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Baldomero Sanín Cano

Baldomero Sanín Cano: un intelectual transeúnte y un liberal de izquierda. A los 62 años de su muerte

Resumen

A los 62 años de la muerte de Baldomero Sanín Cano, este libro rinde homenaje al reconocido “Maestro de América”, quien fuese ampliamente leído y celebrado en su época como uno de los pensadores más destacados del siglo XX. Liberal radical, humanista e intelectual transeúnte, su inagotable pensamiento contiene páginas memorables que son rescatadas aquí y constituyen un faro para comprender las tragedias de la Ilustración y la modernidad capitalista, como también las esperanzas, las opciones y las alternativas que han movido al mundo hasta el día de hoy. Periodista, diplomático, docente, crítico de la cultura, el colombiano figura como un referente ineludible de la historia intelectual latinoamericana.

Con esta publicación se pone a disposición del público lector un material impreso que no es de fácil acceso y que busca darle actualidad a uno de los letrados más sólidos de nuestra nación. Su inclinación ideológica al liberalismo de izquierda despertará una nueva manera de leer al personaje en las generaciones de hoy y del futuro. Sus lazos con proyectos y personajes librepensadores son redescubiertos en este impreso, con el anhelo de avivar la pasión en futuros investigadores sobre la exigencia de estudiar a nuestros pensadores.

Palabras clave: intelectuales colombianos, historia latinoamericana, periodismo y opinión pública, análisis político, crítica y análisis literario, liberalismo, socialismo, Baldomero Sanín Cano.

Baldomero Sanín Cano: An intellectual passer-by and a liberal of the left. After 62 years of his death

Abstract

After 62 years of Baldomero Sanín Cano’s death, this book pays tribute to the renowned “Master of America,” who was widely read and celebrated in his time as one of the most prominent thinkers of the 20th century. Radical liberal, humanist, and intellectual passer-by, his inexhaustible thinking contains memorable pages that are rescued here and contribute to a better understanding of the tragedies of the Enlightenment and capitalist modernity, as well as the hopes, options, and alternatives that have moved the world until today. Journalist, diplomat, teacher, cultural critic, this Colombian is an inescapable reference in Latin American intellectual history.

This publication makes available to the reading public printed material that is not easily accessible and that seeks to bring up to date one of the strongest scholars in our nation. His ideological inclination to the liberalism of the left will open a new way of reading this important person for current and future generations. This document helps to rediscover his ties with free-thinking projects and people, which seeks to fuel the passion of future researchers regarding the need to study our thinkers.

Keywords: Colombian intellectuals, Latin American history, journalism and public opinion, political analysis, criticism and literary analysis, liberalism, socialism, Baldomero Sanín Cano.

Citación sugerida / Suggested citation

Rubiano Muñoz, Rafael y Valeria Isabela Nieves González Peláez. Baldomero Sanín Cano: un intelectual transeúnte y un liberal de izquierda. A los 62 años de su muerte. Bogotá, D. C.: Editorial Universidad del Rosario, 2019.

https://doi.org/10.12804/th9789587843361

Baldomero Sanín Cano:

un intelectual transeúnte y un liberal de izquierda
A los 62 años de su muerte

Rafael Rubiano Muñoz

Valeria Isabela Nieves González Peláez

Rubiano Muñoz, Rafael

Baldomero Sanín Cano: un intelectual transeúnte y un liberal de izquierda. A los 62 años de su muerte / Rafael Rubiano Muñoz, Valeria Isabela Nieves González Peláez. – Bogotá: Editorial Universidad del Rosario, 2019.

xi, 516 páginas.

Incluye referencias bibliográficas.

1. Sanín Cano, Baldomero, 1881-1957 – Homenajes póstumos 2. Periodistas – biografías 3. Intelectuales colombianos – Colecciones de escritos 5. Colombia – Biografías I. González Peláez, Valeria Isabel Nieves II. Universidad del Rosario III. Título

920.5   SCDD 20

Catalogación en la fuente – Universidad del Rosario. CRAI

SANN Agosto 20 de 2019

Hecho el depósito legal que marca el Decreto 460 de 1995

 

Ciencias Humanas

 

© Editorial Universidad del Rosario

© Universidad del Rosario

© Rafael Rubiano Muñoz,
Valeria Isabela Nieves González Peláez

 

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Editorial Universidad del Rosario

Carrera 7 No. 12B-41, of. 501
Tel.: 2970200 Ext. 3112

editorial.urosario.edu.co

 

Primera edición: Bogotá, D. C., octubre de 2019

 

ISBN: 978-958-784-335-4 (impreso)

ISBN: 978-958-784-336-1 (ePub)

ISBN: 978-958-784-337-8 (pdf)

https://doi.org/10.12804/th9789587843361

 

Coordinación editorial: Editorial Universidad del Rosario

Corrección de estilo: Juan Fernando Saldarriaga Restrepo

Diagramación: Martha Echeverry

Diseño de cubierta: David Reyes - Precolombi UE

Conversión ePub: Lápiz Blanco S. A. S.

 

Hecho en Colombia

Made in Colombia

 

Los conceptos y las opiniones de esta obra son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no comprometen a la Universidad ni sus políticas institucionales.

El contenido de este libro fue sometido al proceso de evaluación de pares, para garantizar los altos estándares académicos. Para conocer las políticas completas visitar: editorial.urosario.edu.co

Todos los derechos reservados. Esta obra no puede ser reproducida sin el permiso previo escrito de la Editorial Universidad del Rosario.

Autores

RAFAEL RUBIANO MUÑOZ

Sociólogo y magíster en Ciencia Política, Universidad de Antioquia; candidato a doctor en Ciencias Sociales, Flacso-Argentina. Profesor titular de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas, Universidad de Antioquia. Miembro del grupo Kultur, de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas, de la misma universidad. Entre sus publicaciones se cuentan: Prensa y tradición. La imagen de España en Miguel Antonio Caro. Bogotá: Anthropos, Siglo del Hombre, Facultad de Derecho y Ciencias Políticas, 2011, y América Latina y las independencias bajo el escrutinio de la historiografía del siglo XX. Cuatro ensayos de interpretación. Bogotá: Desde Abajo, 2011; y en coautoría: Baldomero Sanín Cano en La Nación de Buenos Aires (1918-1931). Prensa, modernidad y masificación. Bogotá: Editorial Universidad del Rosario, 2013; Años de Vértigo. Baldomero Sanín Cano y la Revista Hispania (1912-1916). Bogotá: Siglo del Hombre, Facultad de Derecho y Ciencias Políticas, 2016; Intelectuales, literatura y política en América Latina. Medellín: Pulso y Letras, Facultad de Derecho y Ciencias Políticas, Grupo Kultur, 2018, y Baldomero Sanín Cano. Un pensador colombiano para todos los tiempos. Errante, humanista y crítico. Medellín: Centro de Estudios en Ciencias y Humanidades, Instituto Jorge Robledo, 2018.

 

VALERIA ISABELA NIEVES GONZÁLEZ PELÁEZ

Estudiante de noveno semestre de Licenciatura en Educación Básica en Humanidades y Lengua Castellana, de la Universidad de Antioquia, y miembro del Semillero Historia Intelectual de América Latina, de la misma universidad. En sus publicaciones se cuenta la coautoría de Baldomero Sanín Cano. Un pensador colombiano para todos los tiempos. Errante, humanista y crítico. Medellín: Centro de Estudios en Ciencias y Humanidades, Instituto Jorge Robledo, 2018.

Contenido

Agradecimientos

 

1. Estudio introductorio

Un breve perfil biográfico

Redescubriendo a Baldomero Sanín Cano: trayectorias y facetas de un intelectual comprometido

Sanín Cano, un intelectual transeúnte y un liberal de izquierda

Sanín Cano, crítica ilustrada a los productos trágicos de la Ilustración

Escenarios de la vida intelectual cosmopolita de un transeúnte: latinoamericanismo, lectura y traducción de literatura, periodismo y diplomacia

El cierre de una generación y de un proyecto intelectual: Sanín Cano y el Frente Nacional

Sobre la presente edición. Baldomero Sanín Cano: un pensador colombiano para todas las épocas, para todos los lectores

Bibliografía

 

2. ENTREVISTAS

 

Un gran periódico argentino

Entrevista de “El curioso impertinente” con Baldomero Sanín Cano

Baldomero Sanín Cano me dijo

 

3. EPISTOLARIOS

 

Carta a Carlos E. Restrepo

Carta a José Ingenieros

Carta a Mario Santacruz

Carta a Alfonso Reyes

Carta a Gabriela Mistral

Carta a Rafael Maya [Sobre Porfirio Barba Jacob]

 

4. ENSAYOS COLOMBIANOS

 

El espíritu de los tiempos

Rendón

Un momento estelar en la vida del poeta El grande amor de Rafael Pombo

 

5. ENSAYOS HISPANOAMERICANOS

 

Papel de la literatura  en la fraternidad hispanoamericana

Rumbos del espíritu. Hacia un imperio mental hispanoamericano sin España

 

6. VISIONES CONTEMPORÁNEAS

 

Un congreso femenino

Las enciclopedias

La psicología del anuncio

De la novela a la televisión

 

7. CONFERENCIAS

 

Evolución social de la mujer

Texto íntegro de la conferencia de Sanín Cano sobre Nicaragua

 

8. CRÍTICA HISTÓRICA Y POLÍTICA

 

Interpretación de un valor histórico [Sobre Tomás Cipriano de Mosquera]

La administración Santos

Ni superiores ni inferiores, diferentes

América y el cercano Oriente La doctrina Truman

 

9. CONGRESOS

 

Sobre el valor intelectual y moral de la prensa

Americanidad y americanismo

 

10. LITERATURA UNIVERSAL

 

Algunos aspectos de la vida y la obra de Goethe

Un vínculo inmortal de dos pueblos

 

11. TRADUCCIONES

 

Juicio de un alemán sobre Víctor Hugo

Un impresionista austríaco  [Sobre Peter Altenberg]

 

12. RESEÑAS

 

Un libro de Cunninghame Graham(*)

Everybody’s Political What’s What, por Bernard Shaw

El último libro de Téllez [Literatura]

La novela mexicana

 

13. SEMBLANZAS SOBRE SANÍN CANO

 

La obra de B. Sanín Cano

Max Grillo

Sanín Cano y la nueva generación

José Carlos Mariátegui

Las lecciones de Sanín Cano

Jorge Zalamea

Patriarca de las letras

Hernando Téllez

Sanín Cano y la situación del intelectual colombiano

Jorge Gaitán Durán

 

14. HOMENAJES A SANÍN CANO

 

Editorial homenaje, Revista Iberoamericana

Sanín Cano

Germán Arciniegas

Mi deuda con Baldomero Sanín Cano

Joaquín García Monge

Palabras sobre un rector

Gabriela Mistral

Un Maestro de América

Francisco Romero

 

15. DISCURSOS EN EL SEPELIO

 

Discurso de Gerardo Molina

Discurso del doctor Alberto Lleras Camargo

 

16. EL LIBERALISMO SOCIALISTA DE SANÍN CANO

 

Las ideas de Sanín Cano

De liberalismo y socialismo en Colombia

A mis padres, Gloria Estella Muñoz y Rafael Rubiano Padilla, por su dedicación, sacrificios y amor de siempre, que hicieron posible mis estudios y mis esperanzas, aspiraciones e ilusiones.

A mi hijo, Miguel Ángel Rubiano Hincapié, años de lejanía no han destruido el amor y el faro y la luz de su ser.

A mis amigos, Andrés Felipe Londoño, Carlos Bohórquez, Andrés López Bermúdez, lealtad, respeto, empatía y proyectos comunes.

In Memoriam

Al profesor Jairo Iván Escobar Moncada, maestro por siempre

Agradecimientos

Al Dr. Luis Mariano Sanín y la familia Sanín por su respaldo, apoyo y generosidad con la investigación.
A la Universidad de Antioquia por el permitirme estudiar en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (
FLACSO)-Argentina y realizar el Doctorado en Ciencias Sociales.
En últimas, a la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas
de la Universidad de Antioquia.

1
Estudio introductorio

Un breve perfil biográfico

Baldomero Sanín Cano nació en Rionegro, Antioquia, el 27 de junio de 1861 y murió en Bogotá el 12 de mayo de 1957.

Múltiples fueron sus ocupaciones: maestro de escuela (1880); subgerente del Tranvías de Mulas Bogotá City Railway Co. (1888-1905); ministro de Hacienda encargado (1908); diplomático (en Londres, 1911-1914, y en Argentina, 1933-1935); profesor de español y literatura en Edimburgo, Oxford y Cambridge; rector de la Universidad del Cauca (1942), además de parlamentario por el Partido Liberal (en 1924 y en 1933).

Fue colaborador de las revistas Nuestro Tiempo, España, La Ilustración, Hojas Selectas de España; Caras y Caretas, La Vida Literaria, Babel, Nosotros y Sur de Buenos Aires; Gris, Revista Contemporánea, Universidad, Revista de América, Revista de las Indias en Colombia, y de Repertorio Americano de Costa Rica, entre otras.

Fungió como corresponsal, representante y periodista del diario La Nación de Buenos Aires (1914-1931, en Londres, Madrid y Buenos Aires). Asimismo, publicó en el Suplemento Ilustrado del diario El Espectador y fue editorialista del periódico El Tiempo (1927-1954), en Colombia. Igualmente, colaboró en la prensa de Londres, hizo traducciones durante cinco años que se publicaron en el sumplento literario The Times y fue editor de la revista Hispania (1912-1916), con su fundador Santiago Pérez Triana. En España colaboró en los diarios La Voz, El Sol, Nuevo Mundo y El Heraldo de Madrid. También fue asiduo colaborador de El Heraldo de México, y de La Prensa y la Nueva Democracia de Estados Unidos, y en variados impresos de Centro América y Latinoamérica.

Recibió variados homenajes, entre otros, de revistas extranjeras. Fue celebrado como “Maestro de América” el 28 de febrero de 1948 por la Revista Iberoamericana de México y por las revistas Babel (1951) y Nosotros (1925) de Buenos Aires. También fue reconocido como miembro honorario de la Sociedad de las Naciones, donde laboró como promotor de cooperación intelectual. Recibió el título de doctor honoris causa de la Universidad de Antioquia (1945) y de la Universidad de Popayán (1951), y en el año 1954 se le otorgó el Premio Lenin de la Paz, por intermediación del poeta chileno Neftalí Ricardo Reyes (‘Pablo Neruda’), galardón que daba la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).

 

Redescubriendo a Baldomero Sanín Cano: trayectorias y facetas de un intelectual comprometido

En el 2017 se cumplieron los sesenta años del fallecimiento de Baldomero Sanín Cano. La fecha rememorativa no debería transcurrir en la indolencia, ni tampoco quedar en el olvido. Si es cierto que toda nación requiere de sus pensadores y letrados, sería inmerecido, para quien fuese uno de aquellos pensadores insignes que enaltecieron y le dieron renombre a Colombia en el exterior, dejar pasar la ocasión para recordarlo y recuperarlo a partir de su obra y pensamiento.

Rendirle homenaje con esta publicación es apenas una labor comprensible, y más aún, un acto de correspondencia a quien con su esfuerzo, oral y escrito, dejó luces imperecederas para los habitantes de nuestro entorno y el mundo en general. Esta edición se constituye, entonces, en una retribución a uno de los más destacados pensadores colombianos, al haberse cumplido los 62 años de su deceso.

Es propósito de esta antología, en su contenido, redescubrir la figura intelectual de Sanín Cano y examinar algunas facetas del personaje que no han sido estudiadas, ni tampoco investigadas, al menos desde hace cuarenta años. Lo que se pretende es que el lector de este libro conozca o reevalúe algunas características del personaje, en relación con sus variados contextos existenciales y sus opiniones, y actualizar las corrientes de pensamiento en las que surcó. Además de darle un sentido contemporáneo a su figura, este estudio busca resaltar las ideas que en un marco nacional e internacional publicó en diferentes impresos y, por medio de ellas, reconstruir su naturaleza política e intelectual, a partir de algunos ángulos reflexivos no conocidos por lectores y expertos en general.

Ya en 1956, al cumplirse los 95 años del “Maestro de América”, el poeta Jorge Gaitán Durán, director y fundador de la prestigiosa y tolerante revista Mito (1955-1962),1 un impreso de vanguardia, expuso una conferencia ante un auditorio en el aula máxima de la Fundación América en Bogotá, una institución de educación superior de la que Sanín Cano fue rector. En plena época de la dictadura militar de Gustavo Rojas Pinilla (1953-1957), la exposición del poeta nortesantandereano se tituló “Sanín Cano y la situación del intelectual colombiano”.2 En esta comunicación pública, el poeta librepensador planteó algunos aspectos de la vida, la obra y el pensamiento del antioqueño y, ante todo, valoró el influjo intelectual que, durante un tiempo prolongado, tuvo el personaje en varias generaciones en el país.

En la conferencia3 se señaló que el ambiente en que se desenvolvió Sanín Cano no fue el más propicio para una labor crítica y controversial en el escribir y hablar. En Colombia, la violencia bipartidista, las pugnas ideológicas, la dictadura militar y una sociedad polarizada fueron situaciones negativas para el ejercicio de opinión y de confrontación del Maestro, por los extremismos políticos que en el país se vivieron en las décadas de los cuarenta y los cincuenta, conocida como la época de la Violencia.

Si, a nivel nacional, el ambiente no era el más acorde para desenvolverse como un intelectual comprometido, menos aún lo fue el contorno latinoamericano y el ámbito internacional. Por décadas, la región experimentó una diversidad de regímenes dictatoriales, con nuevas formas de tiranías que impactaron el orden de lo social y cultural. Así mismo, fue testigo de dos guerras mundiales.

Sanín Cano vivió en medio de guerras y confrontaciones armadas, las que constituyeron, de ese modo, la “normalidad” del mundo en una época a la que, sin objeción, se le llamó la “era de las catástrofes”.4

Fueron las palabras pronunciadas por Gaitán Durán, en las que se indican la parcial publicación de la obra y el pensamiento de Sanín Cano, las que nos motivaron y nos han dado las razones para la realización de esta antología conmemorativa. Siguiendo de nuevo las líneas de la exposición, reclamó el poeta nortesantandereano que, hasta ese año de 1956, no se había valorado con suficiencia la obra de Sanín Cano y que se esperaba aún la compilación de sus escritos, a través de ediciones completas, y añadió entre líneas que lo esencial, el acto más propicio para honrarlo y darle reconocimiento, era la difusión del ilustre pensador para las jóvenes generaciones. Contando con esa amonestación, afirmó entonces que

Está aún por hacer la importantísima labor de estudiar lo que ha significado Sanín Cano en la vida y en la cultura de la nación colombiana en donde ha actuado como periodista, literato, filólogo, orientador y hombre político de la mejor acepción del término es decir, la que implica la conciencia ante los problemas públicos y la influencia consiguiente en el movimiento ideológico de un pueblo. Desafortunadamente tan indispensable balance no se ha hecho todavía.5

Con el anterior comentario, Gaitán Durán dio a entender que hasta ese año no se había emprendido la tarea de comprender la función política e intelectual de Sanín Cano en el país. Por lo que se colige de este reclamo, se podría advertir que, pese a ser un letrado de alcances nacionales e incluso continentales (acaso universal), lamentablemente en Colombia no se le había prestado la suficiente atención, y menos aún se le había otorgado un puesto adecuado como uno de los pensadores más comprometidos ideológica y políticamente de nuestra nación. ¿A qué se debió —desde esa época— esta actitud asumida en Colombia sobre el personaje? La anterior pregunta es la que pretendemos responder en este estudio introductorio a la antología que aquí se recoge y, por ello, de modo inmediato sostenemos que resulta extraño que ello haya sucedido con el antioqueño, pese a que, al revisar su producción de setenta años, sean notorias sus convicciones ideológicas y políticas en un largo tiempo.

Si, en Colombia, se han enaltecido algunas figuras que fueron contemporáneas a Sanín Cano como, por ejemplo, José Asunción Silva, Guillermo Valencia, José María Vargas Vila, Tomás Carrasquilla, Fernando González, por citar algunos, y han sido quienes se han convertido en personajes leídos y de dominio del público lector, es necesario interrogarse: ¿por qué no sucedió lo mismo con el ilustre personaje antioqueño? En consonancia con lo que reclamó en su momento Gaitán Durán en su exposición, lo primero que se podría expresar del poco o nulo conocimiento de Sanín Cano en el público lector del país es que se ha debido a su divulgación parcial, en relación con la compilación, edición e impresión de sus escritos. En dicha perspectiva, entonces, sin ediciones investigativas, críticas y analíticas es imposible suponer que se dé una apropiación del personaje por los ciudadanos y que sea valorado como uno de los intelectuales de vanguardia de nuestra nación.

Por otro lado, a la falta de recuperación de su figura intelectual en la dimensión nacional, no se han investigado hasta el día de hoy, con exhaustividad, sus posiciones ideológicas y políticas, o sus posturas y opiniones políticas específicamente. De modo que, como lo demandó el poeta de Mito, la primera tarea para hacer comprensible —además de familiar o de alcance para un público general— la figura político-intelectual de Sanín Cano debería ser recuperar muchos de sus escritos, que yacen en el país y en bibliotecas extranjeras del mundo.

Como periodista, su producción fue casi ininterrumpida, pues de sus 96 años, por lo menos 70 los dedicó a escribir en la prensa y en revistas. En esa prolongada actividad escrita, podemos aseverar que hay una fuente inagotable para que los lectores o investigadores, incursionen sobre temas o problemas que en la actualidad son de suma atención en las ciencias sociales y humanas.

Sobre su periodismo, más que crónicas noticiosas, sus escritos fueron ensayos de análisis y algunos de opinión, que contienen la erudición de quien podía combinar conocimientos históricos, literarios, filológicos, a veces de algunas ciencias naturales, con el análisis político nacional e internacional.

Junto a la labor periodística, Sanín Cano tuvo una nutrida actividad de traductor y de editorialista y, a su vez, se empeñó en dirigir o avivar la creación de medios impresos dentro y fuera del país. Abanderado de la necesaria ilustración popular y ciudadana, sus escritos se extendieron en diarios nacionales y extranjeros, a través de columnas, o en secciones literarias de los diarios o revistas, así como en suplementos literarios, donde vertió, de manera voluminosa, sus reflexiones y pensamiento.

Su ocupación primigenia fue la de maestro de escuela y en conjunción con la actividad periodística, el antioqueño vinculó a su quehacer intelectual otras actividades: fue docente universitario (ocasional), gerente de un medio de transporte masivo en Bogotá, bibliotecario accidental y diplomático. Además, ocupó puestos de renombre mundial, pues perteneció a la Sociedad de las Naciones (ONU), como miembro de la sección de Cooperación intelectual. Así mismo, hizo parte de asociaciones de escritores y se vinculó a organizaciones literarias y culturales.

Lo que muy pocos lectores saben es que Sanín Cano fue adepto y militó en organizaciones políticas de marcada inclinación izquierdista, como tendremos ocasión de mostrar, y entre otras de sus incidencias intelectuales, valga indicar, fue ministro de Hacienda encargado (1908), en el gobierno de Rafael Reyes (1904-1909); agente fiscal en Londres, durante el gobierno de Carlos E. Restrepo (1910-1914); parlamentario en 1924 y en 1933 por el Partido Liberal, y reconocido activista por la democracia y la paz en América Latina y el mundo, desde su regreso al país en los años cuarenta y hasta los años cincuenta.

Frente a esos aspectos de nuestro personaje, es pertinente seguir la investigación del crítico dominicano Pedro Henríquez Ureña,6 quien, como lo analizó al enfocarse en el problema sobre la función social del intelectual hispanoamericano desde la Colonia al siglo XX, señaló que en el siglo XIX fueron muy fuertes los vínculos del intelectual y la política, mientras que, en el marco de la sociedad de masas del siglo XX, esos nexos se transmutaron y se transformaron, primordialmente por las injerencias del mercado y la aparición de nuevas audiencias y lectores. De modo que Sanín Cano conjugó con destreza las actividades intelectuales y las políticas, en una época donde, como lo indicó el dominicano, los viejos dirigentes políticos que fueron intelectuales eran o periodistas o literatos, pero en el siglo XX debieron ganarse el espacio entre las masas y sobrevivir en la dinámica industrial y del mercado, ya no necesariamente ocupando puestos públicos, sino más bien debieron escribir y opinar públicamente.

Unos rehuyeron y se aislaron hacia la “torre de marfil”, mientras otros asumieron con conciencia los retos que impusieron esos escenarios y poco a poco afrontaron los avatares de la vida pública:

Con la estabilidad política, bajo una forma real o fingidamente democrática, y con el desenvolvimiento económico, se fue imponiendo en la mayoría de las naciones de la América Hispánica, como hemos visto, una división del trabajo por la que los hombres de letras dejaron de ser ya al mismo tiempo directores de la vida pública. Se dedicaron ahora a la “literatura pura”: tal fue, cuando menos durante algún tiempo, su propósito y su ideal. La torre de marfil se convirtió en símbolo familiar. El conato de “espléndido aislamiento” era en realidad su manera de vengarse de la supuesta indiferencia que hacia ellos mostraba la tan vituperada burguesía.7

Como señala Henríquez Ureña, en América Latina, en dos décadas, los intelectuales afrontaron una división del trabajo que les obligó a realizar funciones que difirieron de aquellas que cumplieron los letrados o pensadores del siglo XIX.8 Estos debían estar íntimamente ligados a la vida pública y política, y ese escenario era el privilegiado para realizar sus actividades escriturales. Los intelectuales en el siglo XX, por el contrario, se trasladaron a otros escenarios, en el que, por su esfuerzo personal y a partir de ganarse la atención de los auditorios o los públicos lectores, se dedicaron a otras funciones —ya no exclusivamente gubernamentales—, como, por ejemplo, al periodismo o la literatura preferiblemente; en algunos casos, se ocuparon de empresas editoriales o se entregaron a la militancia política ampliamente constituida, a través de partidos u organizaciones culturales. Y páginas más adelante dice el crítico caribeño: “En esta generación que he llamado intermedia, nuestros escritores fueron volviendo poco a poco a su costumbre tradicional de intervenir en los negocios públicos”.9

Bajo ese ambiente cargado de exigencias y de demandas en la actividad intelectual, los letrados se vieron compelidos por los conflictos sociales y las nuevas realidades, nacionales y continentales. En últimas, frente a esos cambios en los “escenarios de la vida intelectual”10 en el siglo XX, emergieron nuevos retos y, ante todo, se produjo un proceso de rotunda mutación en las relaciones de la política y los intelectuales.11 Como anécdota se podría decir que, en Colombia, para ser político, había que escribir un poema o una gramática.12 De 1886 a 1930 ocuparon el solio presidencial del país cinco literatos y gramáticos, no por casualidad.

En el siglo XX, la llamada “Atenas Sudamericana”, como calificó a Colombia el geógrafo Eliseo Reclus, de ser el país de los gramáticos gobernantes se pasó a una nación donde los gobernantes fueron empresarios, banqueros, industriales, algunos científicos y unos más de otras zonas especializadas. Valga anotar que quienes rehuyeron las prerrogativas de ese nuevo contexto social y, por ende, se aislaron de los conflictos sociales y del mundo político, no escaparon de todas maneras a verse empujados a sobrevivir frente al mercado y al público al que debían llegar de todos modos.

Se puede situar, entonces, que fue empezando los años veinte cuando se dio un radical cambio en la función social y política de los intelectuales en el país y, por extensión, en América Latina.

De los personajes que estudia el crítico dominicano,13 señala los casos de Ricardo Rojas o Leopoldo Lugones, en Argentina; Víctor Raúl Haya de la Torre y José Vasconcelos, en México; Gabriela Mistral y Pablo Neruda, en Chile; Joaquín García Monge, en Costa Rica, entre otros más, quienes compartieron proyectos o aspiraciones comunes con el colombiano. Lo cierto es que en las dos o tres primeras décadas del siglo XX, los intelectuales asumieron en general esas actitudes frente a la realidad, sacudidos por el cambio y la transformación urbana y demográfica en todo el suelo latinoamericano.14 Pero, ante todo, a las transformaciones internas se unió el nuevo clima internacional, en especial con la injerencia estadounidense en nuestro continente a nivel político y en lo económico primordialmente.

Ante esas nuevas realidades sociales en Colombia y América Latina, no fue una excepcionalidad que las ópticas de los intelectuales variaran, si se las ve comparativamente con el siglo XIX, y así mismo sus posiciones ideológicas y sus actitudes políticas se tornaron más visibles y expeditas. Se generalizó una sensibilidad social y política —sea para comprometerse o para aislarse— frente a los conflictos de la sociedad, bajo los contornos de eventos que empezaron a sacudir su conciencia y sus pensamientos en una era de trastornos. La guerra hispano-estadounidense de 1898,15 la pérdida que experimentó Colombia de Panamá en 1903 por la intervención norteamericana, la Revolución mexicana de 1910, la Primera Guerra Mundial, la Revolución rusa de 1917, la reforma universitaria de Córdoba de 1918, fueron algunos de los sucesos que, entre muchos otros, fijaron nuevos rumbos a los letrados de nuestro continente.

En un estudio pormenorizado sobre los años veinte en Colombia, Carlos Uribe Celis16 señaló cuáles fueron los principales cambios que se dieron en diversos contextos en la sociedad colombiana y en el plano continental latinoamericano. Hubo profundas mutaciones sociales y políticas; renovaciones en las corrientes de ideas y en las tendencias ideológicas e intelectuales. Además, se produjeron transformaciones en las relaciones nacionales y latinoamericanas, y en específico se presentaron variaciones en infraestructura, artefactos, mentalidades y percepciones, años en los que se puede definitivamente afirmar se pasó del estancamiento a la euforia. De igual forma, Uribe Celis advierte que lo social se convirtió en un espacio inmedible, dadas las nuevas condiciones de esos años veinte, y agrega,17 en su análisis, que las metamorfosis no fueron ni recibidas, ni percibidas de modo unilateral por todos los grupos y clases sociales:

Por lo demás, hay que confesar que buena parte de los procesos no afectó a la mayoría de la población. Las urbes percibieron con un impacto más fuerte los empujes de la modernización. El enorme flujo de dineros, la inflación que hizo de Bogotá una ciudad más cara que París o Buenos Aires, las nuevas obras, la proletarización acelerada de grupos crecientes, ahondó las diferencias entre las clases sociales cuando simplemente no produjo más que efectos amortiguados y tardíos en provincias y áreas aisladas. Con mucha frecuencia —quizá por obra de ese producto de las condiciones históricas que suele llamarse “carácter latino”— fue más el ruido que las nueces, más el entusiasmo que las obras. Un contemporáneo lúcido, Armando Solano, veía esto y lo expresaba muy claramente.18

Se refiere Uribe Celis a Armando Solano, el intelectual de izquierda y socialista que, proviniendo de los toldos del liberalismo, se pasó al socialismo y luego al comunismo, y quien vio en los años veinte las circunstancias que impactaron la sociedad colombiana:

Todo aquí es de aluvión —decía Armando Solano— […]. Poseemos flamantes facultades universitarias y carecemos de escuelas primarias. Tenemos numerosos artistas de la palabra escrita y hablada, pero el porcentaje de nuestro analfabetismo es aterrador […]. Somos dueños del servicio de aviación quizás más eficiente del mundo, pero hay varias comarcas que no tienen ni una pulgada de vía férrea, ni gozan de carreteras, ni de caminos de herradura. La prensa diaria toma vuelo mayor cada día, pero las multitudes, que mayor estímulo requieren para solidarizarse con el esfuerzo progresivo de la comunidad, ignoran por completo lo que dice la prensa.19

¿Cómo se situó Sanín Cano bajo esa temporalidad de cambios y de transformaciones, que no se dirigían unilateralmente, sino en varias direcciones, del estancamiento a la euforia, del avance al atraso? Como debe saber el lector, nuestro personaje salió del país en 1909 y regresó en 1924. Comenzando el siglo XX, todavía dominaba, al interior de la nación, la casta conservadora de los gramáticos —herederos de las ideologías políticas impulsadas por Rafael Núñez y Miguel Antonio Caro—, pese a que hubo momentáneamente un cambio de gobierno, el de Rafael Reyes (1904-1909), régimen en el que participó el rionegrero. Y en ese entonces, era un intelectual proveniente de la provincia, de estirpe ideológica liberal —por filiación familiar—, maestro de escuela y periodista ocasional, quien escribió en diarios preferiblemente dirigidos por ideólogos del liberalismo colombiano.

Después de dos décadas de hegemonía conservadora, el gobierno del militar boyacense Rafael Reyes fue de “conciliación nacional”, debido a que, expulsados los liberales de los gobiernos conservadores, de 1885 a 1904, ellos podían regresar a ocupar puestos públicos en el país. De hecho, Sanín Cano fue ministro de Hacienda encargado en 1908, durante el gobierno Reyes, cuyo lema presidencial fue: “Menos política, más administración”.20

Cuando llegó a Bogotá en 1885, el antioqueño se había desempeñado como maestro de escuela en un pueblo lejano de la capital antioqueña, Titiribí, en 1880, y en 1883 dirigió el Instituto Caldas, en las cercanías de la ciudad de Medellín. Con la guerra de 1885 se derrotó al “Olimpo radical”, eufemismo para ridiculizar a los liberales radicales, quienes habían instaurado una Constitución federal en 1863, en Rionegro, y decretado un régimen de libertades absolutas (educación laica y gratuita, porte de armas, derogación de la pena de muerte por delitos, libertad de opinión y de cultos), bajo los lemas de laissez faire y laissez passer. Contrario a este liberalismo federal, se impuso un régimen político ultracatólico y conservador, que se denominó la “Regeneración”.

Esa propuesta política retraía los alcances de los liberales radicales, pues, donde se instauró, impuso un dominio político (educación religiosa, censura a la prensa, pena de muerte, sistema presidencial, unidad y soberanía nacional mediante el centralismo, concordato con la Iglesia), entre otras medidas jurídico-políticas. Cuando Sanín Cano llegó a Bogotá en 1885, se estableció la represión y la dureza del régimen conservador, siguiendo las ideas del cartagenero Núñez y del bogotano Caro. En ese tiempo se persiguió, se vigiló, se encarceló y se exilió, se llegó hasta a fusilar, a aquellos individuos que eran tenidos como opositores; se les acusaba de conspiración o de insurgencia, por lo que eran vistos como “enemigos absolutos” del poder político.

En esa época entonces, de crítico que fue de los principales líderes conservadores en el siglo XIX, Sanín Cano también se opuso al régimen de la Regeneración y lo hizo de modo directo, pues en lo que escribió, examinó con acritud el legado de ese sistema en la mentalidad del país, que vio como negativo por la idiosincrasia que dejó, entre el fanatismo y la intolerancia.21 Y aunque no se podría calificar como un “francotirador”, como lo fueron en esa época, por ejemplo, Fidel Cano,22 Rafael Uribe Uribe,23 José María Vargas Vila24 o Santiago Pérez Triana,25 entre otros, quienes se enfrentaron con las armas (en el caso de Uribe Uribe) o con las palabras y la opinión, a los déspotas de esa época, sí fue contradictor y un examinador irrebatible. A los cien años del nacimiento del líder bogotano Miguel Antonio Caro,26 Sanín Cano recibió las más inapropiadas palabras y descalificativos del líder franquista Laureano Gómez,27 quien fue presidente del país (1949-1951).

Sanín Cano escudriñó, a un mismo tiempo, la dominación política cultural de la Regeneración y se batió en términos intelectuales con Núñez28 y Caro. El bogotano no se había quedado atrás y ripostó con amargas diatribas y crispadas reflexiones, en sus intituladas “Cartas a Brake”.29 En esa ocasión, Caro defendió con furia a Núñez de las críticas de Sanín Cano. Con todo, en 1889, en el diario El Trabajo, periódico industrial, literario y noticioso, fundado y dirigido por el liberal Fidel Cano, a quien admiró por su labor periodística y su lucha contra los vejámenes de la Regeneración,30 Sanín Cano publicó un extenso ensayo diatriba contra Caro, muy sustentado en términos analíticos, titulado “Traducciones poéticas de Miguel Antonio Caro”.31

A un mismo tiempo, en ese artículo, Sanín Cano revisó la obra estética del bardo conservador y lo confrontó en sus capacidades de traductor y de mediador cultural, que, por lo demás, apreció de mediocre y desatinado. En el trasfondo de esos artículos contra los conservadores, se manifiesta una recia oposición del antioqueño al régimen despótico y tiránico de estos. Años más tarde escribió sobre esa época política, en un artículo que tituló: “El oscuro signo sobre la Regeneración”.32

En términos intelectuales, no debió ser fácil para Sanín Cano situarse en Bogotá bajo el despotismo de los regímenes conservadores de finales del siglo XIX en el país, y en especial lograr sobrevivir en un medio polarizado, más porque arribó desde la provincia de Antioquia siendo liberal radical de estirpe y por tradición familiar.

En 1909, por encargo de Rafael Reyes y quizás por solicitud propia y por su empecinado deseo, Sanín Cano salió del país, por lo que se deduce de su autobiografía,33 alentado por el ahogo y por las ansias de huir del pesado ambiente colombiano. ¿Un autoexilio? De maestro de escuela, comenzando el siglo XX, ya había pasado nuestro personaje a ejercer como diplomático.

Su función crítica como intelectual liberal de todos modos no fue de buena acogida en la capital del país, y con el tiempo se le vindicó por ser radical en su liberalismo y con mayor saña se le cuestionará por haber hecho parte del gobierno de Rafael Reyes, a quien se le calificó de dictador y tirano, pues pretendió cerrar el Congreso y erigirse presidente por diez años, emulando el camino que recorrió Porfirio Díaz en México.

En mayo de 1909 dimitió Reyes por la presión política de los conservadores (y algunos opositores liberales) y el antioqueño quedó vacante, y con su esposa, en la capital inglesa.34

Del año 1909, en que Sanín Cano salió del país, y a su regreso momentáneo en 1924, Colombia era otra, y se había producido una explosión urbana y demográfica con conflictos antes desconocidos. Por ejemplo, el país pasó de 3 millones de habitantes en la segunda mitad del siglo XIX a 5 millones hacia las primeras décadas del siglo XX, según los datos que ofrece el historiador Jorge Orlando Melo,35 ya que en 1870 teníamos una población de 2 713 000 personas y en 1912 subió a 5 073 000 ciudadanos. Hermes Tovar Pinzón, otro reconocido historiador, brinda casi los mismos datos:36 indica que fueron un poco menos. Dice que en 1870 había una población de 2 707 622 y en 1912 ubica, para el país, un total de 5 069 566 habitantes. Para los años treinta, esa población se duplicaría, contando con los datos de otro estadístico del país, Gabriel Poveda Ramos, quien coincide con los historiadores Melo y Tovar en que Colombia alcanzó la cifra de 7 853 148 de habitantes en 1928 y Bogotá contaba con 235 421 ciudadanos.37

Durante los quince años en que Sanín Cano había estado en Europa —regresó a Colombia de modo transitorio en 1924, porque volvería a salir del país hacia Buenos Aires, a donde arribó en abril de 1925—, su experiencia y su actitud intelectual se transformaron ineludiblemente. Salió de un país todavía rural y conservador, y retornó a otro país, que se empezó a masificar y modernizar. Las capitales principales donde se alojó fueron Londres, Madrid y Buenos Aires, por temporadas extensas. Valga señalar, los miembros de la revista Nosotros38 le hicieron, en 1925, un homenaje en el Restaurante Ferrari, presidido de las palabras de bienvenida por Roberto Giusti, reunión que fue un acto muy concurrido, del que se excusaron algunos pocos de no asistir.

Es oportuno señalar, entonces, que esa perspectiva del cambio social es importante para comprender la relación entre el intelectual y la política, en el caso de Sanín Cano. Nótese que en el contexto del viaje de Medellín a Bogotá de 1883 a 1885, el antioqueño había sido maestro de escuela, pero lo singular cuando llegó a la capital fue haber sido profesor de alemán y bibliotecario ocasional, cumplió funciones en una empresa de transportes (Tranvía de Mulas), se hizo, además, periodista, se convirtió en funcionario público y arribó a la capital inglesa vinculado en la legación colombiana como funcionario diplomático. Algunas de estas funciones fueron propias de algunos de los letrados latinoamericanos más destacados del siglo XIXXX. Y bajo otro contexto de un nuevo traslado, de Madrid a Buenos Aires, de 1923 a 1925 ha sido profesor en las universidades de Londres, periodista internacional, editorialista y traductor. Regresó plenamente al país en 1937, con interrupciones muy variables y no definitivas.

Antes de asentarse, regresó en 1933 y transitó en ese retorno de Bogotá a la provincia ininterrumpidamente. Desde 1937 se estableció en Popayán, viajando de vez en cuando a la capital de Colombia. Recordemos que, pese al corto interregno de Reyes, lo que se denominó la “hegemonía conservadora” duró de 1910 a 1930. Para Sanín Cano, lo determinante, según se puede colegir de su periplo intelectual, fue haber experimentado, a través de esas funciones, transformaciones en su carácter intelectual, a la sazón de los cambios de lugares y de épocas. El país se vio sacudido íntegramente en esos años veinte, momento en que se fue poco a poco resquebrajando el dominio de los conservadores. La emergencia de una nueva realidad social, en la que surgieron nuevos actores y contornos sociales complejos, como una aceleración en la urbanización, el aumento en el crecimiento demográfico, junto a la industrialización, el auge inusitado de la exportación de café y la explotación de recursos naturales por empresas extranjeras, favoreció la aparición de nuevos conflictos y con ellos se plantearon retos diversos a las funciones intelectuales, que impactaron al antioqueño. Entre 1909 y 1937, cuando ya se instala en el país, ya no era el que dejó principiando el siglo XX.

¿Cómo apreció el antioqueño su vuelta al país en años convulsos? Antagonista de los regímenes conservadores, su experiencia europea sin duda pulió su capacidad intelectual y agudizó sus inclinaciones políticas. No es explicable entonces, ni satisface el hecho según el cual, desde la anterior argumentación, se haya descuidado o, para decirlo con énfasis, se haya eludido el activismo político de Sanín Cano en los años veinte y posteriormente. Son muy pocas, por decir lo menos, o escasas las referencias donde se señale, por ejemplo, su sensibilidad a las ideas izquierdistas (socialismo, anarquismo o comunismo) o que sus lazos de amistad —obviamente con personajes de variadas tendencias ideológicas—, las que se pueden llamar “íntimas” o “familiares”, “perdurables” o “entrañables”, fueron muy fuertes con personalidades que lucharon desde posiciones ideológicas netamente de izquierda.

En Londres se convirtió en periodista internacional vinculado al diario La Nación de Buenos Aires, editó la revista Hispania (fundada por el colombiano y librepensador Santiago Pérez Triana) y se destacó como orador, conferencista y profesor, en las capitales europeas. En su amplia producción de esos años, desde la primera década del siglo XX hasta finales de los años cincuenta, se pueden constatar muchas referencias escritas y orales que no han sido plenamente investigadas. El interrogante se clava como flecha en el corazón y resulta palpitante: ¿por qué se han menospreciado los vínculos con las ideas de izquierda de Sanín Cano si fueron sustanciales de su función e incidencia social de su vida intelectual? El que se haya descuidado investigar sobre las ideas de izquierda en Sanín Cano se debió, en parte, al contexto político del país después de acaecida su muerte y de seguro, como lo confirmamos a través de este estudio, a que su talante crítico y su compromiso vital con causas ideológicas radicales no fueron recibidos con simpatía por las elites políticas y culturales del país, cada vez más inclinadas a la defensa del conservadurismo o a sus inclinaciones con posiciones de derecha.

En esta época fue un observador agudo y analista de la Primera Guerra Mundial39 y de los conflictos europeos, y bajo esa perspectiva tuvo la oportunidad, desde la distancia, de observar los problemas latinoamericanos y colombianos. Bajo los anteriores contornos, es propicio afirmar que el desplazamiento les imprimió una profunda metamorfosis a la mirada y al pensamiento de nuestro personaje. De ser un maestro de escuela (en Titiribí y Medellín), arribó a Buenos Aires como un periodista e intelectual consumado, reconocido en el ámbito internacional. De modo que con el viaje afrontó la división del trabajo que, como lo indicó arriba Henríquez Ureña, derivó en la variación de ocupaciones y de labores que sin duda tuvieron una influencia decisiva en la actividad intelectual del antioqueño. No obstante esas vicisitudes personales y laborales, los vínculos con el mundo de la política o la reflexión frente a ella no cesaron en la producción intelectual de nuestro autor.

Como diplomático y viajero, Sanín Cano conoció innumerables personas de renombre. Valga mencionar algunos con los que compartió proyectos y luchas ideológicas, y con quienes, según sus comentarios y opiniones, estableció fuertes afectos. Por ejemplo, es menester referirse por el momento a Luis Araquistáin, en Londres y España; Samuel Glusberg (‘Enrique Espinoza’), cuando estuvo radicado en Argentina; a Gabriela Mistral, Pablo Neruda, José Carlos Mariátegui, Waldo Frank, Joaquín García Monge, Juan Marinello, José Antonio Portuondo, en variadas estancias por fuera del país, y muchos otros que aparecen en sus obras y epistolario. Basta manifestar que por iniciativa del poeta chileno comunista, Pablo Neruda, nuestro personaje recibió, en 1954, el originalmente llamado “Premio Stalin de la Paz”, que luego se denominó “Premio Lenin de la Paz”.

¿Por qué no se divulgó ampliamente y se celebró ese premio que recibió el maestro en el país? ¿Y por qué este desdén o descuido con esta faceta de Sanín Cano? Lo cierto es que ese perfil o ese aspecto de simpatía con las ideas o personajes de izquierda, al día de hoy no se ha investigado y ni se ha explorado a profundidad. No obstante, algo nos dice de la injusticia y de lo inmerecido de la poca o nula atención que se le ha prestado al personaje, y de su influencia en el país, si se recaba en el hecho que él tuvo una clara inclinación a congeniar con ideas como el socialismo, el anarquismo o el romanticismo, e incluso con el comunismo, y que hasta hoy no se hayan situado esas concepciones ideológicas como constitutivas de sus avatares intelectuales.

Una vez más y volviendo a la exposición de Gaitán Durán, resulta inentendible que en nuestros medios académicos e investigativos no se haya prestado atención y no se ponderó con integridad y menos aún se haya examinado con valía ese activismo político. Pese a los compromisos políticos que nuestro personaje asumió en diferentes tramos de su existencia, y más aún, aunque su influencia intelectual en nuestro territorio y en el continente fue amplio y por lo demás reconocido en otros campos como el de las letras, el pensamiento o la cultura, sin embargo, en lo político no se ha hurgado con suficiencia.

Sanín Cano no fue ajeno a vincularse con algunas luchas políticas y menos aún a combatir por la defensa de ciertos ideales políticos o valores humanos. No estuvo exento de opinar sobre los problemas políticos de Colombia, el continente, e incluso sobre los conflictos internacionales y mundiales, en un largo periodo y en un contexto donde los países pasaban de la democracia a los autoritarismos, de regímenes que se tornaron en dictaduras mediante sistemas despóticos o gobiernos tiránicos. De igual manera, no renunció a discurrir sobre las guerras o las confrontaciones armadas, y también en muchos de sus escritos se pueden encontrar reflexiones sobre las causas o las consecuencias de los conflictos que condujeron a las revoluciones, o viceversa, a las contrarrevoluciones.