HAIKU-DÔ

El haiku como camino espiritual

Selección, traducción y comentarios

de Vicente Haya

con la colaboración de Akiko Yamada

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SUMARIO

PRÓLOGO: El origen de este libro

   

PRIMAVERA alt

   

1. Azamuite: Contando una mentira

2. Kawabuchi ya: Al borde del río

3. Hitotsu tobu: Una salta

4. Harusame no: ¡Ah, la lluvia de primavera!

5. Harusame ya: Lluvia de primavera

6. Mizu ni uku: Sobre un cazo votivo

7. Kuma mo naki: En la inmensidad de un cielo

8. Kusa-mugi ya: Campos verdes de trigo

9. Kaerimireba: Al volver la vista

10. Uri-ushi no: Vendida la vaca

11. Akebono no haru: El alba de la primavera

12. Dokodemo: Con un cuerpo

13. Na no hana ya: Flores de colza

   

VERANO alt

   

14. Shizukanaru: Llegar a la calma

15. Mijikayo ya: La noche corta del verano

16. Natsu no tsuki: Luna de verano

17. Kozue yori: Desde lo alto del árbol

18. Hito kitara: Oye, melón fresquito

19. Namagusashi: ¡Qué peste a pescado!

20. Hito areba: Si había seres humanos

21. Akeyasuki yo o: Cede la noche

22. Ki o ochite: Cayendo de un árbol

23. Hebi yori mo: Más veloz que la serpiente

24. Kuchibiru ni sumi tsuku: Con una mancha

25. Hotaru ete: Atrapando luciérnagas

26. Shinenu: No se muere

27. Outa ko ni: El niño a mis espaldas

   

OTOÑO alt

   

28. Omou koto naki: También para quien pone

29. Meigetsu ya: La Luna llena

30. Hashimori to katarite: Estaba charlando

31. Karikari to: Crunch-crunch

32. Fumitsuketa: Pisoteado

33. Tsugumi shishite: Al morir, el tsugumi

34. Meigetsu ni: Ante la Luna llena

35. Tomato o te ni: En la mano, un tomate

36. Ha no oto ni: Un perro ladrando

37. Shiramomo ya: El melocotón blanco

38. Deru tsuki to: En el encuentro

39. Naki-hito no: La libélula se posó

40. Myôjô ya: “La estrella brillante”

41. Kare ichigo: Él dijo algo

   

INVIERNO alt

   

42. Mukashi wa: Dijo: «Antaño, el mar

43. Ôyuki ga: La gran nevada

44. Kogarashi ya: La tormenta de invierno

45. Nobotoke no: Un Buda a la intemperie

46. Kaze no: Con viento

47. Akebono ya: Con el alba

48. Koborete wa: De la bandada de los chidori

49. Hissori kuraseba: Sólo si tu vida

50. Kanashisa no: En el momento

51. Ikinokori: Sobreviviendo a mis seres queridos

   

SIN ESTACIÓN alt

   

52. Ikinokotta: Haber sobrevivido

53. Nureashi de: Andando con sus patitas mojadas

54. Ido no hotori ga: El borde del pozo

   

TABLAS E ÍNDICES

   

1. Autores de los haikus

2. Época de los haikus

3. Métrica de los haikus

4. Tipología de los haikus

5. Listado completo de haikus en japonés

   

MATERIAL DIDÁCTICO ADICIONAL

   

1. Haikus de los autores más reconocidos

2. Haikus de complicada clasificación

3. Haikus con metro distinto al 5-7-5

PRÓLOGO:
EL ORIGEN DE ESTE LIBRO

La salida del haiku de las fronteras japonesas y la conquista de las más distintas sensibilidades a lo ancho del planeta es un hecho consumado. La insistencia de la cultura japonesa en el cultivo de esta poética tiene ya cuatro siglos. Según las inagotables estadísticas japonesas, al año se producen en el País del Sol Naciente más de un millón de haikus notables. Actualmente, dentro del mundo de la sensibilidad poética nipona –de los que leen y en ocasiones escriben poesía– frente a los cuatro millones de japoneses que prefieren expresar sus sentimientos con el tanka (estrofa 5-7-5-7-7), hay entre veinte y treinta millones que eligen el haiku como más adecuado para captar lo que el corazón japonés siente. El título de “poesía nacional japonesa” (waka alt), “poesía de la armonía” (alt), que hasta ahora ha ostentado el tanka, por su antigüedad, bien podría ser otorgado en el futuro en justicia al haiku. Sería una discusión interesante plantear cuál de los dos géneros es más japonés, si el haiku o el tanka. El tanka habla de amor y Naturaleza, ambos temas muy caros al alma japonesa; pero el haiku, al haber dejado a un lado los sentimientos amorosos, encarna el que tal vez sea el auténtico corazón de lo japonés: su dimensión mística.

El yunque en el que se forja esta sensibilidad mística del japonés es la descripción pura, exacta, sin intromisiones del yo, de lo que sucede fuera del poeta; la atención plena al mundo que nos rodea. Lo que se llama en japonés “espíritu de shasei”. Shasei (alt) significa “esbozo del natural, describir lo que uno presencia”. Un haiku es una instantánea de la realidad. El haiku no transforma el mundo; te pone en contacto con él, te lleva a él, te introduce en él. No explica la realidad, ni la embellece; la muestra. Porque parte de la base de que el mundo es perfecto. El mundo tal como es; con sus criaturas bellas y las que no nos lo parecen. Frente al tanka que preseleccionaba los objetos bellos que merecían entrar en el mundo de la literatura –ciruelo, ruiseñor, Luna…–, el haiku decide que no hay nada que no merezca transformarse en poesía.

Todo objeto es poético, toda realidad merece quedar fijada en la memoria colectiva; todo merece su fotografía… excepto el fotógrafo. Así de estricto. Por eso escribir haiku es una Vía; un entrenamiento del “yo”. En tanto es un proceso de despertar de los sentidos, de atención, de naturalidad, de autenticidad, de paciencia, de desprendimiento, de extinción de la vanidad… Los maestros de haiku nos enseñan que el poeta debe eliminarse de su poesía para que sus versos capten la esencia dinámica de la realidad. Todo poeta honesto tiene la intención de describir algún aspecto del mundo lo mejor posible, pero en cuanto se recrea más de la cuenta embelleciendo el instante ha perdido el haiku. El haiku no es un juego literario; tiene que conmover o cambiar algo de ti. Cuando algo de lo que sucede fuera de ti te afecta, lo pones por escrito y luego lo sometes a la lectura de otros. Estos otros te dicen si ese haiku vale algo. Los otros son un regalo para ti. Porque tu haiku no es lo que has sentido, sino lo que haces sentir a otros a partir de eso que has experimentado. El poeta de haiku es sólo un instrumento, y un instrumento no sabe a qué suena. Tan sólo se deja oír. Alguien debe oír su música. El haiku está concebido para comunicar; para comunicar una impresión profunda. Si no lo logra, ha fracasado. Y entonces el poeta tiene la ocasión de adivinar qué de su interior no es real, según los fallos que tenga su haiku. No supo captar que había fuera eso, lo que aún no tenía dentro.

Si buscamos por encima de todo la modestia, escribiremos como Buson. Si nos creemos genios –al margen de que lo seamos o no– haremos el haiku de Bashô. Si somos complejos y valientes, llegaremos a ser Shiki. Si pensamos que somos cultos, como Sôseki. Si somos de ánimo ligero, como Kikaku. Si hemos logrado la plena conciencia de nuestros actos, seremos Santôka. Si nos consideramos espiritualmente realizados, nos veremos siendo Hôsai. Si carecemos de gracia, Ryôkan. Y si lo que piensen de nosotros nos importa un pimiento, nos transformaremos en Issa. Nuestra manera de ser, nuestras virtudes y defectos, se evidenciarán en nuestro haiku y cualquiera podrá allí fácilmente verlos.

La traducción del haiku es también una Vía espiritual. En primer lugar, te obliga a esperar. Esperar a ser invitado sin esperanzas de llegar nunca a ser aceptado. No se puede entrar en el reino de un haiku sin haber sido invitado. Sin colocarte en la explanada ante la puerta, como los aspirantes a ser monjes del mikkyô (budismo esotérico), y esperar con viento y lluvia durante semanas a que se abra –esa sola vez que se abre al año– y seas elegido para entrar en el recinto interior.

En segundo lugar, eres objeto de un desafío. A pesar de su sencillez, cada uno de los haikus nos interpela en el fondo de nuestros corazones, a veces cansados, sobreestimulados, distraídos, llenos de nada. “Resuelve mi belleza”, parece querer decirnos cada haiku. Y tantas veces como lo olvidemos, vuelve a subir a la superficie de nuestra conciencia, con un mismo imperativo: “Resuelve mi belleza”. En este libro se proponen setenta haikus como setenta enigmas dispuestos a ser descifrados. Con el convencimiento de que todo esfuerzo por desvelar un haiku tiene como resultado el desvelamiento del corazón de quien lo intenta. Así es el carácter especular del haiku. Porque nadie cuenta por sí mismo con los recursos necesarios para descifrar la perfección de un haiku, sólo se puede hacer un acto de vaciamiento y exponernos a él como ante un espejo. Somos lo que debe descifrar el enigma de la belleza del haiku. Únicamente así logramos ser un poco menos enigma para nosotros mismos. Tal como expliquemos un haiku, así seremos. Vemos nuestra alma en el haiku que tenemos delante. Éste ha sido el ejercicio que hemos querido hacer ante los lectores de estas páginas para que entre todos sigamos profundizando en esa esquiva y maravillosa naturaleza del haiku japonés. Es ésa la razón de que el estudio del haiku pueda convertirse para nosotros en un camino espiritual. Y como todo camino, requiere de una gran conciencia de tus actos y tus decisiones. Tratar de meter en el haiku más de lo que en él hay es más desgraciado que no descubrir algo de lo que contiene. Si escribir haikus es un magnífico entrenamiento de apertura al misterio, traducir y comentar haikus te enseña la difícil ciencia de ser prudente.

Hace siete años la maestra japonesa Nagamatsu Kazue nos regaló la caligrafía de este haiku de Chiyo-jo:

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Amagumo ni hara no fukururu kawazu kana

  

La rana

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infla el buche ante las nubes

que traen la lluvia

Y nos dijo: «¿Cómo podríamos explicar a los que no son japoneses lo que nosotros sentimos ante la lectura de un haiku como éste?». Estuvimos durante siete años aplazando el compromiso que suponía este interrogante. Durante este tiempo publicamos en castellano una decena de libros sobre este género. Pero no nos atrevimos a comentar haikus realmente difíciles, como éste de Chiyo. Difíciles, en algunas ocasiones –como ésta– por su aparente simplicidad. Finalmente decidimos asumir el reto. Después de estudiar con calma el haiku de Chiyo, escribimos:

«Para entender un haiku en el que se habla de una rana, hay que ser una rana. Si no, ¿cómo ver una nube con ojos de rana y desear comérsela? Se emplea la expresión hara ga fukureru (inflar la barriga), que en japonés coloquial significa lo que el castellano “comer con los ojos”. Nosotros –los seres humanos– sabemos que las ranas no comen lluvia. Pero, al menos esa rana que está observando Chiyo, no lo sabe. Y ahí está, inflando el buche mientras ve venir nubes grises de lluvia, relamiéndose como el que anticipa un festín. La confusión de esta rana ha debido resultarle cómica a la poetisa. Sin embargo estamos ante algo más que un simple haiku cómico. Bajo su sencillez inquebrantable, este haiku esconde un misterio. Un misterio que es capaz de viajar lejos, de un corazón a otro, sin mostrarse. La clave para comprenderlo no está en los tres sustantivos (nubes de lluvia, vientre, rana) ni en el único verbo (inflar), sino en una partícula: alt (leída: “ni”), que en este caso puede tener una doble traducción: “ante” o “por causa de”. Es esa partícula la que está soportando toda la tensión entre los dos polos de este haiku: las nubes y la rana. El genio del haiku japonés es su habilidad para captar relaciones entre cosas. En este haiku de Chiyo, tenemos, de una parte, el “estar” de una rana –quieta en su lugar, con sólo un movimiento de vientre que pretende mágicamente atraer hacia sí las nubes que son el objeto de su deseo–; de otra parte, tenemos el suave fluir –casi también el “estar”– de esas nubes grises que han hechizado a una rana, y que van discurriendo hacia el exacto lugar donde ella detenida las espera. Dos polos claros, dos elementos en relación: unas nubes que parecen dispuestas a contener su lluvia hasta que se dicte el instante de soltarla, y una rana que cree poder alimentarse de esa lluvia. La relación como misterioso malentendido. El mundo tal como es. El misterio donde dejamos de percibirlo».

La explicación vino como una especie de permiso para seguir intentándolo con otros haikus. Desde entonces, la búsqueda de estos haikus difíciles se intensificó y la tarea fue ya imparable. Repasamos todos esos haikus que habíamos estado arrumbando durante años y decidimos presentarlos en un libro conjunto: una antología de haikus de belleza inexplicable. La colaboración de Yamada Akiko iba a resultar, como en otras ocasiones, fundamental. Su sabia opinión, su extraordinaria intuición, se iban a enriquecer con otras como la de Tsuji Hiroko, Tsujioka Mika, Iwashita Sayoko, y la de los profesores Aoki Fumio y Tsuji Mitsuhiro. A todos ellos, nuestro más profundo agradecimiento.

A pesar de nuestros denodados esfuerzos por desentrañar el misterio de cada haiku, éste permanece perpetuamente a salvo. El haiku nos ha desafiado para luego hacernos saber de nuestro fracaso. Saber que aún no somos red para el pez que pretendemos atrapar. El fracaso es parte de nuestro entrenamiento espiritual. Así reafirmamos la necesidad de seguirnos puliendo, de seguir afinando nuestros sentidos según las enseñanzas de los maestros del haiku japonés. No para lograr ningún objetivo. Los objetivos van a verse una y otra vez frustrados. Sino para que comiencen las transformaciones en nosotros mismos y llegar gracias a ellas a ubicarnos de verdad en nuestro mundo. El haiku es un modo extraordinario de entrar en la realidad que nos soporta; de vivir la existencia por dentro.

Vicente Haya
Barcelona, 17 de julio de 2006

PRIMAVERA alt

 

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1.

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Azamuite yukinuke-dera ya oboro-zuki

Contando una mentira,

atajo por medio del templo…

La Luna con un halo de niebla

   

Autor: Taigi

Kigo: oboro-zuki [estado de la Luna]

Estrofa más probable: 5-7-5

Cronología: haiku clásico

Clasificación: de lo sagrado

Gramaticalmente, no tendría por qué ser el propio poeta el sujeto de la acción. Podría ser que Taigi fuera sólo un testigo. Pero, si el protagonista del haiku no fuera él, ¿cómo es que sabe lo que sucede después? Incluso la Luna –en estricta posibilidad gramatical– podría ser la que cruzara el templo, y de alguna forma así ha tenido que ser para que Luna y poeta allí se encuentren. Si hay que elegir entre ambos –Luna y poeta– para ver cuál es el sujeto del verbo, lo que se espera de un traductor de haiku –extraordinariamente sensata como es esta poesía– es que se centre en el sujeto humano. Vamos a presuponer que un poeta cruza un templo, un templo del que sabemos que es budista (o-tera) y que interfiere el camino en línea recta de Taigi, un yukinuke-dera (“templo de paso”).

Si gramaticalmente no estaba claro –y hemos tenido que deducir– quién cruzaba el templo, de lo que no hay duda es de que es Taigi quien azamuku: el que “se las da de listo”, el que “dice una mentirijilla”, el que “silba”, o “canturrea”. Taigi se presenta a sí mismo abriéndose paso por entre la inocencia, mintiendo al guarda del templo. Y ahí es donde le sobreviene la cercanía con la existencia que producirá el haiku. El propio poeta no se imagina adónde va a llevarle este atajo que ha tomado. Estamos donde está él y con su misma ignorancia. Taigi nos ha llevado al lugar y habremos de estar allí hasta que concluya el haiku, participando en él. Pase lo que pase. También nosotros nos hemos visto obligados a decir una mentira –o, como mínimo, a ser cómplices mudos del ardid del poeta– para entrar en los dominios de ese “templo de paso”.

Luego, nos damos cuenta de que se ha producido un encuentro con la Luna. Un encuentro que no respondía al objetivo previsto. Por eso, habríamos desvirtuado el haiku si hubiéramos traducido:

Cruzo por el templo,

aunque sea mintiendo,

por ver la Luna con su halo de niebla

Debemos ceñirnos a la mentira como clave de paso, ciertamente, pero también a la ignorancia de lo que le espera tras su argucia. La traducción del verbo azamuku por “silbar, canturrear” haría perder tensión a la traducción. Ambas acciones corresponden, en efecto, a la actitud de alguien que habiendo tramado un engaño del que se sale impune, se considera más listo que los demás. No tan deficiente como la anterior, pero todavía lamentable, sería la traducción:

Canturreando, silbando,

mientras atajo por mitad del templo

La Luna con su halo de niebla

Creo que podría establecerse como ley general que un haiku es tanto más hermoso cuanto más fácil sea de malinterpretar. Es exactamente lo que puede ocurrirnos con éste de Taigi. Alguien que aún no hubiera calado en la médula del haiku japonés podría pensar que la Luna está en neblina porque el poeta se ha servido de un engaño para contemplarla. Sería, pues, un haiku que utilizaría la Luna para elaborar una metáfora del pecado humano. Por el contrario, en el haiku que Taigi escribió –una vez que nos podemos desembarazar de traumas de pecados y culpabilidades– se nos dice que gracias a la mentira él ha acabado en estado de contemplación. El oboro-zuki –una Luna medio velada por la neblina– lejos de ser una merma en su belleza, para la sensibilidad poética en general, no sólo japonesa, es un momento de gran esplendor y hermosura. El éxito de Taigi es no haber eliminado su malicia de la experiencia de belleza que tuvo. No bastaba con decir: «Atajando por en medio del templo, una Luna en neblina», y añadirle cualquier otro ingrediente de la belleza del momento… (¡Quién sabe cuántos otros elementos había allí mismo para haberlos incluido en el haiku sin causar la menor estridencia en el lector!) Sin embargo, el poeta ha creído necesario, y ahí está el punto de genialidad, añadir a la escena la estratagema que le llevó a esos instantes de intimidad con la Luna. No para confesarse, ni para culpabilizarse; simplemente, para hacer que la escena esté completa tal como fue en realidad. Luna, niebla, atajo, un guarda de templo ingenuo, la desgana o la necesidad de no dar un rodeo…, y un engaño. Ésos son los elementos de la escena, y –por eso mismo– también del haiku. La picardía del poeta y la inocencia del que guarda la puerta del templo son las dos piedras cuyo choque produce la “chispa poética” que incendia nuestro corazón. Lo que no sabe Taigi es que esa inocencia del guarda del templo –que le permite atajar por él– es parte de una estrategia. El mundo utiliza nuestras mentiras para verse a solas con nosotros en momentos privilegiados.

2.

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Kawabuchi ya chô o nesasuru nabe no shiri

Al borde del río,

el culo de una olla

hace dormir a una mariposa

   

Autor: Issa

Kigo: chô [mariposa]

Estrofa más probable: 5-7-5

Cronología: haiku clásico

Clasificación: de lo sagrado

En japonés, si no se hace ninguna especificación numeral concreta, no se sabe si el sujeto es plural o singular. En este caso, nabe podrían ser muchas ollas y chô muchas mariposas. Si fuera así, la escena ganaría en simpática ocurrencia –un mundo lleno de ollas con mariposas posadas– y perdería en intimidad. Vamos a suponer que se trata de desvelar la relación eventual entre una olla y una mariposa. El acierto del haiku está en la forma verbal: “hace dormir”. No es simplemente una mariposa dormida en el “culo de una olla” puesta a secar junto a un río: es una olla que se ha propuesto hacer dormir a una mariposa, como el que acuna a un bebé.

El “cortocircuito estético” que supone “mariposa-culo” no puede ser más intencionado. Ya habría sido una apuesta arriesgada por parte del autor “mariposa-olla”: lo natural, lo frágil, lo leve, lo hermoso, asociado poéticamente a lo metálico, lo artificial, lo útil. Pero se ve que para Issa no era suficiente, y nos va a hablar de “culo”, “culo de olla”, igual que se dice en castellano.

Cuatro acciones se le suponen a Issa, y ninguna de las cuatro se consignan expresamente en el haiku, pues el poeta ha sabido desaparecer de él: cocinar, comer, fregar y descansar. Veamos ahora, de nuevo, toda la escena: Un poeta al borde de un río, después de comer, ha fregado la olla y se ha tumbado a descansar… Con el suave aire de la primavera, tras echar una cabezada o tal vez mientras se está durmiendo, observa la olla que ha puesto a secar, y ve cómo una mariposa –que se ha parado a descansar un instante– se ha quedado dormida sobre ella. Río-ribera-poeta-comida-primavera- sol-siesta-olla-mariposa… El haiku es captar las relaciones entre los seres. Si hemos dicho algo hasta ahora del haiku, ha sido esto.

3.

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Hitotsu tobu oto ni mina tobu kawazu kana

Una salta,

y en cuanto la oyen,

todas las demás ranas saltan

   

Autor: Wakyu

Kigo: kawazu [rana]

Estrofas más probables: 5-7-5 o 8-4-5

Cronología: incierta

Clasificación: cómico

Es un haiku musical, rítmico, activo, gracioso. El sonido de una rana zambulléndose es la señal que esperan las demás para hacer lo mismo. Responde a una consigna entre ranas. Quizá la primera que se arrojó fue la que antes intuyó un peligro cercano; o la que más calor tenía. No importa. Aunque nada ocurre sin una razón de ser, en realidad, las razones a las ranas no les importan. Para nosotros las ranas son criaturas muy elementales: croan y se zambullen. Esa naturaleza previsible de la rana emociona al japonés. Seguramente, la palabra kawazu despierte algo más de ternura que el término “rana” en castellano: una sensación de algo familiar dentro de la naturaleza; algo que está siempre ahí esperándonos. Habrá quien diga que las ranas son criaturas rematadamente tontas. A veces las vemos que quieren comerse una nube que viene cargada de lluvia1 y en otras ocasiones las sorprendemos

1. Haiku de Chiyo citado en el prólogo.