portada

Título original: SECRETS OF THE MILLIONAIRE MIND

Traducido del inglés por Anna Renau Bahima

Revisión: Enrique Roncero

Diseño de portada: Editorial Sirio, S.A.

© de la edición original

2005 T. Harv Eker

Publicado con autorización de HarperBusiness

Editado por HarperCollins Publishers

© de la presente edición

EDITORIAL SIRIO, S.A.

C/ Rosa de los Vientos, 64

29006-Málaga

España

www.editorialsirio.com

sirio@editorialsirio.com

I.S.B.N.: 978-84-7808-932-1

Puedes seguirnos en Facebook, Twitter, YouTube e Instagram.

Si este libro te ha interesado y deseas que te mantengamos informado de nuestras publicaciones, puedes suscribirte a nuestro boletín de noticias en www.editorialsirio.com/newsletter

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

La intención de este libro no es proporcionar asesoramiento legal, contable, financiero o de inversiones personalizado. Alentamos a los lectores a que busquen el consejo de profesionales competentes en lo referente a cuestiones como interpretación de la ley, procedimientos de contabilidad adecuados, planificación financiera y estrategias de inversión. El autor y los editores niegan específicamente cualquier responsabilidad, en cualquier pérdida o riesgo en que se incurra como consecuencia, directa o indirecta, del uso y aplicación de cualquiera de los contenidos de esta obra.

Este libro está dedicado a mi familia:

mi cariñosa esposa, Rochelle, mi increíble hija,

Madison, y mi imponente hijo, Jesse.

Agradecimientos

Escribir un libro parece un asunto individual, pero la realidad es que, si quieres que lo lean miles o —co­mo yo espero— millones de personas, se requiere a todo un equipo. En primer lugar me gustaría dar las gracias a mi esposa, Rochelle, a mi hija, Madison, y a mi hijo, Jesse. Gracias por dejarme el espacio que he necesitado para hacer lo que vine a hacer aquí. También me gustaría dar las gracias a mis padres, Sam y Sara, así como a mi hermana, Mary, y a mi cuñado, Harvey: por vuestro interminable amor y apoyo. A continuación, un inmenso «gracias» a Gail Balsillie, Michelle Burr, Shelley Wenus, Robert y Roxanne Riopel, Donna Fox, A. Cage, Jeff Fagin, Corey Kouwenberg, Kris Ebbeson y a todo el equipo de Peak Potentials Training: por todo vuestro duro trabajo y dedicación para realizar una contribución positiva a la vida de la gente así como por hacer de Peak Potentials una de las empresas de desarrollo personal de más rápido crecimiento del mundo.

Gracias a mi brillante agente literaria, Bonnie Solow, por la ayuda que continuamente me prestas, por tus ánimos y por guiarme entre los pormenores del negocio editorial. Va otro gran «gracias» para el equipo de HarperBusiness: a su editor, Steve Hanselman, que tuvo visión para este proyecto y puso en él tanto tiempo y energía; a mi maravilloso corrector, Herb Schaffner; al director de mercadotecnia, Keith Pfeffer, y al director publicitario, Larry Hughes. Un especial agradecimiento a mis colegas Jack Canfield, Robert G. Allen y Mark Victor Hansen por vuestra amistad y continuo apoyo desde el principio.

Por último, estoy profundamente agradecido a todos los asistentes al seminario Peak Potentials, así como a su personal de refuerzo y a los socios de las empresas conjuntas: sin vosotros no habría ningún seminario «promotor de cambio de vida».

¿Quién diablos es T. Harv Eker y
por qué tendría yo que leer este libro?

Al comienzo de mis seminarios la gente se queda im­pactada cuando una de las primeras cosas que les digo es: «No crean una palabra de lo que les voy a decir». ¿Por qué sugeriría tal cosa? Pues porque yo sólo puedo hablar desde mi propia experiencia. Ninguno de los conceptos y percepciones internas que comparto son inherentemente ciertos o falsos, correctos o incorrectos. Simplemente, reflejan mis propios resultados, así como los resultados asombrosos que he visto en la vida de miles y miles de mis alumnos y alumnas. Dicho eso, sin embargo, tengo la creencia de que si usas los principios expuestos en este libro transformarás totalmente tu vida. Y no te limites a leerlo. Estúdialo como si tu vida dependiese de él. Después, prueba sus principios tú mismo. Si algo te funciona, sigue haciéndolo. Lo que no te sirva, sea lo que sea, tienes todo el permiso para tirarlo a la basura.

Sé que puedo parecer pretencioso, pero en lo referente al dinero, puede que éste sea el libro más importante que jamás hayas leído. Comprendo que es una afirmación atrevida, pero el hecho es que este libro te proporcionará el eslabón que falta entre tu deseo de lograr el éxito y el propio éxito. Como a estas alturas ya habrás descubierto, se trata de dos mundos distintos.

Seguramente has leído otros libros, has escuchado cintas o CDs, has participado en cursos y te has interesado por numerosos sistemas para hacerse rico, ya sea con propiedades inmobiliarias, acciones o negocios. Pero ¿qué ocurrió? En el caso de la mayoría de la gente, ¡no mucho! Obtienen una breve carga de energía y, después, vuelven a la situación anterior.

Por fin, tenemos una respuesta. Se trata de una respuesta sencilla, que además es una ley que no hay manera de burlar. Todo se reduce a esto: si tu «patrón financiero» subconsciente no está «programado» para el éxito, nada de lo que aprendas, nada de lo que sepas y nada de lo que hagas hará cambiar mucho las cosas.

En las páginas de este libro te desvelaré el misterio de por qué hay gente que está destinada a ser rica mientras otros parecen condenados a vivir una vida de apuros. Comprenderás las causas fundamentales del éxito, la mediocridad o el fracaso financiero y comenzarás a cambiar tu futuro económico positivamente. Entenderás cómo las influencias de la infancia moldean nuestro patrón financiero y cómo dichas influencias pueden conducir a pensamientos y hábitos contraproducentes. Experimen­tarás con poderosas declaraciones que te ayudarán a sustituir tus modos de pensar improductivos por «archivos de riqueza» mentales para que pienses —y triunfes— exactamente como lo hacen los ricos. Apren­derás también, paso a paso, estrategias prácticas para incrementar tus ingresos y construir riqueza.

En la primera parte de este libro, explicaré cómo cada uno de nosotros se halla condicionado para pensar y actuar en lo referente al dinero, y esbozaré cuatro estrategias clave para corregir nuestro patrón mental del dinero. En la segunda parte examino las diferencias entre cómo piensa la gente rica, la de clase media y la pobre, y te proporciono diecisiete actitudes y acciones que has de adoptar y que te conducirán a crear cambios permanentes en tu vida económica. A lo largo de todo el libro compartiré también contigo unos pocos ejemplos de los miles de cartas y correos electrónicos recibidos de alumnos y alumnas que han asistido al Seminario Inten­sivo Mente Millonaria y que han logrado extraordinarios resultados en su vida.

Te preguntarás: ¿cuál es tu experiencia? ¿De dónde procedes? ¿Siempre te fueron bien las cosas? ¡Ojalá!

Al igual que muchos de vosotros, yo tenía supuestamente un gran «potencial» pero la verdad es que me reportaba muy poco. Me leía todos los libros, escuchaba todas las cintas e iba a todos los seminarios. Quería de verdad, de verdad, de verdad ser próspero. No sé si era por el dinero, por la libertad, por la sensación de logro o simplemente para demostrar a mis padres mi valía. Estaba casi obsesionado por convertirme en un hombre de «éxito». De los veinte a los treinta años inicié varios negocios distintos, cada uno de ellos con el sueño de hacer fortuna, pero mis resultados iban de mal en peor.

Trabajé sin descanso, pero seguía corto de dinero. Tenía la «enfermedad del monstruo del lago Ness»: había oído hablar de algo llamado beneficios, pero nunca veía ninguno. No dejaba de pensar: «En cuanto empiece en el negocio adecuado, en cuanto me suba al caballo adecuado, obtendré beneficios». Pero estaba equivocado. Nada estaba funcionando… al menos para mí. Y fue la última parte de esa frase lo que finalmente me hizo caer en la cuenta. ¿Cómo es que otros triunfaban exactamente en el mismo negocio en el que me encontraba y sin embargo yo seguía arruinado? ¿Qué le estaba pasando al «Sr. Gran Potencial»?

Así que comencé seriamente a hacer algo de introspección. Examiné mis auténticas creencias y vi que, aun cuando dijese que de verdad quería ser rico, tenía al respecto algunas preocupaciones profundamente arraigadas. Más que nada, sentía miedo. Miedo al fracaso o lo que es aún peor: miedo a triunfar y después, de algún modo, perderlo todo. Entonces sí sería un perfecto imbécil que se había cargado lo único que tenía a su favor: el «gran potencial». ¿Y si descubría que no tenía lo que realmente había que tener y que mi destino era vivir una vida de apuros?

Quiso entonces la suerte que recibiese unos consejos de un amigo de mi padre que era extremadamente rico. Había ido a la casa de mi familia a jugar a las cartas con mi padre y sus amigos, y, al pasar yo, advirtió mi presencia. Era ya la tercera vez que me había mudado a casa de mis padres y estaba viviendo en la «suite inferior», también conocida como sótano. Supongo que papá se había quejado de mi lamentable existencia, porque cuando me vio tenía en los ojos la expresión de condolencia reservada normalmente para los afligidos en un funeral.

Me dijo: «Harv, yo empecé igual que tú, siendo un completo desastre». Fantástico, pensé cínicamente, ya me siento mucho mejor.

Él prosiguió: «Pero después me dieron unos consejos que cambiaron mi vida, y me gustaría pasártelos a ti». Vaya, aquí viene otra vez el sermón de padre a hijo, ¡y él ni siquiera era mi padre! Finalmente soltó: «Harv, si no te está yendo todo lo bien que te gustaría, lo único que quiere decir es que hay algo que no sabes». Como en aquella época era un joven con gran desparpajo, yo pensaba que lo sabía prácticamente todo, pero, ¡ay!, mi cuenta bancaria reflejaba algo muy distinto. De modo que al fin comencé a escuchar. Él continuó: «¿Sabías que la mayoría de los ricos, en cierto aspecto, piensan de forma muy parecida?».

Yo respondí: «No, en realidad nunca me lo había planteado». Él siguió: «No es que sea una ciencia exacta, pero en general la gente rica piensa de una determinada manera y los pobres lo hacen de forma completamente distinta. Esos modos de pensar orientan sus acciones y, por tanto, determinan sus resultados». Luego prosiguió: «Si pensaras como lo hacen los ricos e hicieras lo que hacen ellos, ¿crees que tú también podrías hacerte rico?». Recuerdo que contesté con toda la confianza de una patata: «Creo que sí». «Pues —respondió él— lo único que tienes que hacer es copiar el modo de pensar de la gente rica.»

En aquel tiempo yo era muy escéptico, por lo que le pregunté: «Y ¿qué estás tú pensando en este momento?». A lo que él contestó: «Estoy pensando que los ricos cumplen sus compromisos y ahora mismo mi compromiso es con los muchachos y con tu padre, que me están esperando para jugar a las cartas. Nos vemos».

Y se fue, pero lo que había dicho caló en mí.

En aquel momento no tenía ninguna otra cosa que hacer con mi vida, así que me lancé con entusiasmo a estudiar a la gente rica y cómo pensaban. Aprendí todo cuanto pude acerca de los funcionamientos internos de la mente, pero me concentré principalmente en la psicología del dinero y del éxito. Descubrí que algo era cierto: los ricos sí piensan, realmente, de forma muy distinta a como lo hacen los pobres e incluso de manera diferente a la gente de clase media. Al final, me di cuenta de cómo mis propios pensamientos estaban manteniéndome apartado de la riqueza. Y lo que es más importante, aprendí varias técnicas y estrategias eficaces para reprogramar mi mente a fin de pensar de la misma manera en que lo hace la gente rica.

Finalmente, dije: «Ya está bien de teorías, pasemos a la práctica». Y de este modo decidí intentar un negocio más. Dado que estaba muy metido en todo lo referente a la salud y el ejercicio físico, abrí una de las primeras tiendas de fitness de Norteamérica. No tenía dinero, de modo que tuve que tomar prestados 2000 dólares de mi tarjeta Visa para iniciar el negocio. Comencé a utilizar lo que había aprendido tomando como modelo de referencia a los ricos, tanto en términos de sus estrategias empresariales como de sus estrategias de pensamiento. Lo primero que hice fue comprometerme a lograr mi éxito y jugar a ganar. Juré que me centraría y no me plantearía siquiera abandonar este negocio hasta que fuese millonario. Aquello era algo radicalmente distinto a mis anteriores esfuerzos, en los que, por pensar siempre a corto plazo, me desviaba constantemente, unas veces atraído por lo que parecían buenas oportunidades y otras, cuando las cosas se complicaban.

Comencé también a poner a prueba mi enfoque mental para evitar desvíos hacia actitudes económicamente negativas o contraproducentes. En el pasado, tenía la creencia de que lo que me dictaba mi mente era siempre la verdad. Aprendí que, en muchos aspectos, mi mente era mi mayor obstáculo para lograr el éxito, por lo que tomé la decisión de no alimentar pensamientos que no estimularan mi visión de la riqueza. Empleé todos y cada uno de los principios que tú vas a aprender en este libro. ¿Te estás preguntando si funcionó? ¡Vaya si funcionó!

El negocio fue tan bien que abrí diez tiendas en tan sólo dos años y medio. Entonces vendí la mitad de las acciones de la empresa a una gran compañía, por 1 600 000 dólares.

Después de eso, me mudé a la soleada ciudad de San Diego. Me tomé un par de años sabáticos para pulir mis estrategias y comencé a hacer consultoría empresarial individualizada. Supongo que a la gente le resultaba bastante efectiva porque no dejaban de traer amigos, compañeros y socios a nuestras sesiones. Pronto estuve entrenando a diez y en ocasiones hasta a veinte personas a la vez.

Uno de mis clientes sugirió que podría abrir una escuela. Pensé que era una magnífica idea, así que lo hice. Fundé la Street Smart Business School y enseñé a miles de personas de toda Norteamérica estrategias empresariales para lograr el éxito «con alta velocidad».

Mientras viajaba por todo el continente ofreciendo mis seminarios, me di cuenta de algo extraño: podía tener a dos personas sentadas una al lado de la otra en la misma habitación, aprendiendo exactamente los mismos principios y estrategias; una de ellas tomaba estas herramientas y salía catapultada hacia el éxito. Sin embargo, ¿sabes lo que podría ocurrirle a la persona sentada justo a su lado? La respuesta es: ¡no mucho!

Fue entonces cuando se me hizo obvio que puedes contar con las mejores «herramientas» del mundo, pero si hay un agujero diminuto en tu «caja de herramientas» (ahora mismo estoy señalando mi cabeza), tienes un problema. De modo que diseñé un programa titulado «Mente Millonaria Intensiva» basándome en el juego interior del dinero y el éxito. Cuando combiné el juego in­terior (la caja de herramientas) con el juego exterior (las herramientas), ¡los resultados de prácticamente todo el mundo se disparaban! Y eso es lo que vas a aprender en este libro: a dominar el juego interior del dinero para ganar el juego del dinero... ¡Vas a aprender a pensar en rico para hacerte rico!

La gente me pregunta a menudo si mi éxito fue un «golpe de suerte», algo excepcional, o si ha continuado. Déjame que lo exprese de este modo: utilizando los principios exactos que yo enseño, he ganado millones y millones de dólares y soy varias veces multimillonario. ¡Prácticamente todas mis inversiones y empresas parecen despegar como cohetes! Hay gente que me dice que soy «como el rey Midas»: que todo lo que toco se convierte en oro. Tienen razón, pero de lo que puede que no se den cuenta es de que ser como el rey Midas es, simplemente, otra forma de decir que se tiene un «patrón financiero» programado para el éxito, que es exactamente lo que tú tendrás una vez que aprendas estos principios y hagas este trabajo.

Durante el comienzo de nuestro Seminario Inten­sivo Mente Millonaria, generalmente pregunto al auditorio: «¿Cuántos de ustedes han venido aquí para aprender?». Se trata de una pregunta con un poco de trampa, pues, como dijo Josh Billings: «No es lo que ignoramos lo que nos impide prosperar; lo que constituye nuestro mayor obstáculo es lo que creemos que sabemos y luego resulta que no es así». Este libro no trata tanto de aprender ¡como de «desaprender»! Es esencial que reconozcas de qué modo tus viejas formas de pensar y de actuar te han llevado exactamente donde te encuentras en este momento.

Si eres rico y feliz, muy bien. Pero si no lo eres, te invito a que consideres algunas posibilidades que puede que no cuadren con lo que actualmente piensas que está bien o incluso con lo que crees que es adecuado para ti.

Aun cuando te sugiera que «no creas una palabra de lo que te diga» y quiera que pongas a prueba estos conceptos en tu propia vida, voy a pedirte que confíes en las ideas que estás leyendo. No porque me conozcas personalmente, sino porque miles y miles de personas han transformado ya su vida como resultado de los principios que se exponen en este libro.

Y hablando de confianza, esto me recuerda uno de mis chistes favoritos. Se trata de un hombre que va caminando junto a un precipicio cuando, de repente, pierde el equilibrio, resbala y cae. Por suerte, tiene el suficiente aplomo para agarrarse al saliente, y se queda allí colgado, aferrándose desesperadamente con la punta de los dedos al saliente de la roca, mientras su cuerpo cuelga en el vacío. Casi sin fuerzas, al final grita: «¿Hay alguien ahí arriba que pueda ayudarme?». De pronto se percibe una voz poderosa como un trueno: «Soy Dios. Yo puedo ayudarte. Tú suéltate y confía». A continuación se oye: «¿Hay alguien más ahí arriba que pueda ayudarme?».

La lección es sencilla: si quieres pasar a un nivel superior de vida tienes que estar dispuesto a desprenderte de algunos de tus antiguos modos de pensar y de ser, y a adoptar otros nuevos. Los resultados, a la larga, hablarán por sí mismos.

PRIMERA PARTE

Tu patrón del dinero

Vivimos en un mundo de dualidades: arriba y abajo, luz y oscuridad, caliente y frío, dentro y fuera, deprisa y despacio, derecha e izquierda... Éstos no son sino unos pocos ejemplos de los miles de polos opuestos. Para que exista un polo debe existir también el otro. ¿Es posible que haya una derecha sin una izquierda? Ni por casualidad.

Por consiguiente, al igual que hay leyes «externas» del dinero, debe haber leyes «internas». Entre las primeras hay cosas como las técnicas empresariales, la administración financiera y las estrategias de inversión. Son todos asuntos esenciales. Pero el juego interior es todavía más importante. Una analogía sería un carpintero y sus herramientas. Tener herramientas de buena calidad resulta imprescindible, pero ser un carpintero de primera que las utilice magistralmente es aún más importante.

Yo tengo un dicho: «No basta con estar en el lugar ade­cuado en el momento justo. Tienes que ser la persona adecuada en el lugar adecuado en el momento justo».

Así pues, ¿quién eres tú? ¿Cómo piensas? ¿Cuáles son tus creencias? ¿Cuáles son tus hábitos y tus rasgos de carácter? ¿Cómo te sientes realmente con respecto a ti mismo? ¿Qué grado de confianza tienes en ti mismo? ¿Cómo te relacionas con los demás? ¿Cuánto confías en los demás? ¿Sientes verdaderamente que mereces la riqueza? ¿Cuál es tu aptitud para actuar a pesar del miedo, a pesar de la preocupación, a pesar de los inconvenientes, a pesar de las molestias? ¿Eres capaz de actuar cuando no estás de humor?

El hecho es que tu carácter, tu forma de pensar y tus creencias constituyen una parte fundamental de lo que determina el nivel de tu prosperidad.

Uno de mis autores favoritos, Stuart Wilde, lo expresa del siguiente modo: «La clave del éxito es elevar tu propia energía. Cuando lo hagas atraerás a la gente hacia ti de forma natural. Y cuando se pongan a tiro, ¡pásales la factura!».

PRINCIPIO DE RIQUEZA:

¡Tus ingresos pueden crecer únicamente

hasta donde crezcas tú!

¿Por qué es importante tu patrón del dinero?

¿Has oído hablar de personas que se han «colapsado» económicamente? ¿Te has dado cuenta de que hay gente que tiene mucho dinero y después lo pierde, o que tienen excelentes oportunidades y empiezan bien, pero después las desaprovechan y terminan hundiéndose? Ahora ya sabes la verdadera causa. Visto desde fuera puede parecer mala suerte, una coyuntura económica negativa, un socio pésimo, lo que sea. Sin embargo, por dentro es otro asunto. Por eso, si entraras en contacto con cantidades de dinero importantes sin estar mentalmente preparado para ello, lo más probable es que la riqueza te durase poco y que finalmente terminaras perdiéndola.

La inmensa mayoría de la gente sencillamente no posee la capacidad interna necesaria para crear y conservar grandes sumas de dinero, ni para afrontar el mayor número de retos que acompaña siempre al hecho de tener más dinero y más éxito. Ésa, amigos míos, es la principal razón por la que no tienen más dinero.

Un ejemplo perfecto son los que ganan la lotería. Las investigaciones han demostrado una y otra vez que, independientemente del tamaño de sus ganancias, la mayoría de las personas que ganan en la lotería al final acaban volviendo a su estado económico original, es decir, a la situación que les resulta cómodo manejar.

Por otro lado, a los millonarios que se han hecho a sí mismos les sucede justo lo contrario. Fíjate en que cuando pierden su dinero, generalmente lo recuperan en un tiempo relativamente corto. Donald Trump es un buen ejemplo: Trump tenía una cuantiosa fortuna, miles de millones de dólares. Luego, de pronto, lo perdió todo. Sin embargo, un par de años más tarde, había recuperado su fortuna, e incluso la había incrementado.

¿Por qué se da este fenómeno? Porque, aun cuando algunos millonarios de los que se han hecho a sí mismos puedan perder su dinero, jamás pierden el ingrediente más importante de su éxito: su mente millonaria. Por supuesto, en el «caso Donald» se trata de su mente «mul­timillonaria». ¿Te das cuenta de que Donald Trump jamás podría ser simplemente millonario? Si poseyese una fortuna neta de sólo unos millones de dólares, ¿cómo crees que se sentiría con respecto a su prosperidad económica? La mayoría de vosotros coincidirá en que probablemente se sentiría arruinado, ¡se sentiría como un fracaso total!

Eso es porque el «termostato» financiero de Donald Trump está puesto en la posición de los miles de millones, no en la de los millones. Los termostatos financieros de la mayoría de las personas están puestos para generar miles, no millones de dólares; los de algunas personas lo están para generar cientos, ni siquiera miles, y los de otras, en la posición de bajo cero: se encuentran completamente congelados ¡y no tienen la más mínima idea de por qué!

La realidad es que la mayor parte de la gente no alcanza su pleno potencial. La mayoría de las personas no son prósperas. Las investigaciones demuestran que el 80% de los individuos jamás disfrutarán de la libertad económica que les gustaría poseer, y también que el 80% ni siquiera pretenderán ser verdaderamente felices.

La razón es sencilla: la mayoría de la gente es inconsciente. Van un poco como dormidos al volante. Trabajan y piensan a un nivel superficial de la vida, basándose tan sólo en lo que ven. Viven estrictamente en el mundo visible.

Las raíces crean los frutos

Imagínate un árbol. Supongamos que representa al árbol de la vida. En él hay frutos. En la vida a nuestros frutos se los denomina nuestros «resultados». Pero miramos los frutos (nuestros resultados) y no nos gustan: no hay suficientes, son demasiado pequeños o no saben bien.

Entonces, ¿qué tenemos tendencia a hacer? La mayoría de nosotros pone aún más atención y concentración en los frutos, en los resultados. Pero ¿qué es lo que en realidad crea esos frutos concretos? Lo que crea esos frutos son las semillas y las raíces.

Es lo que hay bajo el suelo lo que crea aquello que es­tá por encima de él. Lo que no se ve es lo que crea lo que se ve. Y eso ¿qué significa? Significa que si quieres cambiar los frutos tendrás que modificar primero las raíces. Si quieres cambiar lo visible, antes deberás transformar lo invisible.

PRINCIPIO DE RIQUEZA:

Si quieres cambiar los frutos, tendrás

que modificar primero las raíces.

Si quieres cambiar lo visible,

antes deberás transformar lo invisible.

Muchos dicen que sólo viendo creen. La pregunta que yo tengo para esa gente es: «¿Por qué te molestas en pagar la cuenta de la luz?». Aunque no puedas ver la electricidad sí puedes seguramente reconocer y utilizar su potencia. Si tienes cualquier duda de su existencia, mete el dedo en un enchufe y te garantizo que tus dudas se desvanecerán rápidamente.

Según mi experiencia, lo que no puedes ver de este mundo es muchísimo más poderoso que cualquier cosa que puedas ver. Estarás de acuerdo o no con esta afirmación, pero en la medida en que no apliques este principio en tu vida, tendrás problemas. ¿Por qué? Porque estás yendo en contra de las leyes de la naturaleza, según las cuales lo que hay debajo del suelo crea lo que está por encima de él, lo invisible crea lo visible.

Como seres humanos, formamos parte de la naturaleza, no estamos por encima de ella. Por consiguiente, cuando nos alineamos con sus leyes y trabajamos en nuestras raíces —nuestro mundo «interior»—, nuestra vida fluye suavemente. Cuando no lo hacemos, la vida se complica.

En todos los bosques, en todas las granjas, en todos los huertos de la tierra, es lo que se encuentra bajo el suelo lo que crea aquello que hay por encima de él. Por eso es inútil que pongas la atención en los frutos que ya has cultivado: no puedes cambiar los que cuelgan del árbol. Sin embargo, sí puedes cambiar los frutos del ma­ñana. Pero, para hacerlo, tendrás que cavar debajo del suelo y fortalecer las raíces.

Los cuatro cuadrantes

Una de las cosas más importantes que puedas llegar a comprender en esta vida es que no vivimos en un único plano de existencia: lo hacemos en al menos cuatro es­fe­ras distintas a la vez. Estos cuatro cuadrantes son el mun­do físico, el mundo mental, el mundo emocional y el mun­do espiritual.

La mayoría de la gente jamás se da cuenta de que la esfera física es simplemente una «impresión» de las otras tres.

Por ejemplo, supongamos que acabas de escribir una carta en el ordenador. Le das a la tecla de imprimir y rápidamente la carta te sale por la impresora. Miras la copia impresa y, ¡fíjate por dónde!, encuentras un error tipográfico. Así que sacas tu fiel goma de borrar y borras la errata en el papel. Ya has corregido la falta. Ahora, le das de nuevo al botón de imprimir y adviertes que ¡otra vez aparece el mismo error!

¡Caramba!, ¿cómo es posible? ¡Si acabas de corregirlo! Así que esta vez coges una goma nueva y más grande, y borras más fuerte y más rato. Incluso estudias un manual de trescientas páginas titulado Cómo borrar con eficacia. Ahora dispones de todas las «herramientas» y conocimientos que necesitas. Estás preparado. Le das a la impresión y... ¡Oh no! ¡Ahí está otra vez! «¡No hay manera!», gritas, pasmado de asombro. «¿Cómo es posible? ¿Qué está pasando aquí? ¿Estoy en la dimensión misteriosa?»

Lo que está ocurriendo aquí es que el verdadero problema no puede cambiarse en la «impresión» (el mundo físico): únicamente puede modificarse en el «programa» (los mundos mental, emocional y espiritual).

El dinero es un resultado, la riqueza es un resultado, la salud es un resultado, la enfermedad es un resultado, tu peso es un resultado. Vivimos en un mundo de causas y efectos.

PRINCIPIO DE RIQUEZA:

El dinero es un resultado, la riqueza es

un resultado, la salud es un resultado,

la enfermedad es un resultado, tu peso

es un resultado. Vivimos en un mundo

de causas y efectos.

¿Has oído alguna vez a alguien afirmar que tenía el «pequeño problema» de la falta de dinero? Pues ahora atiende a esto: la falta de dinero no es nunca, jamás, jamás un problema. La falta de dinero es meramente un síntoma de lo que está sucediendo por debajo.

La falta de dinero es el efecto, pero ¿cuál es la causa fundamental? Todo se reduce a esto: el único modo de cambiar tu mundo «exterior» es transformar primero tu mundo «interior».

Cualesquiera que sean los resultados que estés obteniendo, sean ricos o pobres, buenos o malos, positivos o negativos, recuerda siempre que tu mundo exterior es simplemente un reflejo de tu mundo interior. Si las cosas no te van bien en tu vida exterior es porque tampoco van bien en tu vida interior. Es así de simple.

Un poderoso secreto para el cambio:
las declaraciones

En mis seminarios empleamos técnicas de «aprendizaje acelerado» que permiten avanzar más rápido y recordar más cosas de todo lo que aprendes. La clave reside en la «implicación». Nuestro enfoque sigue el viejo dicho: «Lo que oyes lo olvidas, lo que ves lo recuerdas, lo que haces lo entiendes».

Así pues, voy a pedirte que cada vez que llegues al final de un principio fundamental de este libro te pongas primero la mano en el corazón, después hagas una «declaración» verbal, y a continuación te toques la cabeza con el dedo índice y hagas otra «declaración» verbal. ¿Qué es una declaración? Es simplemente una sentencia positiva que haces con énfasis, en voz alta.

¿Por qué las declaraciones son una herramienta tan valiosa? Porque todo está hecho de una sola cosa: de energía. Toda energía viaja en frecuencias y vibraciones. Por lo tanto, cada declaración que haces lleva su propia frecuencia vibratoria. Cuando pronuncias una declaración en voz alta, su energía vibra en todas las células de tu cuerpo, y tocándote el cuerpo al mismo tiempo puedes sentir su resonancia, que es única. Las declaraciones no sólo envían un mensaje concreto al universo: mandan también un poderoso mensaje a tu subconsciente.

La diferencia entre una declaración y una afirmación es sutil pero, en mi opinión, importante. La definición de la segunda es la de «una sentencia positiva que afirma que un objetivo que deseas alcanzar ya está teniendo lugar». La definición de la primera es «manifestación oficial de la intención de emprender un determinado curso de acción o de adoptar una posición concreta».

Una afirmación manifiesta que lo que deseas conseguir ya está teniendo lugar. A mí las afirmaciones no me vuelven loco, pues muchas veces, cuando afirmamos algo que aún no es real, la vocecita de dentro de nuestra cabeza nos dice: «Eso no es verdad, es una suprema tontería».

Sin embargo, una declaración no es decir que algo sea cierto: es manifestar que tenemos la intención de hacer o de ser algo. Se trata de una postura que la vocecita puede tragarse, ya que no estamos diciendo que sea cierto ahora mismo, sino que tenemos la intención de que lo sea en el futuro.

Una declaración, por definición, es también algo oficial. Es una manifestación formal de energía al universo y por todo tu cuerpo.

Existe otro concepto en la definición que es importante: acción. Debes emprender todas las acciones necesarias para hacer realidad tu intención.

Te recomiendo que pronuncies tus declaraciones en voz alta cada mañana y cada noche. Y si las articulas mientras te miras al espejo, eso acelerará aún más el proceso.

Ahora tengo que admitir que cuando oí hablar de to­do esto por primera vez dije: «Ni hablar. Este rollo de las declaraciones no es para mí». Pero, como en aquel mo­mento estaba sin blanca, finalmente pensé: «Qué diablos, esto no puede hacerme ningún daño», y empecé a realizarlas. Ahora soy rico, así que no debería sorprender mucho que crea firmemente en la eficacia de las declaraciones; os aseguro que funcionan de verdad.

De cualquier modo, preferiría ser muy crédulo y muy rico a desconfiar de todo y no tener un centavo. ¿Y tú?

Lo dicho: te invito a que te pongas la mano en el corazón y repitas la siguiente...

DECLARACIÓN:

«Mi mundo interior crea mi mundo exterior».

Ahora tócate la cabeza y di:

«Tengo una mente millonaria».

Como bonificación especial, si vas a la página de in­ternet www.millionairemindbook.com y haces clic en FREE BOOK BONUSES, te daremos un listado gratuito en inglés de todas las declaraciones que aparecen en este libro presentadas en caligrafía, en un formato imprimible, apto para enmarcar.

¿Cuál es tu patrón del dinero
y cómo se ha formado?

Tanto en mis apariciones en la radio como en la televisión, la siguiente afirmación me ha hecho famoso: «Si me das cinco minutos, puedo predecir el futuro económico que tendrás el resto de tu vida».

PRINCIPIO DE RIQUEZA:

Si me das cinco minutos, puedo predecir

el futuro económico que tendrás el resto de tu vida.

¿Cómo? En una breve conversación puedo identificar lo que se denomina tu «patrón» del dinero y del éxito. Cada uno de nosotros disponemos de un patrón personal ya grabado en nuestro subconsciente. Y este patrón, más que cualquier otra cosa y más que la combinación de todas las demás cosas, es lo que determinará tu destino económico.

¿Y qué es el patrón del dinero? Como analogía, consideremos el patrón de una casa, que es un plano o un diseño de esa casa en concreto: de igual manera, tu patrón del dinero es simplemente tu programa o modo de ser en relación con el dinero.