UN CORAZÓN SENCILLO

Gustave Flaubert

Traducción del francés de Juana Salabert

Título original:

Un coeur simple, 1877

 

De esta edición:

© De Conatus Publicaciones S.L.

Casado del Alisal, 10

28014 Madrid

www.deconatus.com

 

© De la traducción: Juana Salabert

© De los textos: Silvia Bardelás

 

Primera edición: febrero de 2018

 

Diseño de la colección: Álvaro Reyero Pita

ISBN:  978-84-17375-03-4

 

La editorial agradece todos los comentarios y observaciones:

comunicacion.deconatus@deconatus.com

Contenido

Portadilla

Créditos

Un cuaderno de lectura creativa

Un Corazón Sencillo

I

II

III

IV

V

Propuesta de lectura creativa

Propuesta de club de lectura

UN CUADERNO DE LECTURA CREATIVA

 

 

 

 

 

UN CUADERNO DE LECTURA CREATIVA

 

 

 

 

 

 

¿Lectura creativa?

 

Quizá lo que más impresiona de la lectura narrativa es la posibilidad de conectar con un mundo totalmente diferente al nuestro, hasta el punto de olvidarnos de nosotros mismos por completo para ver cada detalle de lo que se nos cuenta y sentir lo que siente el protagonista de la narración. Esa lectura solo la puede dar un buen libro, pero también, esa conexión solo la puede hacer un lector creativo.

Un libro narrativo no hay que entenderlo, hay que sentirlo. Si eso es tan fácil, ¿por qué un cuaderno de lectura creativa? Precisamente porque para sentir un texto hay que entrar en contacto con la creatividad del autor. Es muy fácil verlo musicalmente. Si no conecto con la sensibilidad de Mahler, si su forma de componer me resulta completamente ajena, no puedo sentir su música. Es mucho más fácil que se dé esa conexión si tengo conocimientos musicales y si he escuchado mucha música antes.

Podemos leer un libro para entretenernos, relajarnos, para desconectar. En ese caso no tenemos que ser creativos. Pero el interés de la lectura es exactamente el contrario: salir de uno mismo para conectar con mundos completamente ajenos y volver al nuestro para verlo desde esa nueva mirada que hemos adquirido.

Este tipo de lectura es necesariamente creativa porque salir de uno mismo para conectar con algo completamente diferente exige creatividad. El concepto de creatividad se usa mucho, pero no sabemos muy bien qué quiere decir. Parece que ser creativo es algo que se puede aprender, pero no es así exactamente. Nadie puede ser creativo si no necesita serlo. Lo más importante para ser creativos es ponernos en situación.

Nos volvemos creativos cuando no nos encontramos en nuestro lugar habitual, cuando nos enfrentamos a situaciones que no conocemos. El hábito no es creativo. Algunos textos me cuentan lo que ya sé y no me exigen nada. Después de leer me quedo como estaba. Otros textos me descolocan, y después de leerlos vuelvo a mi mundo y lo observo desde una perspectiva nueva. Descolocarme significa salir de mí mismo y encontrarme con lo diferente. En el caso del texto literario, para que eso ocurra, tengo que seguir el hilo, rendirme a la propuesta del autor. En eso consiste la lectura creativa.

 

 

¿Lector creativo?

 

La lectura es un acto, y como tal necesita actores:

un autor que escribe un texto expresando un punto de vista sobre el mundo;

un lector capaz de decodificar el texto y sentir esa forma de ver el mundo.

Acerca del autor, nadie duda de la necesidad de que sea un creador, de que ponga libremente en juego sus facultades y sea capaz de crear una obra de arte: un texto que muestra una visión del mundo y conmueva.

Sin embargo, el lector no suele ser considerado como un actor. En teoría, todos sabemos que el texto no se convierte en una obra de arte hasta que alguien lo lee; pero en la práctica, el lector acostumbra a ser considerado un sujeto pasivo, alguien que ocupa su tiempo libre disfrutando de una historia.

La realidad es que el lector es cocreador de la obra y “comete” en la lectura un acto creativo. Al igual que el autor, pone en relación y funcionamiento todas sus facultades. Y en ese acto echa mano de sus experiencias, recuerdos, deseos o miedos y deja en suspensión sus ideas preconcebidas sobre el mundo. Todo esto permitiendo que su imaginación actúe libremente.

 

 

Sí, la lectura es un arte, es el arte de saber leer

 

Para “cometer” un acto creativo, el lector tiene que ser consciente de que la lectura no es subjetiva en su totalidad, de que las palabras que componen el texto tienen una lógica a la que tendrá que acceder. Su bagaje de experiencias, su memoria o sus capacidades cognitivas harán que su lectura sea singular, diferente a la de otros en cuanto a matices, pero habrá un nivel de lectura común que atiende necesariamente a las lógicas del texto, una lectura que interesa por su capacidad de crear comunidad, de provocar conversación.

 

 

¿Dónde debo colocarme para ser creativo leyendo?

 

Joshua Cohen, uno de los autores de De Conatus, el escritor de Los reyes de la mudanza, llega a decir que no podría respetarse como persona si su escritura no surgiera desde una necesidad emocional y existencial. Podemos decir que esa
actitud del autor tiene que corresponderse con la misma actitud en el lector para que el texto pueda emerger.

Así pues, el acercamiento a los grandes relatos desde la creatividad solo puede alcanzarse si tengo una necesidad emocional y existencial, si quiero entenderme y entender el mundo. La creatividad surge desde un estado de cierta incomodidad: si creo que todo está bien y no es necesario cambiar nada, no tengo la necesidad de ser creativo. La creatividad no es un adorno, es una herramienta para encontrar algo mejor. Y surge de una necesidad emocional y existencial que nos lleva a una búsqueda de las lógicas de la condición humana. Emerge de un querer conocernos y entender el mundo, no de un deseo de pasar el tiempo y desconectar. La literatura precisamente es un ingenio de conexión con la realidad, a través de esa invención podemos conocerla un poco más y entender cuál es nuestra posición dentro de ella.

 

 

Conocer las lógicas de la narrativa

 

Nadie duda de que un pianista necesita conocer el lenguaje musical para interpretar un texto. Quizá por ese reconocimiento no hay duda al considerarlo un artista. ¿Un texto literario no es como una partitura? ¿No está proponiendo unos materiales narrativos y un orden que debe reconocer el lector? La decodificación consiste en reconocer los elementos que componen un texto y otorgarle sentido: ¿por qué este narrador habla de esta forma? ¿Por qué el personaje es femenino y no masculino? ¿Qué sentido tiene que el autor haya elegido como escenario el mar y no el campo? ¿Por qué ha decidido usar capítulos en lugar de cartas? Esta forma de entender los recursos narrativos que utilizan los autores, la capacidad de reconocer lo que cada una de sus decisiones nos quiere contar, nunca va en detrimento de la subjetividad, sino al contrario, actúa como un detonador que ayuda al lector a liberar sus propios recursos y le hace capaz de “cometer” un acto creativo.

 

 

¿Qué aportan estos cuadernos a mi posible lectura creativa?

 

Estos cuadernos aportan un recorrido por el texto que nos ayudan a reconocer estos recursos, pero no para sentir la alegría de descubrirlos, sino para encontrar sentidos, hacernos preguntas, descolocarnos para llegar a algo nuevo. No se trata de señalar: aquí el autor hace esto y este recurso se llama de tal manera. Este recorrido es personal. Lo que se pretende es poner el foco de atención en decisiones importantes del autor y plantearnos por qué las ha tomado al hilo de lo que ya hemos leído hasta entonces. No hay una lectura cerrada que se pueda resumir en una oración; sino que nos encontramos ante una lectura descubierta de forma intuitiva, una especie de encuentro de todos los recursos que hemos visto, de todos los sentidos que hemos planteado y de todas las preguntas que nos han surgido.

Y cada relato tendrá su propio recorrido. Cuando nos proponemos leer a Flaubert o a Joyce tenemos que colocarnos en otro lugar para mirar, el que ellos nos ofrecen, tendremos que dejarnos llevar por caminos trazados de una forma que desconocemos y en los que seguramente tropezaremos o nos sentiremos perdidos. Los grandes autores no siguen la senda de otros, descubren un estilo propio, una forma de usar el lenguaje apropiada a eso nuevo que nos quieren contar.

Cuando desarrollamos nuestra “sensibilidad literaria”, somos capaces de leer inconscientemente de una manera más profunda, porque esas lógicas narrativas que ya conocemos se incorporan de manera natural a nuestra mirada.

 

 

¿Cómo utilizar este cuaderno?

 

En este libro ofrecemos una propuesta de lectura creativa para poner en práctica. Existe la posibilidad de leer Un corazón sencillo sin más y después reflexionar sobre lo que se ha leído desde las sugerencias de la propuesta; o bien, después de leer cada capítulo, se puede ir a la propuesta y valorar las preguntas que se proponen antes de pasar al siguiente. Las reflexiones sobre los recursos del texto siguen el orden de los capítulos del relato.

 

 

La posibilidad de organizar un club de lectura

 

Una persona no lectora dice que no le gusta la buena literatura porque los personajes, en el fondo, son siempre suicidas y representan gente que no está bien, pesimista, que solo ve la parte mala del mundo que le rodea. Dice que siempre se queda con una sensación amarga después de la lectura. Pero otros lectores siempre se quedan con una sensación liberadora aunque el personaje sufra hasta la extenuación. Su lectura se acerca más al éxtasis que al sufrimiento.

¿Dónde está la diferencia entre las dos lecturas si el texto es el mismo? En el lector. Alguien dirá que la lectura es subjetiva, que hay tantas lecturas como lectores. Y eso es verdad, pero tendremos que pensar si hay un nivel de lectura que pueda ser aceptado por todos, si hay una lectura que pueda ser razonada, que pueda ser justificada desde el orden de las palabras que componen el texto. Independientemente de todas las posibles lecturas y los matices que dependen de la sensibilidad de cada lector, podemos llegar a ver lo que pone el texto. Y por supuesto, podemos discutirlo.

Esa es la base de un buen club de lectura. La intención no es expresar desde el principio lo que ha sentido cada uno leyendo tal párrafo o el recuerdo de la infancia que le ha evocado una palabra en concreto, porque eso nos pone fuera del texto. Los matices singulares los pondremos en común al final, pero si antes hemos buscado un sentido entre todos, hemos seguido las decisiones narrativas del autor, habremos generado una sinergia que potenciará nuestra capacidad de diálogo.

En primer lugar hablaremos de lo que pone el texto, no de lo que le ponemos nosotros. Este ejercicio de salir de uno mismo, de escuchar y de llegar a comprender algo que no estaba dentro de nuestros conceptos, sensaciones o palabras, nos coloca en un lugar donde no nos queda más remedio que pensar y ser creativos. Significa reconocer la pluralidad del mundo y entenderme en medio de la diferencia: porque están los otros tan distintos, yo me percibo en un “entre”, no en una soledad sin remedio. El problema de las soledades en el fondo no es tanto que no me comprenden como que yo no veo a los demás.

El club de lectura no puede ser una guerra de egos en la que cada quien quiere decir la mejor frase o aportar la mejor reflexión sobre el libro; sino justo lo contrario, debe ser un ejercicio de disolución del ego, una forma de entendernos en un “entre”. Para conseguir esta experiencia, primero tendremos que concienciarnos de que la creatividad aparece cuando nos colocamos en un lugar que nos obliga a ser creativos

En un club de lectura, la emoción o la subjetividad son fundamentales porque también es un espacio donde esperamos ser nosotros mismos con libertad, esperamos que nos escuchen y nos reconozcan en nuestra singularidad. Y eso se hace expresando la relación del texto con la propia vida. A lo largo de la lectura nos iremos formulando preguntas que se podrán discutir en diálogo con el libro. Lo importante de esta segunda parte es que las preguntas de unos sean compartidas por otros o que propicien otras preguntas que nadie se había hecho. El éxito de un club de lectura se basa en reconocer esos significados comunes y en atender al aspecto singular y subjetivo de cada lectura como tal, pero sin mezclarlo, sin partir de la idea de que la lectura es meramente subjetiva, como si el texto no tuviera un sentido que todos podemos reconocer.

En este momento siempre tiene que surgir el debate alrededor de la postura del autor ante su sociedad. El impulso de escribir no viene del deseo de crear algo bonito, sino de una necesidad de entender y de sacar a la luz aquellos aspectos de la sociedad que no permiten a sus miembros desarrollarse. La belleza llega como una consecuencia del texto cumplido. Así que conocer la sociedad, además de conocerme a mí mismo, es un aspecto fundamental de la narrativa. Y en un club de lectura, observar nuestra sociedad a través del espejo del texto es fundamental. Eso lo convierte en una experiencia comunitaria.

 

 

 

¿Por qué las hojas en blanco?

 

Los lectores suelen escribir en los márgenes del libro cuando encuentran algo con lo que conectan de manera especial. No son verdades que aparecen, sino ideas que les tocan y les obligan a plantearse cosas que para ellos son fundamentales.

Y es en ese momento en el que entra en juego la subjetividad, la experiencia que ha ido configurando a cada uno. Si una persona ha tenido una vivencia traumática con la muerte de un ser querido, ha roto con su pareja o un amigo le ha traicionado, de manera inconsciente irá buscando respuestas a estos hechos que no comprende.

Esas ideas son las que se pueden ir apuntando en la hojas en blanco. En ellas cada lector podrá ir configurando su lectura personal para que, en un momento dado, pueda compartirla en el club de lectura.