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Creditos


 

Primera edición, 2018

 

 

Del texto

© Rosa Durán

 

De la edición

DR © Ediciones de las Sibilas

Francisco Contreras 114

Loma Verde

León, Gto.

C.P. 37295

 

 

 

 

Hecho en México

Made in Mexico

ISBN: 978-607-96645-8-9

 

 

 

Dibujo de la portada: Ian De Giovannini Aschentrupp

 

 

Prohibida la reproducción parcial o total por cualquier medio, sin la autorización por escrito de los editores.


 

Una perfecta circularidad

 

Moira Bailey J.

 

En El libro de los sueños, Rosa Felisa Durán va construyendo sigilosamente una circularidad de la que no se puede escapar, no es posible evadir el encierro mágico en el que de pronto nos encontramos al leer este poema. Hay en él unos ojos que lo ven todo, que no dejan de incorporar elementos y visiones aparentemente disímiles que desafían por lo menos las primeras capas del sentido común. Privilegian así la expresión del entero, que en verdad es todo lo que nos rodea manifestado en sus contrarios: luz y oscuridad; claridad y confusión; blanco y negro, o tal vez blanco y la sombra engañosa producida por él mismo. Las imágenes generadas parecen esas figuras de hombrecitos cortadas con tijeras, en las que una cabe perfectamente en el molde de la opuesta, mientras las vamos estirando y contemplando en su conjunto. La esencia del libro está quizás en la inminente posibilidad de que todo pueda o haya podido ser al revés. “De noche, vuelo y visito personas que no me importan, que jamás visitaría en vigilia.

A momentos, pareceríamos estar frente a varios registros, una polifonía surgida de diversas esferas, pero no es así, estamos frente a un poema largo que logra mantener un difícil equilibrio hasta el fin, y que se regocija al hacerlo, pues esa habilidad es parte de su naturaleza: “No busco la salida del laberinto, sino la encrucijada.

Y si la poesía es el puente entre lo racional y lo irracional, en este caso lo es por partida doble, pues en este poema avanzan, en un pretendido sueño, imágenes de la vida subterránea para exponerse a la luz con envidiable elocuencia. Los versos habitan la dualidad a la que hacen referencia; de pronto no se sabe qué es más importante, si lo que se cuenta o la forma en que se cuenta. El estado del que se habla es el estado en el que se vive. En una palabra, se trata de la proliferación de los sentidos del sueño y de lo que de ellos pueda salir, incluyendo todas sus variantes.

El poema juega con la imaginación, con sus poderes inventivos alejados de la lógica básica, y es romántico en todo el sentido de la palabra. Aparece Samuel Coleridge y las brumosas visiones de Kublai Kan, mientras las imágenes llevan a recordar los dibujos de William Blake antes de que su nombre sea evocado. La presencia del sueño en la vida consiente de las personas apasionó a los románticos de sobremanera y es muy difícil apartarnos de la manera en la que ellos la comprendían. William Hazlitt, quien sufrió de sonambulismo toda su vida, y en su obra cuestiona si el alma nunca dejaba de pensar, dedicó uno de sus famosos ensayos a la imposibilidad de soñar con el rostro de alguien a quien uno se siente particularmente unido. Su exposición sobre el descubrimiento, desde una visión literaria, es más convincente que muchas comprobaciones de descubrimientos científicos. Alumno de Coleridge, quien lo sedujo muy temprano en su vida, y respetado editor de la época, Hazlitt dejó plasmadas en sus escritos muchas de las ideas que movían a aquel grupo de poetas bucólicos y apasionados.

Atrás, como estatuas perennes en la noche están los griegos, Homero, La Eneida, los viajeros de La Odisea; pero en verdad el poema es fruto de la concepción romántica de la literatura que en gran medida nos sigue gobernando, y en buena hora. Thomas De Quincey, quizás el más querido de todos ellos, llegó a implorar a la noche que se llevara el sufrimiento que le producían los inacabables días.

El libro de los sueños

“La escritura está hecha de la misma materia que los sueños”, dice uno de los versos, por eso enfrentamos las visiones de Borges, de Juan de la Cruz y de otros poetas, mientras sus imágenes se mezclan con las nuestras, fortaleciendo otra vez la idea del gran todo, del gran claroscuro que, no obstante, es inabarcable… “hay un sueño infinito, cada soñador conoce su tramo. Nadie ve la serie completa”.