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Fray Luis de León

Poemas

Créditos

ISBN rústica: 978-84-9816-472-5.

ISBN ebook: 978-84-9897-792-9.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 9

La vida 9

A Nuestra Señora 11

Agora con la aurora se levanta 13

Alargo enfermo el paso, y vuelvo, cuanto 14

Amor casi de un vuelo me ha encumbrado 15

Epitafio al túmulo del príncipe don Carlos 16

Canción a la muerte del mismo 17

Del conocimiento de sí mismo 19

Del mundo y su vanidad 25

Después que no descubren su lucero 32

Oh cortesía, oh dulce acogimiento 33

Oda I. Vida retirada 34

Oda II. A don Pedro Portocarrero 37

Oda III. A Francisco de Salinas 39

Oda IV. Canción al nacimiento de la hija del marqués de Alcañices 41

Oda V. De la avaricia 44

Oda VI. De la Magdalena 45

Oda VII. Profecía del Tajo 48

Oda VIII. Noche serena 51

Oda IX. Las serenas 54

Oda X. A Felipe Ruiz 57

Oda XI. Al licenciado Juan de Grial 60

Oda XII. A Felipe Ruiz 62

Oda XIII. De la vida del cielo 64

Oda XIV. Al apartamiento 66

Oda XV. A don Pedro Portocarrero 68

Oda XVI. Contra un juez avaro 70

Oda XVII. En una esperanza que salió vana 71

Oda XVIII. En la ascensión 73

Oda XIX. A todos los santos 74

Oda XX. A Santiago 77

Oda XXI. A Nuestra Señora 83

Oda XXII. A don Pedro Portocarrero ausente 87

Oda XXIII. A la salida de la cárcel 90

Libros a la carta 93

Brevísima presentación

La vida

Fray Luis de León (Belmonte, Cuenca, 1527-Madrigal de las Altas Torres, Ávila, 1591). España.

De familia ilustre con ascendientes judíos, Luis Ponce de León estudió en Alcalá de Henares y Toledo antes de ingresar como novicio en el convento salmantino de San Agustín. Participó en las polémicas que enfrentaban a dominicos y agustinos en la universidad de Salamanca. Frente al tomismo conservador de los primeros, postuló el análisis de las fuentes hebreas en los estudios bíblicos. Cuando se difundió su traducción al castellano del Cantar de los cantares a partir del hebreo, fue acusado de infringir la prohibición del Concilio de Trento, que estableció como oficial la versión latina de san Jerónimo. Procesado por la Inquisición, estuvo encarcelado entre 1572 y 1577, pero fue declarado inocente y pudo volver a sus clases. Hombre vehemente, sufrió otra amonestación inquisitorial en 1584. Tuvo las cátedras de filosofía y estudios bíblicos, y poco antes de su muerte, en 1591, fue nombrado provincial de la orden agustina en Castilla. Dominaba el griego, el latín, el hebreo, el caldeo y el italiano. Fue admirado por Cervantes (que lo llamó «ingenio que al mundo pone espanto»), por Lope de Vega (que escribió: «Tu prosa y verso iguales / conservarán la gloria de tu nombre») y sobre todo por Francisco de Quevedo (quien lo consideró el «mejor blasón de la habla castellana»).

Fray Luis es considerado una de las voces más altas de toda la poesía en castellano. El propio fray Luis dividió sus poemas en tres apartados: los originales, las traducciones de poetas profanos y las traducciones o versiones bíblicas. Quevedo editó por primera vez en 1631 sus poemas, utilizándolo como antinomia del culteranismo en el contexto de la guerra poética que mantenían Quevedo y Góngora (cada uno con sus respectivos secuaces detrás). Sin embargo, no fue hasta fines del XIX, que se hizo una buena edición de los poemas de Fray Luis. Considerado por algunos un poeta místico, dejó poemas de notable sabor íntimo-religioso.

A Nuestra Señora

No viéramos el rostro al padre Eterno

alegre, ni en el suelo al Hijo amado

quitar la tiranía del infierno,

ni el fiero Capitán encadenado;

viviéramos en llanto sempiterno,

durara la ponzoña del bocado,

serenísima Virgen, si no hallara

tal Madre Dios en vos donde encarnara.

Que aunque el amor del hombre ya había hecho

mover al padre Eterno a que enviase

el único engendrado de su pecho,

a que encarnando en vos le reparase,

con vos se remedió nuestro derecho,

hicistes nuestro bien se acrecentase,

estuvo nuestra vida en que quisistes,

Madre digna de Dios, y ansí vencistes.

No tuvo el Padre más, Virgen, que daros,

pues quiso que de vos Cristo naciese,

ni vos tuvistes más que desearos,

siendo el deseo tal, que en vos cupiese;

habiendo de ser Madre, contentaros

pudiérades con serlo de quien fuese

menos que Dios, aunque para tal Madre,

bien estuvo ser Dios el Hijo y Padre.

Con la humildad que al cielo enriquecistes

vuestro ser sobre el cielo levantastes;

aquello que fue Dios solo no fuistes,

y cuanto no fue Dios, atrás dejastes;

alma santa del padre concebistes,

y al Verbo en vuestro vientre le cifrastes;

que lo que cielo y tierra no abrazaron,

vuestras santas entrañas encerraron.

Y aunque sois Madre, sois Virgen entera,

hija de Adán, de culpa preservada,

y en orden de nacer vos sois primera,

y antes que fuese el cielo sois criada.

Piadosa sois, pues la seriente fiera

por vos vio su cabeza quebrantada;

a Dios de Dios bajáis del cielo al suelo,

del hombre al hombre alzáis del suelo al cielo.

Estáis agora, Virgen generosa,

con la perpetua Trinidad sentada,

do el Padre os llama Hija, el Hijo Esposa,

y el Espíritu Santo dulce Amada.

De allí con larga mano y poderosa

nos repartís la gracia, que os es dada;

allí gozáis, y aquí para mi pluma,

que en la esencia de Dios está la suma.

Agora con la aurora se levanta

Agora con la aurora se levanta

mi Luz; agora coge en rico nudo

el hermoso cabello; agora el crudo

pecho ciñe con oro, y la garganta;

agora vuelta al cielo, pura y santa,

las manos y ojos bellos alza, y pudo

dolerse agora de mi mal agudo;

agora incomparable tañe y canta.

Ansí digo y, del dulce error llevado,

presente ante mis ojos la imagino,

y lleno de humildad y amor la adoro;

mas luego vuelve en sí el engañado

ánimo, y conociendo el desatino,

la rienda suelta largamente al lloro.

Alargo enfermo el paso, y vuelvo, cuanto

Alargo enfermo el paso, y vuelvo, cuanto

alargo el paso, atrás el pensamiento;

no vuelvo, que antes siempre miro atento

la causa de mi gozo y de mi llanto.

Allí estoy firme y quedo, mas en tanto

llevado del contrario movimiento,

cual hace el extendido en el tormento,

padezco fiero mal, fiero quebranto.

En partes, pues, diversas dividida

el alma, por huir tan cruda pena,

desea dar ya al suelo estos despojos.

Gime, suspira y llora dividida,

y en medio del llorar solo esto suena:

—¿Cuándo volveré, Nise, a ver tus ojos?

Amor casi de un vuelo me ha encumbrado

Amor casi de un vuelo me ha encumbrado

adonde no llegó ni el pensamiento;

mas toda esta grandeza de contento

me turba, y entristece este cuidado,

que temo que no venga derrocado

al suelo por faltarle fundamento;

que lo que en breve sube en alto asiento,

suele desfallecer apresurado.

mas luego me consuela y asegura

el ver que soy, señora ilustre, obra