DICEN

 

 

 

© 2015 de Susana Sánchez Arins

Título original: Seique

Primera publicación en 2015 por Através Editora, Santiago de Compostela.

 

 

De esta edición:

© De Conatus Publicaciones S.L.

Casado del Alisal, 10

28014 Madrid

www.deconatus.com

 

© De la traducción: Susana Sánchez Arins

 

Primera edición: marzo de 2019

 

Diseño de la colección: Álvaro Reyero Pita

 

ISBN: 978-84-17375-21-8

 

 

Todos los derechos reservados.

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recordar duele.

herminio barreiro

 

la verdad no se encuentra en mostrador
de notaría o decreto de gobierno,
apenas en las historias que nos contamos unos a otros.

josé luandino vieira

 

la muerte está presente en tu libro
abre las heridas de años atrás
la leyenda crece desde el sur al norte
esta es la historia del fresco, manuel.

marful cantando «manolo pipas»

 

habría sido tan fácil para él transformar su historia
en un drama lleno de estilo, pero no lo hizo.

chimamanda ngozi adichie

 

efemérides

 

mi padre nació en 1949, al año de abolirse el estado de guerra. mi madre vino al mundo en 1952 y aún los maquis andaban por el monte. la guerra se aparecía remota, pero estaba ahí.

 

y ahí continúa.

 

 

costuras

 

desconozco la historia al completo. solo recuerdo fragmentos, de manera nítida, eso sí. ni siquiera fragmentos de la propia historia, sino de los cuentos que sobre ella contaba la abuela gloria, o de las historias que mal recuerda casilda contadas por la tía ubaldina. ¿cómo establecer los enlaces entre un jirón

y otro? ¿cuál es el punto de costura? ¿por dónde corto el género? en fin, ¿con qué tejido trabajar? ¿cuál es el diseño correcto?

 

¿existe alguna imagen cierta?

 

arquitectura familiar

 

vengo de una familia edificada en morriñas, en nostalgias de tiempos pasados.

 

la abuela gloria hablando siempre de la casa grande de portarís, de lo feliz que era antes de lo que pasó. mamá hablando siempre de la familia, de lo importante que era, hasta teníamos en vigo casa gótica de piedra y escudo. la tía pilar recordando siempre aquella niñez en casa de un tío, que era muy fino y rico de verdad.

 

vengo de una familia edificada en rabia, porque el declive que vivía no era merecido. si no fuese por el tío manuel, portarís sería nuestro, si no fuese por aquella pelea, tendríamos domingos y parientes, si no fuese por la guerra, viviría en redondela.

 

ay, si no fuese…

 

el retrato

 

el tío manuel aparece en la desamparada foto de familia que conservaba mi abuela. el tío manuel era uno de sus hermanos mayores y ella, la más pequeña. eran trece, sin contar los muertos. por eso, en la fotografía, mi abuela, que está a los pies de mi bisabuelo, solo tiene dos añitos. el tío manuel aparece recto y tieso en una de las esquinas del papel. aunque mis bisabuelos están sentados en el centro de la imagen, como en un trono real, quien preside el cuadro es el tío manuel. porque tiene porte. y realza esa presencia majestuosa con traje blanco y sombrero blanco y zapatos blancos. como si fuese un indiano.

el resto de hermanos y hermanas, hasta trece, sin contar los muertos, e incluso mis bisabuelos, en su trono real, parecen los criados pobres del tío manuel, los caseros que le aran los campos, las lavanderas que le clarean la ropa prístina, las amas de cría que amamantaron a mi abuela.

 

siempre al servicio del señor.

 

portarís

 

portarís abarcaba muchas tierras, entre prados, campos desbrozados, robledales, mieses, campos de trigo y monte del que bajaban carros y carros de abono. se comentaba que portarís tenía un ferrado[1] por cada día del año y que contaba, por lo menos, con treinta caseros. durante la semana, no había comida sin dos curas a la mesa, como mínimo.

 

 

refranero

 

el cura, donde canta, come.

 

 


[1] El ferrado es una medida de superficie que oscila entre los cuatrocientos y los seiscientos metros cuadrados.

 

todo esto fue nuestro

 

un día, mi hermano acompañó al tío josé a desviar el agua. subiendo al alto del mosteiro, donde estaba el pozo y nacían los riegos, miró hacia donde le indicaba su tío y atendió a sus palabras:

–todo cuanto ves en el horizonte –y apuntó al norte– fueron tierras de portarís. cuando acabó la frase, dejó caer la mano en su hombro, igual que en las películas de caballerías y del farwest, y contemplaron la puesta de sol.

 

 

areas

 

areas abarcaba muchas tierras, entre prados, campos desbrozados, robledales, mieses, campos de trigo y monte del que bajaban carros y carros de abono. se comentaba que areas tenía un ferrado por cada día del año y que contaba, por lo menos, con treinta caseros. durante la semana, no había comida sin dos pobres a la mesa, y gentes de pedir y obreros sin trabajo y personas enfermas, como mínimo.

 

manuel gonzález fresco siempre tenía abiertas las puertas de su casa y nadie salía de ella con las manos vacías.

 

la enfermedad

 

durante años, en las visitas de los domingos a la casa de cea, la abuela gloria le comunicaba a mi padre: el tío manuel está muy mal, puede que no pase de la navidad. y pasaba la navidad y llegaba un nuevo domingo. el tío manuel está muy mal, puede que no pase de la pascua; y la pascua llegaba y la pasaba.

en alguno de esos luctuosos avisos de la abuela arribaba el rumor. muere muere, pero no acaba de morir. dicen que aguanta a chupitos de aguardiente, afirmaba la vieja con voz de niña burlona. mala hierba nunca muere, dejaba caer alguien de la familia, cada domingo, indefectiblemente.

y entonces la abuela gloria se ofendía:

¡chissst! ¡un respeto! nunca fue bueno, pero no le deseo la muerte.

y la que moría era la conversación. hasta el domingo siguiente, que llegaba acompañado de la misma frase.

 

el tío manuel está muy mal, puede que no pase de san juan.

 

el mal del pecho

 

versión 1 (más extravagante y agitanada): un día, el bisabuelo fue a la feria a cambados y cuando regresó, mandó empaquetarlo todo porque había comprado tierras cerca del mar, porque decían que daban mejores huertas y frutales.

versión 2 (más sensata y tediosa): al viejo le entró el mal del pecho. vendió todo en cervaña y compró tierras nuevas, cerca del mar, para poder ir a tomar las aguas a la isla de Toxa más a menudo, porque decían que eran buenas y que harían que tosiera menos y que no se ahogara en espasmos diafragmáticos.

 

 

al asunto

 

lo importante tanto de la versión extravagante y agitanada como de la versión sensata y tediosa es la comprobación de que para cada hecho hay múltiples variantes narrativas, una, dos, doce, ni siquiera tantas como personas.

 

tantas como veces es contada la historia.

 

vestuario

 

los zapatos piden medias

las medias piden zapatos

los zapateros del monte

quieren tierras en cambados

 

 

migración

 

los hijos mayores estaban ya creciditos. solo las pequeñas nacieron en la casa nueva. la mudanza duró un par de días y necesitó cuatro o cinco carros de bueyes, con las camas de castaño, los aparadores y las arcas de ropa blanca. en el viaje tuvieron que volver atrás, porque perdieron a la tía carmen, que entonces era una niña, en el camino.

dicen que el tío manuel, uno de los mayores, se había echado una novia en la fiesta de bandeira y que en bandeira se quedó. quién sabe si fue ahí donde le entró la vileza en el cuerpo.

 

campo de la feria

 

no sabemos qué feria fue a visitar el bisabuelo, pero suponemos que sería la de mosteiro, en meis. se celebraba los días nueve y veinticinco de cada mes y era la más grande del contorno. quizás fue allí donde los arrieros decidieron admitir el pulpo seco como pago por el aceite y el pimentón, dando origen, así, al pulpo á feira, plato nacional, insignia gastronómica. lo que sí es cierto es que era allí donde se comerciaban las vacas paridas, las preñadas, las de matar, las terneras, los becerros puchos, los bueyes, los cerdos y el ganado caballar. los carreteros de carballiño negociaban con vino del ribeiro, castañas del courel, nueces de brollón. los pastores de ourense paraban en las casas para comprar ganado lanífero. de meaño y valga, y caldas, y moraña, y cambados, llegaban personas que vendían, que compraban. o que solo paraban en los cobertizos para escuchar cuentos y tomar vino.

 

y en medio de este alboroto el bisabuelo oyó hablar de una granja de frailes que la iglesia ya no quería: portarís.

 

el golpe

 

la abuela gloria guardaba el retrato familiar. todos, todas, ante la casa matriz, quizás para calmar el sufrimiento de la pérdida.

pero cada vez que la fotografía abandonaba el cajón y el papel vegetal que la envolvía, renacía de sus nitratos de plata, como ave fénix, el trauma.

 

–entonces, entonces sí éramos felices. antes del tío manuel.

 

 

el que guarda siempre tiene

 

versión 3 (quién sabe si la última): el viejo era zapatero. iba a las ferias grandes, y en su cobertizo arreglaba suelas, reponía correas, intentaba renovar zuecos gastados. en una de esas ferias, escuchó hablar de portarís.

 

no era mal negocio, el de zapatero, vistas las plusvalías.

 

cuentos de viejas

 

hace años me enteré de la fuerza del movimiento agrario en las tierras de tabeirós. campesinas y campesinos se organizaban en sindicatos, escuchaban los discursos emancipadores de basilio álvarez y, en amistad con la gente emigrada, abrían las primeras escuelas laicas de la comarca, porque querían que sus hijas, sus hijos, desertaran del analfabetismo.

una de las cosas que más me había impresionado fue saber lo que sucedió en el año 1915. como siempre, las casas grandes con 365 ferrados se libraban de pagar impuestos. las casuchas con cuatro metros y medio, hórreo de un solo claro, pagaban por todas. y hubo huelga general: durante semanas, las aldeas del contorno se negaron a vender sus productos en la villa, lo que suponía dejar sin leche, sin harina, sin huevos, sin berzas o manzanas a sus habitantes.

 

a mí, que tenía al mío por un pueblo de espíritu abatido y apocado, me causó una gran sorpresa su pasado esplendorosamente luchador. y olvidado.

 

el desayuno

 

el tío manuel solo desayunaba dos chupitos de aguardiente, uno de blanco, otro de hierbas. dicen.

 

 

literatura de tradición oral

 

una de las frases de la abuela gloria que tengo más presente es esa de os voy a contar un cuento. una frase que a mí siempre me sorprendió porque lo que contaba era lo que nosotras llamábamos de pequeñas chistes. la abuela no perdió el gusto por contar, ni la retranca con que lo hacía, ni siquiera cuando le faltó la memoria.

yo nunca las vi, porque no había nacido, pero puedo vislumbrarlas en la minúscula cocina de cea, en la que apenas cabían, sentadas alrededor de la mesa en aquellas banquetas blancas y verdes, mi tía yoya haciendo que no sabía y la abuela gloria contando historias de la casa grande de portarís, de cuando toda la familia llegó de cervaña, con las camas y las artesas en carros de bueyes y habían perdido a la tía carmen, aquella que después se llevaron para monja unas misiones que pasaron por allí, porque abuelito era hombre de misa diaria y cura en la mesa, y de aquel viajante que se quedaba en la casa grande en la época de ferias y de la vejiga rara que guardaba en la maleta de viaje y de como la tía ubaldina habían convencido a la abuela gloria para robar la vejiga y de…

 

ríos que van al mar

 

las vidas no empiezan cuando nacemos. ni terminan en nuestra muerte. nada de ríos que van a mares que son el morir. ya lo escribió alguien en algún lugar.

las vidas son vidas cuando son nombradas y habladas y dichas. hay quien deja huellas en el polvo de los caminos durante años hasta que, por fin, llega la vida. hay personas que nacen muertas. nadie habla de ellas.