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El discípulo se hace, no nace

© 2014 por Walter A. Henrichsen

 

Publicado por Editorial Patmos, Miami, FL EUA 33169

Todos los derechos reservados.

 

Publicado originalmente en inglés por David C. Cook,

P.O. Box 1400, Downers Grove, IL 60515-1426,

con el título Disciples Are Made Not Born,

© 1974, 1988 por Walter A. Henrichsen

 

A menos que se indique lo contrario, las citas bíblicas han sido tomadas de la versión Reina-Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina;

© renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso.

Reina-Valera 1960™ es una marca registrada de la American Bible Society NTV - La Santa Biblia, Nueva Traducción Viviente, © Tyndale House Foundation, 2010. Todos los derechos reservados.

NVI - Nueva Versión Internacional® NVI®

Copyright © 1999 by Biblica, Inc.®

 

Traducción española: Samuel Vila

Diseño de portada: Luiz Felipe Kessler

 

ISBN 13: 978-1-58802-713-9

 

Categoría: Vida Cristiana/Discipulado/Evangelismo

 

Impreso en Brasil

Printed in Brazil

CONTENIDO

Prefacio

1.    La clase de persona que Dios utiliza

2.    Jesús como Señor

3.    El coste del discipulado

4.    Una visión adecuada de Dios y del hombre

5.    Evangelismo y el discípulo...

6.    Reclutando un potencial discípulo

7.    Cómo entrenar a un discípulo

8.    Impartiendo los puntos básicos

9.    Convicción y perspectiva

10.  Dones y llamamiento

11.  Multiplicando sus esfuerzos...

12.  Escogiendo un objetivo para la vida

PREFACIO

Hacer discípulos” es el mandato del Maestro (Mateo 28:19-20). Podemos ignorarlo, pero no podemos evadirlo.

Nuestro Señor resucitado nos dejó este legado, la carta magna de la iglesia y proveyó tanto el modelo como el método. Su vida y muerte dan un nuevo sentido a la vida del hombre. El demostró que nada hacemos si no logramos cambiar las vidas de las personas.

“Venid en pos de mi,” dijo a sus discípulos, y entonces les dio la seguridad: “…he aquí, yo estoy con vosotros todos los días...”. De alguna manera hemos olvidado que esta promesa no es un cheque en blanco; su promesa está vinculada a un proceso; no podemos aceptar la promesa e ignorar el proceso. Mucha de la actividad febril y frustrada de la iglesia contemporánea está vacía de significado y realización. Nuestros programas están enfocados al entretenimiento, no a la educación. Los laicos están desilusionados, pues están buscando gustar de lo eterno. C.S. Lewis dijo: “Todo lo que no es eterno es obsoleto.”

El discípulo se hace, no nace no es una recopilación de doctrina carente de significado, sino un alimento sólido para ser digerido. El escritor constantemente da en el clavo.

Walt Henrichsen no es un mero teórico. Asociado desde hace mucho tiempo con “Los Navegantes”, una organización dedicada a hacer discípulos, ha investigado persistentemente las Escrituras y ha presentado resultados efectivos de su estudio y experiencia.

También escribe de su propia experiencia familiar. El y su esposa Leette han tenido el gozo de criar a cuatro hijos activos en las cosas de Dios y han experimentado el dolor de perder a su hijo mayor afectado de leucemia.

Este libro ayudará a todo aquel que desea iniciarse en el discipulado, que quiere andar por el camino que Cristo anduvo y sostener un ministerio de multiplicación. Estas páginas llenan una urgente necesidad en nuestra generación en el tiempo que se libra una batalla para ganar las mentes y corazones de los hombres.

“El discípulo no es superior a su maestro; mas todo el que fuere perfeccionado, será como su maestro” (Lucas, 6:40). Este libro le invita a tomar Su yugo y aprender de Él.

 

HOWARD G. HENDRICKS (1924 - 2013)

Profesor de Educación Cristiana en el

Seminario Teológico de Dallas, Texas.

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LA CLASE DE PERSONA QUE DIOS UTILIZA

Cuando Jesucristo dio voluntariamente su vida en la cruz hace dos mil años, no murió por una causa; murió por un pueblo. Durante su ministerio sobre la Tierra “estableció a doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar,” (Marcos, 3:14).

Poco antes de su muerte en el Calvario Jesús oró por estos hombres (Juan 17). En esta oración hizo referencia, más de cuarenta veces, a sus doce discípulos.

Durante su breve ministerio sobre la Tierra, Jesús tuvo al mundo entero en su corazón, pero Él vio al mundo a través de los ojos de sus discípulos. Antes de su ascensión les dio lo que comúnmente se llama “la Gran Comisión”, según se encuentra referido en Mateo 28:19. Jesús les encargó de llevar el evangelio a todo el mundo, haciendo discípulos.

Jesús tenía una visión mundial, y esperaba que sus discípulos la tuvieran también. Jesús esperaba que ellos vieran el mundo mediante los discípulos que producirían, del mismo modo que Él había visto al mundo a través de sus doce apóstoles que Él mismo había educado. Su misión de alcanzar el mundo entero por el uso de la multiplicación de los discípulos no se encuentra en un pasaje oscuro de la Biblia; es el tema que late en todas sus páginas.

Es evidente que esto estaba también en el corazón del apóstol Pablo cuando escribió su última voluntad (o testamento) a su hijo en la fe, Timoteo, diciéndole: “Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros.” (2 Timoteo 2:2).

La expresión “tú eres” indica la importancia que tenía el ser individual para Jesús. Cuando Jesús encontró a Pedro, le dijo, según Juan 1:42, “Tú eres Simón... tú serás llamado Cefas” (tú eres Simón... tú vendrás a ser una roca). Cuando Jesús vio a Pedro no le vio tal como era, sino tal como sería algún día. Hay un tremendo potencial a desarrollar en la vida de un hombre.

 

{La expresión “tú eres” indica la importancia que tenía el ser individual para Jesús.}

 

Tal tratamiento indica la importancia de la relación personal, de la mutua confianza, de la mutua confidencia y confianza desarrollada en años de trabajar juntos. Cuando Pablo escribió desde su prisión a la iglesia en Filipo, les dijo que debido a que estaba imposibilitado de verlos personalmente, les enviaría a Timoteo, su hijo en la fe. En esencia lo que dijo fue; “Cuando Timoteo llegue será como si yo mismo estuviera presente.”

Muchos años antes, Pablo había visto el potencial que había en este joven de Asia Menor, y decidió dedicarle su vida. “Encarga” sugiere transmitir algo de una persona a otra. Indica el depósito de un sagrado encargo. Pablo está diciendo a Timoteo: “Tú eres mi discípulo, esta es la relación que existe entre tú y yo; ahora bien, transmite esto como forjador de discípulos a otros discípulos.”

Cuando nosotros invertimos en las vidas de otras personas, transmitimos no solamente lo que sabemos, sino, y mucho más importante aún, lo que somos. Cada uno de nosotros venimos a ser como la persona con quien nos hemos asociado. Estoy seguro de que si pudiésemos conocer a Timoteo y a Pablo encontraríamos que son semejantes en muchos aspectos.

Más tarde, Pablo le escribió: “Pero tú has seguido mi doctrina, conducta, propósito, fe, longanimidad, amor, paciencia, persecuciones, padecimientos…” (2 Timoteo, 3:10-11). Esto da una sinopsis de lo que encargó Pablo a Timoteo y a su vez lo que Timoteo transmitió a otros hombres fieles.

Hombres fieles. El discipulado permanece o cae de acuerdo con estas dos pequeñas palabras. Salomón, el sabio rey de Israel, dijo: “Muchos hombres proclaman cada uno su propia bondad, Pero hombre de verdad, ¿quién lo hallará?” (Pr 20:6). Hombres y mujeres fíeles han sido siempre pocos, pero Dios todavía los busca: “Porque los ojos de Jehová contemplan toda la tierra, para mostrar su poder a favor de los que tienen corazón perfecto para con él” (2 Crónicas 16:9).

Enseña también a otros. Aquí es donde empieza el proceso del discipulado. Nosotros estamos en la cuarta generación de este texto, la línea empieza con Pablo, luego Timoteo, después hombres fieles, y finalmente otros que sucederán por generaciones para enseñar también a otros. Esto no puede ser hecho únicamente mediante clases; implica el impartir la misma vida espiritual con una profundidad semejante a la que se transmitió de Pablo a Timoteo.

Esto es un proceso de multiplicación. Mientras los hombres fieles están enseñando a otros, Timoteo está en el proceso de levantar más hombres fieles que sean capaces de enseñar a otros también. La acción de esta multiplicación constante de discípulos constituye la única manera como la Gran Comisión de Cristo puede ser plenamente cumplida. Otros ministerios pueden apoyar este proceso, pero jamás reemplazarlo.

Dawson Trotman, fundador de “Los Navegantes”, acostumbraba a decir: “La actividad no sustituye la producción. La producción no sustituye a la reproducción. Cualquier ministerio en el que estemos involucrados debe ser reproductivo.”

Ya he señalado que la clave del ministerio de hacer discípulos son los hombres y mujeres fieles. Ahora bien: ¿Cuáles son las cualidades de una persona fiel? ¿Qué cualidades de su piedad deben ser características en su vida? Consideremos mentalmente unos pocos rasgos de la persona que puede ser calificada de “fiel”.

 

1. Es la que ha adoptado como objetivo de su vida el mismo objetivo que Dios presenta en las Escrituras.

Jesús dijo: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33). Pocas veces el Señor Jesús pide a la gente que busquen algo, pero aquí sugiere que busquen dos cosas (que han de ser el doble objetivo de cada creyente): Su Reino y su Justicia.

Observen que Jesús no dice busquen el dinero, o esposa, o muchas otras cosas que fácilmente ocupan nuestra atención; más bien Él dice que si buscamos su reino y su justicia Él asumirá la responsabilidad para darnos todas las demás cosas necesarias.

Un amigo mío que es abogado de una importante firma proporcionó durante tres años altos dividendos a la empresa; pero sus colegas nunca quisieron tomarle como asociado. La razón es que todos aquellos hombres daban sus vidas, su tiempo, su energía enteramente a la empresa, pero mi amigo porque era cristiano no consideraba que su profesión fuera la prioridad más alta en su vida. Era un magnífico abogado, y cumplía muy bien sus deberes profesionales, como lo indicaban los balances de la empresa, pero su objetivo era Mateo 6:33. Su profesión de abogado significaba para él un medio, no un fin en sí mismo. Yo creo que es a causa de su entrega a los intereses superiores del Reino de Dios que Dios le concedió tantos éxitos.

Cualquiera que sea su vocación jamás debe ser el objetivo de su vida, pues su vocación, por noble que pueda ser, no es, en última instancia, sino temporal. Las Escrituras nos enseñan que tenemos que dar nuestras vidas a lo eterno, no a lo temporal. Un hombre fiel es un hombre que ha escogido objetivos eternos para su vida.

2. La persona fiel es la que está dispuesta a pagar cualquier precio para cumplir la voluntad de Dios en su vida.

Esto es un punto crucial. Después de instruir a Timoteo que confiara a hombres fieles las cosas que el joven discípulo había aprendido de él, Pablo continúa diciéndole: “Comparte nuestros sufrimientos, como buen soldado de Cristo Jesús. Ningún soldado que quiera agradar a su superior se enreda en cuestiones civiles” (2 Timoteo 2:3-4). Habiéndose consagrado a sí mismo al objetivo divino, el hombre fiel resiste firmemente la tentación de ser seducido por las brillantes atracciones del mundo.

Permíteme preguntarte: ¿Hay algo que se antepone entre tu y Dios? ¿Hay algún pecado menor que no has querido confesar y abandonar, alguna área en tu vida que no has puesto bajo su control? ¿Qué con respecto a tus finanzas? La cuestión no es cuánto dinero tienes en el banco, sino más bien quién tiene el poder para sacar dinero de tu cuenta? ¿Pertenecen todas tus entradas financieras a Jesucristo? ¿Sabes lo que significa dar con sacrificio? Con esto quiero decir dar más que lo que desde tú punto de vista humano puedes alcanzar. ¿Qué respecto a las “cosas”? ¿Juegan tus posesiones un papel extraordinario en tu vida? Pablo dice: “Porque por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo; el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal” (Fil 3:18-19). La Biblia dice que la gente a quien sólo le importa lo terrenal son enemigos de la cruz de Cristo.

Todo lo que te es querido —tu familia, tu salud, tus sueños, tus aspiraciones y tus objetivos— debe ser mantenido dentro de una mano abierta. Si deseas cumplir la voluntad de Dios para tu vida la suma total de todo lo que tienes debe pertenecer a Jesucristo. El debe ser libre para hacer contigo y tomar de ti todo lo que El quiera. No necesitas abrir tu mano a Dios con un sentimiento de temor, pues Dios te ama con un amor perfecto y desea tu mejor interés; pero ya hemos dicho que la persona fiel es aquella que quiere pagar cualquier precio para cumplir la voluntad de Dios en su vida.

3. La persona fiel es aquella que tiene amor a la palabra de Dios.

El profeta Jeremías dijo: “Fueron halladas tus palabras, y yo las comí; y tu palabra me fue por gozo y por alegría de mi corazón; porque tu nombre se invocó sobre mí, oh Jehová Dios de los ejércitos” (Jeremías 15:16). ¿Tienes un apetito insaciable por la palabra de Dios? ¿La anhelas igual como anhelas comida cuando estás hambriento? ¿Eres sumiso a la autoridad de la Palabra de Dios, o escoges de ella lo que quieres creer y obedecer?

Un carpintero a quién yo he conocido por muchos años empleaba un promedio de diez horas cada semana en estudio bíblico. Ese hombre nunca fue a una escuela bíblica, no es un erudito, pero para él las Escrituras tienen un lugar de prioridad. Yo creo que fue San Jerónimo el que dijo que las Escrituras son lo bastante sencillas para que un niño pueda venir a beber en ellas sin temor a ahogarse, y bastante profundas para que los teólogos puedan nadar en ellas sin tocar el fondo.

Un día estaba yo en la oficina de un cirujano. Este hombre en sus estudios profesionales había tenido que atesorar el contenido de veintenas de libros. Si yo, o cualquier de mi familia, tuviera que ser operado por él, ciertamente, quisiera que pusiera a contribución toda la ciencia que posee. Mientras estaba pensando en esto, se me ocurrió que como discípulo de Cristo, nosotros tenemos tan sólo un libro que nos es necesario dominar: la Biblia. Sin embargo, cuando digo a la gente de invertir cinco horas cada semana en estudio bíblico y aprender de memoria un par de versículos cada semana me miran como si les presentara una demanda monstruosa.

¿Cuál es tu aprensión semanal de las Escrituras? ¿Tienes un programa regular de estudio bíblico? ¿Estudias sistemáticamente las Escrituras? ¿Es tan grande tu deseo por la Biblia que te es imposible satisfacerlo?

4. Tiene un corazón servicial.

Jesús una vez recordó a sus discípulos que los no cristianos quieren ejercer autoridad sobre otros, y en contraste añadió: “Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (Mateo, 20:26-28).

El lema de la Real Academia Militar Británica es: “Servir para dirigir.” Es la misma verdad que Jesús trató de comunicar a sus discípulos cuando lavó sus pies (véase Juan 13); si, como Señor, Él había lavado sus pies, ellos debían también estar dispuestos a hacer lo mismo los unos con los otros.

Debemos tratar de reclutar a otros para bien de la propia misión de ellos.

5. No pone su confianza en la carne.

La Escritura destaca a menudo este principio. Pablo dijo: “Pero tuvimos en nosotros mismos sentencia de muerte, para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos;” (2 Co 1:9). Y en otro lugar dice: “Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo” (Ro 7:18).

La mundanalidad y el tener confianza en la carne están relacionados muy íntimamente, pues la mundanalidad puede ser definida como “vivir como si uno no tuviera necesidad de Dios”. Por ejemplo, salir a trabajar por la mañana sin emplear primero un tiempo con el Señor, significa para mí tener una gran cantidad de confianza en uno mismo. Eso es equivalente a decir “yo puedo gobernar hoy mi propia vida sin una dependencia absoluta de Dios”.

Una de las maneras de determinar exactamente cuánta confianza tienes tú en la carne, es tomar del número de veces que la palabra yo entra en tu conversación. ¿Cuán a menudo hablas acerca de lo grande que eres y de las cosas que tú has hecho?

6. No tiene un espíritu independiente.

Se habla mucho hoy día acerca de “hacer lo que a uno le da la gana”. En esta sociedad autoritaria en la cual vivimos la actitud general es: “No permitas a otros dictarte lo que tienes que hacer.” Sin embargo, el cumplimiento de la obra de Dios es un esfuerzo colectivo; se hace de acuerdo con hermanos y hermanas que tienen la misma mente y la misma fe. No hay lugar en la vida del discípulo para una actitud aislada, aquella actitud que dice: “Si no se hace lo que yo quiero, que no cuenten conmigo.”

Un joven me dijo una vez: “Yo escucho lo que Dios tiene que decirme; pero no estoy dispuesto a dejarme mandar por otras personas.” Tener tal actitud es vivir altamente engañado. La gente es, a menudo, instrumento de Dios para comunicarse con las demás personas. Dios está buscando gente fiel que quiera someter sus propias ideas por amor al grupo.

7. Tiene amor a la gente.

El apóstol Juan dijo: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados” (1 Juan 4:10). Ser piadoso es venir a ser como Dios, ser como Dios es amar a otras personas, porque Dios las ama.

Recuerdo haber leído en una sección de caricaturas el siguiente chiste: “Yo amo al mundo, pienso que el mundo es magnífico, es a la gente que no puedo sufrir.” Sin embargo, la gente es la razón porque Jesús entró en la historia humana; Él vino a redimir a la gente y es justo este el significado del evangelio. El discípulo es una persona que presta atención a las vidas de otras personas. La persona fiel tiene amor a los demás.

8. No se queda atrapado en el resentimiento.

El escritor de la carta a los Hebreos nos advierte de velar, no sea que caigamos de la gracia de Dios: “Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados” (He 12:15). El contexto de este versículo se refiere a dar y recibir reproche. Muchas personas han quedado resentidas porque alguien les ha reprochado. Estas personas a veces piensan: “¡Oh! ¿Qué se imagina que es este fulano que se atreve a hablarme de mis faltas? ¿Por qué no se quita la viga de su propio ojo antes de tratar de quitar la pequeña paja del mío?”

Como joven cristiano recuerdo haber oído a alguien predicar sobre este versículo, o escribir en el margen de la Biblia: “La amargura viene como resultado de un maltrato real o supuesto.” Alguien puede agraviarte efectivamente o puede que tú pienses que alguien te ha agraviado. En ambos casos, si no pones cuidado, puedes llenarte de amargura.

Un cristiano prudente me dijo una vez: “Yo nunca permitiré que otra persona arruine mi vida haciéndome que le aborrezca.” La raíz de amargura viene por un espíritu competitivo, un rompimiento de comunicación entre ti y otros compañeros cristianos. Yo creo que hay más discípulos que han venido a ser inefectivos en la vida cristiana a causa de alguna raíz de amargura, que por cualquier otro pecado. Los cristianos fieles guardan sus corazones sanos en esta crítica esfera.

9. Aprende a disciplinar su vida.

Uno de los pasajes de la Escritura más significativos que conozco fue escrito por el apóstol Pablo: “¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado” (1 Co 9:24-27).

Un día yo me senté a meditar sobre lo más horrible que pudiera ocurrirme como cristiano. La conclusión a la cual llegué fue, si cuando yo muriera Dios me tomaría aparte y me diría: “Henrichsen, déjame mostrarte lo que podía haber sido tu vida si tan sólo hubieses hecho lo qué yo te pedí; si tan sólo me hubieses sido fiel; si tan sólo hubieses disciplinado tu vida, haciéndola de verdadero valor, como yo quería que fuese.”

¿Has aprendido la disciplina? ¿Has aprendido a decir no a la tentación? Puede que se trate de un hábito que has sido incapaz de vencer. Sabes que el Espíritu de Dios quisiera que obtuvieras la victoria, pero no has hecho nada para conseguirlo razonando de la siguiente manera: “Si Dios quiere quitarme este hábito tendrá que darme poder para hacerlo.” Aunque esto es verdad, es un modo de evitar la cuestión, porque Dios nos ha dado ya el poder, pues nos ha sido concedido por el Espíritu Santo. Todo lo que necesitas es apropiártelo y tal apropiación requiere disciplina. Nunca culpes a Dios por tu falta en hacer lo que es justo.

Supón que es la tarde que tú sueles dedicar al estudio bíblico, pero descubres que a aquella hora se da uno de tus programas favoritos en la televisión, así que piensas hacer el estudio bíblico alguna otra vez. No solamente pierdes el estudio bíblico, sino que vas a dormir muy tarde. Tan tarde, que no eres capaz de levantarte a la mañana siguiente para tener el tiempo de comunión a solas con el Señor antes de salir a tu trabajo.

No se trata de una o dos veces que realizas tal sustitución. El problema es que una vez que te acostumbras a reemplazarlo es muy fácil repetirlo una y otra vez. Siembras un pensamiento y cosechas un acto, siembras un acto y cosechas un hábito, siembras un hábito y cosechas una eternidad.

Es evidente que una persona no viene a ser “fiel” siéndolo en un fin de semana. La persona fiel es la que aplica las Escrituras a todos los aspectos de su vida. La vida del discípulo es una vida de disciplina. Estas dos palabras tienen una relación importante. Un discípulo es una persona disciplinada. Tal clase de vida no es fácil, pero Dios no nos ha prometido que lo sería. Que no es fácil puede verse claramente por el hecho de que son tan pocas las personas fieles hoy día.

La medalla de oro la consigue el atleta que se ha esforzado, que ha aprendido la disciplina, que ha aprendido a decir no a mil distracciones que se cruzan en su vida personal, el que tiene un objetivo claro y definido y ha resuelto en su propia alma mantenerlo hasta alcanzarlo. Esta es la clase de persona que Dios utiliza.

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JESÚS COMO SEÑOR

Uno de los empleados de la oficina de “Los navegantes” es nativo de Jamaica. Hace algunos años trabajaba para una compañía platanera cerca de su ciudad Kingston, en Jamaica. Se portaba tan bien en la compañía que un día uno de los ejecutivos le invitó a su oficina para discutir su futuro.

Después de asegurarse de las facultades que el joven tenía le dijo: “Tú tienes un gran futuro en nuestra compañía, con excelentes posibilidades de rápida promoción; pero nosotros estamos buscando hombres entregados. Si has de tener éxito, quiero que sepas que tendrás que dar tu vida por las bananas.” El joven pensó un poco acerca de esto y decidió que no podía firmar un contrato que significara dar su vida por las bananas.

El señorío de Cristo significa dar a Jesucristo el primer lugar sobre todas las “bananas” en tu vida. Este capítulo trata de cuatro aspectos de lo que significa hacer a Cristo Señor de nuestras vidas.

 

1.    El hecho de que Jesús es Señor, lo queramos o no.

2.    Razones por las cuales no queremos reconocerle como Señor.

3.    Lo que significa reconocerlo como Señor.

4.    Por qué Jesús quiere ser nuestro Señor.

 

Consideremos estos cuatro puntos uno a uno.

1. Jesús es Señor, lo queramos o no.