Fray Luis de León
Fragmentos de la Biblia:
Libro de Job
Cantar de los Cantares
Barcelona 2022
linkgua-digital.com
Título original: Fragmentos de la Biblia.
© 2022, Red ediciones S.L.
e-mail: info@linkgua.com
Diseño de cubierta: Michel Mallard.
ISBN rústica: 978-84-9816-774-0.
ISBN cartoné: 978-84-9897-417-1.
ISBN ebook: 978-84-9897-791-2.
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Sumario
Créditos 4
Brevísima presentación 11
La vida 11
Libro de Job 13
Capítulo I 15
Capítulo II 18
Capítulo III 20
Capítulo IV 23
Capítulo V 26
Capítulo VI 29
Capítulo VII 32
Capítulo VIII 35
Capítulo IX 38
Capítulo X 42
Capítulo XI 45
Capítulo XII 47
Capítulo XIII 50
Capítulo XIV 53
Capítulo XV 56
Capítulo XVI 60
Capítulo XVII 63
Capítulo XVIII 65
Capítulo XIX 67
Capítulo XX 70
Capítulo XXI 73
Capítulo XXII 76
Capítulo XXIII 79
Capítulo XXIV 81
Capítulo XXV 82
Capítulo XXVI 83
Capítulo XXVII 85
Capítulo XXVIII 86
Capítulo XXIX 88
Capítulo XXX 91
Capítulo XXXI 92
Capítulo XXXII 94
Capítulo XXXIII 97
Capítulo XXXIV 101
Capítulo XXXV 105
Capítulo XXXVI 107
Capítulo XXXVII 110
Capítulo XXXVIII 113
Capítulo XXXIX 117
Capítulo XL 121
Capítulo XLI 124
Capítulo XLII 127
Salmos 131
Salmo I. Beatus vir 133
Salmo XI. Salvum me fac, Domine 135
Salmo XII. Usquequo, Domine 136
Salmo XVII. Diligam te, Domine 137
Salmo XVIII. Caeli enarrant 142
Salmo XXIV. Ad te, Domine, levavi 144
Salmo XXVI. Dominus illuminatio 148
Salmo XXXVIII. Dixi, custodiam 151
Salmo XLI. Quemadmodum desiderat 153
Salmo XLIV. Eructavit 156
Salmo LXXI. Deus, iudicium 159
Salmo LXXXVII. Domine, Deus salutis meae 162
Salmo CII. Benedic, anima mea, Domino, et omnia. [1ª versión] 164
Salmo CII. Benedic, etc. [1ª versión] 167
Salmo CIII. Benedic, anima mea, Domino: Domine Deus 170
Salmo CVI. Confitemini Domino 173
Salmo CIX. Dixit Dominus 177
Salmo CXXIV. Qui confidunt 178
Salmo CXXIX. De profundis 179
Salmo CXLV. Lauda, anima mea 181
Salmo CXLVII. Lauda, Ierusalem 183
De los Proverbios de Salomón 185
Cantar de los Cantares 189
Capítulo I 191
Capítulo II 193
Capítulo III 194
Capítulo IV 195
Capítulo V 196
Capítulo VI 198
Capítulo VII 199
Capítulo VIII 200
Libros a la carta 203
Fray Luis de León (Belmonte, Cuenca, 1527-Madrigal de las Altas Torres, Ávila, 1591). España.
De familia ilustre con ascendientes judíos, Luis Ponce de León estudió en Alcalá de Henares y Toledo antes de ingresar como novicio en el convento salmantino de San Agustín. Participó en las polémicas que enfrentaban a dominicos y agustinos en la universidad de Salamanca. Frente al tomismo conservador de los primeros, postuló el análisis de las fuentes hebreas en los estudios bíblicos.
Cuando se difundió su traducción al castellano del Cantar de los cantares a partir del hebreo, fue acusado de infringir la prohibición del Concilio de Trento, que estableció como oficial la versión latina de san Jerónimo. Procesado por la Inquisición, estuvo encarcelado entre 1572 y 1577, al final fue declarado inocente y pudo volver a sus clases.
Hombre vehemente, sufrió otra amonestación inquisitorial en 1584. Tuvo las cátedras de filosofía y estudios bíblicos, y poco antes de su muerte, en 1591, fue nombrado provincial de la orden agustina en Castilla. Dominaba el griego, el latín, el hebreo, el caldeo y el italiano. Fue admirado por Cervantes (que lo llamó «ingenio que al mundo pone espanto»), por Lope de Vega (que escribió: «Tu prosa y verso iguales / conservarán la gloria de tu nombre») y sobre todo por Francisco de Quevedo (quien lo consideró el «mejor blasón de la habla castellana»).
En la región de Hus, en la primera
edad, fue un hombre justo, Job llamado,
ejemplo de virtud, simple y entera;
Temeroso de Dios y del pecado
enemigo mortal, y juntamente
de bienes y riquezas abastado;
Clarísimo entre todos los de Oriente.
Hijos e hijas bellas Job tenía,
y de servicio innumerable gente.
Los anchos campos fértiles rompía
con toros más de mil; tres mil camellos
y siete mil ovejas poseía.
Sus hijos, por su orden, uno de ellos
(el uno cada día) convidaba
en su casa a comer a todos ellos.
Acabada la rueda, madrugaba
el padre de mañana, y con fe pura
por cada uno a Dios ofrenda alzaba.
Porque decía ansí: «Si por ventura
mis hijos allá dentro de su pecho
usaron contra Dios de desmesura».
Aquesta fue de Job la vida y hecho,
mientras los tiempos claros le duraron,
y tuvo el viento próspero y derecho.
Mas fue que un día, entre otros que pasaron,
delante de la Majestad divina
Satanás y los ángeles llegaron.
De Satanás la furia serpentina:
Y díjole el Señor, como le vido
(a cuya voz la tierra y mar se inclina):
—¿De dónde vienes tú? Dice: —He corrido
por la tierra, Señor, y paseado
cuanto es de los mortales poseído.
Y Dios: —Di, ¿por ventura has contemplado
en mi sirviente Job, que en virtud pasa
a todos cuantos moran lo poblado?
—Por la defensa suya y de su casa
te pones tú por muro diamantino;
¿y es mucho si tus leyes no traspasa?
—Sigue —dice—, Señor, otro camino;
toquémosle con mano más pesada,
veréis do llegará su desatino.
—Dispón de su hacienda, reservada
quedando su persona —dijo el Alto
Señor, y la consulta fue acabada.
Teñido de tristeza y de luz falto
el Sol por el oriente se mostraba,
cuando con turbación y sobresalto
A Job le vino un mozo y le contaba:
«Tus bueyes, ¡oh señor!, iban arando,
y el hato de las yeguas junto andaba;
Y súbito su furia demostrando,
sobre nosotros el sabeo viene;
yo solo me escapé por pies volando.»
Esto contaba el mozo, y sobreviene
un otro luego, y dícele afligido,
que ni camellos ya ni guardas tiene.
Que el escuadrón caldeo, dividido
en tres partes, lo uno había robado,
los otros a cruel fierro metido.
Había aqueste apenas acabado,
y llega otro diciéndole que el cielo
con fuego las ovejas ha abrasado.
Y para dar remate al desconsuelo,
otro con lloro amargo le decía
que vista por sus hijos negro duelo;
Porque estando comiendo en compañía,
la casa, derrocada de un gran viento,
debajo de sí muertos los tenía.
Aquí se levantó Job de su asiento,
rompió sus vestiduras, y tendido
por tierra con humilde sentimiento,
Dijo: «Cual el principio el fin ha sido;
desnudo vine al mundo, y es forzado
tornar desnudo allí donde he salido.
Diómelo Dios, y Dios me lo ha quitado.
¡Alabado su nombre santo sea!».
En todo aquesto Job nunca ha pecado,
ni dicho contra Dios palabra fea.
Despojado Job de todos sus bienes, y no por eso vencido, torna el demonio a pedir licencia a Dios para afligirle más. Dásela y hiérele el cuerpo con enfermedad y llagas feas. Por donde su mujer, aborreciéndole, le convida a que desespere; a la cual él, con ánimo paciente y varonil, la reprende; y se asienta en el polvo, adonde cuatro amigos suyos que le vienen a ver y se admiran de verle, asentados y callando y mirándose entre sí, pasan siete días.
Ábrese ya otra vez la etérea entrada,
y del Eterno Padre a la presencia
la Corte celestial es convocada.
Vino toda la angélica potencia,
y vino allí el demonio juntamente,
haciendo su debida reverencia.
Y preguntóle Dios encontinente:
—¿De dónde vienes tú? Y dice: —He andado
todo lo poseído de la gente.
Y Dios: —Di: ¿por ventura has contemplado
en mi sirviente Job, que resplandece
de perfecta virtud raro dechado,
Y en cómo perseguido permanece
entero en su bondad? Tú me has movido
sin causa a dalle el mal que no merece.
—Todo —dice— lo da por bien perdido,
desde el primero bien hasta el postrero,
si queda con salud, el afligido.
Aún este mal no le ha pasado al cuero;
en lo vivo le toque vuestra mano,
veréis quién es con testimonio entero.
—No toques en su vida —el soberano
Señor dice— y dispón de todo el resto.
Y el demonio se parte alegre, ufano.
Y con hediondas llagas cuerpo y gesto
hiriéndole cruel, le cubre todo
bien como lo llevaba presupuesto.
Mas él, perseverando en su buen modo,
tomó para raerse una corteza,
sentándose en vil polvo, en torpe lodo.
—¿Y dudas todavía en tu simpleza?
—entonces su mujer le dijo airada—.
¡Ahógate ya y sal de tu bajeza!
—Hablaste como hembra mal mirada,
—responde—, que ¿por qué do el bien recibo,
la pena huiré cuando me es dada?
Si Dios nos place, bueno, ¿por qué, esquivo,
nos ha de desplacer? —En tal manera
el sancto no ha pecado en cuanto escribo.
La fama voladora y pregonera
en mil naciones cuenta, en mil oídos
de Job la desventura grave y fiera.
Por do tres sus amigos conmovidos,
Elifaz, temanés, y Zofarano,
de Amatós, y Bildad, que en los tendidos
Suguises imperaba, con humano,
intento se disponen, aviniendo
mover en su consuelo boca y mano.
Y ya que se acercaban, extendiendo,
los ojos, a Job vieron, y espantados
quedaron, lo que vían no creyendo.
Y levantando el lloro, y sus preciados
mantos rasgando, polvo en sí esparcieron
y al cielo le lanzaron a puñados.
Y atónitos doliéndose estuvieron
callando muchos días, sin que alguno
su boca desplegase, porque vieron
cuán grande es su dolor, cuán importuno.
Job, al fin, rompe el silencio, y maldice el día en que nació y su suerte dura, no por desesperación ni por impaciencia, sino por aborrecimiento de los trabajos de la vida y de su condición miserable, sujeta por el pecado primero a tan desastrados reveses. Y así dice que es mejor el morir que el vivir, y la suerte de los muertos más descansada mucho que la de los vivos; y refiere cuán sin pensar, y a su parecer, sin merecerlo, vino sobre él este mal.
Al fin, creciendo en Job el dolor fiero,
gimió del hondo pecho y, convertido
al cielo, lagrimoso habló el primero.
Y dijo maldiciendo: «¡Ay!, destruido
el día en que nací y la noche fuera,
en que mezquino yo fui concebido».
Tornárase aquel día triste en fiera
tiniebla, y no le viera alegre el cielo,
ni resplandor de luz en él luciera;
Tuviérale por suyo en negro velo
la muerte rodeada, para asiento
de nubes, de amargor, de horror, recelo.
Y aquella triste noche no entre en cuento
con meses ni con años, condenada
a tempestad escura y fiero viento.
Fue noche solitaria y desastrada,
ni canto sonó en ella ni alegría,
ni música de amor dulce, acordada.
Maldíganla los que su amargo día
lamentando maldicen, los que hallaron
al fin de su pescar la red vacía.
En su alba los luceros se añublaron,
el Sol no amaneció, ni con la aurora
las nubes retocadas variaron;
Pues de mi ser primero en la triste hora
no puso eterna llave a mi aposento,
y me quitó el sentir el mal de agora.
¿Por qué no perecí luego, al momento
que vine a aquesta luz? ¿Por qué, salido
del vientre, recogí el común aliento?
¿Por qué de la partera recibido
en el regazo fui? ¿Por qué a los pechos
maternos fui con leche mantenido?
Que si muriera entonces, mil provechos
tuviera; ya durmiendo descansara,
pagara ya a la muerte sus derechos.
Con muchos altos reyes reposara,
con muchos poderosos, que ocuparon
los campos con palacios de obra rara;
Y con mil ricos hombres que alcanzaron
del oro grandes sumas, hasta el techo
en sus casas la plata amontonaron.
¡Oh, si antes de nacer fuera deshecho,
y cual los abortados niños fuera
que del vientre a la huesa van derecho!
A do, repuesta ya la vista fiera,
el violento yace, y los cansados
brazos gozan de holganza verdadera;
A do, de las prisiones libertados
están los que ya presos estuvieron,
sin ser del acreedor más aquejados.
Los que pequeños y los que altos fueron,
mezclados allí son confusamente;
no tienen amo allí los que sirvieron.
Que ¿para qué ha de ser el Sol luciente
un miserable? ¿Y para qué es la vida
al que vive en dolor continamente;
Al que desea ansioso la venida
de la muerte que huye, y la persigue
más que la rica vena es perseguida:
Al que se goza alegre, si consigue
el fenecer muriendo, y si le es dado
hallar la sepultura, aqueso sigue;
Al que es, como yo, triste, a quien cortado
le tienen el camino, y uno a uno
los pasos con tinieblas le han cerrado?
Mi hambre con sospiros desayuno;
y como sigue al trueno, a mis gemidos
así sigue una lluvia de importuno.
Lloro, que me consume. ¡Ay! ¡Cuán cumplidos
veo ya mis temores!; ¡cuán ligeros,
cuán juntos en mi daño y cuán unidos!
¿En qué merecí yo males tan fieros?
¿Por dicha no trate templadamente
con el vecino y con los extranjeros?
¡Y soy ferido ansí severamente!
Ofendiéronse los amigos de Job de estas postreras palabras en que parece justificarse; y Elifaz, tomando la mano por todos, pídele primero licencia para hablar, y después, repréndele, lo uno de que se queje tan agriamente, y lo otro, de que ponga en duda la causa por qué es ansí castigado, como sea notorio, según él dice, venir siempre los malos sucesos a los hombres por sus pecados. Y finalmente le amonesta a que no se justifique delante de Dios, y cuéntale lo que en visión acerca de todo le fue dicho.
Elifaz de aqueste fin mal ofendido,
después de con los ojos haber dado
señas a los amigos, con fingido
Hablar, revuelto a Job: «Aunque pesado
y grave el disputar te será agora
—dice—, ¿quién callará lo que ha pensado?
¿Qué es esto? ¿Y eres tú el que antes de hora
a todos consejabas? ¿Los caídos
alzabas con tu voz consoladora?
¿Eres por quien los brazos decaídos
cobraron nueva fuerza, y el medroso
temblor huyó los pechos afligidos?
Para otros sabios y para ti faltoso,
quebraste al primer toque, y un avieso
caso nos descubrió tu ser ventoso?
¿Por dicha no demuestra este suceso
que tu deréchez era burlería,
tu religión, tu vida y tu proceso?
¿Qué sirve preguntar cuál culpa mía
es digna de este mal? ¿Qué justo ha sido
cortado en la sazón que florecía?
Como, al revés, ha siempre acontecido
que el hacedor del mal recoge el fruto,
conforme a la simiente que ha esparcido.
Su gozo se convierte en triste luto,
en soplando el Señor; ante su aliento
el mal verdor se torna seco, enjuto.
Al bramador león en un momento
y a la fiera leona vuelve mudos,
y quiebra al leoncillo el diente hambriento;
Y quita de las uñas a los crudos
tigres la amada presa, y desparcidos
los pobres hijos van de bien desnudos.
No te pregones justo. En mis oídos
sonó lo que diré, y a malas penas
cogieron parte dello mis sentidos.
Cuando tintas del negro humor las venas
carga la pesadilla al hombre, y cuando
la noche ofrece formas de horror llenas;
Adentro de los huesos penetrando
un súbito pavor me sobrevino,
y sin saber de qué quedé temblando.
Y como soplo, un aire peregrino
pasó sobre mi rostro, y cada pelo
se puso en mí más yerto que el espino.
Y apareció ante mí, en escuro velo,
en pie, no supe quién; vi una figura,
oí como una voz que aguza el duelo.
Y dijo: ¿A par de Dios por aventura
se abonará el mortal? ¿La vida humana
ante su Facedor mostrarse ha pura?
Si no dio a su familia soberana
constancia duradera, y si no puso
en sus ángeles luz del todo sana,
¿Cuánto menos al hombre, que compuso
de polvo, que en terrena casa mora,
que el ocio le entorpece y gasta el uso;
Que nace como flor por el aurora
y en la tarde marchito, desparece
y no queda dél rastro en breve hora,
Porque no tiene apoyo? Ansí acontece
al escogido, al vil; ansí el preciado
y el miserable vulgo ansí perece;
y en esto es como los brutos igualado».
Prosigue Elifaz en su razón y pide a Job que le muestre qué hombre santo haya sido maltratado de Dios, como le mostrará el haberlo sido siempre los que son malos; que cual es cada uno, así le acontece. Y amonéstale después de esto que, vuelto a Dios, haga penitencia. Y le asegura de su favor si así lo hiciere.
Y añade: «Pero si no soy creído
llama quien te defienda (si parece
alguno), o di, ¿cuál sancto cual tú ha sido?
Cual vive, a cada uno así acontece;
a manos de su antojo el tonto muere;
el malo y revoltoso en lid perece.
Por más bien arraigado que estuviere
el malo, si le veo, le maldigo,
y más cuanto más rico y feliz fuere.
¡Ay! ¡Cuán amargo trueque, ay triste, digo,
te espera! ¡Que tus hijos condenados
por cárceles irán sin bien ni abrigo!
Langostas comerán los tus sembrados,
ni el seto los defiende ni la espina;
tus bienes del ladrón serán robados.
Que cierto es que la tierra no es malina
de suyo, ni jamás produce el suelo
por culpa suya mal o cosa indina.
El hombre es solo aquel a quien de suelo
le viene el producir por culpa pena,
como es a la centella proprio el vuelo.
Yo juzgo que el valor, la suerte buena,
es el buscar a Dios; en el su oído
mi voz y mi oración contino suena.
Gran Hacedor de hazañas que en sentido
no caben, de proezas cuyo cuento
no puede ser por sumas recogido;
Levanta adelgazando el elemento
del agua, y, vuelto en lluvia, le derrama
por la faz de la tierra en un momento;
Del polvo sube en alto, y encarama
a la bajeza humilde, y al cercado
de noche torna a luz y buena fama;
Desata y desbarata el avisado
intento del engaño, y no consiente
que consiga el traidor lo deseado.
Con sus artes enlaza al más prudente
con sus avisos mismos, y la liga
destruye de la falsa y mala gente.
La luz se le ennegrece y da fatiga,
y, como en noche escura estropezando,
no sabe el resabido por do siga.
Valiente salvador del pobre, cuando
le oprime ya el tirano, cuando el crudo
cuchillo encima dél va relumbrando.
Es para el desarmado fiel escudo;
al solo es rico bien, rica esperanza,
al opresor burlado deja y mudo.
¡Dichoso el hombre que de Dios alcanza
ser corregido aquí! Por esto, amigo,
sufre su disciplina con templanza.
Que si te pasa el pecho tu enemigo
fiero, te sanará su blanda mano;
hará venir el bien tras el castigo.
De los trabajos seis el Soberano
victoria te dará; del mal seteno