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Hume y la causalidad

Hume y la causalidad. Problemas y soluciones

 

Resumen

Cuando se piensa en la filosofía de Hume y su posición en relación con los razonamientos causales, lo primero que viene a la mente es una postura que afirma la imposibilidad de justificar cualquier juicio que tenga la forma X causa Y. Sin embargo, cuando se mira con detalle todos los elementos que componen la posición de Hume frente a la causalidad es difícil afirmar que toda su filosofía se reduce a la postura anterior. En toda la obra de Hume se encuentra, por un lado, explicaciones causales y, por otro, formas y métodos para aceptar tales explicaciones y reconocer cuál de ellas es verdadera y cuál falsa. Todos estos elementos sugieren de manera elocuente un tipo de lectura ante el problema de la causalidad más compleja e interesante que la mera lectura escéptica que niega la posibilidad de justificar cualquier juicio de la forma X causa Y. En este contexto, este libro tiene el propósito de mostrar que la posición de Hume frente a la causalidad no se reduce al escepticismo o el naturalismo. Hume propone un conjunto de soluciones que permiten explicar y entender cómo aceptamos y rechazamos explicaciones causales, pero estas soluciones son distintas: una para la filosofía natural, otra para la historia y otra para el sentido común.

 

Palabras clave: David Hume, causalidad, crítica e interpretación, filosofía moderna, filosofía escocesa, escepticismo, naturalismo, problemas y soluciones.

 

 

Hume and causality. Problems and solutions

 

Abstract

When thinking about Hume’s philosophy and his position in relation to causal reasoning, the first thing that comes to mind is a position that affirms the impossibility of justifying any judgment that has the form “X causes Y”. However, when examining in detail all the elements that make up Hume’s position in relation to causality, it is difficult to affirm that his entire philosophy is reduced to the previous position. Throughout Hume’s work, there are causal explanations, on the one hand, and ways and methods, on the other, to accept such explanations and to recognize which one is true and which one is false. All these elements eloquently suggest a type of reading regarding the problem of causality that is more complex and interesting than a simple skeptical reading that denies the possibility of justifying any judgment with the form “X causes Y”. In this context, this study aims to show that Hume’s position regarding causality is not reduced to skepticism or naturalism. Hume proposes a set of solutions that allow explaining and understanding how we accept and reject causal explanations, but these solutions are different: there is one for natural philosophy, other for history, and another one for common sense.

 

Keywords: David Hume, causality, criticism and interpretation, modern philosophy, Scottish philosophy, skepticism, naturalism, problems and solutions.

 

Citación sugerida / Suggested citation

Narváez Cano, J. (2019). Hume y la causalidad. Problemas y soluciones. Bogotá, D. C.: Editorial Universidad del Rosario.

https//doi.org/10.12804/th9789587843309

 

Hume y la causalidad

Problemas y soluciones

 

 

 

 

Jerónimo Narváez Cano

 

Narváez Cano, Jerónimo

Hume y la causalidad. Problemas y soluciones / Jerónimo Narváez Cano. – Bogotá: Editorial Universidad del Rosario, 2019

 

xxii, 178 páginas

Incluye referencias bibliográficas

 

1. Hume, David, 1711-1776 – Crítica e interpretación 2. Filosofía moderna 3. Filosofía escocesa – 4. Causalidad I. Universidad del Rosario II. Título

 

192           SCDD 20

 

Catalogación en la fuente – Universidad del Rosario. CRAI

 

SANN  20 de septiembre de 20199

Hecho el depósito legal que marca el Decreto 460 de 1995

 

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Ciencias Humanas

 

©  Editorial Universidad del Rosario

©  Universidad del Rosario

© Jerónimo Narváez Cano

 

 

Editorial Universidad del Rosario

Carrera 7 No. 12B-41, of. 501 • Tel: 2970200 Ext. 3112

editorial.urosario.edu.co

 

Primera edición: Bogotá D. C., octubre de 2019

 

ISBN: 978-958-784-329-3 (impreso)

ISBN: 978-958-784-330-9 (ePub)

ISBN: 978-958-784-331-6 (pdf)

DOI: https//doi.org/10.12804/th9789587843309

 

Coordinación editorial: Editorial Universidad del Rosario

Corrección de estilo y diagramación: Leonardo Holguín Rincón

Diseño de cubierta: Precolombi EU-David Reyes

Conversión ePub: Lápiz Blanco S.A.S.

 

Hecho en Colombia

Made in Colombia

 

Los conceptos y opiniones de esta obra son responsabilidad de sus autores y no comprometen a la Universidad ni sus políticas institucionales.

El contenido de este libro fue sometido al proceso de evaluación de pares para garantizar los altos estándares académicos. Para conocer las políticas completas visitar: editorial.urosario.edu.co

Todos los derechos reservados. Esta obra no puede ser reproducida sin el permiso previo escrito de la Editorial Universidad del Rosario.

Autor

 

 

JERÓNIMO NARVÁEZ CANO

 

Profesor en el Instituto de filosofía de la Universidad de Antioquia. Graduado en filosofía de la misma universidad. Magíster en filosofía de la Universidad del Valle. Miembro del grupo de investigación “Ágora” de la Universidad del Valle y miembro del grupo de investigación “Conocimiento, filosofía, ciencia, historia y sociedad” de la Universidad de Antioquia. Estudiante visitante en La Universidad Nacional de la Plata, Argentina. Visiting Student en San Francisco State University, CA, Estados Unidos. Autor del texto “La concepción del método experimental en la filosofía de David Hume: la investigación experimental de las percepciones de la mente y la formulación del principio de copia”. Sus áreas de investigación son la filosofía moderna, Hume y Descartes, filosofía de la ciencia, historia de la ciencia, sociología de la ciencia y escepticismo.

Contenido

 

 

 

 

Agradecimientos

Nota sobre las referencias

Introducción

 

1. Algunas perspectivas interpretativas sobre el problema de la causalidad en David Hume

1.1. El problema de la causalidad, una explicación preliminar

1.2. Las lecturas de Reid, Kant, Hegel, Russell y Kripke

1.3. La lectura naturalista de Norman Kemp Smith

1.4. Las lecturas realistas de Galen Strawson, David Landy y Fred Wilson

1.5. Conclusión

 

2. El problema de la causalidad, sus características y elementos constitutivos

2.1. El problema general de la causalidad

2.1.1. El concepto de razonamiento para Hume

2.1.2. Tipos de razonamiento y características de los razonamientos

2.1.3. Qué no es la relación causal y qué características no le corresponden

2.1.4. ¿Por qué la inferencia causal no está justificada por la razón?

2.1.5. Las matemáticas y el razonamiento causal

2.2. El problema del origen de la idea de causa y las características que le corresponden

2.3. El problema de la idea de conexión necesaria: qué no es una característica del razonamiento causal y por qué creemos que lo es

2.4. ¿Cuál es el diagnóstico final?

2.5. Qué se solucionó con el análisis del razonamiento causal y qué queda por resolver

 

3. Soluciones al problema de la causalidad

3.1. El primer problema epistemológico

3.2. La solución naturalista

3.2.1. La lectura naturalista de la solución naturalista

3.3. El segundo problema epistemológico

3.4. Soluciones al segundo problema epistemológico

3.4.1. La categoría epistemológica de prueba

3.4.2. El análisis de las pruebas y la formulación de las reglas para juzgar de causas y efectos

3.4.3. La aplicación de las reglas para juzgar de causas y efectos en la ciencia del hombre

3.4.4. La solución acerca de los relatos y la historia

3.5. Conclusión

 

Bibliografía

 

 

 

 

 

 

Agradecimientos

 

 

 

 

 

 

 

Este trabajo es también el producto de una constante interacción con colegas amigos, profesores, directores, familiares y amigos en general quienes con un apoyo de distinta naturaleza lo han hecho posible.

Quiero agradecer a mis padres, Amparo y Orlando, quienes han sido la piedra angular de todas mis aventuras filosóficas. Sin ellos nada de esto hubiera sido posible. Para ellos mi eterno agradecimiento y reconocimiento infinito.

Mauricio Zuluaga, mi asesor, es el responsable de mantener la motivación en el trabajo filosófico y en la eterna tarea de comprender la inabarcable filosofía de David Hume. A él un agradecimiento especial por tenderme la mano cuando la academia parecía una desilusión.

La Universidad del Valle y su Departamento de Filosofía merecen un lugar especial aquí. Espero que sigan motivando la reflexión filosófica que tanto nos hace falta.

Quiero agradecer especialmente a David Landy y a Silvia Manzo, mi codirectora, por recibirme en sus seminarios y abrirme un espacio para discutir y com­prender los planteamientos de Hume. A los dos les debo la oportunidad de conocer nuevas y muy interesantes maneras de hacer filosofía, de entender el trabajo académico y de leer a Hume.

Finalmente, quiero agradecer a mi colega y amigo Sebastián Sánchez quien emprendió este viaje conmigo y ha sido testigo de todas las aventuras y tribulaciones inherentes a este trabajo. Junto a él, a mis colegas amigos Sergio Orozco y Jorge Antonio Mejía, por mantener vivo el interés en discutir la filosofía de Hume.

Nota sobre las referencias

 

 

 

 

 

 

 

Para citar el Treatise of Human Nature (Tratado) usaré la citación estándar que consiste en lo siguiente: T, libro, parte, sección y párrafo, correspondiente a la edición de Oxford de Norton and Norton; adicionalmente, pondré la pagina­ción de la edición de Félix Duque separado por un punto y coma. Por ejemplo: (T 1.1.1.1; 2008: 43). En algunos casos, cuando los intérpretes usen la edición de Selby-Bigge, pondré la paginación de dicha edición seguida de la nomenclatura de la edición de Norton and Norton correspondiente. En los casos donde se ci­ten la introducción al Tratado o el Abstract pondré las letras iniciales (I) y (A) seguidas del número de párrafo, igualmente acompañado de la paginación de la edición castellana de Duque.

En relación con el Enquiry Concerning of Human Understanding (Investigación) (traducido al castellano como Investigación sobre el entendimiento humano) seguiré la forma de citación estándar: EHU, la sección, la parte, en caso de tenerla, y el número del párrafo, correspondiente a la edición de Oxford de Beauchamp; igualmente acompañado por la paginación de la edición castellana de Jaime de Salas Ortueta. Por ejemplo: (EHU 1.1; 2005: 27). En algunos casos, cuando los intérpretes usen la edición de Selby-Bigge, pondré la paginación de dicha edición seguida de la nomenclatura de la edición de Beauchamp correspondiente.

En los casos en los que se citen los Ensayos procederé de la siguiente manera: la paginación correspondiente a la edición de Oxford: Selected Essays, acompañada de la paginación de la edición castellana de Eugene F. Miller. Por ejemplo: (SE 93; 2001: 166).

Para todos los casos de las citas de los intérpretes en lengua inglesa la traducción es propia, y ofrezco al lector en nota al pie el pasaje original correspondiente.

 

 

Introducción

 

 

 

 

 

 

 

Las explicaciones que ofrecemos acerca de los fenómenos que vemos tienen una estructura causal. Cuando explicamos un fenómeno, cualquiera que sea, damos una causa como explicación de su existencia. Todos los fenómenos, desde los más complejos hasta los más sencillos, son explicados en virtud de causas. Desde por qué se enciende la luz de una habitación —porque alguien oprimió el interruptor— hasta por qué el filamento de la bombilla se torna incandescente —por la resistencia que este ofrece a los electrones—. No solo los fenómenos físicos son explicados en términos causales. Nuestras explicaciones sobre los acontecimientos históricos tienen la misma estructura; decimos que Bolívar nombró a Manuelita Sáenzlibertadora del Libertador” porque lo salvó de una traición. Igualmente, explicamos la realidad política de nuestra actualidad en virtud de causas; decimos, por ejemplo, que el país está en una profunda crisis económica porque la corrupción ha causado el detrimento del patrimonio. Pero no solamente las explicacio­nes que parecen ra­zonables son las únicas con estructura causal, también aquellas que pare­cen comple­tamente absurdas; decimos, por ejemplo, que alguien padece una enfermedad por­que fue víctima de un acto de brujería, que nuestro equipo de fútbol ganó porque usamos nuestra prenda de vestir de la suerte. En suma, todas nuestras expli­caciones, sin importar el tipo de fenómeno que pretendan explicar, ni la complejidad que tengan, ni su plausibilidad, tienen una estructura causal, esto es, exponen una causa como la responsable de generar el fenómeno. En palabras de Psillos:

 

La conversación causal y explicativa es tan persuasiva en nuestra vida diaria, al igual que en las ciencias, que su importancia difícilmente puede ser exagerada. Indagamos por causas y buscamos explicaciones para entender cómo y por qué las cosas alrededor nuestro son de la forma en que son, se comportan y cambian de ciertas formas. Pero además indagamos por causas y buscamos explicaciones para intervenir en el curso de la naturaleza (en el curso de los eventos en general) y generar ciertos efectos o prevenir que otros ocurran. Estamos interesados en la causalidad y en la explicación porque somos pensantes y agentes, porque somos a la vez seres teóricos y prácticos. Estamos preocupados, por ejemplo, acerca del futuro debido el avance de ciertas cosas (e.g., la destrucción del medio ambiente, el resurgimiento del terrorismo y la guerra, el agotamiento de los recursos naturales o el resurgimiento del racismo y la xenofobia). Pensamos (co­rrectamente) que hemos identificado al menos algunas causas de estas preocu­paciones y queremos actuar para eliminarlas, así como sus causas. (2009: 1)1

 

Todo lo anterior destaca una sola cosa: el concepto de causa es un elemento constitutivo de nuestras explicaciones. En este contexto, la filosofía de Hume y su muy conocida posición escéptica frente a la causalidad ataca el concepto central de las explicaciones. Si Hume muestra que la relación causal —el paso inferen­cial que damos entre lo que consideramos causa y lo que consideramos efecto— no está justificado en absoluto, entonces ninguna de nuestras explicaciones tiene fundamento.

No obstante, alguien podría objetar que la conclusión “ninguna de nuestras explicaciones tiene fundamento” no es válida porque el concepto de causalidad que Hume ataca se refiere únicamente al concepto de causa eficiente, y es posible lograr explicaciones mediante, por ejemplo, otro tipo de causas como “la final”, “la formal” o “la material”. Sin embargo, lo interesante de la posición escéptica de Hume es que su crítica se dirige a la inferencia o razonamiento causal, es decir, al paso que se da entre lo que se considera causa y lo que se considera efecto. En este sentido, no importa si lo que se considera causa es un “poder”, un “fin”, una “forma” (esencia) o una “materia”, el paso entre lo considerado causa y lo considerado efecto no está justificado. Visto así, el problema es serio porque si Hume tiene razón con esta posición, entonces todo nuestro conocimiento, representado en las explicaciones que damos sobre el mundo, no tiene fundamento. No conocemos nada porque ninguna de nuestras explicaciones tiene fundamento, y no importa el tipo de causa a que se haga referencia: formal, final o cualquier otra.

Ahora bien, por sí mismo mostrar lo anterior no supone ningún problema, es una posición escéptica legítima y atractiva. El problema es, sin embargo, que las explicaciones que el propio Hume ofrece sobre los fenómenos de la naturaleza humana tienen una estructura causal. Es más, muchos de los argumentos que soportan su posición escéptica frente a la causalidad están sustentados en explicaciones causales de los fenómenos de la naturaleza humana. Por lo tanto, la posi­ción de Hume frente a la causalidad no puede ser leída como únicamente escéptica, debe ser interpretada desde un ángulo distinto en el que ella tan solo es una de las aris­tas constitutivas de todo lo que él dice acerca de la causa y su importancia dentro del concepto de explicación. En la medida en que Hume ofrece y acepta explicaciones causales, deben existir elementos dentro de su filosofía que le permiten, por un lado, ofrecer explicaciones causales y, por otro, defenderlas como explicaciones causales correctas.

Es decir, si la posición de Hume se redujera al escepticismo no tendría una posición naturalista frente a la causalidad. En específico, si la posición de Hume frente a la causalidad se redujera a la afirmación “cuando la mente pasa de la idea o impresión de un objeto a la idea de otro, o creencia en él, no está determinada por la razón” (T 1.3.6.12; 2008: 155), no afirmaría “la razón es, y solo debe ser, esclava de las pasiones, y no puede pretender otro oficio que el de servirlas y obedecerlas” (T 2.3.3.4; 2008: 561). Si Hume se quedara en la primera afirmación, su posición sería únicamente un conjunto de argumentos y preguntas cuyo objetivo es mostrar que, desde ningún punto de vista, el razonamiento causal está justificado. Pero está claro que al mismo tiempo que aparecen preguntas y argumentos escépticos surge un punto de vista según el cual algunas explicaciones causales son aceptadas porque nuestras pasiones nos obligan a hacerlo. Dicho de otra manera, si Hume fuera solo un escéptico no habría formulado una solución psicologista de la inferencia causal.

No obstante, si Hume solo hubiese formulado una solución psicologista no habría formulado y defendido una ciencia del hombre que intenta comprender causalmente los fenómenos de la naturaleza humana. Es decir, si la posición frente a la causalidad se redujera a la afirmación según la cual “la razón debe ser esclava de las pasiones”, entonces no habría afirmado que el Tratado es un “intento por aplicar el método experimental de razonamiento a los asuntos morales”. Si la posición de Hume se redujera a la primera afirmación, entonces no consideraría que un método experimental de razonamiento es necesario para investigar la naturaleza humana y, además, defender su posición como correcta. Expresado de otra manera, no sería necesario un proceso de investigación, formulación y defensa de las explicaciones porque son nuestras pasiones las únicas encargadas de obligarnos a aceptar alguna explicación causal. Por ejemplo, no haría falta exponer un conjunto de argumentos y evidencias para mostrar que “todas nuestras ideas simples, en su primera aparición, provienen de impresiones simples”, ni tampoco haría falta defender un tipo de investigación particular que logra tal principio de copia. En pocas palabras, si Hume fuera únicamente un naturalista (psicologista) no formularía y defendería explicaciones causales acerca del comportamiento y de la naturaleza humana usando métodos de investigación y razonamiento. Esto es, no habría expuesto razones y argumentos para considerar que sus explicaciones sobre la naturaleza humana son correctas.

Resumiendo lo anterior, si Hume fuera solo un escéptico que niega la posibilidad de justificar la relación causal no habría formulado explicaciones psicologistas sobre los fenómenos de la naturaleza humana; y si hubiera sido solo un psicologista no hubiera aplicado un método experimental de razonamiento a los asuntos morales para obtener explicaciones causales de los fenómenos de la naturaleza humana. Lo que quiero decir es que muchos de los elementos que integran la posición de Hume frente a la causalidad llevan a pensar que su posición escéptica solo está formulando un problema, mientras que hay un innegable conjunto de elementos que llevan a pensar que tal posición frente a la causalidad está compuesta por un método, una manera de analizar la evidencia empírica y razonar a partir de ella. En general, la posición de Hume también está compuesta por el intento de formular maneras para determinar que una explicación causal es mejor que otra. Y todo lo anterior implica una posición acerca de la causalidad mucho más compleja que la mera formulación de un problema escéptico muy complejo y determinante.

Ahora bien, afirmar que el razonamiento causal no está justificado y ofrecer explicaciones causales obtenidas mediante un método experimental de razonamiento sugiere una contradicción que debe ser salvada. La clave, en mi opinión, está en que cuando Hume afirma que “al intentar explicar los principios de la naturaleza humana proponemos, de hecho, un sistema completo de las ciencias, edificado sobre un fundamento casi enteramente nuevo, y el único sobre el que las ciencias pueden basarse con seguridad” (T I. 6; 2008: 37), está advirtiendo que sus principios van a estar en contra de muchos de los principios que tradicionalmente rigen los conceptos más básicos del conocimiento. Esto implica, por un lado, decir cuáles son los principios que rigen el conocimiento que están mal y, por otro, formular unos principios nuevos que permitan superar los problemas de los primeros.

En este sentido, la forma en la cual voy a presentar la posición de Hume frente a la causalidad consiste en entender los elementos que componen su posición teniendo en cuenta la perspectiva de problemas y soluciones. Es decir, cuando Hume formula y expone unos argumentos escépticos acerca de la imposibilidad de justificar la relación causal, está mostrando que los principios que asumió Descartes para sostener la conexión causal como el fundamento de las explicaciones sobre los fenómenos naturales están mal. Desde luego, esto no quiere decir que Hume parta de una interpretación correcta y ajustada de toda la filosofía de Descartes, sino más bien que critica una noción de causalidad que se le puede atribuir a Descartes en las Meditaciones. Lo que esto supone, específicamente, es que los argumentos escépticos muestran que los principios y exigencias que Descartes puso a todo el conocimiento y, por lo tanto, al razonamiento causal, son inaplicables e inalcanzables. El punto de los argumentos escépticos es que ninguna relación causal se rige por el principio de no contradicción y no tiene certeza; ninguna relación causal es necesaria porque no se rige por el principio de no contradicción. Esto implica, entonces, que el fundamento enteramente nuevo sobre el cual Hume edifica su propuesta supone la eliminación del principio de no contradicción y la certeza de las explicaciones causales que ofrecemos sobre los fenómenos de la naturaleza en general.

En este contexto, la distinción entre relaciones de ideas y cuestiones de hecho es crucial porque de ella depende el alcance y los límites de aplicación del principio de no contradicción y la certeza. Las primeras son aquellas relaciones entre ideas que se rigen por el principio de no contradicción y, por lo tanto, no pueden ser pensadas de un modo distinto al que se piensan. Las segundas, en cambio, son aquellas relaciones entre ideas que pueden pensarse de tantos modos como la imaginación lo permita. La posición escéptica está mostrando que las explicaciones que damos sobre los fenómenos de la naturaleza, la historia, la vida diaria, el sentido común, etc., no pueden ser relaciones de ideas y, por lo tanto, no se rigen por el principio de no contradicción ni pueden tener certeza. De manera que las formas por las cuales aceptamos explicaciones causales relativas a las cuestiones de hecho deben regirse por principios alternativos que permitan decir por qué una explicación particular es correcta o mejor que las otras que la imaginación puede formular.

Sin embargo, todo lo anterior no muestra que la relación causal no sea fundamental para explicar los fenómenos relativos a las cuestiones de hecho. Al contrario, supone que la relación causal debe pensarse correctamente si se trata de comprender cómo logramos explicar esta clase de fenómenos. En este sentido, las soluciones de Hume dependen de comprender que la imaginación es capaz de formular cualquier tipo de relación causal y proponerla como explicación. Sin las precauciones, los criterios y el conocimiento de la realidad suficientes no podremos determinar cuál de todas esas relaciones causales es una buena explicación de un fenómeno relativo a las cuestiones de hecho. Dicho de otra manera, somos capaces de formular explicaciones causales de todos los tipos: buenas, malas, absurdas, supersticiosas, científicas, etc., y la tarea es saber cómo podemos distinguir la mejor y más plausible de todas esas explicaciones, y sobre todo a partir de qué criterios y razones logramos tal cosa sin apelar a la necesidad, la certeza y el principio de no contradicción.

En este sentido, una vez ha dicho qué no rigen los razonamientos causales, Hume procederá a comprender qué es lo que realmente los rige para después ofrecer mecanismos que permiten saber qué explicación es correcta o incorrecta. La propuesta de Hume parte por explicar el origen de la idea de causa y mostrar cómo una impresión compleja genera la idea de causa y cómo esa misma impresión es un argumento adicional para eliminar la certeza (necesidad) de la relación causal. Sin embargo, mostrar cuál es el origen no implica darle fundamento al razonamiento causal, y en este sentido Hume argumenta qué clase de fundamento tiene este tipo de razonamiento si no es necesario ni metafísico como pensaba Descartes. En este sentido, la propuesta de Hume parte por mostrar que debemos (ought) hacer razonamientos porque nuestra naturaleza nos obliga (must) a hacerlos y, además, nos ha garantizado nuestra supervivencia mediante ellos. De nuestra naturaleza aprendemos a hacer razonamientos causales, pero ella no nos enseña a saber cuáles son correctos o incorrectos. El hecho de que nuestra naturaleza nos obligue a hacer razonamientos causales constituye una buena razón para considerarlos estructurales de nuestras explicaciones, pero esto no es una razón para saber cuáles son correctos o incorrectos.

En este punto la relación causal queda validada como el fundamento de nuestras explicaciones sobre las cuestiones de hecho, pero es necesario formular mecanismos que nos permitan distinguir entre explicaciones correctas y explicaciones incorrectas. Como se dijo anteriormente, todas nuestras explicaciones tienen una estructura causal, y esto implica que las explicaciones de la religión, la superstición, el sentido común, la ciencia (filosofía natural), la historia, los relatos, etc., tienen la misma estructura. Hume advierte, en este sentido, que no es posible aplicar un solo principio para saber cuándo una explicación es correcta o incorrecta en todos los campos en los que el razonamiento causal es aplicable. Es necesario saber que cada campo de investigación tiene sus dificultades y ellas determinan también los principios por los cuales sabemos distinguir entre explicaciones correctas y explicaciones incorrectas. Así, no habrá una única solución para todos los razonamientos sobre las cuestiones de hecho, habrá múltiples soluciones dependiendo de las características del objeto de investigación sobre el cual se razone o investigue.

No obstante, la manera en la cual Hume formula sus primeras solucio­nes relativas a cómo podemos distinguir explicaciones correctas de explicaciones in­correctas consiste en analizar la forma en que nuestra naturaleza elabora juicios causales. Hume realiza tal análisis a lo largo de la parte 3 del Tratado y lo sintetiza en la sección 15 donde formula un conjunto de reglas: reglas para juzgar de causas y efectos, que son uno de los mecanismos mediante los cuales se deben formular explicaciones causales acerca de fenómenos naturales, esto es, fenómenos de la naturaleza humana y fenómenos de la naturaleza en general. En este particu­lar, aparece un nuevo argumento mediante el cual se muestra que la necesidad y la certeza no pueden ser fundamento de las cuestiones de hecho, pues la naturaleza ha mostrado ser, por un lado, extremadamente compleja y, por otro, que los fenómenos ocurren en función de la interacción de muchos factores, algunos de los cuales pueden escaparse y comprometer las explicaciones que ofrecemos de ellos. En esa medida, pensar que la complejidad de la naturaleza debe reducirse al principio de no contradicción es un error que niega, precisamente, su extrema complejidad y la multitud de factores que inciden en los fenómenos. Las reglas para juzgar de causas y efectos, por su parte, aparecen como la solución que Hume ofrece ante cómo aceptar y explicar fenómenos de la naturaleza en general y de la naturaleza humana en particular, teniendo en cuenta la complejidad de los fenómenos.

Lo anterior, por supuesto, no supone directamente la respuesta acerca de cómo sabemos que una explicación de la historia, los relatos, etc., es correcta o incorrecta. En estos casos, Hume no solo apela a las reglas para juzgar de causas y efectos, sino también al análisis del comportamiento de las personas, las intenciones con las que los demás nos pueden contar las historias y los relatos. En este caso, las reglas para juzgar de causas y efectos permitirán comprender si es más probable que una persona mienta en relación con un hecho particular o si lo que está contando en efecto ocurra. Un análisis de este tipo implica comprender el carácter de la persona y sus intenciones, y este análisis permite saber si hay buenas razones para considerar que la explicación que nos cuenta o el relato que leemos son buenas explicaciones causales de eventos del pasado a los que empíricamente no tenemos acceso.

Todo lo anterior indica que la posición de Hume frente a la causalidad es mucho más compleja que la mera formulación de un problema. Hay un conjunto de factores y elementos cuya interacción y rol permiten comprender que lo que está de fondo es la formulación de soluciones relativas a cómo podemos determinar que una explicación causal acerca de cualquier cuestión de hecho es correcta, incorrecta o mejor que otra. La posición de Hume frente a la causalidad consiste en que los razonamientos causales pueden y deben estar justificados por la razón, y que tal justificación determina si nuestra creencia es correcta o incorrecta. La justificación, sin embargo, no puede alcanzar nunca la certeza o la necesidad. Dicho esto, el propósito general de este libro será mostrar las soluciones que Hume propuso frente al problema de la causalidad que él mismo formuló y que, como se dijo, tiene importancia porque muestra qué está mal de la concepción cartesiana de razonamiento causal.

Antes de pasar a describir cómo procederé para lograr el objetivo propuesto, quiero hacer una aclaración importante en relación con los compromisos ontológicos que se derivan de las distintas soluciones al problema de la causalidad que propone Hume, esto es, acotar los alcances ontológicos de las respuestas epistemológicas que aquí se exponen. Lo primero que hay que decir es que tanto Las reglas para juzgar de causas y efectos como el rechazo de la certeza y necesidad en los razonamientos causales implican una concepción ontológica según la cual la característica central de la naturaleza es su extrema complejidad. Como se verá a lo largo de estas páginas reducir las características de la naturaleza a las características de la mente es lo que llevó erróneamente a Descartes a afirmar que la relación causal es una concepción clara y distinta. Así pues, si se trata de responder a la pregunta por cuál es la noción ontológica de causa que tiene Hume, lo primero que hay que decir es que esta será compleja como es compleja la naturaleza. Sin embargo, este es un tema que aquí se deja abierto, pero para el cual se sugiere una beta que puede arrojar resultados interesantes en el estudio de Hume.

Para lograr el objetivo propuesto procederé en tres capítulos. El primero de ellos está dedicado a mostrar algunos tipos de lecturas sobre el problema de la causalidad. La primera lectura que expondré es la que denomino comprensión estándar; esta lectura afirma la imposibilidad del conocimiento sobre las cuestiones de hecho porque ningún razonamiento causal está justificado en la razón o en la experiencia y, en consecuencia, ningún razonamiento de este tipo es susceptible de lograr certeza; todo lo que hay son conjunciones constantes que no son suficientes para justificar el conocimiento sobre las cuestiones de hecho. La segunda lectura que analizaré es la naturalista, que afirma que la respuesta de Hume frente a la imposibilidad de justiciar el razonamiento causal consiste en mostrar que las pasiones son las que nos obligan a hacer relaciones causales, y que no hace falta un fundamento racional o empírico para aceptarlos. La tercera lectura que expondré es la realista, que ve en Hume a un filósofo que se ocupa de un problema epistemológico antes que ontológico. Lo que esto implica es que Hume no niega la existencia de causas, sino que se pregunta acerca de cómo somos capaces de hacer razonamientos causales a pesar de no tener un conocimiento de las características particulares y reales de las causas existentes.

El segundo capítulo está dedicado a comprender el problema de la causalidad y sus características constitutivas. En específico, expondré los fundamentos que se deben tener en cuenta para comprender cuál es el rol de los argumentos escépticos, esto es, qué es razonamiento para Hume, qué clase de razonamientos existen y qué distinciones tienen: relaciones de ideas y cuestiones de hecho. Esto permitirá ubicar la concepción cartesiana en el contexto de la crítica de Hume y explicar cómo los argumentos escépticos muestran la inviabilidad de tal posición. La posición crítica, sin embargo, lleva a Hume a una postura propositiva en la que expone y explica su propia concepción de razonamiento causal y su propia concepción acerca de por qué es fundamental.

El tercer capítulo expone las soluciones que ofrece Hume al problema de la causalidad. En este caso presentaré una serie de problemas para los cuales Hume encuentra distintas soluciones. En este sentido, expondré un primer problema epistemológico que se deriva de las preguntas y argumentos escépticos que Hume usó para refutar la posición cartesiana. Este problema consiste en que los argumentos escépticos nos llevan a la incredulidad absoluta, pues no podemos creer en nada porque no tenemos ningún fundamento que permita la creencia. Hume soluciona este problema mediante la respuesta naturalista, esto es, mostrando que el fundamento de la relación causal es nuestra naturaleza humana y ofreciendo una correcta definición de creencia.

De esta solución, sin embargo, se desprende otro problema que consiste en que pasamos de la incredulidad total a la credulidad extrema: cualquier argumento, razón, etc., que motive una creencia puede confundirse con un razonamiento causal correcto. Para solucionar la credulidad extrema, Hume hace un estudio de la naturaleza humana y, a partir de él, formula reglas para juzgar de causas y efectos que permiten comprender cómo podemos saber que una explicación es mejor que otra y cómo debemos investigar fenómenos de la naturaleza humana y de la naturaleza en general. No obstante, cuando se trata de saber por qué una explicación de la historia, los relatos, etc., es mejor que otra, dichas reglas no son suficientes. Los fenómenos históricos y los fenómenos a los que se refieren muchos relatos son inaccesibles empíricamente y, en consecuencia, las reglas no son directamente aplicables. En este sentido, Hume propone un análisis sobre el comportamiento de las personas, de sus intenciones y personalidades, con el objetivo de determinar si es más probable que ellas mientan o que ocurran los fenómenos que relatan o cuenta. De esta manera, Hume formula un modo para saber si es razonable creer un relato que intenta explicar un acontecimiento del pasado o si es mejor considerar tal relato como producto de la imaginación de quien relata.

Notas

1 Causal and explanatory talk is so persuasive in our everyday life, as well as in the science, that its importance can hardly be exaggerated. We search for causes and look for explanations in order to understand how and why things around us are the way they are, or behave and change in certain ways. But we also search for causes and look for explanations in order to intervene in the course of nature (or in the course of events, in general) and bring certain effects about or prevent others occurring. We are interested in causation and explanation because we are thinkers and agents, because we are both theoretical and practical beings. We are worried, for instance, about the future because of certain recent developments (e.g., the destruction of the environment, or the revival of terrorism and of war, or the depletion of natural resources, or the resurgence of racism and xenophobia). We think (rightly) that we have identified at least some of the causes of this worry and we want to act to eliminate them, as well as their own causes.

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Algunas perspectivas interpretativas sobre el problema de la causalidad en David Hume

 

 

 

De todos los temas y problemas filosóficos de los que Hume se ocupó, el de la causalidad es uno de los más discutidos, comentados y analizados. La importancia de este problema es tal, que el modo en que se comprenda determina la manera en la cual se entienden las posiciones de Hume en relación con la filosofía natural, la historia, el sentido común, la moral, la política, la religión, la economía, la epistemología y, en general, casi cualquier tema al que haya dedicado algunas páginas. Su extrema importancia, por supuesto, generó y sigue generando muchas interpretaciones, lecturas y posiciones acerca de qué es lo que Hume está diciendo cuando enfrenta este tema. En efecto, la cantidad de lecturas y perspectivas en relación con este problema alcanzan fácilmente la categoría de inabarcables. Sin poder nombrarlas todas, estas lecturas van desde el escepticismo que niega la posibilidad del conocimiento sobre las cuestiones de hecho (Reid, 2004; Kant, 1999; Hegel, 1995; Russell, 2007; Kripke, 1982; Arango, 2015)2 —la que denomino comprensión o lectura estándar—, pasando por el escepticismo mitigado que le atribuye Fogelin (2008); el naturalismo y psicologismo que le atribuyen Smith (2005) y Stroud (2005); el cuasirrealismo que le atribuye Coventry (2006); el inductivismo que le atribuye De Pierris (2015), hasta los diferentes tipos de realismo escéptico que le atribuye Landy (2016), Strawson (2000, 2011, 2014), Wil­son (1997, 2008) y muchos otros. La lista podría continuar y especializarse aún más, con matices cada vez más finos y detallados.

Ninguna de estas lecturas e interpretaciones es completamente descabellada ni carece de argumentos, todas cuentan con un arsenal y soporte textual más o menos claros. Sin embargo, también está claro que hay incompatibilidades en­tre ellas que marcan no solo la riqueza y complejidad de la posición de Hume frente a la causalidad, sino también la dificultad que implica decidirse por una sola de es­tas lecturas. La lectura estándar niega la posibilidad de conocer las cuestiones de hecho porque no podemos justificar ni racional ni empíricamente cualquier conexión causal, y afirma que todo lo que hay son meras conjunciones constantes. La lectura naturalista y psicologista afirma que el fundamento de las conexiones causales no es la razón sino las pasiones y que la categoría de conocimiento solo es aplicable a las relaciones de ideas. La lectura realista sostiene que la conjunción constante es una razón para sostener la existencia de causas y que Hume nunca negó la existencia de las causas, sino la posibilidad de conocer sus características y naturaleza, y esto implica la posibilidad de conocer y explicar las cuestiones de hecho.

Teniendo en cuenta lo anterior, en este capítulo me encargaré de exponer la manera en que cada una de estas lecturas ha interpretado la posición de Hume frente al problema de la causalidad. Este análisis permitirá mostrar que la lectura estándar está equivocada en su interpretación y que los argumentos, tesis y conclusiones que le atribuyen a Hume acerca de la causalidad no agotan su posición frente al tema. Además, permitirá poner de relieve aquellos elementos de la filosofía de Hume que otras lecturas consideran importantes y que deben ser tenidos en cuenta si se quiere entender su posición frente al problema de la causalidad.

La primera lectura que analizaré es la que se denomina comprensión estándar, de vital importancia para la interpretación de la filosofía de Hume por dos razones. La primera consiste en que es responsable de la imagen que se tiene de Hume de acuerdo con la cual es un filósofo escéptico que niega la posibilidad del conocimiento; la segunda es que la importancia de los filósofos que están detrás de ella es innegable para la historia de la filosofía. Lo que me interesa mostrar de esta lectura es que no es un camino interpretativo que permita comprender íntegramente lo que Hume tiene por decir frente al problema de la causalidad. A pesar de haber sido sugerida por eminentes filósofos, es un camino equivocado porque es muy parcial.

La segunda lectura que analizaré es la interpretación naturalista de Smith, central porque es la primera lectura que advirtió la importancia de los compromisos positivos con los razonamientos sobre las cuestiones de hecho y el intento humeano de explicar cómo la mente hace razonamientos causales cuando no hay una justificación racional disponible. El análisis de esta interpretación llama la atención sobre varios aspectos interesantes. El primero es la importancia de nuestra constitución natural en los razonamientos causales; el segundo es comprender cuál es la influencia de Hutcheson, Locke y Newton en la filosofía de Hume y cómo estas influencias son razones para pensar que no hay tal negación de la posibilidad del conocimiento sobre las cuestiones de hecho; el tercero es cuestionar aquella asociación que hay entre la afirmación según la cual “la inferencia causal no está determinada por la razón” y la tesis de que no existen ningún tipo de fundamento para tales inferencias.3

La tercera clase de lectura que analizaré es el realismo escéptico. Aquí expondré la interpretación de Strawson, Landy y Wilson. El análisis de estas interpretaciones es importante porque permitirá resaltar, primero, que la manera en la que se está dando el debate contemporáneo abre una perspectiva de lectura de acuerdo con la cual Hume está pensando en soluciones al problema de la causalidad y, segundo, que tales soluciones permiten comprender cómo se integran los fuertes y contundentes argumentos escépticos con las también fuertes y evidentes explicaciones causales que Hume acepta y ofrece sobre las cuestiones de hecho. En otras palabras, esta lectura es importante porque es un escenario fértil donde los elementos escépticos y no escépticos pueden integrarse en una filosofía coherente que intenta resolver un problema.

Para desarrollar todo lo dicho, en el primer apartado del capítulo expondré brevemente las tesis y los argumentos más relevantes y discutidos de la filosofía de Hume en relación con el problema de la causalidad. Esta, por supuesto, es una expo­sición que sirve de contexto y permite ubicar las distintas lecturas que expondré; por lo tanto, no corresponde a una exposición detallada del problema de la causalidad.4 En el segundo apartado presentaré las lecturas de Reid, Kant, Hegel, Russell y Kripke; mostraré la semejanza que tienen estas cinco lecturas y responderé a la pregunta de por qué vale la pena discutirlas. En el tercer apartado expondré la lectura naturalista de Norman Kemp Smith y señalaré los tres elementos que destaca de la filosofía de Hume: la tesis de la subordinación, el método de investigación y la distinción entre conocimiento y creencia. Finalmente, en el cuarto apartado expondré las lecturas realistas de Galen Strawson, David Landy y Fred Wilson y señalaré tres elementos destacados por ellas: la distinción entre el problema epistemológico y el problema ontológico, la necesidad de poner límites a la investigación y el rol de las preguntas escépticas.

 

1.1. El problema de la causalidad, una explicación preliminar

Para exponer el sentido y contenido de muchas de las lecturas sobre la filosofía de Hume conviene partir de una exposición, aunque parcial y breve, del problema de la causalidad. Tanto en el Tratado como en la Investigación, solo por nombrar dos de sus obras, la causalidad concentra buena parte de las reflexiones de Hume, pues considera que la relación causal es el fundamento de todos los razonamientos acerca de las cuestiones de hecho.5 En efecto, Hume encuentra que las explicaciones que damos acerca de por qué ocurren los fenómenos naturales y morales intentan dar cuenta de su causa; es decir, decimos que algo ocurre porque lo causó algo más; pero además creemos que algo pasa porque tenemos conocimiento de una causa que justifica nuestra creencia.

 

Si se le preguntara a alguien por qué cree en una cuestión de hecho, cualquiera que no está presente —por ejemplo, que su amigo está en el campo o en Francia— daría una razón, y esta sería algún otro hecho, como una carta recibida de él, o el conocimiento de sus propósitos y promesas previos. Un hombre que encontrase un reloj o cualquier otra máquina en una isla desierta sacaría la conclusión de que hubo un hombre en aquella isla. (EHU 4.1.4; 2005: 59)

 

En la medida en que la relación causal es la estructura de las explicaciones que ofrecemos de los fenómenos de la naturaleza, el modo en el cual se entienda la posición de Hume respecto del problema de la causalidad determina tanto el tipo de filosofía que defiende y expone como el tipo de explicaciones que ofrece y acepta.

Ahora bien, la primera característica del problema de la causalidad consiste en que, a pesar de que todos nuestros razonamientos sobre las cuestiones de hecho parecen estar fundamentados en dicha relación, tal fundamento de esta relación no parece estar ni en la experiencia ni en la razón. De acuerdo con el diagnóstico de Hume, cuando se analizan las impresiones e ideas involucradas en alguna relación causal, no encontramos ninguna idea o impresión que justifique la certeza o necesidad en la inferencia causal. Lo que vemos y percibimos en un objeto son algunas características como el color, la textura, etc., pero no vemos ni percibimos el poder que genera el efecto a partir del cual decimos que algo causó algo más. Al mismo tiempo, cuando analizamos solo las ideas involucradas en una relación causal particular no advertimos una idea que muestre el poder causal en el objeto o, en cambio, que sea en sí misma el poder causal a partir del cual se dice que algo genera algo. En pocas palabras, no vemos ni sentimos el poder causal como vemos o sentimos, por ejemplo, el color rojo; además, no pensamos o concebimos el poder causal como pensamos o concebimos el color rojo.

 

Ningún objeto revela por las cualidades que aparecen a los sentidos, ni las cualidades que lo produjeron, ni los efectos que surgen de él, ni puede nuestra razón, sin la asistencia de la experiencia, sacar inferencia alguna de la existencia real de las cuestiones de hecho. (EHU 4.1.6; 60)

 

Así, la relación que justifica las explicaciones de por qué ocurren los fenómenos no está fundamentada en ninguna idea o impresión del objeto considerado causa. No obstante, descartar las impresiones simples como justificación de la inferencia causal lleva a pensar que el fundamento puede estar en la razón. Como la mente no percibe ninguna cualidad que sea el poder o la causa, entonces hace tal conexión porque tiene fundamento a priori. Es decir, es posible pensar que la mente logra hacer una inferencia causal correcta porque es capaz de reconocer dentro de un grupo de proposiciones aquella que es correcta en virtud de un principio epistemológico como el de la claridad y distinción o el principio de no contradicción. Esto es, sabríamos que una conexión causal es correcta porque concebimos una como clara y distintamente correcta o porque las otras son absurdas o contradictorias; pero no logramos lo primero ni podemos calificar algunas como absurdas o contradictorias porque las podemos concebir. En general, Hume concluye que tal justificación a priori no existe porque la razón es capaz de concebir el contrario de cualquier cuestión de hecho y, además, solo es capaz de anticipar acertadamente un efecto cuando apela a la experiencia.

 

No hay dificultad alguna en admitir que los sucesos que tienen poca semejanza con el curso normal de la naturaleza son conocidos solo por la experiencia. Nadie se imagina que la explosión de la pólvora o la atracción de un imán podría descubrirse por medio de argumentos a priori. (EHU 4.17: 60)

 

El argumento para sostener lo anterior es el siguiente: si la razón estuviera justificada a priori