luiz Ribeiro reflexiona sobre los cambios y continuidades presentes en las miradas articuladas por las ciencias sociales al momento de discutir el lugar del fútbol en la conformación de la identidad nacional brasilera a lo largo del siglo xx. Finalmente, Bernardo Borges Buarque de Hollanda discute los proyectos de remodelación del estadio de Maracaná en ocasión del Campeonato Mundial de 2014 como reflejos no solo de la perdurable presencia popular en el público del fútbol sino también de la creciente presencia de sectores medios y altos en la geografía social del estadio.

La variedad de temas que cubren estos artículos revela el modo en que la historia del fútbol se complejiza de la mano de la contextualización así como el dominante lugar que tiene el fútbol profesional en la historiografía. Allí se destacan actores y tópicos, algunos presentes durante gran parte del siglo, otros mas recientes. Entre los primeros: los clubes, los periodistas y la radio, el Estado, los jugadores estrella, la pasión del hincha y sus lealtades, la internacionalización del fútbol, los supuestos estilos nacionales de juego. Entre los más recientes: la televisión, las empresas de marketing e indumentaria deportiva; los agentes de los jugadores; las barras bravas; la violencia en los estadios, la corrupción, las crisis financieras de los clubes. Los actores y temas del fútbol no profesional concitaron –y concitan– una atención comparativamente menos enfocada: se trata del fútbol como práctica recreativa en plazas, calles, terrenos baldíos y playas, como recurso pedagógico en la escuela, como actividad que alimenta la sociabilidad local. En cualquier caso, y más allá de los imprevisibles énfasis historiográficos futuros, no hay duda de que el fútbol seguirá consolidándose como un insoslayable tópico en la historia de las modernidades urbanas de Argentina, Brasil y Uruguay.

PRIMERA PARTE
LOS COMIENZOS

ENTRE 1899 E 1920: DADOS INICIAIS DA HISTÓRIA DO FUTEBOL EM SALVADOR

Coriolano Pereira da Rocha Junior
Fernando Reis do Espírito Santo

Introdução

O futebol é reconhecidamente uma das práticas sociais de maior relevância no Brasil e no mundo, sendo um dos ou mesmo o principal fenômeno social da atualidade, por ser capaz de mobilizar grande massa de pessoas interessadas em sua prática. Foer (2005: 9) afirma que o futebol é algo que “frequentemente provoca um sentimento mais profundo que a religião e, tal como esta, é uma parte do tecido comunitário, um repositório de tradições”.

Para Salvador (2005: 5), no Brasil, esse esporte, acaba agindo como uma instituição social, reforçando “os elos de pertencimento, afirmando nossas virtudes e valores, expressos no corpo de nossos jogadores”. Para Byington (1982: 21), o futebol só “faz vibrar a alma individual e cultural de um povo na medida em que contém os símbolos que expressam e nutrem a vida psíquica deste povo”.

Pereira afirma que “apesar do sucesso alcançado pelo esporte, essa é uma questão que só recentemente começa a merecer por parte de pesquisadores e estudiosos maiores atenções” (2000: 15). Por conta desta magnitude do futebol como um fenômeno social, podemos pensar na constituição de um campo de estudos ao seu redor, sendo a história um dos meios para estudá-lo e foi sob a perspectiva histórica que esse artigo se construiu.

O problema que pautou este estudo foram esses: como seu deu a construção do futebol em Salvador e como se deram as adesões e resistências à sua prática? A hipótese deste texto é a de que, em Salvador, o futebol percorreu trajetória semelhante a outras cidades brasileiras, sendo uma prática vivida pela elite1 e pela cidade como um todo, modificando-se as formas de apropriação e prática do esporte em cada estrato social.

Como objetivo, este estudo procurou identificar a entrada do futebol em Salvador e ainda, analisar como se deu a sua construção como prática esportiva relevante, tentando entender a trajetória da experiência futebolística na cidade, entre 1899 e 1920. A escolha do período se deu por identificarmos que, em 1899, foram fundados os primeiros clubes esportivos2, que adiante passaram a praticar o futebol, e que em 1920, o esporte já vivia uma fase de consolidação (Leite/Rocha Junior/Santos, 2010).

A metodologia utilizada foi a pesquisa histórica, na linha da nova história cultural, por essa trabalhar com objetos que não eram percebidos como centrais, caso do esporte. Burke (2005: 78) afirma que “graças a essa virada em direção às práticas, a história do esporte, que antes era tema de amadores, tornou-se profissionalizada, um campo com suas próprias revistas”. Essa “virada” aconteceu quando a história dialogou com outras áreas, dando sentido a novas práticas como objetos de pesquisas, caso do esporte. Assim, nas últimas décadas, os estudos sobre a história do esporte têm avançado como uma nova área de investigação, a partir da ação de “pesquisadores que, independente de sua filiação acadêmica original, procuram fazer uso das discussões metodológicas do campo da história (Melo 2007b: 14)”. Neste texto, as fontes utilizadas foram: periódicos locais de circulação em Salvador (jornais e revistas), mais a literatura específica nacional e memorialistas baianos.

Mais do que identificar responsáveis pela chegada do futebol no Brasil e em Salvador, interessa-nos compreender como ele passou a circular no cotidiano. Nesse mesmo sentido, Franco Junior (2007: 62) aponta que

estabelecer paternidades quase heróicas e datas oficiais não esclarece as relações entre o futebol e a sociedade brasileira. Pelo contrário, suas significações mais profundas residem no processo de apropriação pelos diversos setores sociais que o transformaram num fenômeno de massas.

Dessa forma, entendemos ser possível compreender os primórdios do futebol em Salvador, passando antes por um olhar sobre o Brasil. Assim, essa produção se associa a uma linha de estudos que tratam o futebol como um fenômeno social, buscando compreendê-lo sob o viés da história. Sobre Salvador, ainda são escassos os estudos nessa linha, o que faz com que essa produção atue na ampliação desse tema de pesquisas na Bahia.

O futebol na sociedade e na cultura brasileira

Sobre o futebol no Brasil muito se fala que Charlles Miller e Oscar Cox3 foram os responsáveis por sua introdução no país. Sem negar a importância desses homens na sistematização do futebol, já se sabe que esse esporte, antes desse processo inicial de organização, existia no país como uma prática escolar. Melo (2000: 19) afirma que

no Brasil, desde os tempos da Colônia, existiam colégios jesuítas4, e foi provavelmente através deles que chegaram as primeiras bolas de futebol e se realizaram os primeiros jogos. Como dissemos, ainda não havia clubes, campeonatos e entidades, mas o esporte praticado já era o futebol moderno segundo o modelo inglês.

No Brasil o futebol não demorou a atrair o interesse da população, tornando-se uma das práticas mais queridas em todas as camadas sociais. Sobre isto, Melo (2007a: 74) assevera que

enquanto outros esportes exigiam espaços e equipamentos custosos, para a prática do futebol bastava um terreno vazio, traves e bolas improvisadas. A prática, aliás, era bem adequada ao gosto popular, com sua necessidade de coletividade, com suas possibilidades de improvisação, bem como por certa permissividade simbólica de uma violência controlada, próxima a algumas manifestações populares.

Esse movimento de entrada e circulação do futebol nas cidades brasileiras não se deu de forma simples e direta, permitindo-nos perceber uma de suas características sociais, a ambiguidade.

No Brasil, o futebol foi visto como uma atividade “civilizada”, uma das representações dos modos e práticas da elite, mas também foi uma atividade combatida, um esporte “incivilizado”, notadamente quando jogado por populares5. Se o futebol foi um modo de “educar” e de civilizar6 o povo a partir de uma “bela” prática, na tentativa de incorporar toda uma ritualidade comportamental europeia, foi também apropriado e ressignificado pelas camadas populares, passando a ser um dos seus interesses culturais e praticado de formas mais espontâneas, diferentes do esporte formalizado, inclusive no que toca aos equipamentos e espaços7 de jogo.

Pode-se dizer que o

futebol foi introduzido no Brasil sob o signo iniludível do novo, pois, muito mais do que um simples “jogo”, ele constava da lista de coisas civilizadas e moderníssimas a serem adotadas pela sociedade brasileira, uma sociedade vista por suas elites como atrasada e, com a Proclamação da República, em alvoroço para recuperar o tempo perdido. Além disso, esse jogo de bola era algo relativamente desconhecido, mas que chegava do maior império colonial do mundo, da prestigiosa Inglaterra – no bojo de uma novidade chamada “esporte” (DaMatta 2006: 136).

O futebol, como uma prática social, é apontado como um dos elementos que vão contribuir para a formação das identidades locais e nacionais. Entendemos que as identidades são representações culturais8, portanto, mutáveis e assim, são sempre transformadas em função de cada contexto (Hall, 2005). Por isso, o futebol é um meio efetivo de caracterização e representação dessas identidades, justo por ser um espaço onde se demonstram os arranjos e expressões culturais que caracterizam modos diversos de se jogar e de se ver o jogo (Guedes 2009). Assim, DaMatta (1982: 22), ao entender que o futebol pode significar uma representação da cultura nacional, apresenta a afirmação de que “o futebol praticado, vivido, discutido e teorizado no Brasil seria um modo específico, entre tantos outros, pelo qual a sociedade brasileira fala, apresenta-se, revela-se, deixando-se, portanto, descobrir”.

Nesse sentido, Giulianotti (2002: 42) afirma que

o futebol é uma das grandes instituições culturais, como a educação e os meios de comunicação de massa, que formam e consolidam identidades nacionais no mundo inteiro. A difusão internacional do futebol durante o final do século xix e o início do século xx ocorreu quando a maior parte das nações na Europa e na América Latina estava negociando suas fronteiras e reformulando suas identidades culturais.

Com isso, vemos que o futebol, no Brasil adentrou o cotidiano popular, ganhando projeção como uma prática cultural. Interessa-nos agora compreender como Salvador fez parte desse jogo.

O Futebol soteropolitano

Sobre Salvador, alguns autores mostram que a chegada do futebol se deu pelas mãos de brasileiros que tinham passado pela Inglaterra e por lá o experimentado e que então, tentaram trazer para seu local de origem, as mesmas práticas vividas na Europa e para tanto, precisavam dinamizar essa experiência na cidade.

Leal (2002: 180) fala o seguinte:

na Bahia, os rapazes desejavam praticar aquela modalidade de esportes, quando chegou à cidade do Salvador, o estudante José Ferreira, de alcunha Zuza, que tinha concluído seu curso na Inglaterra e viria para empregar-se no Bank of London, nesta capital. Sabia ele que em Salvador os esportes existentes eram o cricket, no Campo Grande, praticado pelos ingleses e as corridas de cavalo no Ground do Rio Vermelho e da Boa Viagem.

Nesse início, ao mesmo tempo em que havia uma aceitação do futebol, eram também vistas notícias que dele falavam mal, quando a sua prática se dava entre populares. Sobre essa resistência ao futebol em Salvador, Leal (2002: 181), analisando jornais de época, demonstra que

quantas vezes a cavalaria perseguiu empinadores de arraias, acabou babas9 em todos os locais, em todas as ruas e em todos os tempos. Como uma confirmação, que seriam muitas se fôssemos anotar. O Diário de Notícias, em 11 de junho de 1907, fazia uma denúncia contra “o foot-ball (futebol) de garotos no Largo de São Bento, que reúnem-se todos os dias naquele largo. É uma turma de desocupados jogando foot-ball, quebrando vidraças, vidros de lampiões públicos, incomodando o transito”10.

Pode-se ver que o futebol, quando enquadrado nas normas de civilidade e disciplinarização, era aceito e benquisto, por expressar os sentidos e aspirações da elite de Salvador, que se inspirava em modelos europeus sobre como se portar e vivenciar o seu dia a dia. Todavia, esse mesmo futebol, ao mesmo tempo, sofria resistências quando aparecia de forma “desordenada” na cidade, sem atentar para os princípios da modernidade/civilidade, dentre eles, a regulação de comportamentos, sendo uma prática a ser combatida e isso acontecia quando essa se dava entre populares.

Segundo Franco Junior (2007: 62), a organização dos clubes de futebol no Brasil seguiu duas tendências. A primeira consistia justamente na “formação de equipes no interior dos grupos dominantes, orientada pelos valores do cavalheirismo, do fairplay e do amadorismo”. Já a segunda tendência, é justamente aquela “onde as fronteiras sociais do futebol começaram a ser transpostas desde cedo com a formação de times improvisados pelos setores populares” (Franco Junior 2007: 63). Essas tendências também se deram em Salvador.

No processo de introdução e fixação do futebol soteropolitano, falar da criação dos clubes é necessário, já que esse fato expressou a forma com que se deu sua “caminhada” em Salvador. Os primeiros clubes não foram pensados para o futebol e sim para o críquete, esporte que havia chegado às terras baianas com os ingleses. Segundo Gama (1923: 319):

foram os membros da colonia ingleza na Bahia que fizeram a introducção de um jogo, cuja disputa, para elles, tinha já o cunho de Sport, – pois sendo a sua Pátria o berço do Sport moderno – tinham a noção exacta da significação do vocábulo. Esse jogo, foi o cricket, de origem genuinamente ingleza [...]. Esse cricket de então, era disputado no local hoje denominado Praça Duque de Caxias.

Como já visto, o primeiro clube de Salvador foi o Club de Cricket Victoria (1899), clube de jovens da elite local, que em 1901 passou a se chamar Sport Club Victoria, começando a prática do futebol no ano seguinte. Seguindo a tendência apontada por Franco Junior (2007), outros clubes foram criados em Salvador, clubes que podiam ainda ser de elite ou de origem popular ou ainda, ter base nas colônias estrangeiras. Nessa lista, vemos clubes como: Club Internacional de Cricket (novembro de 1899); Club de Natação e Regatas São Salvador (1902); Club de Regatas Itapagipe (1902); Sport Club Bahiano (1903); Sport Club São Paulo-Bahia (1903); Sport Club Santos Dumondt (1904); Fluminense Foot-Ball Club; Sport Club Ypiranga (1906); Botafogo Sport Club (1914) e outros mais. Alguns tiveram vida curta, outros duraram tempo maior, mas da mesma forma foram extintos e poucos são os que existem até hoje, com alguns tendo sido criado em tempos mais recentes, como o Esporte Clube Bahia (1931).

Assim, em Salvador, vemos que os clubes fundados no primeiro momento, o da fase de “iniciação” do esporte, em sua maioria representavam a elite. Só mais adiante é que começamos a perceber a criação de clubes que também representavam a população de mais baixa renda, aquela mesma que era marginalizada nos clubes já existentes e mesmo era afastada das práticas formais de futebol, cabendo-lhes então jogar os seus “babas” nos espaços livres da cidade.

Outra forma de analisar o futebol em Salvador é compreendendo como os seus espaços de prática foram constituídos. Gama (1923) e Leal (2002) demonstram que o primeiro local de jogo foi uma praça conhecida como Campo da Pólvora, por permitir condições mínimas de jogo em relação aos padrões oficiais. Com o crescente interesse pelo futebol na cidade, não demorou muito para que fossem adaptados outros espaços, mais ajustados às exigências formais, surgindo aí o bairro do Rio Vermelho,

bairro afastado da cidade, aonde o melhor meio de se chegar eram os bondes e mesmo assim com dificuldades, o Rio Vermelho passou a ser cenário principal da prática de futebol em Salvador, quando então, “cuidou-se dos preparativos para que naquele arrabalde fosse realizados campeo-natos (sic) que antes, nos outros locais, ainda não eram realizados” (Leal 2002: 182).

No Rio Vermelho, o futebol era praticado nos mesmos espaços onde existiram as corridas de cavalo, ou seja, o futebol ainda não possuía um espaço especifico, denotando isso sua característica de esporte ainda em fase de organização na cidade de Salvador. Sobre esses espaços, Gama (1923: 320) nos mostra que

passou o ground, onde se disputavam os jogos, a ser no antigo prado do Rio Vermelho, onde o foot-ball teve os seus dias áureos com os encontros, dentre outros, entre o Sport Club Victoria (antigo Club de Cricket Victoria) e o Club de Regatas S. Salvador, os quaes naquelle tempo, eram os leaders do sport.

Sob essa condição ainda “primária”, o futebol seguiu sendo no Rio Vermelho, até que veio “uma crise inevitável do foot-ball, crise esta que só pôde ser attribuída aos meios defficientes de conducção para o Rio Vermelho, que motivaram aos poucos, o empalidecimento da estrella do foot-ball” (Gama 1923: 320).

Também sobre o local dos jogos de futebol em Salvador, Leal (2002: 185) afirma que “a cidade se espalhava, havia necessidade de se construir um campo de foot-ball mais próximo do centro para satisfazer a todos os soteropolitanos, já que o esporte bretão tinha crescido acentuadamente e os bondes chegavam ao Rio Vermelho lotados”.

Com isso, identificamos diferentes fases de ocupação dos espaços para a prática do futebol em Salvador. Uma primeira, quando o jogo se dava em praças (Campo da Pólvora e outras), onde ainda eram poucos os praticantes e seus jogos eram mais ligados ao aspecto da diversão daqueles que foram seus introdutores na cidade. Uma segunda se deu quando passou a ser necessário um espaço mais organizado, um espaço que permitisse uma prática mais sistematizada, com uma organização inicial de campeonatos, todavia, um espaço ainda adaptado, fazendo uso de outro já existente, no caso, os hipódromos, sendo essa a fase em que o futebol foi praticado no Rio Vermelho, tendo também voltado para o Campo da Pólvora.

A terceira fase foi aquela onde já se exigia um espaço específico, só do futebol, surgindo o Campo da Graça11, que foi construído especificamente para o futebol, o primeiro estádio em Salvador. Sua construção e inauguração permitiram uma nova realidade do futebol na cidade e

no dia 15 de novembro, na Graça, deu-se a grande festa do esporte bretão, não mais no ground, derby, prado ou hipódromo, e sim no campo construído naquele local, na esquina da Rua Catarina Paraguassu com a Avenida Euclides da Cunha e foi um dia de confraternização baiana (Leal, 2002: 186).

Se a construção do estádio satisfez uma necessidade, outra seria melhor organizar o futebol em Salvador, tendo se tornado imperiosa a fundação de uma entidade que pudesse melhor sistematizá-lo. Uma primeira experiência se deu quando o Sport Club São Paulo-Bahia, ao lado de outros clubes, fundou a primeira Liga da Bahia (15 de novembro de 1904). Sobre isso, o Jornal de Notícias12 afirmou assim:

ante-hotem, 15 às 11 horas do dia, reunidos alguns sócios dos clubes Vitória, Internacional, Bahiano e São Paulo, na sede deste, instalaram a LIGA BAHIANA DE SPORTS TERRESTRES que tem por fim dar maior desenvolvimento aos sports terrestres na Bahia.

Em setembro de 1913, outra liga foi criada, a Liga Brasileira de Sports Terrestres. Em Salvador, existiram ainda outras ligas futebolísticas, como: Liga Sportiva Nacional, a Liga Itapagipana e a Liga Rio Branco de Sports Terrestres.

A constituição dessas ligas correspondeu ao avançar da prática de futebol em Salvador. Dessa forma, organizar campeonatos, jogadores e espaços, era vital, já que esse esporte começava a alcançar outros praticantes, ele já se alastrava pela cidade, chegando às várias camadas da população e aos vários bairros (mesmo que em campos improvisados13).

Além de aspectos como a introdução do futebol, a criação de clubes, a organização dos espaços de jogo, a sua regulamentação e a sua circulação entre a população, alguns outros fatores significaram a maior capilarização do esporte na sociedade soteropolitana. Vemos, por exemplo, que a imprensa passou de notas soltas, para uma cobertura específica, surgindo até uma associação de cronistas esportivos; os jogadores passaram a ser vistos com outros olhos pela população, tornando-se ídolos, participando de propagandas e sendo exaltados pela cidade; o futebol dialogava com outras práticas culturais, como o cinema, que passou a exibir jogos e ainda, a Bahia começava a querer dialogar esportivamente com o resto do país e a querer ver e ser vista pelos praticantes de futebol em outros estados e para isso, convidava clubes de fora do estado para jogarem amistosos, bem como participava de competições organizadas nacionalmente.

Analisando a trajetória percorrida pelo futebol em Salvador, vemos que ela não se deu de forma isolada e sim, articulada com projetos maiores da cidade e mesmo que se reconheça a sua capacidade de autonomia em relação aos aspectos políticos e econômicos, é evidente que estes tiveram influência sobre o futebol.

Nesse sentido, deve-se dizer que entre fins do século xix e início do século xx, no Brasil, em diferentes níveis e estágios, entrava em cena um projeto, o de modernização das cidades e o esporte e o futebol se ligavam a ele.

Melo (2001: 14) nos mostra que toda a vivência desse processo de modernização “trouxe mudanças significativas para o cenário social e cultural brasileiro, principalmente a partir da segunda metade do século xix. Nesse contexto, o esporte encontrou terreno fértil e possibilidades de se estabelecer no País”. Sobre essa relação entre modernidade e esporte, Rocha Junior (2009: 1), afirma que essa se deu pelo fato do esporte “articular elementos como: maior exposição do corpo, movimento, risco e desafio, fatores que significavam uma busca pelo prazer e por uma excitação inovadora, se revestindo de elementos vividos e expressados pela modernidade”.

Para melhor definir nossa análise acerca da modernidade, vemos que para Kumar, esta

extrai seu significado tanto do que nega como do que afirma. [...] a modernidade sente que o passado não tem lições para ela; seu impulso é constantemente em direção ao futuro. Ao contrário de outras sociedades, a sociedade moderna recebe bem e promove a novidade. É possível dizer que ela inventou a “tradição do novo” (1996: 473).

Baudelaire (2007: 26), um intelectual que viveu a experiência francesa, tentando compreender a modernidade, seus conceito e sentidos, afirma que a “modernidade é o transitório, o efêmero, o contingente”. Já Gunning (2004) ao trabalhar conceitualmente modernidade, nos fala que essa é mais uma mudança de experiência do que um período, formada por um conjunto diversificado de fatores.

Também Salvador14 empreendeu ações que visaram a remodelar seu espaço urbano, como: construção de avenidas, monumentos e edifícios e também a derrubada de outros espaços considerados inadequados a modernidade. Ainda, procurou-se adequar seus habitantes às novas exigências de comportamentos e posturas dessa modernidade, tentando levar para Salvador todo um propósito de instalar o novo e assim superar o declínio experimentado pela cidade. E foi a partir dessa fase e acompanhando as “reformas” da cidade, que o futebol ganhou maior peso em Salvador, tornando-se popular, com clubes constituídos, competições mais regulares e espaços próprios e de “quanto ficou dito, ressalta claramente que a Bahia pôde festejar o seu grande feito de emancipação política, com os sports em pleno desenvolvimento e cultivo.” E de mais a mais, “adoptados pela quase totalidade de sua população, os sports têm sido apoiados pelos poderes públicos da Bahia” (Gama, 1923: 321).

Breves conclusões

Numa análise final acerca do futebol em Salvador, podemos identificar que em sua trajetória, este se desenvolveu como uma prática cultural que ganhou as ruas da cidade, relacionando-se com outros elementos da cultura soteropolitana, transformando-se no esporte de maior aceitação, até a atualidade.

O futebol em Salvador teve seu início como uma prática que representava a modernidade e seus ganhos. A modernidade baiana tentou mudar a cidade em sua estrutura urbana, mas também a população em seus comportamentos e nesse sentido, o esporte e especificamente o futebol, foi um dos elementos utilizados para fazer acontecer e representar o ideário da modernidade, como um jogo de nobres e refinados hábitos15, distinguindo-se das práticas livres da população, que deveriam ser expurgadas da sociedade.

Entendendo que uma prática cultural não é estática e que ganha sentidos diversos a partir do que se opera em cada realidade, num diálogo com o que é peculiar a cada local, é que percebemos que o futebol em Salvador foi modificando-se, num processo que não foi linear e nem uniforme. O futebol tornou-se uma atividade de caráter popular, ganhando espaço como um esporte que não era apenas a representação do modo europeu de ser, mas sim, demonstrava a forma da população baiana de lidar com o que até então era uma novidade, enfrentando as oposições e resistências da elite.

Assim, o futebol foi apropriado e reorganizado pela massa da população soteropolitana, incorporando formas espontâneas e diversificadas de jogar e ver o jogo, constituindo clubes e ligas. Da mesma forma, essa população tentou se apropriar da cidade, espalhando por Salvador campos de jogo, atendendo aos seus interesses em acessar o futebol, mesmo que de uma forma que não fosse a padronizada. Assim, ao se apoderar do futebol, a população local também buscou se apossar dos adventos da modernidade, representando isso a forma com que na Bahia se deu o processo de entrada e incorporação do futebol, como uma prática cultural da modernidade.

Referências

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1 Parcela da população que detinha poder político-econômico, com acesso a formação escolar e cultural, no Brasil ou fora dele.

2 Club de Cricket Victoria (maio) e Club Internacional de Cricket (novembro).

3 Apontados respectivamente como sendo responsáveis pela organização do futebol em São Paulo e no Rio de Janeiro.

4 O mesmo autor aponta que os colégios São Luiz (Itu-SP) e Anchieta (Nova Friburgo-RJ), foram os primeiros.

5 Parcela da população de mais baixa renda ou sem renda e que esteve fora dos processos formais de introdução do futebol no país.

6 Entendido como a incorporação de um conjunto de representações e de ações relativas à convivência social, sob moldes europeus.

7 São os locais da cidade escolhidos para o futebol. Relacionam-se as adaptações às exigências formais do esporte e suas apropriações culturais pela população, inclusive no que se refere à adaptação dos materiais de jogo.

8 Cultura é vista aqui como uma produção humana, um arranjo de normas, hábitos, valores e expressões, construídas sob tensões de várias dimensões.

9 Em Salvador significa os jogos de futebol sem intuitos competitivos.

10 optamos por manter a ortografia de época nas citações de jornais.

11 Inaugurado em 15 de novembro de 1920, no bairro da Graça, em Salvador.

12 Jornal de Notícias de 17/11/1904.

13 Exemplo: Ground de Brotas, Largo Santos Dumont, Largo do Barbalho, Cabula, Engenho da Conceição, Largo da Rua do oiro, Campo do Dique, Campo da Boa Viagem e outros.

14 Durante o governo estadual de J. J. Seabra (1912-1916).

15 tratado como o conjunto de posturas e comportamentos no trato social.

SOCIEDAD, CIUDADY FÚTBOL EN LA BUENOSAIRES DE 1920-19301

Julio D. Frydenberg

Durante la segunda mitad del siglo xix, la colonia británica en Buenos Aires llevó y desarrolló este deporte a dicha ciudad, de manera similar a lo sucedido en buena parte del planeta. Hacia fin de siglo ya existía la liga oficial local de fútbol, y desde los inicios del siglo xx fue adoptado por los sectores populares, en especial por los jóvenes.2

En la década de 1920 el fútbol había dejado de ser una moda juvenil para pasar a integrar la vida de casi todas las instituciones sociales y las corporaciones, que organizaban sus propios torneos. Simultáneamente, el espectáculo, incipiente durante la primera década y espasmódico en la concentración de grandes multitudes, fue enriqueciéndose y ampliándose. Pero también la ciudad crecía y se desarrollaba en este momento.

Paralelamente a la formación de los barrios fue estructurándose el gran espectáculo futbolístico tal como se lo conoció durante décadas, con decenas de miles de espectadores concurriendo a grandes estadios capaces de contenerlos, sumado a la acción de los grandes medios de comunicación de masas. Nos detendremos en las novedades asociadas a la ciudad, y muy especialmente en la edificación de los barrios porteños, para luego rescatar el papel que le cupo al fútbol en este proceso íntimamente asociado a la cultura de los sectores populares. Centraremos la atención en el proceso de formación de las identificaciones barriales partiendo de la hipótesis de que el fútbol fue un elemento insoslayable y, en ciertas instancias, central. Pero antes de introducirnos de lleno en la temática, revisaremos la situación general y los cambios ocurridos tanto en la ciudad como en la sociedad.

En las primeras décadas del siglo xx, el modelo de desarrollo del país no se modificó sustancialmente. Hacia 1900 la Argentina se había incorporado plenamente al mercado internacional como exportadora de productos agroganaderos, había fomentado la llegada de millones de inmigrantes, había constituido un Estado hegemonizado por los grupos conectados con el modelo de integración al mundo que dominaba los mercados planetarios. Ese Estado estaba desarrollando la educación pública, la fuerza militar (con el servicio militar obligatorio) y demás condimentos como para que se pudiera cimentar el ciudadano argentino, fruto en buena medida de familias llegadas desde el exterior.

Luego de la Primera Guerra Mundial la economía local comenzó a exhibir cierta bonanza, que se expresó con la recomposición del poder salarial y la inserción de nuevos sectores en el mercado de consumo. Fueron años de constitución de los grupos medios urbanos, compuestos fundamentalmente por profesionales, cuentapropistas (industrias, comercio, servicios) y empleados. La educación pública, en todos sus niveles, ocupó un lugar central en su formación. Así, fue surgiendo una sociedad que se caracterizaba por una importante movilidad ascendente. En la década de 1920 la mayor parte de la sociedad estaba formada por grupos ya argentinizados, fruto del relevo generacional y la acción estatal. Pero eso no obturó la continuidad de las tradiciones asociacionistas de la que la fundación de los clubes deportivos formó parte.

Por otro lado, a diferencia de lo que ocurría en otras urbes modernas, la ciudad no estuvo escindida en guetos ni en barrios “obreros” cerrados y, por el contrario, tendió a homogeneizar a grupos relativamente diferentes en lo social y lo cultural en áreas residenciales alejadas del centro, donde convivían empleados y profesionales, obreros cualificados y comerciantes. La llamada “modernización urbana plena” significó la transformación de los vecindarios, que eran áreas urbanizadas descentralizadas y solamente conectadas por las redes ferroviarias. Con la llegada del tranvía y los loteos en cuotas, las zonas intersticiales que separaban a los vecindarios entre sí se fueron convirtiendo en poco tiempo en áreas por completo urbanizadas mediante el formato de la grilla, la cuadrícula diagramada por la acción estatal. De este modo se fue cristalizando un centro denso y renovado, con áreas periféricas de límites difusos y fuerte identidad vivencial. A partir de 1910 fue generándose infinidad de núcleos urbanos con sus plazas, escuelas, iglesias, cafés, comisarías, clubes, asociaciones de fomento, bibliotecas populares y ferias. Sumadas a las ya trazadas líneas de ferrocarriles y tranvías, se diseñaron nuevas calles y avenidas que poco a poco devinieron en ejes viales y comerciales. Desde mediados de los años veinte los llamados taxis-colectivo –y desde 1928 el colectivo propiamente dicho– permitieron conectar más fácilmente los barrios entre sí. La ciudad siguió creciendo en el marco de un ideal reformista que promovía la equidad y la homogeneización social y cultural bajo el dominio de una comunidad de pequeños propietarios, como marca de ciudadanización: la propiedad del lote y el logro de la casa propia. Lentamente fueron ampliándose los servicios públicos, muchas veces como consecuencia directa de la acción estatal y otras como efecto de las demandas de los vecinos reunidos en sus asociaciones.

Paralelamente, durante estas décadas también hubo grandes cambios en la cantidad y el uso del tiempo libre. En líneas generales, disminuyeron las horas de trabajo y las ofertas para aprovechar el ocio aumentaron proporcionalmente a la aparición de un número cada vez mayor de consumidores de este tipo de bienes, en el contexto de cierto desahogo económico que imperó hasta la crisis. En ese contexto prosperó la práctica deportiva, considerada sumamente saludable en consonancia con la concepción higienista por entonces vigente. Las virtudes emanadas del deporte eran asumidas por los medios de comunicación, que difundían el ideal de una vida activa y al aire libre.

Buena parte del público porteño que asistía a los espectáculos deportivos estaba constituida por la población ya alfabetizada y plenamente integrada. Ese fue también el caso del fútbol, formado por sectores trabajadores y de los sectores medios. En ese sentido, el fútbol y su público, a diferencia de lo que podría parecer a primera vista, no desentonaban con la generalidad social y cultural de las mayorías del momento. Pero el fútbol añadió la fragmentación etaria y de género, y además se constituyó en uno de los ejes homogeneizadores de la ciudad junto al tango, la cultura “mediática” y el imaginario nacional.

Uno de los fenómenos más notables ocurridos en la ciudad de Buenos Aires fue la aparición de los barrios porteños3. Durante los años de entreguerras surgió este nuevo espacio público, y en ellos se generaron las formas y contenidos del sentido común, es decir, los nuevos contenidos de la cultura de los sectores populares4. Los barrios se configuraron, en el contexto de las nuevas sociabilidades populares, en nuevos escenarios (la calle, la esquina, el café y el club), también a través de nuevas asociaciones locales, como las sociedades de fomento vecinal, las bibliotecas populares y los clubes deportivos, donde anidaron y prosperaron las nuevas modalidades del uso del tiempo libre y las nuevas prácticas políticas.

El barrio puede ser considerado como el componente básico de la vida porteña, edificado desde las formas de la vida cotidiana hasta por los imaginarios sociales. En este sentido, fue un ámbito de igualación social, de participación y de solidaridad, pero también, escenario de distinción social y de edificación de una “ideología barrial”, construida sobre la base de la “diferencia y la otredad amenazante”5.

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