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TECNOLOGÍAS
DEL CUERPO

Exhibicionismo
y visualidad en
América Latina

Javier Guerrero

A Luis Enrique, por su comprensión, sacrificio,
por seguirme hasta donde he querido ir
y hacer
el mundo posible.

Martincillo era tan prerrafaelista y femenil,
que hasta sus citas parecía que tenían las uñas pintadas
.

José Lezama Lima, Paradiso.

LOS OJOS EN LAS MANOS

Estudios de Cultura Visual

4

Los ojos en las manos, paráfrasis de la sinestesia con la que el poeta mexicano Xavier Villaurrutia calificaba la obra fotográfica de su paisano Manuel Álvarez Bravo, al que sentía avanzando así entre las cosas, cual santo medieval decapitado que caminara acarreando su cabeza bajo el brazo, ampara una colección de publicaciones que realicen una similar traslación y cruce de sentidos. Reúne estudios en los que se produzca la interacción de lenguajes visuales con otros modos y maneras de la codificación cultural: fotografía y arte urbano, cine y publicación impresa, plástica y tecnología, performance y arquitectura, o cualquiera de las maneras interconectadas e híbridas en que la representación moderna marcha, como un Dionisio contemporáneo, con su cabeza entre los dedos.

DIRECTORES
Beatriz González-Stephan Rice University, Houston
Luis Duno-Gottberg Rice University, Houston
CONSEJO EDITORIAL
Jens Andermann Universität Zürich
Natalia Brizuela University of California, Berkeley
Jorge Coronado Northwestern University, Chicago
Paola Cortés-Rocca University of San Francisco
Andrea Cuarterolo Universidad de Buenos Aires
Fares el-Dahdah Rice University, Houston
Beatriz Jaguaribe Universidade Federal do Rio de Janeiro
Ana López Tulane University, New Orleans
Juana Suárez New York University
Sandra Szir Universidad de Buenos Aires

TECNOLOGÍAS
DEL CUERPO

Exhibicionismo
y visualidad
en América Latina

Javier Guerrero

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This publication is made possible in part from the Barr Ferree Foundation Fund for Publications,
Princeton University.

Derechos reservados

De esta edición

© Iberoamericana, 2014

Amor de Dios, 1 – E-28014 Madrid

Tel.: +34 91 429 35 22 Fax: +34 91 429 53 97

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ISBN 978-84-8489-795-8 (Iberoamericana)

ISBN 978-3-86527-342-5 (Vervuert)

eISBN 978-3-95487-293-0

Depósito Legal: M-20017-2014

Diseño de cubierta: Marcela López Parada

Imagen de cubierta: Reinaldo Arenas bajo la ducha.

Fotografía de Lázaro Gómez Carriles. State of Reinaldo Arenas.

The paper on which this book is printed meets the requirements of ISO 9706

Este libro está impreso íntegramente en papel ecológico sin cloro

Impreso en España

Índice

Agradecimientos.

Introducción

El cuerpo bajo sospecha

1. Sobre la piel: materialidad y género

2. La plasticidad

3. El viaje y la extranjería

4. La enfermedad

5. Archivo, visualidad y visibilidad

6. Invisibilidad

7. Tecnologías

Capítulo 1

El reinado del cuerpo. Reescrituras de Reinaldo Arenas

1. Primero fue la escoria

2. La reescritura como pretexto

3. Las reescrituras de Reinaldo

4. Reescribir a(l) Rey

5. Primera circunstancia: persecución

6. Segunda circunstancia: celebración

7. Tercera circunstancia: retorno

Capítulo 2

Salvador Novo y su estatua

1. El cuerpo del viajero

2. Cruzar el continente

3. El cuerpo de Salvador Novo

4. Exhibismo y exhibicionismo

5. El archivo

6. Los novios de Salvador Novo

7. La vulgaridad del dandi

8. El archivo de sal

Capítulo 3

Las muñecas de Armando Reverón

1. El loco y sus muñecas

2. Lo ominoso: monstruosidad y cuerpo femenino

3. Ficción y muñecas en América Latina

4. Cuerpo versus paisaje en la obra de Reverón

5. Cuerpos sexuados

6. Armando Reverón: espectáculos del cuerpo

7. Fantasías nacionales

8. Modernidad .

9. Devenir muñeca

Capítulo 4

El retorno del cuerpo. Fernando Vallejo vuelve a Colombia

1. Fernando Vallejo y Porfirio Barba Jacob, como en un espejo

2. Reescritura y confusión

3. Extraño y extranjero: el regreso de Barba Jacob

4. Los caminos al extranjero: el regreso de Fernando Vallejo

5. Volver a recordar

6. Volver por el cuerpo

7. Exhibicionismo y enfermedad

8. No regresar

9. El cuerpo y el tiempo

10. Excesos del cuerpo

Capítulo 5

Experimentos de la piel. El cuerpo de Mario Bellatin

1. Salón de cuerpos

2. Exhibir el cuerpo somatizando

3. Alteraciones y transformaciones

4. Prótesis visuales

5. Desafiar el biopoder

6. El regreso de la belleza

Conclusión

“Volveré irreconocible”

Bilbiografía

Filmografía

Lista de figuras

Agradecimientos

Princeton University y el Barr Ferree Foundation Fund for Publications han hecho parcialmente posible la materialización de este libro. Los aportes del Center for Latin American and Caribbean Studies, del GSAS Travel Grant y de la Meinzer Fellowship in Love and Sexuality de New York University me permitieron acceder al archivo de Salvador Novo en Ciudad de México. Mi gratitud a Tom Abemcrombie,Hal Foster y Catherine Stimpson por tan decisivos apoyos. El Centro de Estudios de Historia de México Carso (CEHM) y el Departamento de Libros Raros y Manuscritos de la Biblioteca Firestone de Princeton me posibilitaron el acceso a las colecciones de Salvador Novo y Reinaldo Arenas, respectivamente. Manuel Ramos,director del CEHM, autorizó mi estadía en la institución y aprobó que revelara información hasta el día de hoy inédita. Mi sincero agradecimiento a Josefina Moguel Flores, jefa del Archivo Histórico del CEHM, por su confianza y generosa sabiduría.Luis Enrique Pérez Oramas compartió conmigo su experticia en Armando Reverón y me abrió las puertas de la exposición del MoMA. Mary Omaña, jefa del Centro de Información y Documentación de las Artes Plásticas (Galería de Arte Nacional, Venezuela) gestionó el uso de las fotografías e imágenes que componen el capítulo sobre Reverón. Ariel Jiménez colaboró diligentemente en las gestiones relacionadas a los archivos venezolanos. Agradezco a René Cifuentes por su profundo conocimiento sobre Reinaldo Arenas, por su confianza y por la riqueza de sus recuerdos. Margarita Camacho autorizó la reproducción del material contenido en el capítulo sobre Reinaldo Arenas y también aceptó revelar material inédito. Mercedes Sarduy y François Wahl autorizaron la publicación del material sobre Severo Sarduy. Fernando Vallejo y Mario Bellatin colaboraron pacientemente y fueron, en México, muy notables anfitriones.

Sylvia Molloy ha sido fundamental para pensar y llevar a término este libro. Su aguda tecnología lectora, así como su pasión y brillantez, fueron clave para la intersección de estos archivos. Nathalie Bouzaglo me acompañó a lo largo de todo el recorrido. Sus incansables lecturas, generosidad y afecto han sido esenciales para pensar el cuerpo y el corpus, así como para materializar proyectos inolvidables.Nadie conoce más que ella los intríngulis de este libro. Agradezco a Eleonora Cróquer y Gina Saraceni, por compartir conmigo sus sorprendentes reflexiones e ideas, por legar un corpus fascinante. Los muy lúcidos comentarios de Gabriela Basterra me posibilitaron formular parte de los problemas centrales aquí expuestos. Pablo Abraham, Luis Duno-Gottberg, Eva Klein, Javier Lasarte, Graciela Montaldo, Alicia Ríos, Raquel Rivas, Marisol Sanz, Paulette Silva Beauregard y María Teresa Vera han sido entusiastas profesores, colegas y amigos con quienes he discutido muchas de las ideas aquí planteadas. Las sugerencias de Diamela Eltit, así como su obra y estatura intelectual, fueron decisivas para la escritura de este libro y sus derivas. Agradezco a Gerard Aching, Lourdes Dávila, Ana María Dopico, Jim Fernández y Gabriel Giorgi, por leer con detenimientos versiones previas, ensayos, borradores, e-mails. Fernando Coronil y Rafael Sánchez discutieron conmigo algunas ideas de mi capítulo sobre Armando Reverón. He aprovechado su notable experticia en Venezuela.

Mis colegas de Princeton University han estado siempre dispuestos a dialogar,fuera y dentro de la institución. Les agradezco por sus inteligentes y enriquecedores comentarios; por ser, sin duda alguna, los más extraordinarios interlocutores que se pueda tener. Arcadio Díaz Quiñones, Susana Draper, Rubén Gallo, Pedro Meira Monteiro, Gabriela Nouzeilles y Rachel Price han sido en exceso generosos e inspiradores. Asimismo, Fernando Acosta, Marina Brownlee, Alberto Bruzos Moro, Eduardo Cadava, Bruno Carvalho, Nicola Cooney, Germán Labrador,Christina Lee, Ángel Loureiro, Rafael Rojas, Irene Small, Ron Surtz y Alexandra Vásquez han generado el mejor ambiente de trabajo aprovechando cualquier resquicio para ir más allá de lo requerido. Silvana Bishop, Karen González, Beth Heisler y Nikki Woolward han sido rigurosas con la operatividad, además de ser incansables profesionales. También extiendo mis agradecimientos a los colegas de Lawrence University y Wesleyan University: Madera Allan, Michael Armstrong,Robert Conn, Fernando DeGiovanni, Gustavo Fares, Antonio González, Cecilia Herrera, Rosa Tapia y Patricia Vilches por todo el apoyo desinteresado, por su generosidad e inolvidable apoyo en momentos claves. Otros colegas también han sido importantes a la hora de discutir en encuentros, seminarios y congresos: César Braga-Pinto, Jorge Coronado, Licia Fiol-Matta, Agnes Lugo Ortiz, José Quiroga,Mariano Siskind y Alejandra Uslenghi; con ellos he podido confundir la teoría con el afecto. A Graciela Báez, Lena Burgos, Kahlil Chaar, Micaela Kramer, Lina Meruane, Richard Parra, José Reyes, Claudia Salazar, Laura Turégano, Sarah Thomas, Javier Uriarte y Sarah Wolf, les debo su amistad y apoyo en mi temporada en Nueva York.

Klaus D. Vervuert ha sido un muy ágil y sabio editor. Simón Bernal y Selma Cohen leyeron todo el manuscrito e hicieron acertados y lúcidos comentarios y precisiones. El equipo de Iberoamericana/Vervuert ha hecho posible, con notable eficiencia, el último tramo de este libro. En especial, agradezco a Luis Duno-Gottberg y a Beatriz González-Stephan por su invaluable apoyo en la publicación de este libro.Gracias a todos por su dedicación y esmero.

Les debo especial agradecimiento a los estudiantes de mis muchos cursos sobre cuerpo. Todas las discusiones me obligaban a volver sobre los textos, a ver aristas inesperadas, a revisar una y otra vez mis ideas. En especial, quiero agradecer a las participantes de mi seminario sobre materialidad y exhibicionismo en Princeton.Aunque el libro ya estaba terminado, su pasión y agudeza me hicieron confrontar mis ideas y abrir otras que de seguro estarán presentes en mis próximos proyectos.Lizabel Mónica, Sophia Núñez, Sowmya Ramanathan y Jennifer Rodríguez fueron las más fascinantes y agudas primeras lectoras de un libro, para tal momento,fantasma.

Finalmente, agradezco a mis padres, Enrique y Nila, a mis hermanos, Jesús y José David, por su inmenso amor e incondicional apoyo.

Y a Juan José, una vez más, inolvidable en el paso de estas páginas.

Introducción

El cuerpo bajo sospecha

Sólo cuenta en la historia individual lo que ha quedado cifrado
en el cuerpo y que por ello mismo sigue hablando, narrando, simulando
el evento que lo inscribió
.
Severo Sarduy, El cristo de la Rue Jacob.

Soy la muñeca más hermosa al sur del mundo
conquistadora, colona plástica
.
gárgola de la cibernética
macumbera hechizando el indio
Barby sureña soy
descascarada en esta antesala.

“A TAJO ABIERTO VOY EN PATRIAS

Francisco Casas, Sodoma mía.

Este libro trata del cuerpo, es decir, de los cuerpos que dan cuenta de su materialidad para responder a las fuerzas de normalización impuestas por el imperativo heterosexual en América Latina. Por esta razón, me interesa distanciarme de las dimensiones metafóricas y alegóricas que históricamente han operado sobre ellos para aproximarme a su condición material. Propongo que la plasticidad de estas materias, tal y como relato a lo largo de este libro, hace posible la revisión y el cuestionamiento de sus formas y, asimismo, permite reconducir las maneras en las que la cultura las reconoce. Entender la sexuación del cuerpo como proceso irrefutable e irreversible consolida las condiciones normativas que reproducen su materialización y arraigan su inteligibilidad1. Sospecho del cuerpo, es decir, de su ‘naturaleza’ material y de las operaciones que se ejecutan sobre él para hacerlo inteligible. Planteo que esta materia es alterable e indiscutiblemente plástica y son justamente la visualidad y la plasticidad, las operaciones cruciales para la corporalización de estos nuevos géneros sexuales.

En las páginas que siguen, abordo las ficciones de artistas y escritores latinoamericanos de sexualidades ‘problemáticas’, de prácticas exhibicionistas, y me centro en la confusión, voluntaria y por demás estratégica, de sus propios cuerpos con sus representaciones. Por lo tanto, me aproximo indistintamente a los cuerpos autorales y a sus autofiguraciones y producciones, como manera de exponer el complejo movimiento que no solamente organiza su inteligibilidad, sino que también determina su contextura material. Tanto el cuerpo gay como aquellos cuerpos de sexualidades disidentes intervienen su materia, performativa y literalmente, para poder desestabilizar la norma. He decidido trabajar con producciones de hombres de sexualidades ‘problemáticas’ para así explorar cómo sus cuerpos desmantelan la oposición binaria masculino/femenino, relación en la que paradójicamente el último género puede finalizar excluido o, más bien, como término subordinado, aunque no exclusivo, de la ecuación del sexo2. Parto de la idea de que una manera de responder y, por lo tanto, incidir en la inteligibilidad de estos cuerpos es precisamente repudiar las metáforas y alegorías que la nación, el Estado y las instituciones –y, en especial, sus inestabilidades y dislocaciones– modelan para controlar y materializar los cuerpos. Y es que precisamente el cuerpo ha sido central en las operaciones alegóricas y metafóricas necesarias para el surgimiento de las naciones latinoamericanas. Sospecho de América Latina, de estas operaciones, y exploro la manera en que estos exhibicionistas llaman continua y hasta compulsivamente la atención sobre su materia para revertir los controles perpetrados por las culturas nacionales. Mi libro explicita cómo la materialización de estos cuerpos disidentes pasa por la visualidad, entendida como negociación entre visibilidad y cultura visual, para moldearse y ser modelada y, por lo tanto, lograr imponerse ante las tácticas hegemónicas del sexo.

En este sentido, a partir de cinco capítulos centrados en los artistas latinoamericanos Reinaldo Arenas, Salvador Novo, Armando Reverón, Fernando Vallejo y Mario Bellatin –todos autores de sexualidades y vidas privadas disidentes, ‘problemáticas’, extravagantes, ‘indecentes’–, indago en cómo ellos replantean y rechazan las concepciones homogéneas de cultura y nación. Con sus cuerpos en primer plano, estos artistas despliegan complejas dislocaciones e inesperadas intersecciones que trascienden los límites de la oposición binaria y de sus múltiples articulaciones institucionales. Por supuesto, trabajo sobre escritores y artistas que vivieron distintos momentos de la ciudad letrada latinoamericana y sus vidas y cuerpos funcionan de maneras muy diversas y requieren historizaciones particulares. Asimismo, estos autores y la lectura que propongo sobre ellos complican la noción de cultura nacional al considerar la errancia, el exilio, el viaje y la extranjería como espacios y, especialmente, tiempos en los que el cuerpo es capaz de desactivar ciertos imperativos propios de la hegemonía sexual.

Sin acceso a una superficie pertinente y autónoma, estas sensibilidades únicamente logran aproximarse a la subjetividad al habitar cuerpos ‘prestados’ e inestables –el cuerpo extranjero, el cuerpo viajero, el cuerpo enfermo–, comprensiblemente incómodos aunque necesarios, para así clamar por formas futuras que corporalicen su deseo. Me ubico en el tránsito material en el que tales sensibilidades buscan representar, rematerializar y sellar novedosas anatomías. A la vez, hago explícitos los límites materiales y por lo tanto representacionales de estas nuevas superficies sexuadas latinoamericanas. En la piel radica, entonces, el comienzo de este movimiento.

1. Sobre la piel: materialidad y género

La asociación entre continuidad y nación produce relatos orgánicos con formas arbóreas cuyas ramificaciones han sido compuestas por cuerpos que se identifican con el principio de reproducción sexual e identidad biológica; la nación requiere alegorías somáticas que garanticen su progreso (Nouzeilles, 2000). El cuerpo gay, así como los cuerpos cuestionados a raíz de sexualidades ‘problemáticas’ –el transexual, el travesti, el casto, el ‘raro’–, se deben a un deseo reconocidamente infértil, irreproductible, cuya ‘naturaleza disfuncional’ amenaza la continuidad de la nación y la supervivencia. Paradójicamente, su nacimiento discursivo es producto de la institucionalidad médico-criminalística, especialmente con la inclusión del perverso en la lista de enfermos mentales3. Estos cuerpos sexualmente ‘erróneos’, ‘defectuosos’, han sido representados como anatomías indeseables que amenazan el bienestar social, la salud pública, y que deben ser exterminados, material y simbólicamente4. No obstante, la explosión discursiva que funda la ciencia decimonónica hace posible la proliferación de sexualidades que, antes inadvertidas, logran tomar la palabra. Al perverso5 se le historiza y adjudica una anatomía, un cuerpo del cual carecía6.

Estas sensibilidades, por lo tanto, no contentas con la historización normativa,parecen entonces sospechar de toda producción metafórica y privilegiar, así, la materia para refutar las lógicas y tácticas de los dispositivos del poder que obran inmediata y directamente sobre el cuerpo7. No resulta ajeno para estas sensibilidades sexuales que desde el siglo xviii, tal como lo refiere Michel Foucault, el poder sobre la vida se ejecute a partir de esta materia8. La revolución de la burguesía desplaza el dispositivo de alianza que la nobleza reproduce simbólicamente para reemplazarlo por el dispositivo de sexualidad, cuya principal preocupación es la de cobrar un cuerpo sexuado como forma primordial de conciencia de clase (Foucault, 2004: 155). Contra la teoría de la represión sexual como signo indiscutible de lo moderno, Foucault propone una sociedad saturada de discursos sobre el sexo donde el saber y el poder se articulan como nunca antes. El discurso produce y transporta poder, en un juego complejo, sofisticado e inestable, pero también tiene la posibilidad de obrar como resistencia y generar condiciones para que las estrategias opuestas se ejecuten. El cuerpo es, sin lugar a dudas, su tablero de juego.

La abyección ha sido clave tradicional para pensar estos cuerpos. Sin embargo,el discurso de lo abyecto implica ambigüedad en torno al cuerpo, se refiere a lo informe, deviene precisamente en la reducción necesaria que fortalece la oposición sexual normativa tras citar una escena de exclusión. Al no gozar de subjetividad,los seres abyectos carecen de género cuestionando en sí mismos la humanidad a partir de semblanzas amenazantes, perturbadoras y monstruosas9. En cierto sentido, lo abyecto funciona de manera semejante al concepto de fantasía lacaniana10, ya que pese a las reapropiaciones tácticas, parece reforzar la heteronormatividad al hacer del cuerpo una superficie en la que se realiza lo que el imperativo sexual desea ver. Lo abyecto, por lo tanto, genera un discurso de la diferencia que pese a que ha sido funcional para categorizar la otredad, puede paradójicamente reforzar la norma al colocarse fuera del proceso de subjetivación. La abyección, a pesar de las posibilidades de representación que ofrece al cuerpo gay y a otros cuerpos de sexualidades ‘problemáticas’, configura la supremacía del sujeto de constitución heterosexual. Parto del lugar de lo abyecto, entiendo la táctica, mas no lo habito teóricamente.

Por su parte, la crítica latinoamericana ha reflexionado abundantemente sobre cómo estos cuerpos ‘problemáticos’, ‘raros’, son reducidos, estigmatizados, víctimas de la represión y de los poderes de invisibilidad social. En este libro propongo más bien indagar en la capacidad de mudanza, la respuesta, las tecnologías de transformación y alteración a las que estos cuerpos han recurrido en América Latina para desafiar tales controles, para trascender su abyección. Comienzo formulando un par de preguntas que no quiero dar por sentadas: ¿es posible un cuerpo que desafíe la materialidad impuesta por el sexo?, ¿puede la nueva materia desorganizar la oposición masculino/femenino?

Insisto en que mi abordaje de estos cuerpos se produce a partir de su condición material, opuesta a la tradicional concepción de alegoría y a sus múltiples metáforas, y distante de la consideración de la performatividad sexual humana como componente autónomo, desanclado de su materialidad11. Por supuesto, deslindar la materia de los imaginarios, fantasías, ficciones, metáforas, resulta del todo imposible y, por demás, completamente innecesario. No así, repensar la materialidad del cuerpo sexuado. Por lo tanto, su plasticidad me permite desde un principio desafiar la norma y considerar esta materia desde otras lógicas que disputen el binomio cartesiano mente-cuerpo y que den cuenta de que el cuerpo es materia.

En este sentido, la filosofía materialista de Jean-Luc Nancy, la cual entiende el cuerpo como urgencia, constituye una respuesta aguda y provocadora para pensar las producciones de la piel en estos escritores latinoamericanos. Su libro Corpus comienza con la aseveración de que si comprendemos a Occidente como una caída, el cuerpo entonces es el último peso, cuyo descenso es, cada vez más, inminente (2003: 11). Nancy propone que el cuerpo es “nuestra angustia puesta al desnudo” como tensión irresuelta entre lo propio y lo ajeno. Ante esto, el filósofo clama por su escritura. Por supuesto, no se trata de escribir sobre el cuerpo o incluso de escribir meramente el cuerpo ya que, como bien recuerda Nancy, estos fueron proyectos centrales de la modernidad. Se trata, más bien, de ejercer su inscripción afuera, propiciar lo que él denomina excripción; es decir, su puesta fuera de texto como el movimiento más propio de su texto. Nancy propone una ontología del cuerpo como excripción del ser: “Ex-istencia: los cuerpos son el existir, el acto mismo de la ex-istencia, el ser” (2003: 19). A su vez, el filósofo propone que el cuerpo no es ni significante ni significado, es exterioridad, exposición, extensión de la fractura que es la existencia. La excritura, entonces, tiene la posibilidad de tocar el cuerpo. Nancy culmina Corpus con una afirmación pertinente para los fines de mi libro: “Un cuerpo es una imagen ofrecida a otros cuerpos, todo un corpus de imágenes que pasan de un cuerpo a otro (…)” (2003: 83). Por lo tanto, en este libro me interesa pensar cómo el cuerpo depende de esta tensión, de esta cadena de cuerpos enlazados por imágenes. Esta tensión, este “entre-los-cuerpos” como “tener-lugar de imágenes” da cuenta de cómo las imágenes son el modo en que los cuerpos se ofrecen entre sí, son su puesta en el mundo, su puesta en el borde (Nancy, 2003: 82-83).

Sin embargo, resulta importante advertir dos condiciones que con recurrencia anuncia el filósofo francés. Por un lado, Nancy asegura que, con relación al cuerpo,hay una promesa de callarse, “no tanto de callarse «a propósito» del cuerpo, como de callarse del cuerpo, de sustraerlo materialmente a las marcas significantes: y esto; aquí, en la mismísima página de escritura y de lectura” (2003: 39, el énfasis es de la fuente). Sospecho del silenciamiento del cuerpo de la escritura, en especial de cuáles cuerpos son silenciados y cuáles no lo son. Como Nancy, sostengo que, de cierta manera, una escritura o excritura debe enviar el cuerpo hacia fuera. Además,Nancy mantiene que no hay totalidad de cuerpo, no hay unidad sintética: “Hay piezas, zonas, fragmentos (…) un pedazo después del otro, un estómago, una ceja,una uña de pulgar, un hombro, un seno, una nariz, un intestino delgado, un canal colédoco, un páncreas (…)” (2007: 27-28). Es decir, el cuerpo constituye una colección de partes. Y la escritura al devenir excritura rematerializa el cuerpo.

Asimismo, esta materialidad que parte de la escritura –la cual no es otra cosa más que materia y que está tradicionalmente ligada al cuerpo–, se asocia con otra dimensión, la del género sexual, entendido éste como continua negociación en desarrollo y nunca terminada entre sujeto y contexto (Tripp, 2000: 10). De acuerdo con Anna Tripp: “gender is not something we are born with –or even something that can be acquired once and for all– but is rather the effect of a series of ongoing negotiations between subject and context which are never settle or complete” (2000: 10). Pese a que concuerdo con esta aseveración, insisto –como bien lo ha demostrado Butler–que el género está anclado en una materia que incide de manera definitiva en su performatividad. La definición de Tripp, al invocar al sujeto, parece obviar que la subjetividad está, a su vez, íntimamente enlazada con el género sexual. La formulación del concepto de género cancela el vínculo automático y la correspondencia ‘natural’ entre cuerpo sexuado y sexualidad12. Ir más allá de la oposición binaria da paso a una amplia gama de sexualidades que no sólo ha hecho que el género se multiplique, sino que a su vez, cobre cuerpos. Si los géneros han proliferado, igual debe de haber sucedido con los cuerpos.

El libro de Judith Butler Bodies that Matter surge a raíz de las críticas que en relación al cuerpo suscita su predecesor, Gender Trouble13. Aparentemente, Butler había ignorado al cuerpo e incluso, dejándose llevar por su concepto de performativad del género y por la reversión que hace de su causalidad, sumergía la materia,dejándola a un lado, no le daba mayor importancia a la materialidad del cuerpo14. A propósito de estos argumentos, en su introducción a Bodies that Matter considera las importantes dificultades que afronta al querer centrarse en la materia15 e incluso, en su libro Undoing Gender, Butler confiesa no ser una buena materialista ya que, a pesar de sus muchos esfuerzos por hablar del cuerpo, siempre termina hablando de la lengua16. En este sentido, las críticas a Gender Trouble parecen partir de su decidida intención de romper con la idea de que, a diferencia del género, el sexo es lo único biológico, natural17. No solamente Butler reitera que el género es discursivo, sino que el sexo no lo puede preceder, ya que la única manera de aproximarse al sexo es a través del primero: no hay posibilidad alguna de acceder al sexo que no esté mediada por el género18. Para Butler, el sexo, y por lo tanto el cuerpo, es de por sí una categoría generizada que no está fuera del género ni lo causa y, a pesar de esto, tampoco puede reducirse a la dimensión del género19.

El sexo, entonces, no precede al género, ni es una condición simple y estática de un cuerpo20. Es, por el contrario, un proceso que implica su propia materialización en virtud de las normas reguladoras producidas repetidamente a través del tiempo. La performatividad del género, por lo tanto, debe entenderse como una práctica reiterativa y referencial con la que el discurso produce lo que él mismo nombra (Butler, 1993: xii). Estas ideas marcan el camino material que siguen las normas reguladoras del sexo en su esfuerzo por consolidar el imperativo heterosexual. Pese a esto, es la compuerta que abre Butler en torno a la reformulación de los cuerpos, el punto que más me interesa destacar de su pensamiento. El cuerpo, pues, tiene la posibilidad de retornar y contestarle, con su propia materia, a las normas reguladoras que producen su exclusión.

Butler se interesa por cómo lo desterrado y repudiado de la esfera del sexo, puede retornar no sólo investido de oposición imaginaria, sino como una desorganización que rearticula radicalmente el horizonte simbólico en el cual hay cuerpos que importan más que otros21. El sujeto se crea, entonces, a partir de una escena de exclusión que a pesar de que se produce fuera de él, se interioriza como propio “repudio fundacional” (Butler, 1993: xiii, mi traducción). Para el presente libro resulta clave el movimiento descrito por Butler de cómo lo desterrado y excluido de la esfera del sexo –y por lo tanto, del proceso de subjetivación– retorna, en un tránsito insospechado que rearticula su materia. Darle cuerpo a este retorno, entender que estas re-vueltas son eminentemente materiales y temporales –donde la visualidad,la voluntad de exhibirse y la representación ficcional desempeñan un papel fundamental– y que el retorno depende de la plasticidad propia de los cuerpos, lo cual resulta central para su inteligibilidad, es a mi manera de ver el propósito y principal aporte de este libro22. En este sentido, expondré a continuación los tres estadios que considero claves a la hora de entender y activar el retorno de los cuerpos.

Propongo (1) el viaje y la extranjería, (2) la enfermedad y (3) el archivo como tres circunstancias complejas que inciden en la política de estos cuerpos en América Latina. Igualmente, debo advertir que de cara a la conclusión de este libro, me interesa esbozar la noción de cuerpo-tiempo como producción reflexiva a propósito de estas materias sexuadas en América Latina. Pero antes de aproximarme teóricamente a estas tres circunstancias que inciden materialmente sobre el cuerpo,hago a continuación explícitas mis expectativas en torno al concepto de plasticidad evocado desde un comienzo. Considero que tal noción, la cual no está asociada a la materialización del cuerpo pese a su origen, resulta decisiva a la hora de pensar y escribir las posibilidades materiales de estas extensiones anatómicas y de mi propio discurso sobre el cuerpo.

2. La plasticidad

La filósofa francesa Catherine Malabou diseña el concepto de plasticidad para repensar la noción de tiempo en Hegel. La teoría de Malabou constituye una compleja disertación que, a grandes rasgos, sostiene que la dialéctica hegeliana está motivada por su deseo, promesa, de transformación. Para ello relee las nociones de futuro, tiempo y temporalidad en la filosofía de Hegel, lectura que difiere de la tradición, especialmente de aquella que paradójicamente le ha dado forma al concepto hegeliano de tiempo23. En razón de esto, no solamente considero que la implicación sintética24 del término puede replantear las ideas sobre la materialidad del cuerpo, sino también sospecho que el cuerpo, y por lo tanto el sexo, son materias plásticas en el tiempo, cuyo futuro ya está inscrito/escrito en ellas.

Al revisar sus implicaciones y trabajar la plasticidad como término, Malabou advierte que tanto en francés como en inglés y su equivalente en alemán –y, agrego,también en castellano– la palabra implica una duplicidad, “dar forma, recibir forma” (2000: 203, mi traducción)25. Las acepciones comunes de la palabra como sustantivo y adjetivo implican modelar, modelaje, darle forma a un cuerpo –como en las expresiones cirugía plástica o artes plásticas–, pero también ser modelado, ser moldeado. Pese a esto, Malabou advierte sobre la plasticidad del propio término26, el cual aunque proveniente del arte –en primera instancia, de la escultura–, hoy día también se utiliza en relación a la actitud general para el desarrollo, a la capacidad de ser modelado por la cultura o la habilidad para adaptarse y desarrollarse27.

En castellano, el Diccionario de la Real Academia Española considera que una de las acepciones del adjetivo “plástico” se refiere a un material “que, mediante una compresión más o menos prolongada, puede cambiar de forma y conservar esta de modo permanente, a diferencia de los cuerpos elásticos” (DRAE, s. p.). Al respecto,Malabou diferencia entre plasticidad y polimorfismo: “By analogy to a malleable material, children are said to be ‘plastic.’ However, the adjective ‘plastic,’ if it is certainly opposed to ‘rigid,’ ‘fixed,’ and ‘ossified,’ is not to be confused with ‘polymorphous.’ Things that are plastic preserve their shape, as does the marble in a statue:once given a configuration, it is unable to recover its initial form” (2000: 204). Esta consideración plantea una notable diferencia entre la plasticidad y la elasticidad de cara al futuro. Incluso, la palabra llega al extremo de significar, a su vez, tanto la forma materializada como la aniquilación de toda forma (2000: 204)28.

Pese a la extraordinaria gama de posibilidades que obtiene Malabou de las palabras plasticidad y de los sustantivos y adjetivos plástico/plástica, es la noción de Hegel de plasticidad la que le interesa trabajar (en su sentido plástico, es decir, el de dar forma). Al respecto, encuentra que la filosofía hegeliana continúa con la doble connotación que advierte a propósito del adjetivo plástico (capacidad de ser formado, capacidad de dar forma)29. Por un lado, Hegel se refiere a “personajes plásticos” (Pericles, Fidias, Platón, entre otros) que le dan forma al “espíritu en su cuerpo” –“give form to the ‘the spirit in its embodiment’ (Körperlichkeit des Geistigen)”– y en el que la plasticidad aparece como proceso “donde lo universal y particular se dan forma mutuamente, el uno al otro, y cuyo resultado conjunto resulta en esa particularidad denominada ‘individuo ejemplar’”. Por otro lado, una segunda connotación del término en Hegel se da en la expresión “discurso plástico” (em plastische Vortrag), en la que la autodeterminación se produce tras “excluir rigurosamente la relación común entre las partes de la proposición [filosófica], lo cual implica una reconceptualización de esta relación como proceso de ‘autodeterminación’ (Selbstbestimmung) de la sustancia” (Malabou, 2000: 206, mi traducción)30. Es decir, la sustancia posee en sí misma la capacidad de ser formada (to receive form) y de dar forma (to give form), lo cual constituye la “operación originaria” de la plasticidad (2000: 207, mi traducción). En síntesis, el concepto de plasticidad es, para Malabou, el punto sobre el que giran todas las transformaciones del pensamiento hegeliano, sin duda el centro de sus metamorfosis31.

De acuerdo con Malabou, la composición dialéctica del trío de conceptos futuro, plasticidad y temporalidad forma la “estructura anticipatoria” que opera en la subjetividad tal como es concebida por Hegel (2005: 13). Para distinguir esta estructura del término común de tiempo, la filósofa francesa crea un nombre (le ‘voir venir’) –en inglés, ‘to see (what is) comming’; en castellano, ‘ver venir’– que contiene en sí mismo una dialéctica. Es una expresión que simultáneamente se refiere a estar seguro de lo que viene y no saber lo que se acerca32. A propósito de esto, Jacques Derrida, en su prefacio al libro de Malabou, sostiene que uno de los grandes aportes de The Future of Hegel radica en la intersección filosófica entre la expresión voir venir y la plasticidad, ya que ambos términos dialécticamente conjugan el telos y la sorpresa, la anticipación y la erupción, la metamorfosis y la explosión absoluta (2005: xvi). Se trata, en palabras de Derrida, de la invención de algo que ya estaba sin estar, de algo presente en la lengua y en la filosofía, pero que nunca antes había sido visto; afirmación que de por sí escenifica su propio concepto, el de plasticidad33. Y esta “invención”, a mi modo de ver, constituye una clave para pensar la materia, es decir, cómo el cuerpo es capaz de transformarse y cómo en él ya se encuentran inscritas sus posibilidades futuras, así como el hecho de que éstas se produzcan a partir de un proceso dialéctico. Como ya mencioné, el concepto no está concebido, en el pensamiento de Malabou, para ser aplicado al de cuerpo. Exploro, entonces, cómo la plasticidad puede ser un concepto útil para pensar la materia y, especialmente, la constitución de nuevos cuerpos generizados en América Latina. Y uno de los agentes que inciden en la plasticidad del cuerpo es, sin lugar a dudas, el viaje.

3. El viaje y la extranjería

El viaje constituye la institución más importante de la modernidad occidental. Su narrativa implica una estructura económica que se debe a un sentido de ganancias y pérdidas, similar al intercambio de mercancías propio de la actividad comercial34. El cuerpo no solamente se interpone en esta narrativa por constituir el viajero, el agente de las ganancias y pérdidas (simbólicas y materiales) del viaje, sino debido a que las definiciones más clásicas de esta narrativa han considerado los beneficios o padecimientos que también el cuerpo, en su dimensión material, obtiene del viaje35. A su vez, el viaje ha sido un estadio recurrente en la historia literaria de América Latina. Emblemáticos escritores y artistas latinoamericanos de cuestionadas sexualidades se desplazan y salen al exilio, voluntario o forzado. Todo viaje parece ser un potencial movimiento hacia el exilio (Van den Abbeele, 1992: xvii) y es precisamente este tránsito un evento crucial para la representación del cuerpo y la articulación de estas sensibilidades. Éstas encadenan narrativas compartidas que además formulan agrupaciones alternativas basadas en el afecto, el deseo y otros sentimientos –entre los que se encuentran el malestar y la competencia– capaces de desafiar las tecnologías hegemonizantes de la cultura nacional. Y en este sentido, la extranjería y el viaje hacen posible una genealogía de artistas latinoamericanos de sexualidades disidentes. A continuación, me referiré, a algunos de ellos. Incluyo tanto a escritores que forman parte del corpus de este libro (Reinaldo Arenas,Salvador Novo, Fernando Vallejo), como a otros artistas de notable influencia en Latinoamérica que no he abordado de manera central. Estos viajes, recorridos,cruces y encuentros trazan una constelación, una red de amistades, cuyas conexiones, afectos e interacciones producen textos, amores, rencores, rivalidades, pero también construyen en colectivo la materialidad del cuerpo.

Fernando Vallejo, por ejemplo, viaja a Italia para estudiar cine en Roma pero su estadía es corta y, tras un breve período en Nueva York, se radica en México, desde donde renuncia públicamente a su nacionalidad, aunque sus libros sólo hablen de Colombia y en ellos practique retornos reiterados. Luego de una investigación rigurosa en archivos y hemerotecas de varios países del continente, en 1984 publica su biografía Barba Jacob, el mensajero, en la que cuenta cómo este poeta antioqueño viaja por Centroamérica, Cuba y México para luego volver a tierras colombianas.Ante la enfermedad sufrida por Porfirio Barba Jacob (1883-1942), el 6 de octubre de 1941 el Congreso de Colombia destina la suma de 5.000 pesos “para la repatriación y asistencia médica del altísimo [cuerpo del] poeta” (Cuberos de Valencia, 1989: s. p.). La disposición nunca se cumple debido a que la compañía aérea se niega a transportarlo y Barba Jacob muere en tierras extranjeras. Pero antes de su muerte, en una estadía en Cuba, el poeta conoce a Federico García Lorca (1898-1936), quien desde España viaja para conquistar América presentándose en varios países del continente. Después de un recital de Barba Jacob, él y García Lorca se van solos al malecón, donde según el colombiano, el andaluz “hacia el amanecer [le] entregó su alma” (Vallejo, 2003: 25). A su vez, García Lorca viaja a Buenos Aires, donde el éxito de Bodas de sangre ha sido arrollador y ahora es invitado al estreno de La zapatera prodigiosa. Conoce allí al mexicano Salvador Novo, quien llega al Cono Sur como parte de la delegación mexicana para la séptima Conferencia Panamericana de Educación.

Para llegar a Montevideo desde México, el cronista y poeta Salvador Novo necesita viajar por tren hasta Nueva York, desde donde zarpa su barco, el Northern Prince. García Lorca hace tres ilustraciones para Novo, que más tarde aparecerán publicadas en su poemario Seaman Rhymes. Estrechan una amistad que luego continúa por correspondencia, por corto tiempo ya que García Lorca será asesinado poco después.Por su parte, Salvador Novo, después en México, rivaliza con Barba Jacob por los editoriales llamados “Perifonemas” del periódico Últimas Noticias. La disputa llega a oídos de un diario vespertino ponzoñoso que promete descubrir “que los editorialistas de su colega Últimas Noticias –el bello Salvador y el esbelto Porfirio– [eran] los más perfectos ejemplos de la virilidad aria” (Vallejo, 2003: 356-357). La rivalidad llega al punto de que Barba Jacob llama a Novo“nalgasobo” y, por su parte, el mexicano llama a Barba Jacob “puto con bandera arriada”, mientras se considera a sí mismo “puto con bandera desplegada” (Vallejo, 2003: 355-356). En Cuba, la publicación de Paradiso de José Lezama Lima (1910-1976) revela la legendaria visita del colombiano: “Recuerde usted aquel poeta Barba Jacob, que estuvo en La Habana hace pocos meses (…) era un homosexual propagandista de su odio a la mujer. Su demonismo siempre me ha parecido anacrónico, creía en el vicio y en las obras pulidas, dos tonterías que sólo existen para los posesos frígidos” (1996: 252). Lezama es gran amigo de Virgilio Piñera (1912-1979), quien colabora regularmente en Orígenes, pero más tarde se distancian.

El viaje, sin lugar a dudas, constituye una empresa capaz de poner en contacto a estas nuevas sensibilidades. Tras haber conseguido una beca de la Comisión Nacional de Cultura Argentina, Virgilio Piñera llega el 21 de febrero de 1946 desde Camagüey a Buenos Aires. Conoce allí al emigrado escritor polaco Witold Gombrowicz (1904-1969), quien lo nombra presidente del cuerpo de escritores que emprende la traducción de su novela Ferdydurke, “Emigrados los dos, fueron (…) compañeros de fletes y aventuras eróticas” (Arenas, 2000: 106). Dos años después,Piñera vuelve a La Habana, donde comienza a escribir su primera novela. Pero más tarde busca la manera de regresar a la Argentina y en abril de ese año, a bordo del Reina del Pacífico, vuelve a Buenos Aires donde termina y publica su primera novela La carne de René. De regreso a Cuba, muchos años después, es nombrado jurado del concurso Cirilo Villaverde en el cual premia con una distinción honorífica una novela inédita titulada El mundo alucinante. Su autor: un joven desconocido llamado Reinaldo Arenas. El tránsito resulta fundamental para formar toda una genealogía de artistas de sexualidades ‘problemáticas’. Piñera le comenta a Arenas que el texto parece haber sido escrito “en una noche” y lo ayuda en su reescritura. Arenas acude en 1979 a su funeral, en el que el cuerpo de Piñera presuntamente es retirado por la Seguridad de Estado con el pretexto de hacerle una autopsia. Un año después, en 1980, Reinaldo Arenas sale de Cuba hacia los Estados Unidos, formando parte del éxodo del Mariel. A poco tiempo de haber llegado, visita Venezuela, Suecia, Dinamarca, Francia, España y Portugal. En Nueva York,ciudad en la que se residencia, una tarde de 1981, Reinaldo Arenas y Severo Sarduy (1937-1993) se encuentran para cenar en un restaurante chino de la Octava Avenida con la calle 5036. A pesar de ser Sarduy, el coordinador de la colección latinoamericana de Editions du Seuil, sello que publicó antes que ningún otro títulos de Arenas, aparentemente los cubanos no se conocían.

El viaje parece generar el vínculo clave para hacer visibles estas sensibilidades.O, como acertadamente ha señalado Daniel Balderston, estos artistas –contrarios a una ansiedad o a “angustias de influencia”– se inspiran para conocer la obra de sus precursores ocultos –y, añado, se cruzan con sus pares contemporáneos–, para proponerles una amistad o para dar cuenta de una amistad que no ocurrió, con el fin de construir una tradición basada en el afecto (2006: 127-128).

Pero ¿por qué viajan estos cuerpos latinoamericanos? ¿Por qué optan por una extranjería? Más allá de lo ya mencionado y de las primeras implicaciones que estar fuera de casa puede generar a nivel de comodidad social el viaje, sea temporal o ‘permanente’ en forma de exilio, ofrece la posibilidad de materializar una anatomía en territorios donde el cuerpo nacional propio –ostensiblemente heterosexual, en continuo rechazo de toda materia que amenace su unidad nacionalista– no se activa como acostumbra. Es decir, los cuerpos nacionales suelen tolerar en el cuerpo extranjero lo que no aceptan en su construcción unitaria. En el cuerpo foráneo siempre se fantasea, se deja representar, lo que resulta amenazante para el cuerpo nacional.

En principio, el viaje y la extranjería parecen hacer que estos cuerpos cumplan el dictamen nacional: verlos fuera de su vigoroso e higiénico cuerpo. Pero la respuesta de estos cuerpos, su retorno junto a la plasticidad, es capaz de contestarle a la energía que la nación ocupa para mantenerse aséptica. Tal como ocurre con la dialéctica amo-esclavo leída por Hegel, los cuerpos nacionales y el imperativo heterosexual consumen tanta energía en excluir, rechazar y conservarse asépticos que,mientras tanto, los cuerpos marginales se componen en un territorio caótico que les permite organizarse, contaminarse y colar materias propias de su deseo. Esto explica la razón por la que los escritores y artistas que forman parte del corpus de este libro sean paradójicamente fundamentales para las culturas nacionales y el canon. Estos cuerpos hallan en su extranjería y en el viaje la posibilidad de ensayar una nueva materia capaz de retornar y desestabilizar y en este aspecto me refiero tanto a nivel simbólico como material.

Por otra parte, el exilio siempre permite darle nuevas formas a un cuerpo como resultado del naufragio o destrucción de su predecesor. La condición de extranjería hace posible que el forastero se deshaga con mayor facilidad de tabúes sexuales, así como de pertenencias familiares y lingüísticas (Kristeva, 1991). La nueva lengua funciona como resurrección, ofrece una nueva piel, un nuevo sexo, un nuevo cuerpo. El extranjero se reerotiza y resexúa lejos de casa; en tierras extranjeras, parece exorcizar sus miedos sexuales. Cruzar los espacios oficiales –sean regiones, países,géneros, culturas o religiones– implica un nuevo alineamiento de políticas, identidad y deseo37. Estos cuerpos latinoamericanos –casi todos productores de autofiguraciones–, por lo tanto, necesitan atravesar la frontera (simbólica y material), emprender un viaje, un exilio, con o sin regreso.

En un contexto hispanoamericano decimonónico, Sylvia Molloy propone que el escritor autobiográfico suele ser un eficacísimo autocensor que sustituye su infancia por la escena de lectura o el acto de leer. Esta situación deriva en la imagen que caracteriza al escritor autobiográfico en Hispanoamérica: el lector con el libro en la mano (1996: 28). Por su parte, en “Genealogías de la moral latinoamericanista: el cuerpo y la deuda de Flora Tristán”, Julio Ramos explora cómo un sujeto (mujer) es capaz de llevar a cabo un proyecto alternativo que a pesar de su constitución foránea, transgrede un posible pacto con el poder del centro metropolitano.Es al otro lado de la frontera, mantiene Ramos, donde se escribe el discurso de identidad, donde se hacen porosas las identidades y el pensador cruza con pasaporte y pasaje de regreso, exhibiendo su documento (2000: 195). Definitivamente la imagen es la del escritor extranjero con el pasaporte en la mano.

El viaje es un tránsito entre el cuerpo discreto, vigilado, y la revelación de su deseo en el exilio38. La exhibición de los cambios y transformaciones del cuerpo en el extranjero es un momento crucial en el que definitivamente se intenta desafiar el horizonte simbólico del sexo. Encuentro precisamente en la extranjería, el viaje, el desplazamiento errático y el exilio ese retorno sexuado hipotético al que se refiere Butler. La narrativa de viaje construye un relato de iniciación que interviene directamente la materia39.

Estos viajeros, desplazados, exiliados, emigrados, aventureros, forasteros, todos artistas que se conocen, se encuentran, se exhiben, se desplazan y posan en tierras extranjeras, inician proyectos dispares, disímiles, emprenden tránsitos que optan por crear un reinado particular, diversificar estrategias que imanten sus cuerpos a fin de obligar y redireccionar la mirada fóbica40. En este sentido, replanteo el problema del poseur ya propuesto por Sylvia Molloy como gesto desestabilizador que visibiliza y abre un campo político “en el que la identificación (…) [cobra] cuerpo y [es] re-presentado, inscripto” (1994: 132). El ensayo del cuerpo se gesta precisamente en la emancipación ante la paradoja que se le impone al poseurcobro del cuerpo