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© Juan Hdez. Vigueras, 2012

© Clave Intelectual, S.L., 2012

C/ Velázquez 55, 5º D – 28001 Madrid – España

Tel. (34) 91 781 47 99

editorial@claveintelectual.com

www.claveintelectual.com

 

Todos los derechos reservados. No está permitida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento sin el permiso escrito de la editorial.

 

ISBN: 978-84-945281-2-5

 

Diseño de cubierta: Ozono (www.ozonocb.com)

Índice

 

Portadilla

Créditos

Índice

Dedicatoria

Cita

 

INTRODUCCIÓN

Después de cuatro años de crisis, mandan los mercados

De la resolución política se ha pasado al miedo

Casino, jugadores y juegos autorregulados

La ampliación del casino

Los reguladores del casino en la sombra

 

Parte I. CASINOS, JUGADORES Y JUEGOS

Capítulo 1. La alta velocidad de las bolsas

1. La reactivación del juego mundial del dinero

2. Estrategias y algoritmos de alto riesgo

Una infraestructura tecnológica compleja

Plataformas mercantiles y el trading de alta frecuencia

Estrategias especulativas en las nubes

3. El negocio de la gestión de las bolsas y mercados

Las bolsas, reguladores privados

Mercados y plataformas extrabursátiles y opacas

¿Hacia una bolsa mundial integrada?

La inhibición de los gobernantes

 

Capítulo 2. Los juegos de la banca financiera

1. Las jugadas bancarias de bolsa

La expansión de la banca financiera

Las operaciones de bolsa por cuenta propia

2. Los juegos con las deudas ajenas

La multiplicación de panes y peces financieros

El IKB y el Northern Rock, dos modelos opacos

La burbuja inmobiliaria española

3. El juego de los repos

Los negocios bancarios con el BCE

La especulación y las trampas de Lehman Brothers

4. Las jugadas con divisas

Los bancos hundieron Islandia

La especulación con divisas, un juego de casino

5. Los juegos ocultos de la banca

La banca en la sombra

Abusos y riesgos descontrolados por la dirección

El riesgo sistémico de la banca

 

Capítulo 3. Juegue con los fondos de alto riesgo

1. Los especuladores institucionales y los minoristas

El acceso del ahorro particular a la especulación

El auge de los fondos cotizados ETF

Las inversiones confidenciales españolas

2. La capacidad especulativa de los hedge funds

Reactivados tras la crisis financiera

Apostando por las diferencias y a la baja

El rumor es la espoleta

La información confidencial, fuente de ganancias

3. Por qué los hedge funds deben regularse

 

Capítulo 4. Las apuestas mutuas de los derivados

1. La opacidad y el descontrol billonario

Los derivados, ¿una historia de misterio?

Un gigantesco mercado descontrolado

2. La especulación con falsos seguros de crédito

Derivados de la catástrofe ecológica del Exxon Valdez

Un mercado especulativo mundial

El riesgo sistémico de los derivados de AIG

3. Los Swaps de Toyota, de la crisis griega y de Milán

Toyota logra beneficios con derivados

Derivados a la griega y otros

Derivados a la italiana

4. Los riesgos de la autorregulación bancaria

 

Parte II. LA AMPLIACIÓN DEL CASINO

Capítulo 1. La especulación con alimentos básicos

Las amenazas de crisis alimentaria

La banca juega con los alimentos básicos

Mercados dominados por la especulación financiera

Bolsas, mercados extrabursátiles e índices

Desregulación financiera y la transparencia

 

Capítulo 2. El juego financiero del petróleo

El predominio del «barril de papel»

Los financieros fijan los precios del petróleo

La especulación sobre el barril

El negocio oscuro del petróleo

La deficiente regulación de la energía

 

Capítulo 3. Juegos financieros con las armas y las guerras

¿Rescatada Grecia o la venta europea de armas?

La carrera armamentista mundial

Por qué los EEUU deben reducir el gasto militar

El complejo entramado financiero-militar

Las armas y las guerras cotizan en bolsa

La innovación financiera específica

Las grandes corporaciones y los inversores institucionales

 

Capítulo 4. Los juegos financieros con el cambio climático

Derivados del derecho europeo a contaminar

Los negocios bancarios con el CO2

Un negocio emergente en los EEUU

Otra nueva línea de negocio bancario

El debate político en el Congreso

Una próxima burbuja o una solución alternativa

 

Capítulo 5. Los juegos privados con deuda pública

1. La dependencia financiera de los gobiernos europeos

2. Las políticas se juegan en las bolsas

Los especuladores al acecho

Los análisis financieros valoran la política

La especulación con los CDS soberanos

Índices bursátiles, instrumentos y productos

3. Ganan las agencias y los grandes inversores

Los gobiernos, juzgados por las agencias

La presión de los vigilantes

4. La vulnerabilidad del Eurogrupo

 

Parte III. LOS REGULADORES DEL CASINO EN LA SOMBRA

Capítulo 1. Los gobiernos pierden la partida

1. El juego de los lobbys

2. El G-20 mantiene el consenso neoliberal

Los paraísos fiscales, los bonus y la tasa Tobin, cortinas de humo

Los bancos demasiado grandes para quebrar

Los derivados, apuestas garantizadas

3. Wall Street, Complacido con la reforma de Obama

El intento de limitar las operaciones bancarias en bolsa

La ley Dodd-Frank de reforma financiera

El difícil desarrollo reglamentario

4. La City acepta la supervisión financiera europea

La regulación europea de los hedge funds y la venta en corto

La Comisión Europea defiende la especulación

El largo programa europeo «reformista» en curso

 

Capítulo 2. Las agencias reguladoras del casino

1. Calificaciones crediticias muy dudosas

Fábricas de triple A

Modelos matemáticos y calificaciones al gusto

Intereses en conflicto

2. Las agencias insertas en el sistema

El BCE depende de las agencias

Piezas clave en los juegos financieros

Los mercados necesitan a las agencias

3. Las agencias, reguladores privados en la sombra

Las agencias dominantes, un oligopolio mundial

Un negocio político

Las reformas legislativas tras la crisis

 

Capítulo 3. La contabilidad falaz de los jugadores

1. Informes bancarios deficientes

2. La pretendida neutralidad de la contabilidad

¿Qué valen los activos tóxicos?

¿Quién audita a los auditores?

3. EL IASB, Un legislador global en la sombra

Un legislador privado mundial

Globalización de la información contable

Desglose por países, una reivindicación

 

Capítulo 4. Basilea (Suiza) Fija las reglas del juego bancario

1. La deficiente regulación bancaria internacional

Lagunas y fallos graves de Basilea

Daños más que colaterales del BIS

2. Basilea III, aprobado por los mercados

La solución salomónica

Lo que no se ha regulado

3. El BIS, el poder bancario en la sombra

La Torre de Basilea para los bancos centrales

El amparo de la opacidad del sistema

La clave histórica

 

Unas reflexiones finales

 

Notas

 

 

A Chechu y Marga

 

 

«Detrás de cada cínico (o, simplemente, incompetente) ejecutivo bancario o inversor hay un economista que le asegura (a él y a nosotros), desde una posición de autoridad intelectual indiscutida, que sus actos son útiles socialmente y que, en todo caso, no deben ser sometidos al escrutinio público»

 

TONY JUDT, historiador y pensador (1948-2010) en su último libro Algo va mal

INTRODUCCIÓN

 

Al comenzar noviembre de 2011, el mero anuncio por el primer ministro griego de un referéndum sobre un nuevo plan europeo de rescate de las finanzas griegas, «desataba el pánico en la UE» según titulaba la noticia un periódico relevante. Las acciones de los bancos bajaban súbitamente y se disparaba hasta cotas desconocidas la llamada prima de riesgo, el sobrecoste de la deuda soberana de países solventes como Francia, Italia, Bélgica o España, acrecentando la presión pública del directorio germano-francés que lograba la suspensión del referéndum anunciado, la dimisión del primer ministro y la formación de un nuevo gobierno en Grecia bajo una personalidad tecnócrata sin pasar por las urnas. E igualmente sin elecciones, casi en paralelo, el encarecimiento de la financiación pública desencadenaba la dimisión del primer ministro italiano y la constitución de un nuevo gobierno bajo otro prestigioso tecnócrata, designado senador el día anterior por el presidente de la República, para ejecutar un plan de reducción del gasto público con idéntico objetivo de lograr la estabilidad de los mercados. En ambos casos con la aprobación formal de los parlamentos. Son recientes ejemplos significativos de la presión política que la dinámica especulativa de los mercados financieros globales ejercen sobre los gobiernos democráticos para que ejecuten políticas ajenas a los deseos expresos de sus electores. Y en el plano comunitario, tras 18 meses de crisis, con carácter marcadamente defensivo frente a los mercados, se producía un acuerdo político en el Consejo Europeo para un posible tratado abarcando únicamente un pacto presupuestario, la coordinación económica reforzada de los gobiernos y el refuerzo adelantado del fondo de estabilización previsto, según prevé la Declaración de los Jefes de Estado y de gobierno de la zona del euro del 9 de diciembre de 2011, que ha contado con la oposición y la exclusión voluntaria del Reino Unido que se mostraba más interesado en la defensa a ultranza de los intereses financieros de la City que en la integración europea.

Este libro intenta analizar el tema del porqué mandan los mercados después de cuatro años desde el inicio de la crisis y tras el fracaso de los gobernantes, que pasaron de la resolución política al sometimiento a «los mercados» aplicando políticas que sus ciudadanos rechazan. Descifrando el argot financiero al uso, en lenguaje asequible y sobre documentos y casos significativos, algunos difundidos por la prensa, examinamos con una visión crítica, pero rigurosa, el entramado financiero mundial, que escapa al control de los gobiernos y termina imponiéndose también sobre los proyectos democráticos en los países desarrollados. Y los interrogantes que van surgiendo tocará responderlos a la política.

 

 

DESPUÉS DE CUATRO AÑOS DE CRISIS, MANDAN LOS MERCADOS

 

Han pasado cuatro años desde el estallido de la crisis financiera en Wall Street y los bancos (y los banqueros) aún nos gobiernan. Mientras, los gobernantes electos muestran su impotencia frente a los mercados financieros globales; y en ambas orillas del Atlántico los ciudadanos asisten a su empobrecimiento. Para la pervivencia del sistema financiero sin reformas, en Europa se apunta nuevamente la necesidad de que la ayuda financiera de los contribuyentes prevenga el riesgo sistémico. Entre tanto, en España las orgías de la especulación inmobiliaria provocadas por las finanzas sin control, se han mutado en recortes a un Estado de bienestar que creíamos consolidado.

Si echamos una mirada atrás, recordaremos aquellas grandilocuentes declaraciones realizadas por los líderes políticos del G-20 reunidos para afrontar la nueva situación, cuando el sistema financiero mundial se tambaleaba al borde de su autodestrucción. Los compromisos y las promesas brotaron de la derecha, del centro y de la izquierda, desde Gordon Brown a Barack Obama, desde Angela Merkel a Nicolas Sarkozy, de los Bancos centrales y del Fondo Monetario Internacional. Por entonces nos aseguraban que en adelante las finanzas serían transparentes y estarían supervisadas, al servicio de la economía productiva. Y los intereses de la gente de la calle (Main Street era la metáfora de Obama en su campaña electoral) se impondrían sobre Wall Street y sus bancos asociados. El capitalismo del laissez faire promovido por el Consenso de Washington tenía sus días contados. Las economías más ricas del mundo atenderían la economía real, la que crea riqueza y empleo, en oposición a la ingeniería financiera.

Y desde luego, un gran cambio real tuvo lugar. Y cientos de miles de millones de dólares en activos tóxicos que antes figuraban en las cuentas de los bancos, se acumularon a los déficits generados por la recesión económica inducida por el crac y al endeudamiento de los gobiernos. Los Estados, en particular los europeos, se han endeudado con emisiones de bonos soberanos que algunos en la eurozona no podrían pagar; mientras algunos bancos europeos, atiborradas sus carteras con bonos soberanos, son los realmente rescatados por los préstamos y ayudas de los rescates oficiales de Grecia, Irlanda o Portugal. Y hasta, lo nunca visto, una agencia de calificación crediticia se atreve a considerar que los bonos del Tesoro estadounidense no tienen ya la solvencia de antaño. «Los mercados» es el eufemismo con el que los gobernantes y medios esconden la realidad del poder incontrolado del entramado de los grandes bancos y fondos especulativos que operan en el casino financiero mundial.

Entre tanto, una gran mayoría de ciudadanos de ambas orillas del Atlántico se empobrece. El presidente de los EEUU asiste a su pérdida de popularidad por su impotencia frente a un nivel de desempleo históricamente alto. Y los gobernantes europeos vacilan y demoran las soluciones transitorias sin atreverse a cambios radicales; la Unión Europea y el Eurogrupo revelan sus deficiencias institucionales porque se concibe como un simple «espacio financiero europeo», donde el capital entra y sale cuando quiere sin control alguno. Y frente a esas carencias de las instituciones públicas europeas, los especuladores de toda ralea vienen haciendo grandes negocios periódicamente. Y los hogares están pagando las facturas de los banqueros con servicios públicos degradados, elevado desempleo en algunos países como España, recortes del gasto público y social y miedo en los ciudadanos. Mandan los mercados.

 

 

DE LA RESOLUCIÓN POLÍTICA SE HA PASADO AL MIEDO

 

Con el grito «¡Los mercados financieros no nos pueden gobernar!» comenzaba la Carta que el 19 de mayo de 2008 dirigían al presidente de la Comisión Europea los ex presidentes de ese órgano ejecutivo de la UE, Jacques Delors y Jacques Santer, y hasta doce conocidos líderes de la socialdemocracia europea, como Helmut Schmidt, Lionel Jospin, Michel Rocard, Göran Persson, Massimo D´Alema, Poul Nyrup Rasmussen, Paavo Lipponen, Otto Graft Lambsdorf, Pär Nuder, Hans Eichel, Daniel Daianu, Ruairi Quinn. Y suscribían párrafos inequívocos de un claro diagnóstico con la autoridad moral de los firmantes, todos ellos ex jefes de gobierno o ministros de Hacienda en sus respectivos países, que tuvieron su cuota de responsabilidad en momentos históricamente no lejanos sobre la liberalización y desregulación de los mercados financieros en la Unión Europea. Rectificar es de sabios, dice el refrán castellano; y en unos párrafos dejaban clara una situación que hoy, tres años más tarde, podemos suscribir:

«La actual crisis financiera no es un accidente... –decían– Esta crisis es un fracaso de los mercados sin regulación o deficientemente regulados; y nos demuestra, una vez más, que el mercado financiero no es capaz de autorregularse. (…) El mundo financiero ha acumulado una cantidad masiva de capital ficticio, con muy pocos beneficios para la humanidad y para el medioambiente. Esta crisis financiera ha arrojado alguna luz sobre las alarmantes diferencias de rentas que se han incrementado en las décadas recientes. Irónicamente, los bonus y los sueldos alcanzaron niveles increíbles para muchos presidentes y consejeros delegados mientras se estancaba la rentabilidad de sus empresas o incluso descendía». Y pedían a quienes deciden la política europea, en el plano nacional y en el de la Unión, que tenían que dar una respuesta firme a la actual crisis financiera. Pero a estas alturas aún no la han dado.

Y meses después de la referida Carta, Nicolas Sarkozy, que en el verano de 2008 comenzaba a ejercer de presidente semestral de la UE, describía con mayor elocuencia que cualquier otro gobernante las iniquidades de los mercados del dinero liberalizados. Fue aquel momento en que el presidente francés nos dijo que había que refundar el capitalismo y embridarlo para reavivar la economía social de mercado. Pero eso no ha sucedido. Luego vino la crisis de la deuda soberana de Grecia, cocinada entre Goldman Sachs, los gobiernos conservadores y Bruselas, y el endeudamiento privado y público puso cerco a la eurozona; y monsieur Sarkozy –decían– comenzó a desvelarse por las noches, preocupado porque Francia pudiera perder la calificación crediticia de la triple A al descubrir que los mercados se habían recuperado.

Y no era ni es el único que descubría la dura realidad. Mientras se esfuerzan por reducir los enormes déficits presupuestarios, los políticos occidentales optaron por presentarse más como agentes de «los mercados» y de sus demandas que como representantes de sus electores. David Cameron no tuvo pelos en la lengua al decir, como primer ministro del Reino Unido, que iba a recortar el gasto sobre el Estado de bienestar y reducir el papel global de la nación, porque el Banco de Inglaterra le había dicho que las agencias de calificación crediticia no se contentarían con menos. Zapatero congeló las pensiones de los jubilados y bajó los sueldos de los funcionarios; y se reunió en Wall Street para explicar sus medidas de ajuste a un distinguido grupo de tiburones financieros. Y Alemania ha impuesto el rigor mortis a los países más débiles de la eurozona. «Los mercados» es el argumento supremo e indiscutible para los gobernantes europeos de la derecha y de la izquierda.

Desde el inicio en 2007, la crisis financiera reveló algunas ironías. Las explicaciones iniciales eran simples. Lo que había sucedido no era más que resultado de la abundancia de ingentes cantidades de dinero, que daban vueltas por el sistema global y eran prestadas a hogares estadounidenses que nunca podrían devolverlas. Y, más tarde, descubrimos que España con el desmadre del endeudamiento bancario y sus orgías inmobiliarias era otro típico ejemplo. Cuando comenzó a llegar el contagio a Europa, la mayoría de los europeos echaban la culpa del crac al capitalismo angloamericano desbocado, pero luego descubrieron que sus propias entidades habían sido totalmente cómplices (BNP, Dexia, etc.). Incluso, mientras la señora Merkel despotricaba en el G-8 de junio de 2008 en Heilinguedan contra los fondos especulativos de alto riesgo, resultaba que los bancos públicos regionales propiedad de Alemania habían estado entre los más ávidos jugadores del casino, como el IKB, Sachsen, etc. Y aquella abundancia de dinero barato, que entraba sin control por las fronteras, había construido viviendas en sitios inhabitables de la península, sin que se cumpliera aquel derecho a una vivienda digna.

Ante la catástrofe, los gobiernos se apresuraron a rescatar a los bancos para salvar el sistema, que se suponía que se autorregulaba sin necesidad de interferencia estatal. Y con subvenciones, préstamos y avales, los bancos remontaron y se recompuso el sistema financiero global, como vemos en los datos aportados en este libro. Y los mercados financieros muestran su pujanza frente a los atribulados gobiernos que, en particular, en Europa se muestran incapaces de adoptar medidas que rompan la lógica de los mercados. Ahora, los bancos y entidades financieras están extrayendo grandes beneficios de las operaciones financieras que lord Turner, el jefe de la autoridad de servicios financieros del Reino Unido, ha calificado como intrínsecamente inútiles; sin embargo, lord Turner ha sido casi la única voz en el sistema en sugerir un repensar los fundamentos. Las decisiones políticas que se adoptan se justifican –nos explican– para remediar los errores del pasado, pero esas medidas regulatorias menores adoptadas son juguetes frente a la capacidad de los mercados financieros para causar estragos en cualquier economía. La crisis en la eurozona muestra cómo los instintos gregarios de los mercados financieros son capaces de desestabilizar un continente entero. Y la consecuencia ha sido empujar a los gobiernos europeos hacia una prematura y desenfrenada carrera para reducir los déficits fiscales antes de que la recuperación estuviera garantizada.

Con una poca ayuda de los organismos reguladores, los grandes bancos podrán ahora declarar que su solvencia ha sido debidamente probada, pero resulta que hay que repetir las pruebas de solvencia bancaria y los desequilibrios sistémicos permanecen. Los mercados financieros internacionales van muy por delante de la capacidad de los líderes políticos para entenderlos, para supervisarlos y menos aún para controlarlos. De modo que, cuatro años después, las cosas están prácticamente como estaban, salvo que para la mayoría de nosotros ha bajado el nivel de vida y se afianzan quienes intentan convencernos de que no hay alternativa.

Para entender por qué estamos así hemos escrito este libro, dividido en tres partes, destinado a desmitificar «los mercados», llamando la atención sobre las causas de los problemas que acucian a los ciudadanos y mostrando la realidad de este casino financiero que se impone directa o indirectamente a los gobiernos, mientras no sea regulado y sometido al poder político de la democracia.

 

 

CASINO, JUGADORES Y JUEGOS AUTORREGULADOS

 

Comenzamos con un vistazo en la parte I, a los circuitos de los mercados financieros globales, que han aumentado tanto en volumen como en movilidad, y que han asentado su predominio y autonomía sobre la economía productiva. Nuevas estrategias basadas en innovaciones tecnológicas utilizan redes de ordenadores programadas para la especulación acelerada. Y las grandes firmas, que gestionan las antiguas bolsas ahora como negocios privados en expansión, organizan nuevos mercados y plataformas negociadoras encaminándose hacia su integración mundial. Todo ello, gracias a la consolidación del principio de la libertad de movilidad internacional del capital y a la desregulación y opacidad de los mercados financieros.

Los grandes bancos internacionales contribuyen a esa dinámica financiera. Después de un año durante el cual estuvieron desendeudándose, en 2010 el grupo de los 1.000 primeros bancos del mundo (Santander y BBVA, entre los veinte primeros) creció y obtuvo unos beneficios próximos al 77% por encima del año anterior, según fuentes solventes. La banca financiera, que se esconde como banca de depósito tradicional, explota las bolsas y los mercados privados extrabursátiles para desarrollar e idear nuevas operaciones, alejadas de las necesidades de la economía real. Así, los propios créditos concedidos por los bancos son paralelamente una fuente de obtención de liquidez y de negocio financiero, convertidos en títulos bursátiles que se venden a inversores y especuladores. La titulización fabrica productos financieros desligados de la realidad económica. Y amplía la financiación bancaria para extender el negocio multiplicando panes y peces, creando burbujas y desequilibrios que incentivan el endeudamiento. Asimismo, los bancos especulan con los repos, préstamos con garantías que obtienen de los Bancos centrales y se transforman en productos comercializables, etc. Esta actividad bancaria transnacional, que se ha incrementado, carece del control que las autoridades ejercen sobre la banca tradicional, como muestra la disponibilidad de la banca a la sombra de los llamados paraísos fiscales. Y los frecuentes escándalos revelan el descontrol de alta dirección de los bancos sobre los traders o agentes comisionistas y la utilización de los depósitos de los ahorradores para la especulación en bolsas.

Igualmente, al predominio de las finanzas contribuye una gama de instrumentos y productos como los fondos cotizados que atraen al pequeño ahorro hacia la especulación, mientras las grandes fortunas utilizan los hedge funds o fondos de alto riesgo, promocionados por los bancos más importantes para lograr ganancias fáciles como rentistas. Con prácticas como la venta en corto, el negocio financiero se convierte en un fin en sí mismo, un comercio con humo que consigue altas rentabilidades con graves riesgos y perjuicios para la economía real. Los llamados inversores institucionales promocionan modalidades especulativas como los derivados, que son ante todo un mercado financiero gigantesco de unos 600 billones (trillion) y descontrolado en su mayor parte; apuestas que apenas se entienden. De ahí los abusos y engaños que generan incluso para entidades públicas que entran en ese juego, como en hechos que referimos. Uno de tantos interrogantes que plantean los derivados es si los bancos y los grandes fondos especulativos, que hacen estas grandes apuestas, disponen de los activos que les sirven de garantía o aval para afrontar las pérdidas, dadas las variaciones de los precios de esos activos en que se apoyan.

 

 

LA AMPLIACIÓN DEL CASINO

 

En esta segunda parte, apuntamos la expansión del dominio financiero sobre los precios de los alimentos básicos, del petróleo, de la fabricación y producción de armamento o incluso sobre los programas de lucha contra el cambio climático, que, junto a los valores respaldados por activos financieros, integran los megamercados mundiales, un mundo opaco y autónomo que se entrelaza y se superpone con los mercados físicos, reales, de la economía productiva, incidiendo negativamente sobre su funcionamiento.

En la medida en que lo permite el marco escasamente regulado y la libertad de innovación, los grandes bancos han ido expandiendo sus intereses de mero lucro sin añadir valor alguno, mediante la invención de nuevos productos y vehículos financieros destinados a disponer de más liquidez y acrecentar las comisiones que perciben y el negocio especulativo, convirtiendo en activos financieros los contratos comerciales empleados en los grandes mercados físicos. Actualmente, la especulación financiera se desarrolla sobre el comercio mundial de materias primas agrícolas, afectando al comercio internacional de los alimentos básicos, provocando injustificados encarecimientos y escasez de los suministros y hambre en los países más pobres el mundo, como demuestra la documentación que referimos. En estos mercados mundiales de la alimentación, los grandes bancos internacionales han irrumpido hace años como nuevos especuladores junto a los especuladores tradicionales del acaparamiento. Asimismo, esta especulación financiera encarece el precio del barril de petróleo. Estos precios no son determinados por la producción y la demanda de consumo, por el mercado físico del barril, sino que son fijados por las gigantescas entidades bancarias de Wall Street, como Goldman Sachs, o europeas, como el Deutsche Bank y otros bancos. Y de manera similar se han desarrollado los intereses de las firmas financieras que pesan fuertemente sobre en el comercio internacional de armamento, encarnados por grandes bancos y fondos especulativos que acumulan amplias carteras de títulos valores sobre «la defensa» y obtienen rentabilidades sobre las vicisitudes bélicas. Aún más, está por demostrar que el comercio sobre los créditos para emisiones de CO2 favorezca la lucha contra el cambio climático, puesto que al final queda subordinado al lucro bancario.

Sobre el endeudamiento de los gobiernos se han montado unos mercados abiertos a los inversores y especuladores de cualquier parte del mundo; y hasta el juego de las finanzas ha llegado incluso a impregnar la gestión de gobiernos y administraciones públicas, que acuden a los mecanismos de la especulación para allegar recursos. La deuda soberana es un activo más de mercados específicos globales, objeto de casi todo tipo de transacciones en negocios donde se cotizan las decisiones de los gobiernos, con transacciones que evolucionan según las expectativas de rentabilidad que tienen los inversores y especuladores; las cuales en definitiva implican un enjuiciamiento influyente, condicionante o decisivo sobre los gobiernos democráticos por parte de quienes no son sus votantes. Aquellos gobiernos más endeudados ven sometidas sus actuaciones a los juicios y valoraciones de la «comunidad financiera», que como tal tiene un modelo propio de economía como referencia. Esta penetración de las finanzas sobre los distintos territorios de la economía productiva constituye el fenómeno de la financiarización, la lógica del puro beneficio financiero y el predominio creciente de los bancos, ajena a las necesidades de inversiones productivas que tienen la economía real; una situación en la cual el dominio de los mercados financieros globales, sin fronteras, deja sentir su peso sobre el funcionamiento de las economías nacionales e internacionales, que crean empleo y riqueza para los países.

 

 

LOS REGULADORES DEL CASINO EN LA SOMBRA

 

¿Alguien confiaría en los casinos si únicamente estuvieran regulados por sus normas internas? Si los casinos –como sucede en gran medida con los actuales mercados financieros– establecieran sus propias reglas y si la Administración pública nunca comprobara su aplicación correcta para ver si hacían trampas, está claro que solo acudirían a ellos todos los tahúres del planeta. Pues bien, a estas alturas todo indica que los gobiernos democráticos han renunciado a regular el gran casino financiero, como podemos comprobar en la tercera parte del libro. Desde luego, resulta evidente el fracaso de los gobiernos del G-20 y de la UE en conseguir la reforma del sistema financiero globalizado, algo que nunca pretendieron a pesar de los comunicados y las altisonantes declaraciones. ¿Y se acuerdan de las agencias de calificación? Los políticos decían que iban a recortarles las alas, pero nunca lo hicieron. Al contrario, las mantienen como parte del sistema y ahora son árbitros, jueces y verdugos de los gobiernos. Ni los gobernantes han establecido una regulación seria de las finanzas, ni las han dotado de organismos públicos supervisores para controlar de verdad las operaciones transnacionales de la banca, que siguen estando descontroladas; y que carecen de la seguridad jurídica que demandan ahorradores y ciudadanos en general. Hoy siguen siendo reales los riesgos que supone la existencia de grandes bancos internacionales demasiado grandes para dejarlos quebrar ¿Podría el gobierno español rescatar al Santander y al BBVA?

Los gigantescos mercados de derivados financieros continúan funcionando sin control público alguno como los centros financieros offshore, los llamados paraísos fiscales, que perjudican seriamente la recaudación tributaria de los Estados agobiados por los déficits. Y lo que es peor aún y la ciudadanía desconoce, es que tras la crisis han salido fortalecidos los reguladores privados en la sombra que mantienen el sistema que nos condujo a la crisis, como son las agencias privadas de calificación de riesgos crediticios; el IASB, una entidad privada domiciliada en Delaware que legisla las normas internacionales de la contabilidad financiera; y el Comité de supervisores bancarios que es un órgano del Banco de Pagos Internacionales de Basilea (Suiza) (BIS), que han instrumentado los viejos y nuevos acuerdos entre bastidores sobre la solvencia de la banca. El BIS es un verdadero poder en la sombra ignorado por los medios. Y el G-20 encargó las reformas proclamadas a esta tecnocracia internacional que carece de mandato democrático y sirve intereses espurios, que no responde ante ningún parlamento; y es la que ha logrado pretendidas reformas para que todo siga igual de amenazante para las economías productivas, la democracia y para los ciudadanos.

Frente a este entorno financiero, nuestro convencimiento, que resumimos en unas reflexiones finales, es que todas las políticas de los gobiernos deberían tener como hilo conductor la salvación de la democracia mediante medidas reguladoras apropiadas sobre las finanzas en el plano del Estado, de la Unión Europea y de la ONU y de los organismos internacionales dominados por la tecnocracia política. Si tenemos un sistema aéreo internacional con estrictas regulaciones, seguro y eficiente al servicio de los ciudadanos, ¿por qué no podemos tener un sistema financiero global regulado para que sirva a la economía real y respete la soberanía y la democracia de los países?

PARTE I

CASINO, JUGADORES Y JUEGOS